lunes, 17 de junio de 2013

XIII Edición de Relatos Fundamentales


"Uno tiene la sensación de que ya llevas en el bolsillo lo que andas buscando"

 


Extensión: Los relatos tendrán un máximo de 500 palabras. Se aceptan más de 1, más de 2 y hasta más de 3 relatos ¡viva la productividad, en estos tiempos de austeridad!

Método de envío: Cada relato será un comentario en este post

Fecha límite: Se pueden enviar relatos hasta el 27 de Junio

Lectura de los relatos: La identidad de los autores será una incógnita en todo momento hasta que deje de serlo. Los relatos serán repartidos entre los participantes de forma aleatoria para su lectura. Cada lector deberá leerse una vez el relato que le ha tocado, antes de proceder a la lectura en alto. En esta edición tampoco habrá votación para el mejor relato, dado que lo más interesante es el debate que se genera a raíz de la lectura de los relatos presentados.

Organización de la siguiente edición: La elección de la persona que organizará la siguiente edición se realizará mediante un sorteo, y aquel al que le toque tendrá libertad total a la hora de plantearla.




17 comentarios:

  1. Hace tanto que la busco y fantaseo que difícilmente puedo imaginarme de otro modo.

    La he buscado en lugares dónde pensaba que encajaba y he probado suerte en otros que intuía locos... pero la razón y el desvarío me han ofrecido idéntica respuesta.

    He imaginado un encuentro casual en cada esquina, para darme de bruces con la decepción de su ausencia.
    La adiviné en cada reflejo mudo de los escaparates y recorrí la ciudad siguiendo un rastro vacío. Probé incluso a cruzar las fronteras, pero no la hallé entre el gentío de los aeropuertos, ni en la soledad de los besos que daba o recibía.

    Esta insatisfacción escuece, y aunque puedes lograr despistarla o engañarte con sustitutos, es sólo un artificio transitorio.

    A veces uno tiene la sensación de que ya llevas en el bolsillo lo que andas buscando. Lo más curioso es que, en ese preciso momento, te invade... ¿cómo decirlo? una oleada de nada, de desintegración. El miedo te paraliza hasta que, al instante siguiente, compruebas que los bolsillos siguen vacíos y reanudas, aliviado, tu agónica búsqueda.


    fdo. Paradoja

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  2. No sé si lo sabes. ¿Te lo han dicho? Sí, se parece a una araña, trepa por rincones inaccesibles. A veces se retuerce en tus entrañas y no puedes evitarlo, tienes que escupirlo, cómo sea. La última vez se me apareció entre las pestañas. Pero es escurridiza. Como un pez. Difícil de atrapar. Difícil de contener. Sí, tienes razón, a veces es demasiado abstracta. He mirado en los bolsillos y... Si la ves... sólo.. dile que la estoy buscando.

    Fdo: Inspiración wanted (se busca).

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  3. La pitonisa

    Llevo más de veinte años echando las cartas y puedo presumir de que he aprendido algunas cosas sobre las personas. He tenido que hacerlo pues los clientes creen aún en esa aureola adivinatoria con la que nos vestimos y son poco dados a hablar. Así, desde que traspasan las cortinas de mi consultorio trato de sacar la mayor información posible de sus ojos y de sus gestos, de sus tics imperceptibles para el observador no entrenado. Se sientan delante de mí y formulan un par de preguntas mal estructuradas a partir de las cuales tengo que hacer el análisis completo. Las cartas dan mucho juego pues proporcionan un tiempo para pensar inestimable y me permiten observar sus reacciones cada vez que aparece una nueva figura. Éste es el momento mágico del Tarot, sus ojos fijos en las cartas y los míos en los suyos bebiendo toda la información que me permiten. Es difícil llegar a este punto, se necesitan años de experiencia sin dejar de aprender cada día. Unos ojos voraces es lo que distingue a una pitonisa buena de una de tantas timadoras. Y la labia por supuesto. Hay que darle a cada uno su dosis justa de ilusión, sin resultar exagerada ni cursi. Llenar las carencias que les han traído al consultorio sin humillarles por dibujar un futuro que contraste con las miserias del presente. Muy raramente, cuando los ojos me muestran restos de coraje, dibujo situaciones en las que el cliente ha dado un paso adelante, para así ayudarle a que se atreva a avanzar en la realidad. Ésa es la clave del Tarot, la falta de coraje. La gente valiente puede amar. A veces la vida les mantiene insatisfechos pero incluso aman ese hambre. Los más afortunados se dan cuenta de ya tienen lo que andan buscando, los cobardes no. Por muy ricos que sean o por mucho amor que reciban, nunca conseguirán devolver ese amor. Quizá les venga todo demasiado grande. Necesitan venir aquí y que les ayude a masticar sus sueños, trocearlos en pequeños anhelos para que su búsqueda no les agobie demasiado. Reducir el tamaño de sus sueños es su medicina pero también lo que les precipita a esta espiral viciosa: cuando consiguen realizar alguno, no les alimenta. Y así, se convierten en adictos a mis cartas. Pensaréis que soy una bruja y un parásito. No os engañéis. Sí, les cobro, pero sé que le ayudo. No hay amigos, familiares ni psicólogos que les pueda ayudar a cambiar, es su naturaleza y siempre habrá gente sin nada en los bolsillos, sólo unos pocos euros. Yo al menos se los cambio por algo parecido a la felicidad.

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  4. Rubén estuvo en boca de todo el mundo aquella semana. Nadie se esperaba que una joven promesa hubiera decidido cambiar de vida de repente. No se figuraban que Rubén viajaba por un rail sin bifurcaciones, lento pero inseguro, y que aquel acontecimiento era de esperar, pues, como dice el refrán: "no hay viento favorable para el barco que no sabe a qué puerto dirigirse". Nuestro protagonista llevaba casi diez años viviendo una vida que no era la suya, dejándose llevar sin querer preguntarse realmente nada más.

    Tras el incidente, jefe de Rubén había removido cielo y tierra durante siete días con sus noches para cerrarle toda puerta a su alcance. El que fuese como un hijo para él, ahora era defenestrado. El pobre idiota no sabía que la construcción y la ingeniería de puentes ya no le interesarían a Rubén nunca más, todo se terminó con aquel portazo que hizo temblar la ceniza del puro que se fumaba aquel déspota con cara de alucinado.

    Sonrió frente a la puerta de la academia, mientras se imaginaba el cerebro de aquel hombre, arrugado por tanto esfuerzo inútil. Él no había obrado bien, no era el bueno de la película, aunque en cierto modo se sentía más bien como si se hubiese dejado engañar todo el tiempo.

    ¿Por qué lo haremos, por qué dejamos que otras personas vivan una vida por nosotros? ¿Por qué tememos enfrentarnos a quienes somos en realidad?. Quizás nos cueste luchar contra los amables monstruos que surgen al abrir la cancela de la reflexión.

    Fuese como fuese, la liberación que ahora sentía le hacía flotar, ¡qué seguros eran sus pasos!, era su imaginación o ¿sonaban más?. Una amable señorita le saludó al entrar, Rubén dejo en el mostrador el folleto que descubrió en su buzón y que había cambiado todo para él.
    -Buenos días - dijo Rubén sin titubear - estaba interesado en sus cursos de pintura.
    ¡Claro!, pero empiezan en dos semanas. ¿Tiene usted experiencia de antes?.
    Rubén pensó durante unos segundos y dijo - ¿conoce esa sensación de cuando buscas algo y resulta que siempre estuvo en tu bolsillo?

    La joven sonrió.


    Un pequeño paso para Rubén.

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  5. Historias del recreo

    Seguro que te acuerdas de aquellas historias que me contabas durante los recreos del comedor. Eran historias que te había contado tu padre y que terminaban con un punto de miedo, intriga y misterio. ¿Te acuerdas de aquella del astronauta que contempla la destrucción nuclear de la Tierra desde su nave? Para los que no la conocéis, resulta que al cabo de años de búsqueda, cuando está convencido de ser el último humano vivo, escucha que unos golpes que llaman a su puerta. Toc, toc, toc...

    No me he olvidado de ninguna de ellas y ojalá hubiera pudiera hacerlo. De verdad. Hay una historia que me aterroriza más y más cada vez que la recuerdo. Seguro que sabes de cuál estoy hablando. Sí. La del niño que nota algo en su bolsillo, mete la mano y saca un carrete de hilo. Extrañado por cómo habrá llegado hasta allí, tira un poco del hilo y de repente ha pasado un año. No se lo puede creer, tira un poco más del hilo y ya no es un niño sino un adolescente. Asustado, guarda el carrete de nuevo en su bolsillo y trata de seguir con su vida normal. Pero el carrete está ahí, en el bolsillo, demasiado cerca de su mano, así que al cabo de una semana vuelve a tirar del hilo y han pasado otros 5 años. Decidido a aprovechar lo que le queda de vida, decide no volver a tirar del hilo nunca más. Sin embargo, a veces ocurre algún accidente y se desenrolla más hilo, y más hilo. Hasta que un día es tan viejo y le tiembla tanto el pulso, que se le escurre el carrete de las manos y cae rodando desenrollándose hasta el final.

    Recuerdo que el día que me la contaste me dijiste que tratabas de no pensar mucho en esta historia porque desde que tu padre te la contó por primera vez, cada vez que la recordabas, sentías que acababas de tirar del hilo. Aquél día no sentí ningún miedo, pero ya en el instituto, volvimos a hablar de ella y tuve por primera vez esa desagradable sensación de que se me habían ido 5 años en un parpadeo, arrastrados por los dedos que tiran suavemente del hilo del carrete. Y sinceramente, no he vuelto a sacarte esta conversación porque me aterra. Pero muchas veces me ha venido a la mente la imagen de aquellos niños sentados en los escalones de cemento del patio tirando del maldito carrete. La última vez fue hace no mucho, cuando te llamé por tu 30 cumpleaños y tu me felicitaste el mío, tres días después. Al colgar, cuando mi casa se quedo en silencio, me di cuenta de que han pasado 20 años en un plisplás. Joder con el puto carrete.

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  6. Mientras subía las interminables escaleras, entre jadeo y jadeo, le sobrevino un pensamiento fugaz que le hizo detenerse en el rellano. Antes de que pudiese repensarlo y darle forma, su mente le asaltó con una vorágine irrefrenable de pensamientos subsiguientes en espiral que no pudo detener. Era como tratar de detener una ola en la orilla con las manos. No pudo evitarlo y la idea original se desdibujó rápidamente, desapareciendo en la neblina de su cabeza y dejando una cierta sensación de desasosiego inexplicable.
    Mientras trataba en vano de recordar qué le había hecho detenerse, se percató de que la luz de la escalera se había apagado, dejándola en la oscuridad con su oscura reflexión, cuando notó que alguien la encendía de nuevo. Como abotargada por su ensimismamiento, tardó en darse cuenta de que había sido ella el motivo de la cara de susto que aquella chica joven se había llevado corriendo escaleras arriba. Encontrarse con su rostro inmóvil, ausente, surgido de la negrura del descansillo, frente al interruptor, debía de ser bastante escalofriante. No tardó, sin embargo, más que un instante en volver de nuevo a sus divagaciones pero… divagaciones ¿sobre qué? ¿Qué hacía ella en la escalera? Oh, sí, claro. Julián, su marido, le había dicho que fuera a comprar algo para la cena, que se habían quedado sin nada en la despensa y él, en silla de ruedas como estaba, no podía acompañarla.

    Siguió bajando entonces, fue a la tienda a comprar algunas latas de conservas y para cuando entró de vuelta en el portal y volvió al pie de la escalera, se sintió verdaderamente exhausta. Se detuvo, teniendo que sostenerse en los buzones, donde pudo apoyar la mirada, para descansarla también, sobre un periódico del día. La fecha era viernes 31 de mayo de 2013. Una verdad nítida y evidente, se abrió paso en su cabeza: Julián había muerto un día como éste en el 89. Pero ¿por qué pensaba ahora en esto? Qué tristeza. No quería pensar en esto ahora.
    Siguió subiendo cargando con la bolsa de la compra, que incomprensiblemente se le hacía tremendamente pesada. Mientras subía, se iba haciendo a sí misma el relato fundamental de lo ocurrido… algo no cuadraba

    Como una funambulista en su propia mente, a la que cualquier leve soplo de viento podía arrojar al abismo de su olvido, trataba de entenderse, cuando unas risas de jóvenes en el piso de arriba, como una suave brisa, distrajeron su atención.

    Mientras subía las interminables escaleras, entre jadeo y jadeo, le sobrevino un pensamiento fugaz. Era una sensación conocida, como cuando descubres que ya tienes en el bolsillo aquello que andabas buscando. Miró al frente, en el rellano. Estaba lleno de bolsas de la tienda de abajo. Miró sus manos. Sus dedos viejos y doloridos, estaban blancos por la falta de circulación, apretados por una veintena de asas de plástico. Cuando empezó a tomar conciencia de la situación, un remolino de niebla sobrevino en su cabeza y la idea se desdibujó. ¿Qué hacía allí en las escaleras? Ah, sí, claro, Julián, le había dicho que fuera a comprar algo para la cena…

    Pseudónimo: Mrs. Bags

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  8. I. -Yo no sé ni como aguanta, tiene el pulmón perforado. Con 94 años, a minuto y medio de los 100.
    -Uy, tú vienes de una familia longeva.
    -Pues imagínate, con esa enfermedad y se pone a dar vueltas con las vecinas por el barrio. ¡Y con la cabeza bien amueblada! Ya verás, al final me la endosan también a mí. Seré la tutora, la que le vista, la que le dé de comer...
    -Con mi nieto, ya ves los nietos, que reniegan de dar besos a los abuelos. Pues me llega la Teresa, la madre de Ramón, el de las pompas fúnebres, y me dice: “Uy, que nieto más rico tienes, que me dio cien besos el otro día..”
    -La MariPili no va ni una sola vez por allí. Ya veremos lo que pasa el 30 de septiembre.
    -¡Ay dios!
    -Mi tío va a necesitar un apoyo completo y me va a tocar a mí. Tiene 82 y la última vez que subí a verlos les costó la tira levantarse. Pero ahí siguen, haciendo títeres. Tú vas por allí a hacer la visita, ¡y te dan la propinilla! Para tomarte una caña o un café te llega. A mi hijo cuando estuvo en la Mili le daban 1000 pesetillas. Sabían muy bien el valor de todo. Siempre me decía, ya tienes chacha eh, a 1000 pesetillas la hora. El otro día ya se habían preparado una ensalada y una paraguaya. Él se disponía a ver el fútbol...Lo tenían muy bien planteado.
    -Mis hijos todos se hacen la comida ellos. El otro día el mayor hizo salmorejo, la mujer picaba el huevo e hizo un filete
    -¿Ya tenéis solucionado el tema de la boda?
    -Bueno, el vestido me hace un poco de bolsa aquí en el sobaco, pero bueno..algún apaño le haré.
    -Oye, ¿y fuiste al médico el otro día?
    -Sí, fui al trauma y me dice: siéntese. ¿Estará usted preocupada? Y yo le digo que me diga que me pasa. Le han salido unos quistes que hay que vigilar, me dice. Si hace usted una vida activa y deporte, muy bien. ¿Y qué deporte quiere que haga más que llevar el carro de la compra arriba y escalera abajo. Ay, pero empiezas por el oncólogo, la ginecóloga y ahora el traumatólogo. Me aburro con tanto médico.
    -Pues a Lucía se lo quitaron hace ya dos meses. Le dijeron: ya no lo vas a necesitar más. Y así se ha quedado. Yo ahora me estoy tomando unas enzimas porque soy de digestión lenta. No se como se llama ahora el principio activo. A ver si las encuentro aquí...
    -Es que hija mía, entre pastillas para la tensión, el colesterol, el hierro bajo, los huesos...
    -Y mi hija, con su marido en paro y en una situación pésima. Está desmotivadísimo. No hace nada. Ella se levanta a las 7 y llega a las 8 de la tarde. Se encuentra las camisas tiradas, los pantalones tirados, los calcetines tirados. ¡Y encima le dice que le enseñe a cocinar! ¡Aprende tú, so vago!



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  9. II. - Hola buenos días, ¿me muestran su billete por favor?
    - Sí claro, aquí tiene.
    - Un momento...que no sé dónde he puesto el mío..un momento.. A ver, tengo mil bolsillos en el bolso y nunca recuerdo donde lo pongo. Pues no lo encuentro. Que va. Quizás aquí...no. Quizás en los pantalones, que va, aquí solamente tengo las enzimas. Justo, tampoco las encontraba y mira donde están, en el bolsillo.
    - Lo siento señora, pero voy a tener que sancionarla si no me da el billete.
    -¿A mí? ¡Pero si he pagado! No puede hacerlo.
    - Si no lleva el billete encima voy a tener que hacerlo, es la normativa.
    - No debe. Yo compré mi billete. Imagínese que esto le pasa a su madre...o a su abuela. Pierde el billete debido seguramente a su memoria y lo que conlleva la edad y se encuentra en mi situación.
    - Lo sé señora. Bueno hagamos una cosa, págueme el trayecto solamente.
    - No puedo pagar dos veces el mismo viaje. Soy jubilada y el dinero no me sobra. Lo que tengo aquí es para comprar fruta. De todas formas créame cuando le digo que he comprado el billete.
    -Si yo le creo.
    - Bueno, hagamos una cosa, como le he robado mucho tiempo, ¿le parece que siga buscando en mi bolso mientras usted sigue revisando. En un rato vuelve y se lo doy.
    - Bueno, voy a darle un voto de confianza. Luego regreso. ¿A dónde va?
    - A Atocha.
    - Está bien.

    -Uy, estos revisores que pesados se ponen. Bueno Mari, yo me bajo en esta parada.
    - ¡Pero si aún no es la tuya!
    - ¡Mira sabía que lo llevaba en el bolsillo! Aquí lo tienes, el principio activo es bro-me-li-na, para favorecer las digestiones en general. Te lo recomiendo.

    Enzimas

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  10. Libro de viajes


    Para escribir un libro de viajes se necesita dinero y una cámara de fotos. Claro que también puedes hacer como el protagonista de "Hacia rutas salvajes", que al principio del viaje quema su dinero. Nos quedamos con la cámara. Lo importante es comprender la razón por la cual se emprende el viaje. Cuando lo descubras ya podrás regresar. Thoreau dice que el viajero más rápido es el que va a pie, pero nosotros haremos auto-stop. Tomaremos fotos de los desiertos, de la arena y de los alacranes. Y dejaremos de hacer fotos. Por las noches escribiremos las conclusiones, mientras nos perdemos un poquito más en la inmensidad del cielo oscuro y enorme. Y dejaremos de escribir, y quemaremos nuestro cuaderno par calentarnos las manos. Y olvidaremos nuestro destino, el libro, y el propósito del camino. Simplemente daremos un paso y después otro. Y un día regresaremos, y nos preguntarán dónde estuvimos, qué es lo que hicimos, qué fue de nuestro libro de relatos. Y esto es lo que escribiremos.

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  11. Siempre he aguantado mucha tensión. La vida es aguantar tensión. ¡Y lo que no es tensión! También hay que aguantar a mucho gilipollas, muchos proyectos sin sentido, muchos enchufados, muchos descarados…
    No hay otra, ¡hay que sobrevivir!, ¡hay que amoldarse!, poner buena cara y seguir la corriente, a veces siento que hay que hacerlo tanto que perdemos nuestra capacidad de razonar, y de distinguir nuestras ideas y nuestra identidad.
    Viendo a Marcos, mi hijo de 13 años, que ya apunta maneras, recuerdo la fuerza de cuando era joven. Empezábamos a pensar y, lo que era más importante, creíamos en nuestras ideas. No nos daba miedo reflexionar sobre ciertos temas que, sinceramente, hace años que he desterrado de mi mente por pura profilaxis del sufrimiento filogenético.
    Yo ya se lo he aclarado a mi hijo, jugar al baloncesto con él es la única actividad compartida que tolero de reminiscencia a esa época.
    Es cierto que uno aprende sus estrategias. Y aunque suene como una solución muy americana, a mí, lo que más me ayuda -en estos momentos en que mi cara tiene que tumbar a mis vísceras y reflejar convencimiento e incluso entusiasmo- es dejar que mi mano, a modo de sindicalista errante, se meta en mi bolsillo y apriete la pelotita antiestress que es mi fiel compañera.
    Sin embargo, esta mañana, mientras escuchaba en el auditorio de la empresa al Consejero de la Comunidad de Madrid vendernos una identidad más inverosímil todavía, sabiendo que todos conocemos sus verdaderos intereses lucrativos que disfraza de iniciativas por el progreso. De repente, entendí todo: Mi ayuda contra el estrés, no es un amortiguador de los golpes, es un plinton al salto de lo que siempre había buscado.
    Me levanté, saqué de mi bolsillo la pelotita e hice gala de mis dotes de puntería al baloncesto.

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  12. En el bolsillo


    A veces estás buscando algo, pero también hay días en los que ese algo te busca a tí, y no es bonito. No sabes donde esconderte, no sabes si esconderte, simplemente huyes y huyes, lo importante es no parar, porque ese algo no se cansa. La resaca no te deja acordarte de si fue tu último camello, o esa chica que te ponía ojos de araña, pero déjalo, sigue, sigue... A veces ese algo se acerca demasiado y recuerdas (vagamente) algunos detalles de la bestia: luces estroboscópicas e imágenes disconexas de las que no estás muy orgulloso. Entonces buscas en el bolsillo, pero no te pienses que vas a encontrar una puta pastilla azul y otro roja, ojalá fuera todo tan sencillo. Fue anoche cuando tomaste aquella decisión desde esta mañana tendrás que aprender a vivir con ella.

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  13. La niña se despierta de un sobresalto cuando los primeros rayos de sol se cuelan por las rendijas de la persiana. Tras notar con alivio que esta noche no ha mojado la cama, levanta la almohada con solemnidad. Deja escapar un pequeño grito exaltado al comprobar por primera vez la existencia del Ratoncito Perez. Le ha dejado una brillante moneda, y ella se muere de ganas por compartirlo con sus padres, pero mamá debe estar camino del trabajo, y hace días que papá está de viaje. En su lugar una antipática cuidadora se encarga de llevarla al colegio. Sus pasos resuenan ya en la escalera y la niña se apresura a encontrar el escondrijo perfecto para guardar en secreto su regalo.

    Ya en el colegio pasa la mañana ensimismada pese a las llamadas de atención de la profesora. Imagina en qué gastará su dinero, piensa en juguetes, videojuegos o incluso una mascota como siempre ha deseado. Una idea resuelve sus dudas e ilumina una sonrisa en su cara. Va a hacer un trato con el Ratoncito: devolverá la moneda a cambio de que las cosas sean como antes. Seguro que, con su magia, puede hacer que sus padres dejen de discutir cuando creen que ella no escucha, que papá ya no esté más enfadado, que mamá deje de tener los ojos tristes, que hablen y rían y la quieran como siempre.

    Cuando al atardecer vuelve a casa, corre hacia su habitación para poner de nuevo la moneda bajo la almohada, pero no la encuentra en ninguno de los escondites por más que busca y rebusca y se desespera y llora. Deja escapar en forma de lágrimas más angustia de la que cabría esperar de su pequeño cuerpo. ¡Por su culpa todo se ha estropeado!

    Al sacar un pañuelo de su bolsillo su corazón da un vuelco con el tacto inconfundible de la moneda.
    ...
    La niña suele esperar despierta a que su madre llegue del trabajo y entre de puntillas para darle un beso. Esa noche, sin embargo, decide hacerse la dormida. Bajo las sábanas oculta una gran sonrisa porque sabe que, gracias a ella, a la mañana siguiente todo estará arreglado.

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  14. Por suerte, un día encontré la cura para la maldición del carrete de hilo y sorprendentemente, tuve la sensación de que por más que la buscara, siempre había estado allí. Todo tiene que ver con aquello que dijo el astrofísico Roger Penrose, en un documental en VHS sobre Stepehen Hawking y su Historia del Tiempo, de la que tanto hablamos en 8º de EGB. Y es que si el tiempo es un concepto humano y nos conduce a problemas existenciales ¿de quien es la culpa? Es nuestra!! El concepto lo inventamos nosotros!! Así que esta cura es la siguiente: Redefinamos el tiempo. Éste debe medirse en eventos remarcables, no en segundos ni en horas ni en años. No han pasado 20 años. Ha pasado la aventura, la risa, la emoción y la felicidad. Y eso es bueno. Y lo mejor es que aún tenemos un montón más de ese hilo...

    Uheague

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  15. "He andado muchos caminos,
    he abierto muchas veredas,
    he navegado en cien mares
    y atracado en cien riberas"

    Apenas entró por el porche de la casa de su madre cuando un pequeño cachorro Foxterrier se le abalanzó. No conocía este perro. Se agachó para acariciarle y continuó hacia la puerta. El jardín estaba muy cambiado a la última vez que lo vio. Se notaba un cuidado especial en el césped y en los arbustos, las flores y los pequeños detalles. Antes de subir el primer peldaño, su madre apareció al otro lado de la red mosquitera con una sonrisa enorme. Con los brazos abiertos y con pequeñas lágrimas brillantes le dio la bienvenida. Se abrazaron durante una eternidad sintiendo lo que en mucho tiempo había deseado. La completud, la pureza, la mayor energía natural. Se había reencontrado con su pasado, con el origen de todo lo vivido.
    Tras ella, apareció una pequeña repéndula rubita de ojos claros corriendo como un relámpago y lanzándose literalmente de cabeza a sus brazos. Era su sobrina. Hacía ya 5 años que no la veía y su cambio fue un shock para él. El paso de los años le hicieron plantearse lo fugaz que es el crecimiento.
    Allí estaba de nuevo, en su hogar.
    El recibimiento fue soñado. Todos le miraban con admiración y a la vez con extrañeza, preguntándose quien era este nuevo hombre que compartía mesa con ellos.
    - "Bueno, y dinos, ¿qué has visto en todo este tiempo?
    - No tendría una vida entera para describir con palabras todo lo que he visto. He recorrido 15 países, en algunos de ellos he pasado más tiempo del que hubiera imaginado, he escalado montañas inmensas, atravesado mares, conocido a personas con las que compartía todo sin mediar palabra. He vivido más de cien vidas y he estado mecido en un viaje eterno.
    - ¿Y sabes que estabas buscando durante todo este tiempo?
    - Sí, a mi mismo. Y eso va con uno siempre.

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  16. Hace más de 10 años que vivo de puntillas, salto sobre otras pisadas para no dejar huella. Hablo entre susurros. Inspiro pequeñas bocanadas, camino encogido como si no sintiese el derecho a ocupar el espacio que a mi cuerpo le corresponde. Nunca grito, jamás discuto, estoy de acuerdo pero sin demasiados entusiasmos. He tratado de borrarme, ningún vecino o compañero podrá decirte nada más de mi que vaguedades.
    Me he borrado a mi mismo. La vida se empeña en interrumpir a empujones, la sonrisa de aquella camarera, aquel olor a croquetas, las noticias que me alterar. Inspiro y recuerdo “no tienes derecho”. Expiro y borro la sonrisa, la croqueta, el abuso, la pasión.
    Diez años escapando de la vida, está es mi penitencia y mi salvación. Cómo podría levantarme cada mañana si no y vivir como que nada hubiese pasado. No quiero que piense que soy un raro, ermitaño o un asceta. En mi vida era un hombre como usted, alguien normal y corriente se podría decir. Trabajaba, disfrutaba, tenía una familia, iba en agosto de vacaciones,..
    No negare que tras el incidente pensé varias veces en suicidarme. La gente dice que es cobarde suicidarse, sin embargo pienso que hace falta tener mucho valor. Cuando note el frío del acero entre los dientes supe que no podría hacerlo. Hasta para escapar soy cobarde, y cuando comprendí esto tuve la certeza que mi única salvación era llevar esta no vida ya que le vida de verdad me dio una oportunidad y no tuve agallas para enfrentarlo.
    Aquella mañana fría de Enero, en el que mi mujer estaba en la paritorio, y yo esperando en el pasillo, supe que mi vida se partía. En seguida llegaron mis suegros, y qué tal esta, y qué si han dicho algo y que tu no estes nervioso que todo va a ir bien. Yo era incapaz de artícular palabras, sólo podía sentir una especie de masa informe que se arrastraba por mi cuerpo y me devoraba el alma. No estaba preparado, qué clase de padre iba a ser yo si aun dudaba entre cual era la derecha y la izquierda, si la única frase que recuerdo de mi padre es: no pareces hijo mío, si tenía pavor a coger a mis sobrinos por miedo a hacerles daño. Tome la determinación cuando supe que había sido una niña y qué las dos estaban bien. Me inventé que bajaba al coche a por un regalo para Sandra, y escape de allí. Tome la autopista, a medida que me alejaba esa masa informe se hacía más pequeña, en su lugar aparecía una pequeña piedra en el estomago muy pesada. Supe que no volvería y me dedique a vivir durante 3 meses en pensiones de mala muerte, vagabundeando por las calles. Hasta que tome la determinación de vivir está no viva. Jamas he vuelto a saber nada de mi mujer, ni de la niña, que ahora tendrá diez años, pero cada año el 10 de enero envío un ingreso anónimo a su cuenta. Ese es el motivo por el cual mi declaración de hacienda no cuadraba, no soy un evasor de impuestos, no tengo una cuenta en ningún paraíso fiscal. Simplemente tengo una culpa que pagar.

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  17. Cuando me preguntan qué voy a ser de mayor todo el mundo me mira con mucha atención por que es un tema importante. Todos intentan adivinarlo y por eso todos tienen mucho interés en mi respuesta. Algunas veces sé lo que quieren oir, y entonces lo digo y se ríen. Ahí me pongo muy contenta porque me doy cuenta de que acertado, pero mi abuelo me dice que tengo que ser lo que a mi me guste.

    Otras veces quiero ser profesora y hago exactamente lo que hacen las profesoras: hago pasar a los niños a la clase, dirijo la ronda de buenos días, y regaño a los que interrumpen. Pero después de un rato me aburro y lo dejo todo empantanado.

    También me imagino que soy periodista y cojo la cámara del móvil de mi padre y me pongo a grabar las entrevistas que les hago. Pregunto muchísimas cosas, hasta que mis padres se cansan y me mandan a recoger mi habitación. Yo creo que les da vergüenza verse en la pantalla y no me extraña porque no saben hacer de famosos. Cuando no colaboran en la entrevista me molesta muchísimo y monto una buena; les digo de todo: que no me hacen ni caso, que sólo me quieren para regañarme, que les voy a denunciar por estropear mi autoestima...ahí todos se ponen de acuerdo y me dicen que soy muy teatrera. Después de un rato se me pasa, y no sé muy bien porqué me he puesto tan burra.

    Otras veces pienso que seré médico porque yo se lo que hay que hacer con una herida o un rasponazo. Primero no hay que asustarse ni llorar, porque no pasa nada. Después hay que lavar la herida con agua por si hay piedritas o tierra. Entonces se pone el agua oxigenada, que hace burbujitas, o el betadine, que lo pringa todo, y al final de todo se coloca la tirita. Yo soy la que se ocupa de eso en casa cuando alguien se corta.

    Hoy ha sido el último día en el cole y han venido a representar una obra de teatro. Iba de unos extra terrestres que llegaban a la tierra a hacerse amigos nuestros. Hablaban como robots y se movían dando saltos con mucho esfuerzo porque al parecer en su planeta no tenían gravedad y estaban acostumbrados a flotar. Cuando ha terminado he estado haciendo un buen rato de extraterrestre, y por un momento de verdad pensé que lo era, ¡porque me pesaba todo el cuerpo muchísimo y tenía que moverme a saltos!...Al irnos para casa he visto a los chicos de la obra desmontando el escenario y me ha dado mucha pena no volver a ver a los extraterrestres, ahora que les comprendía tan bien.

    Después he descubierto que ya se lo que quiero ser de mayor, y la próxima vez que me pregunten les diré que yo puedo ser muchas cosas, que las llevo conmigo y que las puedo sacar cuando quiera.

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