martes, 9 de julio de 2013

XIV EDICIÓN DE RELATOS FUNDAMENTALES




RELATO CIRCULAR.

Una historia que termina igual que como empezó, o cuyo final se "engancha" con el principio 

Para muestra un botón (de Cortázar): http://www4.loscuentos.net/cuentos/other…



Extensión: Los relatos tendrán un máximo de 500 palabras (incluidas si hay más de una parte).

Método de envío: Cada relato será un comentario en este post.

Fecha límite: Se pueden enviar relatos hasta el 27 de Julio 

Lectura de los relatos: La identidad de los autores será una incógnita en todo momento hasta que deje de serlo. Los relatos serán repartidos entre los participantes de forma aleatoria para su lectura. Cada lector deberá leerse una vez el relato que le ha tocado, antes de proceder a la lectura en alto. En esta edición tampoco habrá votación para el mejor relato, dado que lo más interesante es el debate que se genera a raíz de la lectura de los relatos presentados.

Organización de la siguiente edición: La elección de la persona que organizará la siguiente edición se realizará mediante un sorteo, y aquel al que le toque tendrá libertad total a la hora de plantearla.

16 comentarios:

  1. La atmósfera era sofocante. El latido perpetuo de un ventilador ponía la banda sonora. El humo viajaba en una danza lenta y espesa, recorriendo el techo de la sala. Parecía que algo importante estaba a punto de ocurrir. Parecía que no acababa de ocurrir nunca. Era una espera que bailaba como el humo, lenta y densa, entre los corazones de los que allí estaban.

    El viento se quejó, abriendo con fuerza la puerta del bar. De un sobresalto, Nazaret se giró asustada. ¿Asustada? Se recompuso como pudo y apretó la mano de Rafael, transmitiéndole su propia vacilación, en un lenguaje mudo pero efectivo. Él, ensimismado, dio una larga calada al cigarro que sujetaban sus labios, para después apretarlo insistente contra el cenicero. Maldito cigarro, ¡no se apagaba! Sólo cuando el último destello se desprendió de la colilla, fue capaz de mirar a los ojos a Nazaret.

    El camarero frotaba un paño húmedo contra la barra. Miraba nervioso, primero a la puerta, luego al ventilador, después a los clientes, para acabar en la barra y volver a comenzar el ciclo. Esquivando al reloj de pared que permanecía inmutable. Por nada del mundo quería mirar ese reloj. Rezaba porque la hora no llegase nunca. ¡Que no llegue nunca! Sus manos sólo dejaban de temblar cuando finjía que limpiaba la barra. Su respiración entrecortada se contaminaba con el humo. Sus pensamientos, con la absurda idea de escapar.

    El viento volvió a agitar la puerta. Y aquella chica solitaria de la esquina dio un pequeño brinco sobre su silla. Trató de calmarse removiendo su gintonic, y el sonido de los hielos pareció aplacarla. Mientras daba un pequeño sorbo pensó en todo lo que quería cambiar de su vida. Si sobrevivía a aquel encuentro, sería una persona mejor, se dijo. Y en seguida se dio cuenta de que se estaba engañando.

    Sólo la anciana de cabellos plateados sonreía. Balanceaba los pies, que le cogaban de la silla, mientras observaba divertida el espectáculo. Sabía que todo aquello pasaría pronto. Hubiera deseado poder calmar esos espíritus, que se debatían entre la culpa y las ganas de vivir. Pero no lo comprenderían. Ella tenía fe.

    Todos estaban allí, convocados para saldar sus deudas. Atenazados por el miedo a perder lo que tenían. Excepto la mujer canosa, que ya no tenía nada que perder, ni siquiera el miedo. De un momento a otro el cobrador aparecería pidiendo cuentas. No sabían nada de él, o de ella. Sólo que exigiría explicaciones, y que no haría falta articular palabra para que supiera qué escondían sus almas. Conocían la leyenda, nunca pensaron que fuera cierta, hasta que les reclamó ante su presencia.

    La atmósfera era sofocante. El latido perpetuo de un ventilador insistía en poner la banda sonora. El humo viajaba en una danza espesa, recorriendo el techo de la sala. Parecía que la espera era la propia penitencia. La espera, que se agitaba como el humo, lenta y densa, entre los corazones de los que allí estaban.

    Fdo: Tulsa ( http://www.youtube.com/watch?v=c99crplqDeg )

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  2. Deconstrucción

    Mañana quizás me despierte como una página en blanco sobre la que ninguna tinta se seca, este renacimiento será tan sigiloso que mi ser se condensará en una indefinible sensación de terror, o tal vez en el deseo de mi desaparición. Cada día que pasa, construyo un espíritu que deconstruyo inmediatamente, muy a mi pesar. Así va mi vida: construyo, deconstruyo, reconstruyo, deconstruyo de nuevo... Cada día que pasa significa una ganancia, una pérdida. Durante ya demasiado tiempo, cada ganancia es frágil, cada pérdida eterna. Los pilares de mi conocimiento y de mi ser se licuan, y escapan como un líquido brillante que se infiltra entre mis dedos apretados.
    Antes, ¡todo era tan fácil! Cada pieza de conocimiento era absorbido e integrado en el cuerpo de mi ser tal y como una esponja insaciable e imperecedera. Poco a poco, la esponja se secó, se rompió. Pero ¿por qué? ¿Por qué mi identidad debe fragmentarse sin pedir mi opinión y algunas piezas desprenderse parcial o totalmente, para tal vez volver a pegarse en función de mi experiencia o, de lo contrario, desaparecer para siempre? No sé cómo fijar los conocimientos adquiridos, crear una habitación sólo para cada uno de ellos, inviolable por la degeneración diaria de mi razón. Ya no sé cómo volver a conectar cada una de las neuronas separadas por la creciente brecha de la edad y por el hedonismo destructivo que fue el motor de mis mejores años.
    Desde hace algún tiempo, la página de mi ser se borra al escribirse. Al llegar al final de la página, las primeras líneas ya no son más que un pálido reflejo de mi vacuidad. Y no es por no haber luchado contra ello. Antes intentaba repasar con mi pluma sobre estas líneas disipadas para hacer que las palabras, las frases, las estructuras de pensamiento fuesen indelebles. Pero lo que era una frase se convirtió en media página y, a continuación, aquello seguía de cerca cada palabra que yo escribía y luego cada letra, por lo que cualquier pensamiento se fue quedando vacío de significado. Me pierdo en un aluvión de letras, estoy perdido.
    Ayer la residencia de mayores donde mis hijos me han encerrado apestaba más de lo habitual, tal vez porque me meé por primera vez y las enfermeras me dejaron a remojo... sí, creo que recuerdo, la cama olía a pis, pero no era exactamente el olor de mi cama de niño, en la cual mis padres, indignados, me encontraban empapado cada mañana. Era un hedor que he percibido a menudo últimamente, ya no recuerdo si es mío o de la cama del vecino... ¿es realmente la primera vez que me meo o es el último episodio de mi abrumadora decadencia?
    Esta mañana no reconozco los rostros que me rodean, me sonríen y me examinan sin poder ocultar su piedad. Me inspiran un temor primordial. Mañana quizás me despierte como una página en blanco sobre la que ninguna tinta se seca, este renacimiento será tan sigiloso que mi ser se condensará en una indefinible sensación de terror, o tal vez en el deseo de mi desaparición. Finalmente la guerra que sostiene mi ser concluirá con un nacimiento en la muerte.

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  3. La ropa caía, vencida por la fuerza de la gravedad y por la tensión del momento; a pesar del sudor, que luchaba por retenerla y mantenerla sellada a la piel.

    Todavía estaban a un par de metros pero no tardarían en acercarse, las miradas se cruzaban y se descruzaban casi instantáneamente, las respiraciones se aceleraban para favorecer el torrente sanguíneo, el vello de la piel se erizaba. Los cuerpos estaban en una posición activa, los músculos firmes. ¿Por dónde empezarían? ¿Los brazos,… la espalda,…la cara? Nunca habían hecho esto antes, no conocían la reacción de sus cuerpos ante los estímulos diferentes que iban a llegar. Se crearían nuevas redes neuronales, nuevas sensaciones y memorias sensoriales. Todo dentro de un agujero negro.

    Respiración fuerte y pasos hacia adelante.

    Mirada más fija para desprenderse de más pensamientos inútiles en esa situación. Todo se había quedado atrás, tras la puerta. Su identidad, su vida cotidiana, sus gustos y hobbies, las personas queridas. Y ahora, también su ropa.

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  4. Lunes. Últimamente tengo la sensación de que vivo en círculos, como que no avanzo. Ya sabeis, como cuando en una película se pierden en el bosque, alguien se pone serio mirando fijamente un árbol, o una roca, y exclama "por aquí ya hemos pasado, ¡estamos andando en círculos!". Que yo no sé cómo lo hacen, porque todos los árboles y rocas me parecen iguales. Definitivamente, me perdería en un bosque.

    Es martes y el tiempo se anuda como si los días fueran uno. El mismo tropiezo con la vecina que saca al perro por las mañanas. El mismo saludo cordial. El mismo camarero sirviendo el desayuno. Los mismos titulares en las noticias, de esos que te hacen desear poner bombas y desatar el caos. La misma anestesia que diluye el deseo y salva al sistema.
    Miércoles, jueves... Días calcados. Comentarios sobre el calor, las vacaciones. Acabar un trabajo, empezar otro.
    Viernes, saboreo las mieles del fin de semana que se intuye.
    El fin de semana pasa como un parpadeo, lejos de la presión del despertador. Sábado social, domingo de sofá.

    Bosques urbanos, titulares, anestesia, trabajo, charlas triviales, algun que otro filosofeo en buena compañía. Salir, entrar. Atravieso la semana en una sucesión de deja vus. ¿matrix está cambiando? Porque lo que es a este lado, no parece cambiar mucho.

    Hoy es lunes otra vez. Otro lunes. Y, al pisar el metro esta mañana, he reconocido esas caras, esas ojeras, esas medias sonrisas. Zombies envueltos en su ansia de cerebros, ¿querrán devorar el poco que me queda? Ahí están, miradas absortas en el libro electrónico, oídos inundados de lo que sea que emerge del mp3, dedos ágiles tecleando en el móvil. Antes de entrar dejen salir. Observo fijamente y reconozco los árboles, las rocas de mi propio bosque. Y no puedo evitarlo, el grito me sube solo por la garganta, tratando de romper el curso del tiempo: "por aquí ya hemos pasado, ¡estamos andando en círculos!".

    La semana de la marmota

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  5. - El 28 de Septiembre de 1742 Clementius van Der Groen entró en la caseta portuaria de la Sociedad Marítima de Amberes y adquirió un bonito astrolabio de cobre tallado con finas láminas de orfebrería dorada, turquesa de bauxita y hierro.
    - Eso no es verdad, ¡te lo estás inventando!
    - No señor, es cierto. Lo sé porque tropezó conmigo en la entrada. Y déjame que te siga contando lo que ocurrió después.
    - ¿Qué pasó?
    - Ah, creía que pensabas que me lo inventaba…
    - Sí, te lo inventas, pero de todas formas quiero saber lo que ocurrió…
    - Clementius tuvo una conversación en la caseta con un viejo marinero de manos ásperas y nudosas. Hablaron sobre un antiguo mapa de Abraham Ortelius que…
    - ¿¿Era el mapa de un tesoro??
    - No. No de uno, sino de todos los tesoros.
    - ¿Y cómo puede ser eso?
    - Pues porque era un mapa del mundo; pero tú ya no puedes entenderlo…
    - Pero un mapa del mundo no te dice donde hay tesoros!
    - El mundo está repleto de sorpresas cuyo valor incalculable se pierde para siempre cuando son descubiertas; pero además el mapa en sí era un tesoro ¿A caso sabes cómo era el mundo antes de Internet? Antes había que tener un atlas o incluso ir a un sitio donde hubiese uno para poder consultar algo sobre un lugar del mundo que otros se habían encargado de explorar y cartografiar.
    - Abuelo, puedo entenderlo perfectamente.
    - Pues incluso eso es una modernidad!! Antes no existían ni los mapas! Y uno no podía sino imaginar torpemente cómo serían otros lugares y dónde y cómo de lejos estarían. ¿Sabes cuando se hizo el primer Atlas del mundo? Lo hizo Abraham Ortelius, cartógrafo de Felipe II, en 1570. Era conocido como el Theatrum Orbis Terrarum y supuso toda una revolución al publicarse y traducirse a decenas de idiomas. La gente podía saber cómo era el mundo a gran escala y tomar conciencia de su localización en el planeta.

    Tener en una hoja de papel dibujado el planeta!!

    Te imaginas lo que supondría aquello?? Eso sí que fue una gran sorpresa. Eso sí que fue descubrir un tesoro…
    - ¿Todas las sorpresas son tesoros?
    - No todas, pero incluso las desagradables encierran lecciones de la vida… Piénsalo. Sólo ríes sinceramente cuando la broma te sorprende. Sólo te asustas de verdad si no estabas preparado. Los sabores buenos son mejores si se hallan en la boca sin esperarlos. Y uno se sorprende de estar amando sin darse cuenta, por motivos que no habrías podido predecir.

    Jaime se quedó mirando a su abuelo con devoción, pero también ocultando un gesto de picardía en los ojos. Ya tenía el mejor regalo del mundo para él: Una verdadera sorpresa.
    Aquella tarde el abuelo entró en su despacho y observó dos cosas inquietantes y sorprendentes: Un objeto metálico sobre su mesa y la puerta del tiempo semiabierta.

    El 28 de Septiembre de 1742 Clementius van Der Groen entró tropezando con un hombre en la caseta portuaria de la Sociedad Marítima de Amberes, donde no pudo adquirir el astrolabio que andaba buscando, se le habían adelantado por poco…



    Abraham Ortelius

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  6. Golpeo con furia el auricular del teléfono contra la cabina. Las peores maldiciones amargan mi boca, como cada noche, no obtengo respuesta.
    La oscuridad de aquella apestosa ciudad se cierra como un local de alterne al que nadie quiere entrar, dentro de mí, existe el mismo silencio.
    Me ajusto el ala del sombrero y me preparo para recibir la fría lluvia de septiembre. La gabardina ayudará a mantenerme seco por fuera, ya me encargaré yo de inundarme las tripas.
    La idea me hace sonreír.
    Me escondo en cada recoveco, me deslizo por cada callejón como un autómata. Algunas mujeres de carmín rojo y lencería negra se dirigen a mi sin conseguir respuesta. No soy maleducado, únicamente no me interesan sus cuidados, al menos no hoy.
    Mientras camino, los adoquines me observan. De las cloacas surgen rumores y risas traviesas. Hasta los gatos me esquivan, ellos saben reconocer a un perdedor mejor que nadie.
    Entonces me escabullo hasta mi antro de confianza. El lugar está infestado de fantasmas, desde la última redada no hay ni música ni chicas, los dos únicos atractivos de aquel tugurio

    -¿Lo de siempre?-. Janet estaba despampanante esa noche. El cerdo de su exmarido la había dejado hecha un cromo en más de una ocasión, pero ella había ganado la batalla. Siempre es bueno servirles copas a los matones del barrio.

    -¿Otra noche vagabundeando eh?, ¡joder!, ¿cuándo te vas a olvidar de aquello?-.
    Disfruto mi trago como si fuera ambrosía. El ventilador del techo no consigue evitar este calor asfixiante, un tambor golpea mis oídos.
    Me acerco al teléfono de la barra. Escucho el penetrante tono sostenido y me dispongo a marcar el número, pero cuelgo con rabia.
    Charlie "el gorila" me invita a salir con una cálida despedida en el estómago. Me lo he merecido, no he sido nada cortés.
    Mis remordimientos atenúan el dolor. Vomito el whisky, maldita suerte la mía.
    Fuera ha dejado de llover y huele a tierra mojada.
    De repente veo luces rojas y azules recortándose en la fachada. Me agazapo en el suelo como un animal enjaulado.
    Es la policía, vienen a por su diezmo al bar de Janet. Oigo un disparo, Charlie no ha debido ser amable con ellos. Pienso que es hora de correr, sobre todo cuando guardas alguna sorpresa en tu bolsillo.
    Llego a mi apartamento, exhausto. Me cuelo por la escalera de incendios ya que el desgraciado de mi casero sufre insomnio crónico.
    Me tumbo en la cama y todo me da vueltas.
    No puedo dormir, sé lo que va a ocurrir.

    Como cada noche, escucho sonar el teléfono del salón.

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  7. Ella: - Hoy me ha llamado mi hermana

    El: - Oh-oh…código rojo

    - ¿No quieres saber para qué?

    - ¿Necesita un riñón?

    - Han conseguido un contrato con el Observatorio Cousteau para una serie de documentales, y quiere que me encargue yo

    - ¿Y qué le has dicho?

    - Nada todavía. Es que estoy harta, no sé que hacer… ¿Tu qué crees? ¿Qué debería hacer?

    - Cielo, tu no puedes trabajar con tu hermana, no la soportas. Acuérdate de la última vez, cada día era una bronca con ella, y conmigo estabas fatal…

    - Eso fue por otras cosas. Esto sería para encargarme yo al completo, a mi aire… es que estoy tan estancada aquí…estoy desperdiciando mi vida en una oficina, encargada de redes sociales para adolescentes, cualquier friki de instituto tiene más impacto social que yo… (Resuelta) Se acabó, le voy a decir que sí. Es lo que tengo que hacer.

    - Y qué vas a hacer, ¿Irte a Barcelona? No vas a aguantar ni un mes, tu odias la humedad…te va a salir espuma por la boca en cuanto te topes con la primera aduana. (Burla con acento catalán) “Oye, hemos pensado ¿eh?, que quizá pueda ser una buena idea poner aduanas ¿no?: tu las pones en una calle, y la gente que quiera pasar ¿eh?, pues mira, paga un dinerito para poder pasar ¿eh?...así nos sacamos una pasta ¿no?”…Además, tu hermana te ha llamado porque fijo que el último pelele les ha dejado colgados…

    - (Indignada) ¿¿Pero qué te has creído?? Que lleve 5 años en un trabajo de mierda no significa que no pueda hacer esto, de hecho es lo que hacía antes de mudarme a Madrid, cosa que tú ni te planteaste por cierto…

    - (Cansado) Ya estamos otra vez…Miriam, ¡tu te quisiste venir! y nunca sabremos si yo lo hubiese hecho ¡porque no tuve la oportunidad! ¡¡Tú te querías venir a Madrid!!

    - Oh, por favor… (Sarcasmo) Pobrecito que no te di la oportunidad, ahora va a resultar que te privé de tu sueño más querido: vivir en Barcelona…Las oportunidades están ahí, las coges o no. Los dos teníamos trabajo y después de un año de relación a distancia, si uno quiere lo plantea…lo que pasa es que lo hice yo

    - ¿Y tan mal te ha ido? Ahora resulta que no te gusta vivir aquí…Hace dos años pasó lo mismo: tu hermana llamó, montaste una buena y al final no pasó nada.

    - Ya, pero es que ahora estoy tan harta del trabajo…me aburro, necesito algo nuevo…

    - ¿Por que no intentas un cambio aquí? Es que volver a la distancia… ¡Si hace 15 días estábamos mirando pisos la mar de contentos!...

    - Hombre, esto sería cuestión de meses: me encargo de coordinarlo, se hace, se monta y yo me vuelvo a Madrid

    - Bueno, tu veras…si vas a ser capaz de entenderte con tu hermana…

    - Si no fuera tan sabihonda…No sé… ¿Tú qué crees? ¿Qué debería hacer?

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  8. Uno, dos, tres, cuatro, crucé la puerta antes de cinco. Cinco, eso es que no me quieren matar. El cielo está con nubes, igual no debería salir, pero hace 19 días que estoy encerrado. El médico dice que voy mejorando, aunque aún es pronto para volver al instituto. Estudio en casa y me aburro. Mi madre repite que me ponga un horario fijo y que tengo que esforzarme, que volveré al instituto. Mira a mi padre cómplice, saben que no voy a volver. El médico dice que es neumonía. La fiebre sigue a ratos, la tos, no puedo andar dos pasos sin estar agotado. Pensar en círculos es correr con todas las fuerzas y llegar una y otra vez al mismo punto, hasta acabar creyéndolo de puro conocido. No entra aire en el círculo. O igual es al revés y no se puede dejar de hacer círculos porque uno se enganchó en una verdad terrible y externa. Como la vecina del cuarto, Gema está segura de estar perdiendo la cabeza, que sufre de celos sin ningún sentido, que lo que cree que son pruebas de que su marido está con otra no lo son, porque Pedro le repite continuamente que sólo está con ella; hasta que un día le anuncia que se va con esa otra con la que lleva tres años quedando a escondidas, y Gema se llena de ira, por la infidelidad algo pero, sobre todo, se enfada tanto con Pedro por haberla regalado una imagen de loca que se creyó. Esta mañana, cuando mis padres preparaban el desayuno de cumpleaños para mí y yo escuchaba los sonidos de las tazas y platos desde la cama, estaba seguro de que me matarían en algún momento. Por ser un estorbo, por romper la armonía. Por verse conmigo cansados, resentidos, sin fuerzas, nada bonitos para sí mismos. En el estado en el que estoy sería fácil hacerme desaparecer lentamente. Tuve miedo también de cómo quererlos pensando que planean matarme. Me traen los libros que me gustan y debaten sobre cómo envenenarme. Buenas noches mi vida, hoy soñaré que te tiro por un barranco. Si llego a cruzar la raya antes de respirar son imaginaciones mías. ¿Ves?, son chorradas. Qué juego tan tonto y cómo quita el miedo. Sé que no es cierto, que no quieren eliminarme ni en su fantasía. Pero igual me viene a la cabeza y el corazón se me sale cuando les oigo susurrar. Esta mañana, aunque la leche sabía sólo a leche no me he atrevido a comer los pasteles. Mi madre ha insistido que los probara, ha insistido mucho, demasiado. Después me ha mirado con verdadero fastidio. Mi madre, luego, ha cogido todos los pasteles furiosa, los ha tirado a la basura, ha repetido varias, muchas veces, que por qué le hacía eso y se ha echado a llorar. Me he sentido mal, por pensar tonterías, por hacerle el feo. Pero ella no los ha probado. Y después de tirarlos, y antes de llorar, se ha lavado las manos. Si pensara en espiral podría meterme en el pensamiento, angustiarme hasta cansarme, desandar lo andado y salir de ahí. Pero camino por el círculo. O hago lo contrario, puedo negarlo y dejar de ver el círculo, y de creer en lo que creo, y de pensar. Es más fácil no pensar. Pero igual sigue el miedo. Derecho, derecho, sólo el pie derecho en cada línea blanca.

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  9. Nueva era I:
    Cuando me despierto estoy solo y lejos de todo, pero eso no me salvará. Siento el cambio en el magnetismo del aire a través de la piel. Echo a correr lo más rápido que puedo. Sin dirección, pues ya nada importa. Atravieso la pradera y me empapo las piernas con la humedad acumulada en la hierba. Salto por encima de las rocas y agito los brazos con violencia. Quiero quemar tanta euforia que siento y no entiendo. Intento librarme de ella porque me hincha el pecho sin sentido. Grito con todas mis fuerzas, con la boca plenamente abierta, y los labios se estiran tanto que duelen. Vacío por completo mi pecho y empieza a caer una lluvia ligera. Sigo corriendo, pero mucho más despacio, como por inercia. Las nubes grises llevan todo el día amenazando. El aire se sentía húmedo y denso pero no llovía. Hasta ahora. Ya casi sin aliento aprovecho la cuesta abajo de un pequeño valle para trotar hasta el arroyo. Me quito la camiseta y estiro mis brazos y piernas todo lo que puedo tumbado boca arriba en la hierba. Siento la lluvia fina en mi cara y en mi pecho y cierro los ojos. Escucho el viento y me concentro en como éste mueve las gotas sobre mi piel. Disfruto del frío en mi espalda. No quiero abrir los ojos, no los querría abrir nunca más, pero los abro porque lo que va a pasar no depende de que los tenga cerrados. Y todo es cielo. Hundo mi vista en las nubes de distintos tonos grises. Disfruto de robar todavía unos segundos mientras éstas cambian de forma a cada instante. Entonces giro el cuello hacia la colina y allí está el perro negro. Sé que no voy a sentir miedo y efectivamente no lo hago. Me levanto y subo caminando la ladera contraria hasta regresar a la pradera. Una vez allí miro hacia atrás y contemplo al perro trotando hacia mí. Todavía no es más que una pequeña mancha negra que desciende la colina hasta el arroyo, pero dentro de poco me alcanzará. No hay lugar donde esconderse en la pradera. El bosque queda lejos, y lo máximo que puedo hacer es subir un pequeño montículo, así que lo subo. Y espero. El perro negro llega trotando pero no se acerca a mi. Se mantiene a cierta distancia realizando despacio círculos entorno a mí, como dibujando una señal ominosa en la tierra. Su presencia me inquieta y también me repugna. Por primera vez empiezo a sentir miedo. De la parte superior de su pata delantera izquierda le sale una segunda cabeza, como si de un apéndice se tratase. Esta es bastante más pequeña que la otra y no está fijada de forma rígida. Cuelga muy blanda hacia un lado y rebota a cada trote del perro. La nueva era ha comenzado, escucho. Y yo quedo fuera. Pienso en aquellos a los que amo. En algún lugar del pecho la angustia se concentra como un ovillo de lana negra girando sobre si mismo. Su tiempo también ha pasado, es hora de echarse a un lado también para ellos. El perro se detiene y mira hacia un lugar que queda a mi espalda.

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  10. Nueva era II:
    Me giro y veo a cierta distancia, todavía en la pradera, la figura de un hombre que se dirige hacia donde estoy. La nueva era ha comenzado, oigo de nuevo, pero esta vez de forma más clara, más contundente. Siento mucho frío y un latido fuerte dentro de la cabeza. Al otro lado del montículo hay unas alambradas. Quedan un poco lejos pero podría llegar a tiempo. El hombre (sé que no es un hombre, el tiempo de los hombres se ha agotado) avanza deprisa hacia mi, y el perro trota en dirección a él. Corro por la ligera cuesta del montículo hacia la alambrada y vislumbro lo que podría ser un puerta. El hombre camina seguro y tranquilo, a un ritmo lento e invariante, pero sus zancadas son largas, y me gana terreno de forma constante. Se encuentra tan cerca que se distingue que está desnudo. Los pinchos de la alambrada impiden escalarla. Llego hasta la puerta y paso la mano entre sus barrotes de metal. Consigo correr una pesada y oxidada barra de hierro y abrir la puerta. Paso al otro lado. El hombre casi me ha alcanzado. Su cara es inexpresiva y su ritmo no varía, como el de quien ejecuta aquello que es inevitable. Unos metros más adelante se encuentra una nueva alambrada, con otra puerta. Dudo entre salir corriendo o cerrar la puerta que acabo de atravesar. Decido cerrarla, pero la barra de hierro se atasca. El hombre continua avanzado y ya casi ha llegado hasta mi. Tiro de la barra, pero esta no cede, y el hombre está tan cerca que puedo sentir su olor a metal y a sangre. Su piel oscura, que no es una piel humana, apenas oculta unas venas anchas y verdosas que se ramifican por toda la cara. No le cubre todo el cuerpo, deja zonas al descubierto, en carne viva por su pecho, vientre y extremidades. La barra cede con violencia y yo corro hacia la nueva puerta. Ésta está cerrada con unas cadenas y un candado. Es absolutamente imposible abrirla, pero podría pasar por debajo. Existe un túnel excavado en la tierra que, intuyo, conduce al otro lado. Es estrecho y yo no estoy seguro de caber en el agujero, pero miro hacia atrás y veo que el hombre ya ha conseguido atravesar la primera puerta y continúa hacia mi. Me tumbo en el suelo y me arrastro a través del agujero. Avanzo hasta introducir medio cuerpo en la tierra. Me quedo atascado. Mi pecho está comprimido, me cuesta respirar. No puedo seguir avanzando ni volver hacia atrás. Hasta aquí llega siempre mi sueño. Esta vez no sé si voy a despertar y tampoco sé si quiero.

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  11. Viernes, se acabó el suplicio, ya estoy en “El calabozo”… ¿Dónde mejor? Voy a ir pidiendo un tercio mientras estos acaban de llegar.
    - “¿Qué?”, “¿Qué ya te he pedido?” “Ah ¿Qué está aquí en la barra?” Joee vaya eficacia, este tio me conoce tanto que me lee el pensamiento.
    Ostía suena Rosendo maneras de vivir, ¡qué buena es la birra! ¡esto es vida joder!
    Cierro los ojos, la música y la cerveza se van metiendo dentro de mi, empiezan a ejercer su influjo desestresante… Los abro ¡coño! ¡Mis colegas! Están allí al fondo ¡qué cabrones no me han visto! Y parece que llevan rato porque ya le están entrando a la tía esa.
    -“¿Qué pasa??”.
    El caso es que la rubia me suena, ¿Será su tatuaje de la serpiente? ¿Dónde lo he visto?
    ¡Ay va! Esa copa ¡parece que no tiene dueño! Disimuladamente me acerco marcha atrás a lo moonwalker, ¡hecho! Nadie lo ha notado. Diría que es Barardí con cola. Internacional 7 pavos ¡toma ya!
    Todos los amigos hacen un corro abrazándose “orgulloso de ser, orgulloso de estar entre el proletariado…” tres, dos, uno ¡ska!, y ¡a darse hostias se ha dicho! Bailamos empujándonos, la gente se aparta ¡somos la hostia!, ¡ah que unos se unen! Me lanzo para darles la bienvenida, ¿Que mala hostia no? El tío me ha recibido con un puñetazo, “¿Qué era tu copa?” “¿Y eso cómo lo demuestras?”. ¡Toma derechazo! “Vale vale, tu ganas, te compro otra”. Le doy los siete pavos al amigo que a ese rottweiler ni me acerco. Y hostia voy pal baño que no me encuentro bien.
    Siempre en los baños es cuando te das cuenta de lo borracho que vas. ¡Vaya bajón! pues parece que está rojo, ya verás el lunes en el curro ¡qué marrón! En fin, es viernes y paso de que se me agüe la fiesta.
    Me acerco a la barra y…Viernes, se acabó el suplicio, ya estoy en “El calabozo”… ¿Dónde mejor? Voy a ir pidiendo un tercio mientras estos acaban de llegar.

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  12. Gabriel
    Si digo 3 veces su nombre y abre la puerta justo al terminar entonces me dirá que sí. Abro la boca, y mi lengua pasa de un golpe por mis dientes inferiores a los paletos, la dejo caer lentamente para dejar salir una a, para volver con fuerza sobre mi paladar, y repito A-dri-a-na. Cuando voy por el segundo intento y mis labios entorna la segunda a, oigo el chirrido de la puerta, mi cabeza estalla en angustia para el instante siguiente pensar que si lleva las botas rojas será un sí. Siempre he funcionado así, aún recuerdo la primera vez que quise besarle. Mis colegas decían que existen señales, que si ella tuerce la cabeza, que si se toca el pelo,… Yo siempre pensé que tenía las mías propias. Ese día después de la biblioteca, pensé que si conseguía ver a 3 señoras gordas con vestido de flores, entonces ella me dejaría besarla,… Era un reto difícil estaba en el campus rodeado de veinteañeros soñando ser escritores y sin embargo el destino quiso que una excursión de amas de casa de camino a una reunión de termomix se cruzarán conmigo en aquel autobús y allí estaban las 3 fornidas señoras con sus correspondientes vestidos primaverales. El número 3 siempre me ha dado suerte. Creo que se llama pensamiento mágico, pero quien puede defender el amor sin creer en la magia.

    Adriana
    Esa mañana se despertó con el pelo dormido y los ojos cerrados. Impulsándose sobre las manos se puso de pie de un salto. Por la ventana amanecían los sueños de otros insomnes. Su insomnio se sabía cada esquina de la habitación y por mero automatismo comenzó a tejer y destejer todas las vidas posibles. Le gustaba observar a Gabriel mientras dormía, sus párpados se movía como un ligero tic y si se acercaba lo suficiente a su boca, podía aspirar ese olor que emanaba sólo en sueños y que le recordaba a moras
    Se ducho sin abrir los ojos y se peino en el espejo cuarteado. El tranvía llegaba con retraso. El conductor viejo y joven al mismo tiempo musitaba un buenos días que sonaba a penitencia.
    Las noticias giraban en espiral retorciendo el papel y algunos transeúntes miraban el tranvía con los párpados pegados. Llego al edificio de piedra, enfermo de tedio y rutina. Tras la puerta de cristal le esperaba el sinsentido de la monotonía. Salió temprano del trabajo, y pudo coger el tranvía de las 7, estaba deseosa de ver a Gabriel, de mirarse en son ojos y borrar en un parpadeo toda está sensatez y raciocinio, quería que le contase otra vez la historia de las pequeñas cosas para poder recuperarse de las grandes e importantes que le hacían tanto daño.
    Se alegró de haberse puesto las botas rojas, porque el otoño acaba de irrumpir con una gran tormenta. Al abrir la puerta encontró a Gabriel en el sofá, parecía estar esperándola. El destello de sus ojos borro de un porrazo el día y la magia de las pequeñas cosas se instauro en el salón.

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  13. (El hacedor)

    un relato circular no puede ser más que una contradicción y por tanto su existencia implica de facto la imperfección del universo. Si a pesar de todo persistimos en el empeño de escribirlo, es porque conocemos que el germen de tal imperfección radica en la existencia de la literatura. Más que un desastre matemático, la imperfección parece desde esta perspectiva una oportunidad para la vida humana, que es inherente a la literatura. Con ella, aparece una herramienta para crear universos-burbuja, los cuales tienen una existencia propia una vez que se desprenden de las yemas de nuestros dedos. Si estás burbujas fueran inertes, no habría ningún peligro en llenar nuestro entorno con esta “chatarra cósmica”. El problema reside en que la literatura puede habitar en algún universo creado y dar origen a una miríada de nuevos universos dentro de él. Incluso pueden aparecer escaleras de universos que se contienen sucesivamente en un descenso al infinito. Muchos autores juegan con este recurso puesto que enriquece enormemente la creación literaria, pero aquellos que se atreven a escribir un relato circular deben asumir un riesgo mayor: el de crear dos universos iguales, uno contenido en el otro, que a su vez contiene al primero. Ésta es una osadía que puede ser muy provechosa, puesto que dichos relatos pueden contener información escondida en la propia topología, información que se obtenga únicamente cuando el lector se halle atrapado en el bucle. Pero también se necesita valentía para aceptar que

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  14. I_ Colérico, irritado, incómodo. Maldiciendo la situación particular del momento. Impotente, fuera de sí, intocable para sí mismo, despreciado por sí mismo. Un cúmulo de sensaciones que iban a parar a una sola: incomprendido.
    Su mañana había empezado mal. El despertador sonó a su hora, pero prefirió alargar cinco minutos más el roce con las sábanas, convirtiéndose éstos en veinte y las acciones posteriores en una carrera errante de saltos de valla por llegar lo más pronto posible al trabajo. Fallar con los calzoncillos al ponerlos por la parte de la etiqueta, no llegar a complementar bien los colores de la ropa, servirse la leche ardiente y abrasarse los labios, tirar el azúcar al suelo y no barrerlo, echarse sin querer un poco de gomina en el polo de diseño con su mancha correspondiente y de nuevo volver a cambiar de vestuario.

    Mientras conducía a la oficina con la música de radio fórmula de fondo, iba mascullando sobre la noche anterior. Su dilema era importante. No sabía si había alcanzado el objetivo inicial, que no era otro que correrse o si en realidad y siendo sincero consigo mismo había sido una noche como las demás: insustancial. Pero bueno, otra realidad con la que podía argumentar su conformidad era que todo fue correcto según el guión establecido. Una cena en un restaurante cool en un barrio cool con unos platos última tendencia gastronómica y ligereza en el gramaje; risas y desinhibición mutua que siempre facilitan el recorrido, lo cual era digno de admiración; un polvo fluído y sin presiones ni tubúes, con una chica que ni fú ni fá, pero atrevida, morbosa y que sabía corresponder. No era la mejor con la que había follado ni mucho menos, ni pasaría a la historia por nada especial. No la recordaría ni siquiera como anécdota, ¡ni siquiera eso! Como aquella vez que lo hizo con una francesa borracha como una cuba en las escaleras de un portal a las ocho de la mañana. O como ésa otra que tenía la regla y por excitación y malgusto puso su cara entre sus piernas tiznándose el rostro de rojo. Mejor aún, su compañera de trabajo madre de dos hijos e infelizmente casada que a las siete de la mañana se presentó en su casa con un liguero violeta en la mano diciendo: “tengo prisa, fóllame rápido”. La chica de anoche no encajaba en la lista de grandes acontecimientos, ni premios de los que enorgullecerse. Pero bueno, había aliviado la tensión de la semana y eso por encima de todo supone algo importante como es el mantener la autoestima elevada.

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  15. II_Esta tarde tenía otra cita con un antiguo rollo, Esther. O “La flujowsky”, como le gustaba llamarla entre amigos. La cual tenía la inmensa capacidad de llenar un vaso de chupito con su flujo vaginal. El sólo hecho de pensar en eso le puso cachondo al volante y subió hasta el máximo el volumen de la radio para escuchar una canción estimulante que sonaba en ese momento. Algo le crujió por dentro. Un nuevo pensamiento le acababa de desestabilizar. Había topado con el extremo opuesto de su estado. ¡Mierda, su novia! Tenía que elaborar un plan convincente y elucubrar una buena coartada para salir airoso. Hasta ahora siempre había encontrado escapatoria. Manejaba bien los despistes más comunes: borraba los mensajes del móvil dejando algunos de colegas, estudiaba bien que las chicas no vivieran muy cerca de la zona de su chica por posibles encuentros fortuitos, nada de chupetones o marcas en la piel y por supuesto, no confundir su nombre. Le tranquilizó pensar que era un buen estratega y sabía operar en estos casos. A veces lo más sencillo es recurrir a excusas típicas, así que optaría por utilizar un clásico: “estoy cansado del curro. Hoy me acostaré pronto para coger fuerzas”. Esbozó una sonrisa. Sabía tramar la maniobra con clase.

    Aquella noche Esther no fue como la otra vez. Quizás había puesto muy altas las expectativas, quizás no habían bebido lo suficiente. La cena fue ñoña con recuerdos vagos de la vez anterior y con proyecciones de malestar en el curro hacia el otro. El polvo fue corto y soso, sin conexión de ningún tipo, sin interés hacia el otro. Forzado, mecánico, torpe, animal.
    La mañana fue desagradable. Esta vez se levantó antes de que sonara el despertador. Otra vez tenía un caso sin anécdota, una chica insustancial. Tenía que seguir buscando, acumular más experiencias que le dejasen tranquilo, saciado. Sabía que eso no era posible, pero estaba bien pensar que podía ser una persona normal y que podía luchar contra sí mismo. En realidad era incapaz. Algo estaba mal en él y no alcanzaba a comprenderlo.

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  16. Soneto selenita

    En las noches que reina la negrura
    se me ocurre salir tímidamente
    Tras catorce días me siento valiente
    y muestro al mundo toda mi hermosura.

    Poetas y bohemios fascinados
    se dejan seducir por la locura
    lobos hambrientos aúllan en la altura
    barcos naufragan en mares agitados

    Tanto poder tiene mi luz brillante
    que, abrumada, deseo marcharme lejos:
    ¡Grato refugio el del cuarto menguante!

    Tras noches escondiendo mis complejos
    me descubro, otra vez, anhelante
    de inundar al mundo con mis reflejos.

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