miércoles, 25 de septiembre de 2013

XVI Edición de Relatos Fundamentales

RELATOS SURREALISTAS: en forma yIo contenido
 


Extensión: Los relatos tendrán un máximo de 500 palabras (incluidas si hay más de una parte).

Método de envío: Cada relato será un comentario en este post.

Fecha límite: Se pueden enviar relatos hasta el 5 de Octubre

Lectura de los relatos: La identidad de los autores será una incógnita en todo momento hasta que deje de serlo. Los relatos serán repartidos entre los participantes de forma aleatoria para su lectura. Cada lector deberá leerse una vez el relato que le ha tocado, antes de proceder a la lectura en alto. En esta edición tampoco habrá votación para el mejor relato, dado que lo más interesante es el debate que se genera a raíz de la lectura de los relatos presentados.

Organización de la siguiente edición: La elección de la persona que organizará la siguiente edición se realizará mediante un sorteo, y aquel al que le toque tendrá libertad total a la hora de plantearla.

16 comentarios:

  1. Mr. WOPET

    Sé que el tema de esta edición es el subrrealismo, pero no me resisto a contar aquí una historia muy real, que sin embargo podría pasar por subrrealista.

    Se trata de mi inolvidable amigo Wopet. Él me acompañó en todos los viajes que hice desde los nueve hasta los catorce o quince años. Le encantaba mirar el paisaje desde el salpicadero del coche o sobre la palma de mi mano y también brincaba amistosamente por la cara de mi hermano pequeño o los hombros de mi padre. A veces había que esconderlo para no alterar los nervios de toda la familia, pero le gustaba también mucho estar en mi bolsillo. ¿Y cómo nos conocimos?
    Un verano, en un chiringuito de la playa de Liencres, supliqué a mis padres una moneda para saciar la importantísima necesidad vital de jugar con una máquina de gancho con la que acababa de toparme. Una de esas en la que manejas un gancho para tratar de atrapar un peluche o algo similar. No logré atrapar nada… pero, casi como a cámara lenta, un click sorprendente anticipó la llegada de mi amigo. Con un mágico sonido deslizante apareció rodando una esfera de plástico translúcido por un tubo metálico que terminaba más o menos a la altura de la mano de un niño de 8 años. Ni siquiera recuerdo ya que ocurrió con el feo pin que venía en el interior de la esfera. Debí tirarlo seguramente. Me quedé con la cáscara superior de la bola que había rodado desde las entrañas de la máquina de gancho. Jugamos durante horas, jugamos hasta el grito de mi madre. Pero no me importó llevarme una bronca. Tenía un nuevo amigo: un maravilloso y saltarín trozo de plástico llamado Wopet.
    En una ocasión, ya metidos todos en el coche y a punto de salir para la playa de madrugada, para evitar atascos, di un grito de susto que hizo pisar el freno a mi madre: Había olvidado a Wopet en el cajón!! Con lo que le gustaban los viajes!!
    Entre enternecidos por mi reacción y preocupados por el funcionamiento de mi cabeza, me dejaron bajar del coche y subir rápidamente a buscarlo. Cuando volví con Wopet dando saltos de alegría sobre mi mano, pedí a mi padre que lo colocara rápidamente sobre la guantera. No quería perderse ni un segundo del camino, cuando al amanecer atravesábamos medio dormidos los campos de Castilla…
    Una tarde de un verano varios años después, cuando salíamos de una cafetería del pueblo cántabro de Noja, me sobresalté en extremo! Wopet había salido de mi bolsillo para saltar un poco sobre la mesa donde tomábamos un chocolate, pero había debido distraerse, ¡porque no había vuelto! Corrí de nuevo al bar, pero sólo encontré una mesa limpia y vacía. Sentí un nudo de terror en el estómago y una negra sospecha de inevitabilidad se cernió sobre mí. Pregunté a los camareros si lo habían visto, pero no me entendían ¿Qué es lo que estás buscando? Me decían tratando de ayudar. ¡A un amigo! Estaba ahí mismo hace sólo unos minutos, sobre la mesa…
    Aquel día estuve muy triste y me culpé por haber sido tan descuidado. No he vuelto a verlo nunca más.
    Mucho tiempo después, cuando cumplí 20 años, durante la cena con mi familia, mis hermanos me dieron una carta que les había llegado de forma indirecta.
    Era Wopet!! Me decía que estaba muy bien, que no me preocupase por él. Me contó lo que había ocurrido aquella tarde. Que a pesar de sus gritos de advertencia, un camarero, sin duda distraído, lo había cogido y lo había tirado a la basura. Al principio tuvo miedo y estuvo preocupado por mí, pero luego llegó a un sitio increíble y maravilloso donde había montones y montones de trozos de plástico distintos. Y más tarde fue al mar y estuvo viajando por todo el planeta. Dice que me encantaría ver todo lo que ha visto en sus viajes.
    Todavía me acuerdo de él en cada viaje que hago yo.

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  2. Gente y Actualidad: La Noche de Nick y Ricky


    - Buenas noche Ricky!
    - Buenas noche Nick! Y buenas noches a todos! Están ustedes escuchando La Noche de Nick y Ricky en Onda Sonora! Bienvenidos! ¿Qué tenemos hoy en las noticias de gente y sociedad Ricky?
    - Pues nada más y nada menos que las declaraciones del matemático de moda. En un congreso la semana pasada, sugirió que la conjetura de Poincaré podría no estar verdaderamente demostrada, con todo lo que eso implica para miles de investigaciones y trabajos que benefician a toda la humanidad basados en esto.
    - Se trata desde luego de un escándalo Ricky. A continuación de este programa los oyentes podrán escuchar una tertulia debate sobre este y otros temas de igual importancia. ¿Qué más se cuece en el mundo del famoseo?
    - Nick, he de decir que tenemos la Ex-clu-si-va de una entrevista con el equipo de bioquímicos que la semana pasada avanzaron una posible vía de tratamiento de todas la enfermedades neurodegenerativas…
    - Cambia de emisora o quita la radio por favor, están siempre hablando de cosas importantes! Me gustaría por una vez escuchar algún marujeo o que alguien se pelee por la tele o la radio…
    - Pues chico, no irás a hacer que la gente se trague eso sólo porque a ti te interesa. Si ponen esto en la radio y en la tele es porque es muy relevante y preocupa a la mayoría de la gente, déjame seguir escuchando anda.
    - … venir desde el polo donde las medidas sobre el calentamiento global están resultando esclarecedoras, así que yo sí que entiendo que los sueldos de los científicos sean multimillonarios. Se están dedicando a algo que atañe a todo el mundo!!
    - De acuerdo Nick, pero quizá sólo hablemos de poner alguna cota o límite superior para que no sea moralmente dudosa la distancia abismal de sueldos entre por ejemplo un físico y un futbolista. A mí personalmente me parece que no es justo que una persona que se dedica a entretener a la gente, lo cual es muy importante, tenga que estar dependiendo todos los años de becas y de recortes presupuestarios. No es tan fácil jugar un deporte bien y requiere mucho esfuerzo y sacrificio!
    - Sí, estoy de acuerdo Ricky. Desde aquí apoyamos la huelga de futbolistas convocada para el próximo martes para exigir una mínima estabilidad en su trabajo!
    - Oye Nick, ¿y no te parece que estaría bien que pusieran en televisión alguna vez un entrenamiento de un equipo o que algún entrenador diera alguna rueda de prensa para saber su opinión sobre alguna cosa?
    - Es cierto Ricky, nunca lo había pensado. Sería curioso verlo alguna vez. En fin, sigamos con lo que a la gente le importa! El físico Emilio Estrada Benassar acaba de publicar en la revista más vendida del país, Nature, un artículo bastante impactante sobre el confinamiento y control nanoscópico, que al margen de las increíbles y muy diversas aplicaciones que tiene, resulta de lo más interesante que se ha hecho últimamente…

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  3. Autómata



    Siente soledad sin saciar
    sudando sexo sonoro sesgado.

    Seis sapos serigrafiados,
    sonando suave,
    son saxos sin si sostenido.
    Salen susurros sinceros,
    SEDA sobre su silueta.
    Solamente se silba
    sistematizando sirenas
    Sal, sal, sobre sus
    sienes serpenteas.

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  4. PARTE I

    Llueve. Cien nubes se han oscurecido sobre mi cabeza y han descargado sus penas. Me apresuro a dar unas zancadas largas y rápidas. Toda una hilera de altos edificios me empujan hacia mi destino. Parece que me observan, aunque apenas me da tiempo a dedicarles una mirada. Están todos borrosos debido a mi velocidad. Reduzco mi prisa. He llegado a mi portal. Estoy empapado. Noto el frío de las gotas en todo mi cuerpo.
    Una escalera en forma de espiral me espera. Empiezo a subirla. No reparo en que se ha nublado el día y me guío por la claridad que entra por las ventanas laterales. Voy mirando al suelo pensando en la ducha caliente que merece un día como hoy. Ya he subido un piso. Aún quedan tres más. De repente vislumbro objetos extraños en el suelo. Bolsas. Son una ristra de bolsas blancas de plástico ubicadas en escalones continuos. Levanto la mirada para comprender hasta donde alcanza la fila cuando noto la presencia de una mujer a un lado de la ventana. Está ahí detenida mirándome. Apenas se mueve, apenas respira. La luz le roza lo suficiente como para reconocerle la cara. Me impresiona verla. Parece que se la hubiera quemado. Esto hace que se tambaleé algo dentro de mí. No he podido evitar mostrar mi cara de sorpresa. Quizás de susto. Me rehago en mis pensamientos y saludo cordialmente. Ella hace como si no me hubiera escuchado. Ante la imposibilidad de que pueda subir todas esas bolsas por sí sola, le ofrezco mi ayuda con buena fe. Sin mover un ápice su posición me dice muy firmemente que no. Un sólo músculo ha trabajado para ello, el de la boca. Es la primera vez desde que la he visto ahí postrada como una estatua que percibo que está viva. Me alivia su respuesta, pero a la vez me genera cierto miedo.
    Sigo subiendo y llego a mi casa.

    PARTE II

    Suena el timbre. Me despierto. No ha sido fácil reconocer si soñaba o si en realidad estaban llamando a mi puerta. Vuelven a timbrar. Dudo si levantarme o no. Miro el reloj. Son las tres de la mañana. Por tercera vez retumba ese sonido estridente y agudo. Finalmente me levanto. La tensión se ha hecho dueña de todo mi ser. Valoro la posibilidad de coger algo con lo que defenderme. Nunca preví este momento, nunca tuve un paragüero cerca de la puerta donde poner el palo de golf o el bate. Voy a ser valiente con todas sus consecuencias -me digo a mí mismo-. ¿Quien es? -pregunto-. Soy yo, la vecina –me responden-. Abro la puerta. Ahí está ella de nuevo. Canguelo es lo que se me viene a la cabeza, pero también confusión. Parece otra persona. Ha mutado –pienso-. Está sonriente, con un ejército de bolsas blancas a su alrededor. ¿Puedes ayudarme a bajar las bolsas a mi casa? –pregunta-.

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  5. PARTE III

    Nunca sabré exactamente por qué bajé todas esas bolsas a las tres de la mañana con el pijama puesto. Aquí estoy frente a su puerta, esperando que abra para ayudarle a meterlas dentro. Se desprende un olor a rancio del interior. Avanzo como sonámbulo, lo que por otra parte me ayuda a no pensar muy bien donde me estoy metiendo.
    Un pasillo largo y oscuro. Me dejo guiar por el brillo de las bolsas en el recorrido. Se abre una puerta que me inunda de luz. Lo que hay ahí me deja completamente aturdido. Un amplio salón pintado de rosa chicle con miles de bolsas de plástico en el techo cada una de ellas con una bombilla dentro. Mujeres. Muchas mujeres entre cuarenta y sesenta años con caretas de dibujos animados están alineadas en la pared una junto a otra. Quietas. Mirando al suelo y con una bolsa gigante colgando de sus manos. Sus vestidos podrían conformar una paleta Pantone de colores pastel. Sus pelos lacados y brillantes. Sus pies descalzos y deformes.
    De golpe se cierra la puerta tras de mí. Hay un silencio inquietante en el ambiente. La vecina y dueña de la casa se coloca en el centro de la estancia. Mira al suelo. Se queda estática. Respira hondo. Las mujeres que le rodean hacen el mismo gesto. Se escucha una inhalación conjunta. En el centro se gestan las acciones de todo lo que sucede en este espacio. Suelta el aire, mira al techo y levanta la manos. Las sacude y comienza a hacer unos sonidos guturales. Esto se asemeja a un gallinero. Una especie de tribu en extinción. Cesa el sonido y se pone a dar vueltas como los derviches, rotando sobre su propio eje. Dos, tres, cuatro vueltas con los brazos extendidos. Las bolsas de plástico se van inflando a medida que giran. Súbitamente para. ¡Aire! – grita-. Introduce la cabeza en la bolsa que lleva consigo. Ata las asas en la parte del cuello y empieza a respirar con intensidad hasta que la bolsa se le ciñe a la cara. Todas las mujeres hacen lo propio. Se quieren asfixiar –pienso-. Me lanzo a la vecina para quitarle la bolsa. Cuando lo hago descubro que ya no es ella. Soy yo. Es mi cara. Miro alrededor y veo que todas las mujeres con sus respectivas caretas me están señalando con el dedo.

    Se apaga la luz. Se vuelve a encender. Ya no hay mujeres. Ya no hay bolsas. Estoy en medio del salón del vecino tiritando de frío. Muchas caras con antifaces me miran e intentan tocarme. No me asfixiéis.

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  6. Cuando me creció el dedo gordo del pie izquierdo estaba inmersa en el estudio de las posibles utilidades de las bases de datos extraídas de las pulseras biométricas. El caso es que me di cuenta cuando sentí un dolor intenso en la pierna izquierda, a causa de que el zapato me apretaba. Puse los talones contra la pared, cogí una regla y vi que efectivamente el dedo era 3 cm más largo que el derecho. Pasé a llevar la talla 39. La vida transcurría con la normalidad rápida de siempre. La compra de platos preparados que si hubiera llevado la pulsera biométrica se reflejarían rápidamente en los niveles de colesterol (pero yo no la llevaba, siempre me pareció algo absurdo querer saber todo esto y menos quería dar mis datos al sistema). Cervezas con amigos. Subir y bajar las escaleras mecánicas del metro corriendo. Contar anécdotas. Escuchar anécdotas. Quejarse de problemas del trabajo. Medio escuchar esos mismos problemas del resto. Echarle horas al tema de las pulseras.

    Un día iba contigo bajando corriendo las escaleras del metro, me miraste sonriendo, ¿por qué te das contra los escalones con el pie izquierdo? me dijiste. Esa noche, cuando me quité los zapatos, vi que me había crecido todo el pie, el dedo no había cambiado, pero el resto del pie se había alargado unos centímetros. Decidí cambiar de talla, no me fuera a doler de nuevo la pierna. Finalicé ese estudio y continué en investigaciones sobre pulseras biométricas, al fin y al cabo era lo que sabía hacer. La vida continuó escurriéndose entre las prisas.

    Otro día, me miraste serio, cojeas, dijiste. Medí entonces mis dos piernas. Descubrí que la pierna izquierda había crecido varios centímetros. Me hice plantillas. Por lo demás no tenía ningún otro problema, pero la vida no se encontraba entre las cosas del día a día, de eso estaba segura.

    Hubo unos meses en que tú y yo dejamos de vernos. No encajaban bien nuestros horarios. Nos encontramos de vuelta en el metro. Me dijiste que estaba rara, asimétrica. Que no querías meterte en mis cosas, pero que algo me pasaba. Que me cuidara. Que si tomábamos algo. Pero yo tenía prevista una excursión desde temprano para el día siguiente. Al desvestirme, me noté el brazo izquierdo más largo que el otro. Normal que ocurriera, me dije.

    Espero que estés disfrutando de tus vacaciones, me ha dado Hugo tu dirección. No hay prisa, pero si puedes vente a verme cuando vuelvas. Creo que en las orejas todavía no se notan diferencias.

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  7. - Venga nena, ¿por qué no comes un poco? … si no no te van a dejar permiso para ir a ver a tu hermana.
    La voz casi suplica por un esfuerzo.

    ***

    Era perfecto el espejo. Perfecto

    ***

    Una nueva gota, cae pausada e implacable por el delgado tubo que penetra en la precaria piel de la adolescente. Tras el cristal de la ventana aúlla un viento inesperado.

    ***

    Ya no cabíamos. De a poco se agotaba el espacio del espejo y no es mi culpa si faltaba el aire. Grita el aire de acero y choca contra el acero de otro aire igual. De iguales que somos no nos pueden distinguir, no nos pueden dividir. Una. Paso con paso entre edificios de sabor a menta, mano con mano. Una.
    ¿Y si era perfecto porqué tuvo que llegar el rojo? Charco viscoso de vísceras y hormigas calurosas.
    Me oprime el pecho ¡que me desaten estas sogas! No quiero ser sacrificada a los lobos que soplan trompetas estridentes. Cada vez menos espacio y en la vieja cocina de la abuela la cazuela rebosa una sopa que ahoga.
    Las dos iguales, pero ya no. El ladrido del gallo reclama un sacrificio.

    ***

    - Doctor, yo no entiendo por qué le pasa esto. ¡Si viese lo bien que está la otra! Y hasta hace poco no se las podía distinguir. Uña y carne. ¡Si hasta dormían juntas! Yo las he tratado siempre exactamente igual. Fíjese que hasta las daba el biberón o las bañaba siempre a la vez.

    ***

    No hay sitio en el espejo que navega el charco palpitante. Si me salpico muero. Cae otra gota que escuece en el corazón. Gota blanca de agujas silenciosas. Se achica el espacio y apenas respiro. A ella la veo rara, picante y curva. Aparece una raja en el cristal que sostiene los trece años redondos como soles de limón.

    ***

    - Si señora, es cierto que evoluciona desfavorablemente, pero la verdad es que no podemos hacer mucho más. Nos deja sin recursos. Mañana tendremos los resultados de la última analítica.

    ***

    Cuando se quebró el espejo quedé ciega. Muda y con un grito interno taponando garganta y corazón. Los fantasmas de blanco vinieron a buscarme para darme a elegir entre una de las dos. Los relojes no se dejan engañar por un minuto más. En mis puños de piedra se hunden las raíces de la rabia de este naufragio. ¿Si hundo el cuchillo sobre su cuerpo deshago el hechizo y vuelvo a ser yo? Ella corre más rápido y dudo por un segundo de eternidad si perseguirla asesina o hundirme en la oscura madriguera de la nada.

    ***

    La enfermera termina su extenuante jornada y se dispone a dejar la planta. No puede evitar echar un último vistazo a la paciente de la cama 15. Hoy vino la hermana gemela y dejó en evidencia los estragos de esta obsesión por no comer. La enfermera coge el bolso y baja la escalera llevándose puesta la impotencia de no comprender por qué la chica se está matando a si misma.

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  8. En el periódico de hoy sale el gran titular, "Vísperas del aniversario por el Día del Cambio". Hará ya casi cuatro años y aún lo seguimos celebrando, el caso es que no tengo yo el día para fiestas. La línea de metro sigue abarrotada esta mañana, como todas. Por lo menos, ahora, tras el famoso día de la metamorfosis, es más entretenido mirar a tu alrededor. Claro, que seguro que se nos pasará la novedad en alguna generación. Parece que fue ayer cuando un caos generalizado se apoderó del mundo la mañana de un 25 de abril. El espanto amainó en cada uno de nosotros al ver que todos habíamos recibido nuestra ración de cambio sin sufrir daños. He de decir que no he salido muy mal parado, teniendo en cuenta al pobre sujeto de mi derecha.
    Es cierto que el suceso sigue sin respuesta. Un compañero del curro aseguraba haber leído en algún sitio que a una semana de lo ocurrido, las grandes marcas de refresco cambiaron sus formulas para el refinamiento del azúcar. ¡Qué triste de ser cierto!, todo esto por un poco de dulce.
    La comunidad científica estaba como loca, eran más las preguntas que las respuestas. Las bases de la medicina, la antropología, la biología... habían sido agarradas por los tobillos y zarandeadas hasta decir basta. Justo cuando creíamos saberlo todo de todo, nos damos cuenta de que lo único que conseguimos basar en evidencias es nuestra infinita ignorancia.
    Pero hay que verle el lado positivo. Después de aquella vorágine de transfiguración primaveral, el racismo había perdido su sentido. Todos éramos tan diferentes, que nadie se fijaba en el color de la piel. Frases como, "echar una mano" o "traer de cabeza" ya no tenían sentido en la mayoría de las personas, aunque se seguían usando a diestro y siniestro, hasta que los sabios de la RAE se pronuncien.
    ¡Mi parada!, ¡maldición!, vamos hijo, coge tu mochila y cógete de mi... bueno, de donde puedas... ¡maldito da de la transformación!.

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  9. “Vaya, ya me he pasado con el café”, me dije, contrariada. Aún así seguí sorbiéndolo, ¡estaba tan rico!

    Pronto olería los colores. O me pondría paranoica con lo que viera. De momento, me deleité con una figura de un hombre que trepaba ágilmente por la fachada del edificio. En fin, mañana tomaré menos café. Pero hoy no. Necesitaba desperezarme en aquella gélida mañana de inverno. Debería estar prohibido trabajar el 5 de enero.

    Salí de casa. Había una atmósfera extraña. Sólo pequeños elementos de realidad hacían que no pareciera todo una historia de ciencia ficción. La vecina cotilla de enfrente salió a la mirilla como todas las mañanas.

    Al ir a coger el ascensor una de las llaves se me escurrió entre los dedos y cayó por el hueco del ascensor. Iba a llegar súper tarde. Si es que debería estar prohibido trabajar hoy.

    Hay que tener amigos hasta en el infierno. Hay dos figuras clave en los edificios: el portero y las señoras de la limpieza. Superhéroes que tan pronto sacan una llave atascada, como te invitan a un reconfortante café, desatascan un inodoro y a la vez te explican los nuevos cotilleos. Eso sí, son figuras poderosas y hay que respetar las reglas del juego con ellas, nada de pisar fregados ni de sacar la basura los días que no tocan.

    Así que le tocó a Vicente, el portero, arreglar el desaguisado de la llave, bajó por el hueco del ascensor y la rescató. A la vez me explicó la extraña historia del hombre trepador. Parece ser que tenía algo que ver con un ajuste de cuentas por una extraña sustancia… Los policías seguían en el portal interrogándole.

    Llegué al metro. Resulta que sólo circulaban en una dirección, me sentí como en aquellos sueños en los que hay escaleras por las que quieres subir pero luego acabas bajando. Una chica con cara de simpática me invitó a que fuera con ella a una Cabalgata Alternativa Por la Alimentación Saludable organizada por la Liga Anti Caramelo. En lugar de camellos los Reyes Magos van montados en frutas, Melchor en una manzana, Gaspar en una pera y Baltasar en un limón. Y tiran frutas, nada de caramelos. Definitivamente, iba a dejar el café. Pero resultaba tan novedoso que no le pude decir que no.

    El metro me llevó en dirección opuesta. Gente variopinta me invitaba a variopintos eventos. Después de la cabalgata, una merienda en casa de una chica que dejaba el país y había organizado una fiesta para vender su ropa. Llamé al trabajo para decir que llegaba tarde. Me dijeron que no me preocupara, aún no habían abierto porque un hombre había bloqueado la puerta de entrada amenazando con quemar el edificio si no le devolvían una extraña sustancia…

    El día fue raro pero estimulante. De vez en cuando presenté alucinaciones visuales y me pareció ver al tío raro trepador siguiéndome. Tengo que dejar el café. Me psicotiza.

    Al llegar a casa con unos nórdicos que estaban recorriendo Europa en una furgoneta, me encontré al Jefe del Mercadona y al hombre trepador en mi portal. No pude evitar la tentación de preguntarle al jefe del Mercadona si él o algún familiar son celíacos. Me lo explicó amablemente, pero no os lo voy a contar, que es el secreto mejor guardado después de lo de la coca-cola. Después me explicaron que el café que yo había comprado no era café sino surrealistina, una sustancia que atraía el surrealismo. Por eso me seguía el trepador. Anhelaba las aventuras que yo había vivido ese día. Ambos se disculparon por la confusión. Me preguntaron si quería la hoja de reclamaciones, dije que no. Ni corta ni perezosa, encargué una marmita de surrealistina. ¡Por muchos días como éste!

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  10. El viento golpeaba sus sienes, en el afán de arrastrar las malas ideas, llevárselas bien lejos. Por el rabillo del ojo vio cómo se esfumaban, en titulares, sus peores ideas. La primera en salir no pudo leerla bien, estaba algo borrosa. La segunda tenía que ver con un pequeño desliz en el trabajo el día anterior. La procesión la continuaba el famoso y recurrente "es la última y me voy", seguida por aquella vez que trató de abrir un tetra-brik con los dientes.

    Subida en la nube, releía esas malas ideas con los ojos entrecerrados. Al principio resopló quejosa. Pero en seguida se enfrentó al viento con una sonrisa. ¡qué placer deshacerse de todas esas piedras en el zapato!

    Poco a poco la letra de los titulares se fue tornando más negrita (en especial ciertos nombres ya innombrables), incluso algunas palabras se subrayaban, acompañando la gravedad de las malas ideas. Menos mal que algunas se quedaron en ideas, se dijo.

    Lo cierto es que la gran mayoria habían desembocado en actos poco agraciados. Tantos, que había aceptado la oferta del mes en groupon: "Subase a una nube y limpie su cabeza de malas ideas. ¡Deje espacio para las buenas!" Le habían asegurado que el resultado era impecable, y era terriblemente barato. Una hora por 19,99. Perfecto. Además era un dos por uno, así que aprovechó para regalarle otra hora a Matilda, últimamente la veía poco encarrilada.

    A los 20 minutos se encontraba cansada por el continuo azote del viento. Pero aguantó. Se enfundó otro jersey y otro par de calcetines, que ya le habían recomendado que se llevara por si acaso. En las nubes se ve que hace fresco y el tiempo es un tanto desapacible, a la par que solitario, no suele subir mucha gente a limpiarse las ideas.

    A los 59 minutos el aire se calmó, y el paso de una gaviota anunció el final de la sesión. Sentía los oídos como raros. Como cuando se te queda agua después de nadar. Ladeó insistente la cabeza. "Mejor en el suelo" pensó, y se alegró, ¡parecía que acababa de tener una buena idea!

    Pegó un brinco y trató de bajarse de la nube, pero, su peso no la sostuvo. Mierda. Empujó hacia arriba la nube que ahora quedaba emplazada en su cabeza. Pero el suelo no se acercaba. Mierda. Apretó los ojos y buscó tras ellos el rastro de alguna de aquellas malas ideas desaparecidas. ¿podría así recuperar el peso, la gravedad? Tanteó la cercanía de otras nubes algo más bajas a las que poder agarrarse, pero estaban demasiado lejos.

    A una de ellas acababa de subirse su amiga Matilda. Sonrió y la saludó agitando un brazo enérgicamente, pues con el otro se aferraba a la superficie vaporosa. ¡Matilda! Gritó. Pero ya se encontraba envuelta en ráfagas vivaces. Ojiplática alcanzó a leer el principio del primer titular, la primera mala idea que sacaba el viento de la cabeza de su amiga: "subir a una nube".

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  11. LA MÚSICA

    Cada nota que escuchaba se iba posando sobre los objetos y las personas con las que me cruzaba. Era como si cada sonido se fundiese con la materia que miraba en ese momento y a través de una extraña condensación formase una nueva y única cosa. De repente, y a mis ojos, esta cosa se volvía fundamental, magnética y llena de significado que, paradójicamente, era imposible de descifrar con el pensamiento racional. Podía pasarme cien años mentales hundiéndome en ese trozo de madera, en ese brillo del charco, en esa nariz aguileña, y sin embargo, no eran más que décimas de segundo lo que pasaban según los relojes, que en ese momento constituían la única ley a la que someterse, como siempre había sido por otra parte.
    Las notas cambiaban, pero aún así mantenían una coherencia y un tema de fondo que ayudaba a relacionar las partes que tenía delante. Todo era un complot, cada cosa y cada persona estaba en su puesto justo para que yo tuviera la experiencia que tenía: de belleza, de melancolía, de triunfo, de urgencia…

    El cambio de canción tenía un efecto impredecible. Durante los segundos de silencio el mundo quedaba inerte, descansaba disimulando su participación en la trama. Se volvían ajenos e indiferentes, y el movimiento se hacía automático, incluso robótico. En mi interior se producía algo parecido, una especie de caída libre me dejaba suspendida en el vacío y el único sentimiento entonces era de desconcierto y frustración, al que me enfrentaba con la comprensión de un bebé. Afortunadamente no duraba mucho y una nueva nota hacía funcionar todo de nuevo, aunque de una forma diferente. La trama había cambiado y ya no se trataba de que yo alcanzase lo que quería, sino de dejarse mecer por una fuente protectora y desconocida. Las nubes amortiguaban los rayos del sol y frenaban el viento, el semáforo abría un camino para mí, las baldosas aparecían bajo mis pies, sin importar que yo cambiase de dirección precipitadamente. La sensación de seguridad era fantástica. Qué ganas de explorar el mundo, todo era tan curioso…

    De pronto noté que algo cambiaba, y no sabía decir qué era. Noté tensión. Las personas a mi lado parecían tener mucha prisa y me empujaban sin querer en su trayectoria; el aire se hizo sofocante, húmedo, y los coches y papeleras botaban sin compás. Había desorden. En ese momento me topé con un corredor, al que todo el mundo parecía haber dado paso menos yo. Nos miramos fugazmente y me di cuenta de que llevaba los cascos puestos. El miró contrariado los míos. Comprendimos que había sido una competición entre músicas y que nuestro entorno había sufrido un momento de caos. El deportista desapareció rápidamente y un barrendero apartó unos cristales justo antes de que yo los pisara.

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  12. Me desperté a mitad de noche. Una coraza de escamas cubría mi piel. Fui consciente de mis alas y de mis colmillos. Fui consciente de que podía exhalar fuego por mi boca de cocodrilo.

    Estaba atrapado en dos dimensiones. Mi universo se curvaba y se curvaba con un ritmo lento. Tu ritmo lento. Tu respiración estiraba mi barriga y contraía mi cabeza. Cuando movías los omóplatos sentía cómo se me estrujaba todo el cuerpo.

    Se me erizaron las escamas al contacto con unos dedos que recorrían tu piel. Luego una mano me apretaba con fuerza y tu respiración me curvaba y me estiraba cada vez con más frecuencia. Aumentó la presión de aquella mano, aumentó la frecuencia. Notaba cómo tu sangre golpeaba contra tu piel causando un terremoto en mi universo. Yo me retorcía confuso y ansioso. Embriagado.

    Más golpes, más ritmo y con más fuerza retumbaba tu sangre. Hasta que todo acabó. Todo volvió a su lugar. Tu sangre a su caudal, tu piel a su forma, aquella mano se recostó en mi pecho y así abandoné el tatuaje de tu espalda.

    pseudónimo: tatuaje

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  13. Las palabras flotan, titubeantes, alrededor de mi cabeza. Huelen como a anís. Bostezan en perezosas muecas. Flotan, sin llegar a alcanzar mi entendimiento.
    . . . Y sin embargo, atraviesan las yemas de mis dedos para verterse en el teclado. Crecen, se multiplican. Como una masa nítida de nada, vacío flotante, que pretende llenar hasta la extenuación el papel en blanco.
    . . . . Palabras con p, con v, con c. Palabras que tiemblan tímidas en las cuerdas vocales del vecino. Palabras que suavemente desatan huracanes.
    . . . . . Verbos que traspasan la imaginación más audaz. Que desvelan pensamientos recónditos. Que lanzan puentes colgantes entre miradas ensordecidas.

    Las palabras lo son todo y no son nada.
    Y aquí estamos, tú y yo, sombras de palabras mal entonadas.
    Y sin embargo, cuando no hablamos, es cuando nos lo decimos todo.

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  14. Cartas desde la nada

    Al anochecer el tiempo se detiene, y me gustaría que no fuera así. Un sol tenue queda medio oculto entre las escarpadas y negras siluetas de las montañas, se congela en el horizonte. Una estepa llana e inmensa, tan homogénea que si tratas de recorrerla con los ojos, durante un instante olvidas donde estás. Es en ese instante en el que sientes que será posible marcharte. Una luz anaranjada y la sombra de un árbol seco sobre la pared de mi casa. El eco del agua del pozo. Los gruñidos inquietos de unas ratas. Bajo esa luz respondo las cartas para las que no existe contestación posible. En ellas cuento que volveré, que siempre estoy volviendo. Pero sé que no es posible, al menos mientras este sol naranja y gris no se acabe de ocultar tras las montañas. Y meto las cartas en el buzón. Por eso siguen llegando cartas en las que me ponen que vuelva cuando quiera, que todavía me esperan, que no me olvidan. Sé que podría explicarles que el sol naranja, que el horizonte, pero al final sólo digo que volveré, que estoy volviendo. Después me meto en la cama, y sueño con el sol naranja, que sigue inmóvil entre la tierra y el cielo. Sueño que salgo de la casa y que recorro la estepa, hacia las montañas. Según me acerco el sol es cada vez más grande, y para cuando empiezo a subir la ladera el sol ocupa la mitad del cielo. Y sigo subiendo, y el calor se hace insoportable, pero yo continuo, aunque ya apenas puedo distinguir nada, pues mi cuerpo, las rocas, el cielo, todo es naranja. Me despierto con gritos que provienen de fuera. A veces son de pánico, a veces de dolor. Entonces salgo. Y ya es de noche. Y abro el buzón, pero las cartas ya no están.

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  15. Sábado, 11:45 Comisaría de Usera, un hombre chino de edad incalculable se acerca al mostrador
    - Necesito ayuda alguien ha entlado en mi tienda y están lobando, llevan navajas
    - Póngase detrás de la línea del mostrador y espere a que su número este en pantalla
    - Pero…
    - Póngase detrás de la línea por favor
    11:55 Megafonía: el inspector número 10 acuda a la puerta de entrada
    Un hombre de unos 50 uniformado se acerca a la puerta de entrada
    - Disculpe, pol favol necesito ayuda están lobando en mi tienda
    - Espero delante del mostrador
    - Pero…
    El hombre uniformado abre la puerta y saluda a un compañero que espera fuera, ambos cruzan entre risas y aspavientos al bar de en frete.
    12:30 Los 2 hombres uniformados entran de nuevo en la comisaria, desprenden un fuerte olor a fritos. Toman asiento en los puestos delante del mostrador.
    12:33 Megafonía: el número 32 vaya al puesto 13
    - Pol favol necesito ayuda, unos hombres han entlado en mi bazal
    - Dígame los datos del establecimiento
    - Pelo no hay tiempo ellos están allí, tienen que ir coliendo!!
    - ¿Los datos del establecimiento?
    - Bazal malavillas, calle del genelalisimo,27
    - Número de licencia?
    - ¡¡Pol favol lápido!!
    - Número de licencia?
    - ¿Qué?
    - Deme sus papeles
    - ¿Qué?
    - (en voz más fuerte) Pápeles
    El hombre chino musita algo indescifrable hace el gesto de llevarse la mano al bolso y echa a correr hacia la puerta. El agente barrigón que custodia la puerta se abalanza sobre él y le derriba.
    Domingo 12:00
    EL PAIS: AJUSTE DE CUENTAS EN UN BAZAR CHINO
    Ayer en el madrileño barrio de Usera una banda armada entro en el Bazar de un ciudadano chino. Durante el altercado el dueño huyo de la tienda, y su hijo de 16 se enfrento a los atracadores con una catana que guardaba bajo el mostrador, como relata Rosa, una señora de 60 años que estaba relaizando la compra. En la reyerta resultaron heridas 2 personas de la banda, y murieron 2 personas, entre ellos el hijo del tendero. El dueño del bazar y los integrantes ya están bajo dependencias policiales. Se baraja la opción de que fuese un ajuste de cuentas.


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  16. Cuando comento mi profesión me suelen preguntar qué tal llevo la soledad. La verdad nunca ha sido problema, siempre he vivido a los árboles, a los animales incluso, si me apuras, a las montañas, cómo mis vecinos. A mí con esto me vale. Sinceramente, creo que nadie me imagina siendo otra cosa que el guarda forestal del valle.
    En ocasiones, sin embargo, la incomunicación tiene sus inconvenientes, o más bien sus rarezas. El primer día que observé que al haya de enfrente de mi puesto le había salido pelo, por supuesto me extrañó, lo examiné, era pelo rizado, justo debajo de una rama. Me reí “Parece un sobaco”, pero no se lo comenté a nadie.
    A veces la soledad hace que todo sea más onírico, o más bien distorsionado. El haya siguió desarrollando pelo, en zonas graciosamente humanas, debajo de la rama paralela (la otra axila) y así en medio del tronco, en la zona frontal -podría ser el pubis-.
    Por raro que parezca no se lo comenté a nadie, yo puedo pasar meses sin bajar al pueblo lo mismo alguien subió pero no se me ocurrió decir nada. Como tampoco se me ocurrió comentar cuando empezó a salirme musgo en los pies, a mi modo lo vi natural “¡ya me han aceptado como parte de la naturaleza!”, las ramitas en los oídos fueron más molestas, ¡menos mal que a los días salió corteza alrededor! Y poco a poco mi mente se iba haciendo cada vez más vegetal, no quería compartirlo con nadie, era un privilegio, ¡me sentía el hijo elegido de la madre naturaleza! Mientras mi haya, se fue quedando sin hojas y paralelamente la empecé a notar respirar.
    Es impresionante oír a un árbol respirar, frecuentemente me abrazaba a mi haya y pasaba las horas muertas, y las noches, que poco a poco empezaron a ser todas las noches.
    Cuando comento que soy el guarda del valle no me suelen creer. Es un privilegio estar en la naturaleza y no formar parte de ella.

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