viernes, 4 de noviembre de 2011

III Edición del Concurso de Relatos

 Temática: En este caso el relato tiene que hacer uso explícito en su trama de la imagen de la izquierda. Es decir, la foto no inspira el relato, sino que tiene que aparecer en el relato, y se tiene que hacer referencia a ella en alguna parte del mismo, teniendo en cuenta que el lector puede ve la foto.

Extensión: Los relatos tendrán un extensión de entre un mínimo de 100 y un máximo de 450 palabras.

Estilo literario: Libertad absoluta. Cualquier estilo será admitido como válido, mientras cumpla las dimensiones establecidas y la temática. Los escritos pueden ser relatos, poesias, aforismos o haikus.

Método de envío: Los relatos se publicaran automáticamente como comentarios de la entrada correspondiente en el blog.

Identidad: Los autores permanecerán completamente anónimos hasta después de la votación. Es imprescindible el uso de un pseudónimo. Para ello se puede publicar el comentario como Anónimo. Eso sí, no os olvidéis de escribir al principio o al final del relato vuestro pseudónimo correspondiente. Si queréis, enviadnos un correo a relatos.fundamentales@gmail.com indicando qué pseudónimo habéis escogido, no abriremos ningún correo antes de la votación. Se recomienda cambiar de pseudónimo con cada concurso para preservar el anonimato.

Fecha límite: Los relatos tendrán que ser enviados antes del viernes 2 de Diciembre.

Jurado:
Una vez entregados los relatos, los participantes serán invitados (el sábado 3 de Diciembre) a cenar o tomar unas cervezas en una casa, donde se comentarán y votará el mejor relato.

Premios: El ganador mensual recibirá ánimos y/o halagos proporcionales a la calidad de su obra. Se le concederá un trofeo (fabricado a mano especialmente para el concurso) y acceso como autor del blog para que proporcione la nueva frase del siguiente relato, así como sus características.

14 comentarios:

  1. DESAPARECIDA

    La cantante pop, natural de Albacete, Dolores Quesada Cano, conocida como Allyse Quesada, fue vista por última vez por su vecina Carmen Fernández, a las 8.35 de la mañana el pasado miércoles 12 de Agosto. Carmen Fernández, compañera de colegio de la cantante desde los cuatro años de edad, asegura haberla encontrado “pálida, titubeante y con una belleza triste, algo exótica”. Refiere que le dijo “buenos días, Carmen, tengo algo urgente que solucionar” y que se subió a su Audi A3 rojo. Doce minutos más tarde, se realizó la fotografía que se puede observar arriba. Se tomó desde un radar cercano al aeropuerto de Albacete, constituyendo la última información sobre la cantante. Francisco Gómez, su pareja sentimental, enfatiza que en ninguna ocasión anterior, en sus 7 meses de relación, había perdido la comunicación con Allyse por 28 horas seguidas. Insiste en que desconoce cuál puede ser su paradero, y los motivos de su desaparición: ¿consumo de tóxicos?, ¿intenciones suicidas?, ¿secuestro?. Su mánager verbaliza sentirse “impactado”. Fuentes cercanas a Allyce, que prefieren no identificarse, opinan “se le subió la fama a la cabeza, la pobre no podía sino acabar mal”.

    Carmen Fernández se sonríe al terminar de leer la noticia. Se siente importante al salir en la prensa. Piensa en todo el juego que dará ir soltando pistas de lo que realmente ha sucedido, con lentitud, dosificadas. Se sabe afortunadísima de ser ella la única conocedora de la verdad. Escribirá a varios canales de televisión y periódicos: “está en la India”, o “ahora vive en un templo budista”. Reservará para el final lo que ella le confesó, en ese momento de belleza triste y algo exótica en el que iba a subirse al coche, “mira Carmen, me voy a un templo budista porque hace meses que me olvidé de respirar sin tener que decidirlo. No te lo vas a creer, pero no me sale automático. Cada vez que quiero hacerlo, tengo que pensar que voy a respirar, que ya toca. Y sigo así, es una tortura.” Carmen Fernández recuerda que Allyse también añadió lo siguiente “espero poder confiar en ti. Júrame que no se lo contarás a nadie”. Pero, en este momento, Carmen ha decidido que esta petición es absurda, que no le pega nada a Allyse y, por tanto, opta por ignorarla. Carmen piensa que cuando a su amiga se le pase esa tontería de respirar, volverá y le dará las gracias por bañarse ambas en oro y fama. Y piensa que se harán ricas por haber gestionado, esta palabra se la repite dos, tres veces, tan bien la noticia. Le encanta.

    Pseudónimo: De cronopios y famas

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  2. Internet y muerte de la naturaleza humana. Como tantos otros, este pensamiento me asalta cuando echo un vistazo a mi nuevo blog. ¿Qué pensará la gente al ver la última fotografía publicada? Ahora mismo la tengo delante, vacía, enmarcada en el color salmón pálido que elegí para el fondo de pantalla, completamente desamparada por los comentarios de los navegantes cibernéticos. Un instante que parece extraído del tiempo para figurar en las paredes de la sala de fotografía de algún museo nórdico. Al verla, nadie podría imaginar la pasión con que la tomé, el ruido insoportable con que el click llenó la cabina del coche que Rosie y yo alquilamos para recorrer durante tres semanas la costa de California. Rosie era toda mi vida. Mi absurda intención, durante aquel tiempo, era la de capturar su esencia, cada una de sus irradiaciones hacia el mundo exterior, ya fuera su reflejo en un escaparate o en un espejo retrovisor, como si una película subdividida en miles de fotografías pudiera recomponer en un solo visionado todo lo que ella era. Recuerdo con claridad que, cuando depuse el largo objetivo de la réflex, Rosie me sonrió desde detrás de sus grandes gafas rojas. No me hubiera importado que aquella hormigonera diera un volantazo para arrojarnos al precipicio: la muerte habría sublimado para siempre la pasión que me ahogaba. Estaba oscureciendo y decidimos pasar la noche en el primer motel. Amé a Rosie con todas las fuerzas de que mi cuerpo era capaz. Lamí, mordí, absorbí toda porción de piel que mi lengua pudo alcanzar. Su sexo se me presenta a la memoria como un pasadizo peludo hacia otra dimensión. Dentro de él cabía todo yo y todos los caminos agotados de mi existencia que desembocaban en aquellos malolientes pliegues de piel. En lo más alto de mi excitación deseé morder su cuello, abrir un boquete irreparable en su garganta para beber los borbotones sanguíneos y escupirlos después en la cara de Dios. Dios no estaba por encima de mí, ni yo de Él: compartíamos la habitación, podía mirarlo y despreciar el brillo burlón de la envidia en sus ojos. A los pocos meses Rosie se fue. Sólo es esta pequeña porción de carne reflejada en el pequeño espejo dentro de la pequeña fotografía que cabe en esta pequeña pantalla. Las emociones que ahora me despierta no son mucho más grandes.

    Pseudónimo: Francis Miller.

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  3. La búsqueda

    Estaba perdida, pero lo llevaba estando desde hacía más tiempo de lo que ella creía. Pero, ¡no tenía razón para estarlo! Su vida había sido bastante cómoda, sin grandes dramas, ni penurias, ni traumas fuera de lo corriente. Quizás ese era su problema. ¿Era corriente? Era incapaz de decidirse por ninguna respuesta.
    ¿Quién era, cómo era, porqué era? Qué envidia le producían esas personas que estaban tan seguras de todo, de si mismos, de la realidad, de los demás…¿Qué les daba esa seguridad? ¿O tal vez no era seguridad? ¿Habían encontrado algo? Tal vez era el secreto mejor guardado de la humanidad…En cualquier caso ella no lo había encontrado. No se había encontrado. ¿Dónde tendría que buscarse?
    No eran preguntas que se pudieran preguntar.
    Aquel día cogió el coche. Se plantó sus gafas de pasta rojas y se lanzó a la carretera. No sabía a donde iba. Pero iba a buscar algo. Tenía que encontrarse.

    Pseudonimo: Anodina.

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  4. Patio interior

    Hoy me noto más nostálgico que de costumbre. Debe ser este tiempo de mierda. He llegado empapado a casa de mis padres y no me iré a la mía hasta que deje de llover. Como últimamente no paro quieto, he decidido que este sábado no voy a hacer nada. Me quedaré con mis padres que están cada día más viejos. Joder, sí que lo están. Demasiado. Ahora están viendo la película de sobremesa. Yo no he aguantado y me venido a aquí, a este museo sobre mi adolescencia en que se ha convertido mi cuarto.

    Estoy tan nostálgico que hasta me puesto a escribir en este cuaderno. Hacía años que no escribía aquí. Lo último fue este poema de la página anterior. De cuando me dejó Aurora. Es repugnante. Está rebozado de cursilería y de sufrimiento barato, de mentiras. Me ha dado vergüenza leerlo otra vez. Pero bueno, hay que aprender a convivir con el gilipollas que cada uno lleva dentro. Eso debe de ser madurar. Además, estaba muy jodido. Joder, sí que lo estaba. Aurora. Sólo queda una foto suya en el corcho, esa de las gafas de sol a través del retrovisor. Casi no se la reconoce. Gracias a eso aquel día esta foto pasó inadvertida para mí. Se salvó de la quema.

    Joder, si que estoy nostálgico hoy. Hacía años que no pensaba en Aurora, es decir, en cuando salía con ella. Debe ser este tiempo de mierda, y la foto, y todo. Además, odio recordarme durante aquella época. Era un pardillo de cojones. Me cabrea ver a aquel chaval lloroso sin autoestima. Qué asco. Menos mal que he he dejado atrás a ese pringado.

    (...)

    Soy patético. Soy incluso más patético ahora que entonces. Con treinta años y sigo siendo un cobarde. Tan cobarde como para atreverme a engañar a un viejo cuaderno.

    Mientras veía con mis padres esa basura de película (mientras les hacía creer que la veía) no podía quitarme esa foto de la cabeza. Las fotos de Aurora. Joder, yo no las hubiera quitado. Y menos en ese momento. Estaba tan débil que no podía hacer otra cosa que seguir queriéndola. Más que nunca. Aunque lo intenté no pude odiarla. Luego sí, incluso más adelante hasta pude dejar de odiarla. Pero en ese momento no. Era imposible, joder.

    Aquel día vi perfectamente la foto. Quité las demás porque en ellas sí se reconocía a Aurora. Las hubiera dejado, pero después de que me abandonara de aquella manera, me daba vergüenza que mis padres o mi hermana vieran sus fotos en mi corcho. No quería que pensaran que era un pardillo.

    Joder, como siga lloviendo me voy a morir de tristeza.

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  5. La repartidora.

    Repartí 100 copias de esta fotografía, abrí las orejas y escuché qué se veía.

    Mi abuela veía a su nieta y a su hija veía mi madre.
    Mi tío a mi tía de joven y mi tía vio su juventud.
    Mi padre destacó la carretera y el tímido de Juan se calló,
    aunque estoy casi segura de que vio
    aquellos viajes largos de cuando éramos pequeños.

    El vecino de arriba está tan mayor que sólo veía el retrovisor.
    Mi portero dijo gravemente: no quiero ni puedo decirte lo que veo.
    La señora del segundo, esa que no oye,
    preguntó si sonaba la radio del coche.

    El hombre del kiosko veía una mirada.
    Un niño del parque dijo avergonzado: una chica guapa con gafas de sol.
    Tres viejecitas sentadas en un banco, dijeron, mi niña, no lo vemos bien.
    Un filósofo con gorra y bastón presumía de ver un cristal.
    Otro orgulloso: una nube blanca en las gafas de sol.

    Los optimistas vieron en la foto una sonrisa.
    Los desenfocados vieron el camión.
    Los insomnes vieron aventura,
    y los cursis vieron el amor.

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  6. Cuando despertó la foto aun seguía allí. Estaba sobre la mesilla de noche, exactamente donde la había dejado la noche anterior. Salió de la cama para llamar por teléfono:

    - La foto sigue aquí.
    - Me has despertado.
    - ¿No me dijiste que las cosas desaparecen al día siguiente?
    - Suele ser así, sí. No sé, algo habrás hecho mal.
    - ¿Hacer algo mal? ¡No dijiste que hubiera que hacer nada!
    - No sé, nunca pensé que había que hacer algo, las cosas se van y punto. Igual al principio cuesta más.
    - ¿Y si esta foto no se va nunca?
    - Hombre no creo, ya te he dicho que casi siempre se van.
    - Sí, pero me dijiste que suelen irse al primer día.
    - Bueno no te preocupes.
    - ¡Que no me preocupe! ¿Que no me preocupe?
    - No te preocupes, venga hablamos mañana, a ver si hay suerte.
    - ¡Que no me preocupe!

    Colgaron. Maldita foto. ¿Y si se quedase para siempre? Si al menos hubiera un rostro, una cara, una mirada. Pero no, sólo se veían unas gafas de sol flotando en el parabrisas. ¿Cómo no iba a ser preocupante que una foto anónima y misteriosa se quedara para siempre?

    Respiraba angustiosamente, lo estaba pasando realmente mal. ¡Y él que se reía de aquel cuento en el que el dinosaurio no desaparecía! No le parecía tan gracioso ahora, ni tan tonto. ¡Pobre hombre! Al menos una foto es fácilmente camuflable, nadie tiene porque saber que es una foto aparecida. Además, no se reconoce a nadie en la foto así que podría arriesgarse a decir que es una chica de carne y hueso, alguien que conoce.

    Pero ¿qué haces con un dinosaurio? Nadie se tragaría que es uno de los de verdad. Si te toca un dinosaurio de los que no se va estás realmente jodido. Es poco menos que una tragedia.

    Se dijo a si mismo que quizá debía sentirse afortunado.

    pseudónimo: Monterroso

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  7. Cogió la cámara y tomó la foto. Lo hizo sin pensarlo demasiado, como se hacen las cosas cotidianas a las que no damos mucha importancia y que poco tiempo después apenas recordamos.
    No fue hasta años después, al deslizarse la imagen entre sus dedos mientras hojeaba un viejo mapa, que tomó conciencia de la importancia de algunas pequeñas acciones. Acciones que esperándonos perduran, aletargadas, para traernos por un instante momentos olvidados y hasta entonces perdidos. De este modo, con nostalgia y con cariño, recordó sus manos posadas sobre el volante, aquel vestido rojo mecido por el viento, el suave aroma de los pinares y la canción sonando en la radio, mientras recorrían, juntos, aquella carretera que los llevaba hasta el mar.

    Pseudónimo: Hood

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  8. (rrrrrrr)

    Galopaba tierno por un asfalto infestado de pústulas, como serpientes negras aplastadas por la circulación,

    (rrrrr)

    las ausencias comenzaron hace dos años, al principio como breves concentraciones exageradas en detalles insignificantes, la grieta de una cuchara de palo, la aureola de puré reseco en un plato sucio; el piloto naranja de algún aparato proporcionaba una luz ligeramente desenfocada y lo suficientemente lejana como para evocar todo tipo de pensamientos y divagaciones sobre la sinapsis, la propia presencia o la codificación de los resistores.

    El filo de una puerta solía derivar en unos segundos de autodiagnosis freudiana o cualquier cosa por el estilo.

    Esos segundos de periferia eran intensos pero fugaces y por norma general no interferían en la actividad paralela, aunque conformaban un grupo de pensamientos hermanos que estaban deseando ampliar la familia.

    (rrrrrrr)

    Según transcurría el tiempo, la abstracción consciente tomó importancia y rectificó su frecuencia, las prioridades se alteraban y lo que en un principio parecía esencial, pasaba a formar parte de un árbol de intenciones cada vez más ramificado, a menudo se encontraban restos de tareas a medio hacer, arqueologías de la planificación, cosas cotidianas, sencillas, ropa lavada en la lavadora, un yogurt en el baño, expuesto y acuchillado con la cucharilla, carpetas en proceso de orden interrumpido, con sus mollejas blancas desparramadas por el suelo…

    La presencia ajena de los acontecimientos provocaba sonrisas de extrañeza.

    (rrrrrr)

    [Abstraccion pigmentosa, ganzallinante, culebras de wolframio, zampalludo, marmitako, tu.]

    (rrrrrrrrrr)

    Clínicamente, los sentidos se desconectaban en el punto álgido del paseo eléctrico, no todos, ni siempre, por lo general el tacto, a veces la percepción visual de objetos estáticos, las tareas más prolongadas eran las que tenían más probabilidades de ser interrumpidas por una visita.

    (rrr)

    [alveolos y ribosomas, desincrustante, intención, arpillera, barracuda y silogismo]

    Se advirtieron ausencias de ánimo durante la sesión. Puede usted conducir. [Estragón y eucalipto] adujeron conclusiones precipitadas de la primera intervención, el sujeto presenta hiperactividades concentradas y aleatorias en el nódulo frontal, [agrupación celeste, zigzag]

    (...)

    - Me encuentro mucho mejor, pero el cemento ha de estar lo suficientemente líquido para mantener sus condiciones de maleabilidad, ¿sabes?

    - es una vergüenza, ya a penas ponen cangrejo en este sándwich de cangrejo.

    - no creas, yo también soy amigo del carril derecho.

    - de esta manera no llegaremos nunca, los carburadores están obsoletos, necesitamos a toda costa un motor de inyección.

    - ¿has visto alguna vez el amanecer de un leed entre los componentes electrónicos?






    Pseudónimo: Cide Hamete

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  9. He copiado la versión equivocada. Esta es la que vale.

    El cuerpo sufriente.

    Todas las noches soñaba que buceaba. Sonidos distorsionados, amortiguados. Con los ojos casi cerrados sólo llegaba una uñita de luz azul piscina, azul infantil. Lo mejor era la sensación de frío en contacto con el calor de su cuerpo tenso, en movimiento. El efecto del agua en su piel, su pelo suelto desplazándose lentamente. El oscilar de su tórax lleno de respiración y latidos, le hacía sentir positivamente viva. No es que todo fuera posible, es que no había siquiera posibilidades.

    Cuando se despertaba, recordaba el sueño, parecía que aún quedaba una conexión neuronal peregrina dónde se atrincheraba el placer. Prefería esta imagen a la otra que se quedó tonta, tan paralítica y torpe en su mente que no se podía ir.

    Sabía que no estaba aquí. Lo notaba sobretodo con los otros. Se les veía tan en la vida, en el mundo, con sus preocupaciones, sus prisas, sus nervios e ilusiones. Era obvio que nunca habían entrado dónde yo ahora vivo.

    Dónde yo ahora vivo, el dolor lo es todo y siempre está. Es raro saber que me queda poco y lo que más deseo es dormir. Pero el cuerpo es el que manda y ahora lo sé más que nunca. Las ideas, las emociones, la lucidez son para la salud.

    Sé reconocer que hay veces que el dolor altera mi nivel de conciencia. Ni dormida ni despierta. Me desplazo entre escenarios, afectos, angustias. La cara de Joel, sus ojos de apacible felicidad con arrugitas a los lados, sólo para mí; mi madre regañándome ¿porqué me vendrá ahora esto?; la piscina calmándome, devolviéndome a mi origen; y ese día de luz, un día cualquiera, pero sobre todo recuerdo la luz, mis gafas de pasta roja, Roxette en la radio y un segundo de duda.

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  10. CAMBIO DE RUMBO




    A través de sus gafas de sol la carretera se tintaba de tonos oscuros, convirtiendo la luz del día en un lugar más acogedor para sus ojos, maltratados por noches de insomnio y meses de dudas.
    El ruido atronador de un vehículo le hizo salir de su ensoñación, lo percibió ligeramente lejano. creció poco a poco ocupando por completo sus oídos e incluso creyó notar su cerebro vibrar dentro de la cabeza, al son de los cristales de su coche. Absorbió aquella sensación, se sintió plena, inmersa en una burbuja, casi como en un compartimento estanco. Cuántas veces había deseado aislarse de su alrededor de esta manera, pero en aquellas ocasiones no encontró ninguna burbuja ni cámara estanco en la que refugiarse. Sin embargo, recordaba sus oídos colmarse de un silencio ensordecedor gracias a los injustos golpes de acero que él la propinaba, marcando el ritmo de un frenético valse al que sus sesos no podían resistirse y que se prolongaba hasta hacerla perder el sentido de la realidad, la noción del tiempo, embriagándola de autocompasión y obligándola a vomitar aquel llanto histérico
    Semejante a las olas del mar al romper contra una costa pedregosa, aquel estruendo se fue apagando lentamente, un enorme camión cisterna la superó por su derecha a toda velocidad, se permitió sonreír, quizá fuese una gran metáfora de la pesada carga que dejaba atrás para siempre.




    Pseudónimo: Joby

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  11. Qué poco tráfico hay esta mañana. En otras ocasiones la carretera está llena de camiones por la derecha y coches por la izquierda. Fíjate hoy que solo va este pringui y nosotras que le vamos a adelantar ahora mismo. Anda saca una foto para celebrarlo, pero espera que me pongo las gafas… Ay tía qué bien hemos salido. La carretera y yo, digo. ¡Es que me encanta cuando no hay tráfico!

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  12. Pseudónimo: última foto

    Paso las fotos una a una, deteniéndome en las que me recuerdan algo intensamente. Me río y luego me dan ganas de llorar. Tengo sensaciones enfrentadas. No quiero seguir mirando estas fotos, pero sigo. Cómo es posible que ya no pueda hablar con ella nunca más, que no exista!!? Los humanos no estamos preparados para entender el concepto de no existir. Nos sobrepasa. Sigo mirándola a través del papel… me lleno de ira por la injusticia pero cuando voy a explotar me desinflo porque no tengo fuerzas. La quiero, pero sobre todo ella me quiere. Bueno, me quería. Sigo pasando las fotos, entonces llego a la última que hice con la cámara, que ha quedado destrozada. Esa última maldita foto en la que se ve desenfocada su muerte, en forma de camión blanco. El desgraciado hijo de puta se nos cruzó de repente. Realmente no se podía hacer nada…

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  13. Pseudónimo: Fortunata

    Mi querida Alejandra, nunca me cansaré de pedirte perdón. Sé que estás furiosa, y no es para menos, sobre todo teniendo en cuenta cómo te has enterado. Qué tal están los pequeños? Yo les echo muchísimo de menos. Sólo espero que algún día me perdones y me dejes pasar a verlos, aunque sea un rato. Al fin y al cabo ellos necesitan a su padre tanto como yo los necesito a ellos. Las cosas entre nosotros no andaban bien desde hace tiempo, ya lo sabes, Ale, eso lo teníamos los dos muy claro, pero que tuvieras que enterarte por esa puta foto publicada en todas las portadas...Lo siento mucho, de verdad. No quiero ni pensar lo qué sentiste al reconocer tus gafas rojas, las que te regalé en verano. Todo comenzó cuando me hicieron responsable de la investigación en el caso del hombre afortunado, aquel del que todo el mundo hablaba. Al principio yo no lo entendí, pues se trababa de una persona un tanto anodina. Sin embargo, al ir indagando sobre ciertos asuntos, uno se encontraba con inesperados enigmas. No mucho más que versiones contradictorias, o pequeñas lagunas en situaciones totalmente corrientes, en las cuales, lo sospechoso justamente era la falta de información. En definitiva, sutiles misterios que bien podrían ser totalmente irrelevantes, o bien proporcionar la clave, la fina hebra, de la cual bastaría con tirar delicada y pacientemente hasta que todo quedara desvelado. Pero resultó que él me estaba esperando, y que de hecho me conocía a mí mucho más que yo mismo. Sabía tantas cosas de mí...o quizá solo tuvo mucha suerte, pero eso nunca lo sabré. En cualquier caso, adivinó mi pequeña debilidad, aquella que no conocía ni yo mismo, o más bien, que me había ocultado durante tanto tiempo. No sé cómo lo hizo, pero sabía que aceptaría su obscena proposición, sabía que me pondría sin dudarlo tu vestido rojo y tus zapatos de tacón (lo de las gafas fue más cosa mía, no creo sinceramente que lo pudiera prever). Sabía que no me importaría que me hiciera una foto, conduciendo camino a su habitación de hotel. Todavía no entiendo cómo podía saber él tanto y yo tan poco. A la mañana siguiente sí que comprendí, pero ya era demasiado tarde, y cuando los periodistas me despertaron no fui capaz de explicar muchas cosas, como lo de las drogas, o mi provocativa lencería.

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  14. AMANTES (por Juan Leal)

    Hemos vuelto a discutir en el restaurante. No pienso pedir perdón; no tengo nada de que disculparme. Pero no quiero seguir enfadados.
    Me adelanto un poco y le abro la puerta del coche como gesto de buena voluntad.
    Ella ni siquiera me mira, pasa de largo sin rozarme y se sube en el asiento de atrás. Aprieto los dientes y cierro la puerta con cara de imbécil.
    Rodeo el coche y me siento al volante. Vamos en silencio todo el camino hasta salir a la carretera. Ella mira por la ventana. Me parece intuir por el retrovisor que se le ha suavizado el gesto.
    Estoy cabreado, casi tengo ganas de hacerle daño, y sin embargo no puedo dejar de mirarla por el espejo. Juraría que no me ha mirado ni una sola vez. Debo de estar loco para seguir con esto.
    Vuelvo a mirar y se ha puesto unas gafas de sol ¡joder! son las gafas de mi hija, debían de estar tiradas por el asiento. Se me tensa la mandíbula. No me gusta que haya hecho eso, ¿quién se cree para usar algo de mi hija? ¿se está burlando? Noto que frunzo el ceño. Apenas hay tráfico.
    Vuelvo a mirar. Ella sigue mirando por la ventana. Tiene los labios llenos, cálidos. Apenas le veo la cara con esas gafas de plástico rojo. De pronto la siento frágil, perdida como una chiquilla que saca las uñas porque está asustada. Un calor familiar me abriga a la vez el pecho y el sexo, y casi a mi pesar tengo que aceptar que estoy loco por ella. Sigo con la mirada la curva de su cuello, delicado y suave…
    -¡Juan!
    Es un grito desgarrador, señala con todo el cuerpo hacia adelante.
    La carretera. Joder. El camión. El claxon, como un trueno. El fin. El camión blanco, monstruoso. Freno. Dios. Freno. El camión, justo delante, tan cerca, vuelve al carril derecho. El retrovisor. Alicia. Viene un coche por detrás. Lejos. El camión ahí, ya más adelantado.
    Me echo hacia la derecha, enciendo el warning y me detengo en la cuneta.
    Cojo aire. Estoy temblando.
    -Juan… -susurra. Ya no lleva las gafas. Está pálida
    -¿Estás bien?
    -Sí… creo. –Le tiembla la voz.
    El susto me sube por la garganta hasta los ojos. Lloro.
    -Lo siento… -murmuro, sin dejar de mirarla, entre lágrimas, por el espejo. Como si no me atreviera a mirarla de frente. Como si tuviera miedo de darme la vuelta y que en realidad no estuviera ahí.
    -Te quiero –dice ella, bajito.
    Quiero contestar, pero se me enredan las palabras con el amor y el miedo en la garganta. Yo también la quiero.

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