miércoles, 14 de septiembre de 2011

II Edición del Concurso de Relatos: Atracón

Temática: Atracón (es el tema, simplemente inspira el relato)

Extensión: Los relatos tendrán un extensión de entre un mínimo de 100 y un máximo de 400 palabras.

Estilo literario: Libertad absoluta. Cualquier estilo será admitido como válido, mientras cumpla las dimensiones establecidas y la temática. Los escritos pueden ser relatos, poesias, aforismos o haikus.

Método de envío: Los relatos se publicaran automáticamente como comentarios de la entrada correspondiente en el blog.

Identidad: Los autores permanecerán completamente anónimos hasta después de la votación. Es imprescindible el uso de un pseudónimo. Para ello se puede publicar el comentario como Anónimo. Eso sí, no os olvidéis de escribir al principio o al final del relato vuestro pseudónimo correspondiente. Si queréis, enviadnos un correo a relatos.fundamentales@gmail.com indicando qué pseudónimo habéis escogido, no abriremos ningún correo antes de la votación. Se recomienda cambiar de pseudónimo con cada concurso para preservar el anonimato.

Fecha límite: Los relatos tendrán que ser enviados antes del 7 de Octubre

Jurado:
Una vez entregados los relatos, los participantes serán invitados (el viernes 7 de Octubre) a cenar o tomar unas cervezas en una casa, donde se comentarán y votará el mejor relato.

Premios: El ganador mensual recibirá ánimos y/o halagos proporcionales a la calidad de su obra. Se le concederá un trofeo (fabricado a mano especialmente para el concurso) y acceso como autor del blog para que proporcione la nueva frase del siguiente relato, así como sus características.

11 comentarios:

  1. .....................Fin.......................

    -Llegas tarde.

    -¿Eso crees?

    -Te esperaba antes.

    -Nunca estuve lejos.

    -Tienes que saber que no te temo. Estoy preparado para cualquier juicio, dispuesto a enfrentarme a cualquier condena. Me he pegado un atracón de vida, y no temo lo que venga después.

    -¿Juicio? ¿Condena? A caso tendría sentido juzgar a un árbol por ser un árbol, ¿condenar a un pez por vivir como un pez?

    -No puede ser que no traigas la balanza contigo. Yo que he sido dueño de la voluntad de tantos hombres, que he conquistado el corazón de tantas mujeres. Yo que he arrasado reinos, dominado imperios y todo ello sin abandonar el camino de la virtud y la razón. Habiendo sido grano entre tanta paja, ¿realmente no piensas separarme? ¿Acaso tantos logros no cuentan, todo ha sido un juego?

    -De ser así, ¿hubieras preferido no jugar? Esos hombres de los que hablas pronto venderán su voluntad a otros hombres, y el corazón de las mujeres que alguna vez te amaron pertenece ya a otros.

    -¿Y mis hijos?

    -Pronto iré a por ellos.

    -… No puede ser, tantos esfuerzos, tantos sufrimientos perdidos en el vacío. ¿Y ahora?

    -Ahora tu juego ha terminado, el mío continua.

    -Muerte, antes de irnos, me gustaría obtener respuesta a alguna de las preguntas que no han parado de perseguirme, mas constantes que mi propia sombra. No puedo creer que todo esto no tenga un sentido. El hecho de que tú estés aquí demuestra que tiene que haber algo más. Eres un fin, por lo que ahora tendrá que haber un comienzo.

    -Antes enumerabas todos tus logros en vida. Deja ahora que te muestre solo algunos de los míos. Yo he creado este universo. He permitido que existas en el y que seas quien eres. Soy responsable de todas tus alegrías, de todos tus amores, de todos tus fracasos. Si estas aquí ahora, espirando tu último aliento, no debes buscar otro culpable. Pero te equivocas al dirigirte a mí. Mi nombre no es Muerte. Cuando erais mas sabios me llamabais Factum, ahora me puedes llamar Casualidad.

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  2. Cuando al fin lo dejaron solo en la sala de interrogatorios empezó a ordenar sus pensamientos para averiguar cómo había terminado en los sótanos de la embajada. ¿Cómo era posible que lo estuvieran interrogando sobre una filtración que aun no se había producido? Repasó detenidamente las tres veces en que había accedido a los informes y se convenció de que no podía haber levantado sospechas en los meses transcurridos desde su decisión de hacerlos públicos. Simplemente no tenían nada contra él. Únicamente en un futuro, cuando aquella información no pudiera ponerla en peligro, revelaría la verdad a su joven novia Marie. Pensó en ella, en su perenne sonrisa y en la dulce cadencia de su aliento cuando sus cuerpos se encontraban. El recuerdo de su risa y aquellos momentos de intimidad le dieron la única calma que había sentido desde que lo sacaron de su despacho.

    Marie había sido lo único que otorgaba sentido a su vida desde aquel terrible accidente que le arrebató a su familia y todo cuanto amaba, la chica delicada e inocente que lo rescató de ser la fría máquina de negociación que había sido durante años y le devolvió el entusiasmo por hacer un mundo mejor a través de la diplomacia. Sólo entonces se decidió a revelar los documentos que implicaban a su gobierno en adjudicaciones corruptas, pues cada pieza del rompecabezas que viera la luz sería un paso hacia un mundo más justo y ayudaría a detener el imperdonable saqueo de África, aquel atracón que los paises ricos se daban con sus recursos, arrebatados a sus legítimos dueños.

    Vagaba en estos pensamientos cuando se abrió la puerta y entró Marie esquivando su mirada. Se lanzó a sus brazos y rompió a llorar. “¿Qué te han hecho?” casi gritó él al ver los ojos de su amante, nunca antes tan tristes y exhaustos. Ella respondío cuando el llanto le permitió pronunciar algo coherente “Lo siento. No podía permitir que lo hicieras” Su pulso se aceleró “¿De que estás hablando?” acertó a preguntar él. Ella habló atragantada por sus sollozos “Anoche empezaste hablar en sueños y lo contaste todo. Supe que lo harías, porque eres así. Tuve que avisarles antes de que lo hicieras, porque te necesito” dijo antes de estallar de nuevo en lágrimas “Pero si algún día eres capaz de perdonarme, podremos ser felices juntos otra vez, lejos de este horrible lugar”.


    Pseudonimo: Wikileaks

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  3. Los anaqueles repletos le hacían sentir seguro, lejos del frío que asolaba Avenida de Mayo al otro lado del escaparate. Burman estaba muy agradecido al rabino Aizemberg por haberle conseguido aquel trabajo. Su antiguo colega Makaroff, dueño de una librería, le debía un favor y no dudó mucho cuando el viejo rabino le propuso a un joven estudioso, culto y trabajador que frecuentaba su sinagoga. Tras dos días, Burman aún no estaba seguro de dónde se encontraban las últimas llegadas de Gallimard, Scribner´s o los libros de esoterismo, pero ya se había convencido de que la librería le proporcionaba un entorno confortable para concentrarse en el Talmud o dejar correr el tiempo indolentemente mientras ganaba unos pesos.

    Eran la diez de la mañana cuando los dos hombres atravesaron la puerta. Uno de ellos rondaba los cuarenta años. Su acompañante, agarrado del bracete del primero, era un anciano de aspecto débil. Cuando dieron dos pasos al frente, Burman se percató de que estaba ciego. Sus ojos rodaban sobre un extraño eje al tiempo que la cabeza vagaba de un lado a otro sin encontrar descanso.

    -Venimos a buscar el diccionario filosófico de Mauthner –dijo el más joven.- Makaroff nos aseguró que hoy habría llegado.

    Burman rebuscó afanosamente en el estante de encargos. Pronto perdió la esperanza de dar con alguna nota explicativa de Makaroff, por lo que, un tanto avergonzado, se disponía a ensayar una disculpa convincente.

    -Está detrás de usted.

    La voz del anciano había sonado como una flauta oxidada. Al levantar la vista, Burman comprobó que sus ojos muertos se clavaban en un lugar inequívoco a su espalda. El diccionario estaba allí y, entre atemorizado y cohibido, Burman se lo entregó al hombre más joven. Éste se lo dio al anciano, que, al primer contacto con el libro, pareció entrar en éxtasis.
    La extrañeza se convirtió en especulación dentro de la cabeza de Burman. Como en una ensoñación vio al anciano devorando páginas, atracándose de frases, palabras, letras, por medio de unos ojos convertidos en bocas ansiosas. Imaginó sus pupilas, como hacen los estómagos violentados por la gula, vomitando un verdoso nimbo que acabó dejándolo ciego. De pronto recordó la fotografía de un cuadro que había visto en un libro llegado desde un museo remoto: un gigante se llevaba a la boca los restos sanguinolentos de un cuerpo humano. El texto acotaba que Saturno se comía a sus hijos por miedo a que algún día éstos lo destronaran. Si aquel ser mitológico comía por miedo, se dijo Burman, el anciano leía por un indefinible apetito literario que se convirtió en instinto extrasensorial…

    Al regresar de sus cavilaciones los hombres no estaban en la librería. Sobre la mesa había trescientos pesos. Más asustado que antes, Burman corrió hacia los ventanales y miró hacia el exterior: los dos cuerpos entrelazados se perdían entre los finos copos de nieve.

    Pseudónimo: Hans

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  4. Más allá de la mesa la habitación estaba a oscuras. El silencio sólo era roto por los sorbidos y los ruidos al masticar que producía aquel hombre inclinado sobre su plato. No alcanzaba a ver su cara pues sujetaba con avidez un pedazo de carne semicruda más grande que propio su rostro. Él parecía no advertir mi presencia o simplemente la ignoraba. Yo, por mi parte, decidí no interrumpirle ni llamar su atención. Únicamente me dediqué a observar cómo devoraba toda aquella comida. Podía oír cómo cómo se desgarraba la carne entre sus dientes y cómo la empujaba a través de la glotis. Podía adivinar como aquella sustancia sangrante atravesaba pesadamente el esófago avanzando únicamente por la presión que ejercía el último trozo deglutido. Sentí una náusea que comenzaba en la parte trasera de mi garganta y avanzaba hacia el estómago. Pude evitar el vómito gracias a que cesaron momentáneamente los ruidos que producía aquella bestia. Escuché como una flema se estrellaba contra el plazo tras lo cual se activaron de nuevo las dentelladas. Desee no estar presenciando la escena pero al cerrar los ojos los ruidos se incrementaron y fui mucho más consciente de las sensaciones que los producían. Intente escapar pero la desidia me ataba a esa silla, a esa mesa. Un instinto más primitivo que el asco me forzaba a seguir engullendo aquella carne semicruda que mis manos sujetaban delante de mi cara.

    pseudónimo: neandertal

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  5. Pseudónimo: Tiempo detenido
      Atracón es acercarse a los límites de lo innombrable a través del cuerpo propio. Dominado por ese pensamiento se encaminó al inacabable surtido de alimentos que poblaban aquella mesa, como árboles vigorosos que se extienden por un bosque infinito. Comenzó a comer, dominado por el entusiasmo. Sin embargo al cabo de unos pocos bocados se sintió vacío. Hueco. Inhabitado. No conseguía entender cómo al llenar su estómago se vaciaba su voluntad y era esa contradicción la que minaba sus fuerzas más que ninguna otra sensación física. Sintió una tristeza infinita al darse cuenta de que le había abandonado la ilusión inicial. Siguió comiendo recordándose que la nutrición es una de las tres funciones vitales. Pero agarrado a ese pensamiento tampoco logró sostener su propósito. Comprendió que la vida era una cadena absurda de acontecimientos casuales y por tanto el mantener un hálito de vida en su cuerpo no era una razón válida para continuar con aquel atracón. Se esforzó para dar el siguiente bocado y al hacerlo consiguió distinguir un leve lamento que provenía de una dimensión extracorpórea. Un sollozo que indicaba que su alma le había abandonado. Ese fue el último alimento que ingirió. Seis días más tarde enterraron su cuerpo inerte en la tierra.

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  6. Cántese cual cantautor:

    Atracado, aclamado, acuchillado, acantonado, acojonado, atropellado, abandonado, arrasado, artístico, arquetípico, arruinado, amasado, anticipado, abierto, asustado, agradecido, acariciado, atormentado, afeado, anterior, anclado, adulterado, ansioso, alérgico, atrapado, asfixiado, adormecido, abaratado, alucinado, acuclillado, antagónico, astuto, asediado, alicaído, afeitado, arropado, astronómico, ardoroso, atontado, alabado, aturullado, afrutado, aconsejado, artillado, asociado, adorado, asomado, apoteósico, arrastrado, antártico, asiduo, asqueroso, abultado, avasallado, alegórico, andrógino, avispado, atenuado, asimilado, acuciante, abstraído, atornillado, aburrido, alocado, atado, arponeado, apolillado, acartonado, avanzado, astral, avaricioso, amparado, abundante, achacado, analógico, azaroso, aborrecido, altanero, amanerado, abusado, agonizante, aparatoso, apaciguado, andino, agujereado, ambientado, avalado, ateo, abochornado, asceta, acalorado, amoratado, abucheado, afiliado, abanderado, apoderado, adelantado, altruista, amonestado, acallado, ascendido, absorbente, afligido, aparcado, apasionado, ancestral, aguijoneado, abatido, aberrado, airoso, agasajado, adinerado, antiguo, anormal, acolchado, ancho, acusado, ACLARADO...

    Pseudónimo: Irritado

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  7. Jerónimo Díaz se sentó en su mesa y empezó a comer. Estaba harto de las colas en los bancos, los supermercados, el metro y en todas partes. Saboreó ansioso un buen trozo de pan tostado con delicioso paté untado. No soportaba más a su jefe, arrogante y malhumorado, que le agobiaba todos los días. Bebió un trago de cerveza y probó el chorizo, el salchichón y la butifarra. No quería tener que hacer los papeleos inútiles de mañana. Se metió en la boca un buen trozo de delicioso pavo al horno. No podía volver a escuchar a su exmujer gritándole rencores. Se llenó las manos de salmón ahumado y lo engulló. Jamás podría aguantar a sus ruidosos vecinos ni un minuto más. Se deleitó con mejillones, berberechos, calamares y langostinos. No estaba dispuesto a que nadie le dijese nunca más como tenía que hacer las cosas y a bajar la cabeza y obedecer. Se tragó con gusto un pastel de cabracho bien guarnicionado y bebió. No quería morderse más la lengua con nadie que le faltase al respeto y le atropellase. Probó con avidez las chuletas de cordero con alioli. Tampoco aguantaba ya la soledad permanente y demencial en la que se encontraba. Mordió un muslo de pollo en salsa de almendras y espárragos trigueros. Odiaba haber perdido oportunidades en la vida tanto como no encontrar nunca eso que buscas y tanto necesitas y que luego está estorbando por todas partes durante meses. Abrió una botella de cava y brindó con canapés de diversos caviares y pinchos de langosta. El injusto mundo capitalista, en una carambola desquiciante, le había dejado sin trabajo y sin ningún ingreso y ya no podía ni mantener el piso en que vivía...
    Se bebió de golpe un tazón de gazpacho con picatostes y arrasó con la lasaña y los tallarines...
    Sin embargo comer le encantaba.

    Comer era ya lo único que aún le aportaba felicidad en la vida... así que, usó todo el dinero que le quedaba y se dio un homenaje como merecía, a lo grande.

    En su autopsia dijeron que había muerto de un atracón. Nadie sabía que lo que le había matado había sido todo lo demás.

    Pseudónimo: bien alimentado

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  8. Es verano, pero es tarde y ahora hay una brisa agradable.
    El cielo morado refleja la última luz del día, que se mezcla con la blanca artificial de los primeros faroles. Huele a césped regado, a tierra y, a ratos, a caca de perro. Se escuchan algunos ladridos en la distancia y gritos de niños en un tobogán de hierro oxidado, no muy lejos de allí.

    Chema, Jaime y Raúl, manos sucias de polvo y pelo sudado, se reúnen en secreto, en la esquina oscurecida del parque, “en donde” las plantas de pinchos, detrás del garaje y revisan juntos los preparativos. Están tan nerviosos que alguno siente ganas de ir al vater.
    ¿Te han seguido Jaime? No ¿y a ti? Bien, ¿tenemos los relojes sincronizados? Sacad los planos. Espera, espera,¡¡viene alguien!! ¡Vigila! ...Vale... ahora. Ya se ha ido. No era nadie. Está bien. Tú te colocarás aquí y tú Chema tendrás que darnos la señal justo ahí. Vale. ¿Tenemos armas? ¿Armas? ¡Pues claro, idiota! Hay que llevarlas siempre por si acaso. Yo quiero desactivar los infrarrojos. No Raúl, eso lo hacemos por control remoto, tú tienes que meterte por los conductos de ventilación para evitar las alarmas láser. ¡Vale!
    Tengo sed. Yo también.
    Tenemos que hacerlo sin que nos vean...
    ¡Oh no!¡ Se acercan los guardias! ¡Esconded los planos del banco! ¡Rápido!
    Una sombra se agranda en la cuesta. Unos pasos firmes se aproximan pisando la grava. Los matorrales de la esquina no son suficiente escondite para tres. Chema, Jaime y Raúl se miran en tenso silencio. Agachados, inmóviles. Sus ojos muy abiertos y los oídos alerta. Se ríen.

    ¡¡Vamos niños!! ¿Qué hacéis ahí? ¡¡A cenar!!
    (susurrando): Eyyy... Mañana a la misma hora, en donde las plantas de pinchos detrás del garaje. Vale! Traeros las bicis! Sí!
    Mañana es el gran día... no va a ser un atraco cualquiera, va a ser un atracón...

    Pseudónimo:detrás del garaje

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  9. Mira, ese que está sentado en el asiento reservado, ese es Roberto. Fuimos juntos al colegio y yo estuve enamorada de él desde los 11 hasta los 13 años. Hasta el día de mi primer atracón. Quería a Roberto como se ama sólo cuando aún no se entiende el amor. Sin embargo él me ignoró hasta ese día en que se sintió avergonzado por gustarle a la gordita de la clase. Yo siempre había intuido que lo era, pero las niñas no se preocupan por el peso. Esa preocupación, en cambio, inunda las noches de las adolescentes. Ya lo sabes. Aquel día me convertí en adolescente, de golpe, en el momento en que Roberto (mi Roberto) pronunció aquella maldita frase:

    “gorda asquerosa”.

    De haber tenido más años hubiera elegido matarme pero entonces ni siquiera se me ocurrió. Qué inocente era ¿verdad? Sustituí el suicidio por aquel primer atracón autodestructivo. Al tragar todas aquellas porquerías intenté arrastrar la rabia que se agarraba a mi garganta. Aquella vez no vomité pero no tardé mucho en empezar a hacerlo. Luego vinieron los psicólogos, las repeticiones de curso y el paso al instituto. Y al poco llegaste tú.

    Te cuento todo esto porque, aunque no te guste, pasaron muchas cosas antes de que tú llegaras. Buenas y malas. Te lo cuento porque quiero que sepas que esa frase que me susurras cada vez que nos ponemos frente al espejo fue pronunciada antes de tí. Por aquel dios de la belleza cuya caricatura está sentada delante de nosotras. Mírale ahora. Fíjate en la calva que esconde bajo el pelo engominado. Y lo hinchado está. No ha levantado los ojos del suelo ¿te has fijado? Cobarde. Seguramente no se atreva a reconocer que los años le han transformado en alguien anodino. O quizá no sepa cómo se pide perdón. Puede incluso que le de asco ahora que peso 38 kilos. Me da igual. Con el tiempo he aprendido a no tener en cuenta a la gente cómo él o como tú. ¡Sois tan tristes! Os pasáis la vida chupando la felicidad de aquellos que se dejan humillar. Pero eso se acabó. No me importa lo que sea de él una vez que se baje de este vagón, pero tú no vas a librarte. Ya te lo he dicho, voy a arrastrarte a todas partes para que rabies con mi felicidad cotidiana. Así pagarás por los quince años que te di.

    Pseudónimo: Amelie.

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  10. Pseudonimo: El último atracón

    Yo siempre he sido un hombre sensato. Nunca he dicho una mala palabra, nunca he hecho un gesto despectivo. Si hubiera que elegir una sola palabra para definirme, no habría lugar para la duda: mesura. En el colegio, y eso que era de curas, siempre destaqué por mis buenos modos. Las profesoras me adoraban por ser tan bueno, tan disciplinado, tan obediente. Yo siempre correspondí a sus halagos con humildad, sin un ápice de arrogancia. Es precisamente por estas cosas, por las cuales mi situación actual me resulta tan absurda. Aquella noche, al salir del trabajo, cené en el Dragón de Pekín, como todos los jueves. No sé si será porque pedí sangría, en vez de agua mineral, para celebrar el proyecto con los alemanes, pero me niego a pensar que una estúpida, estúpida galleta sea la causante de todo. "Encuentra la moderación que te falta, y hallarás la felicidad". Maldita e ignorante galleta!! Y qué piensas que he estado haciendo todos estos años?? Sentí como una ira en cantidades ingentes se apoderaba de mi, lo que no esperaba es que no solo no iba a resistirme sino sucumbiría a una sorprendente euforia. Supe que en mi interior algo acababa de cambiar, liberando una gran de energí. También supe que no habría vuelta atrás. Las consecuencias no tardaron en ser reveladas. Desde entonces, todo se volvió exagerado. Cuando como, engullo hasta el empacho. Cuando bebo, lo único que me detiene es el vómito. Si decido tomar el sol, hasta que el dolor en mi malherida piel quemada no se hace irresistible no hallo satisfacción. Al menos, no puedo decir que me sienta solo, dado el carácter contagioso de este nuevo fenómeno. Los convites a los amigos más íntimos, pronto se convirtieron en las ya famosas fiestas del vino. Los refrescos fueron sustituidos por mojitos, y los invitados se quintuplicaron. Ahora nadie en la oficina se las pierde. Las fiestas se alargan hasta la madrugada, y la música nunca cesa. Muchos días ni siquiera me presento en el trabajo. Al principio pensé que me despedirían, hasta que una mañana encontré a mi jefe, vestido de bailarina brasileña, abrazado al váter. Honestamente, no creo que pueda aguantarlo por mucho más tiempo. No tengo ni idea de cómo parar este tremendo atracón continuo, que no sólo no cesa, sino que se vuelve cada vez más exagerado. Por otro lado, tampoco quiero.

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  11. pseudónimo mayalayam:

    El día en que me comí un monstruo

    No diré que fue por placer, más bien las circunstancias lo provocaron.
    Tampoco sabría muy bien relatarlo. Pero sí tengo la certeza de que, aquel día, me comí un monstruo.
    Y me gustó, bueno más bien después.
    Mi figura deformada ha adquirido la rudeza que buscaba. La piel tira, pero desde mi nueva altura veo todo. Dentro, la piel de sapo bloquea la orquesta de aferencias sensitivas.
    Mis pasos retumban, se bastan a sí mismos.
    Aquel monstruo me ha dado una mirada tan fea que a nadie pretende gustar y una voz tan fuerte que no pide permisos.
    Con frecuencia me vanaglorio del día en que el monstruo y yo nos conocimos. Y yo decidí comérmelo.
    Pero fue al revés.

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