sábado, 26 de abril de 2014

XXII Edición de relatos fundamentales.




Tema: Ejercicio de ventriloquia.




Practiquemos el “mindfulness” miremos a nuestro alrededor como si fuera la primera vez que contemplamos los objeto más cotidianos. Imaginemos por un momento que cobran vida y nos cuentan su historia o simplemente lo que ven a diario en su entorno inmediato.
Para favorecer la personificación de este objeto, cada autor deberá portar el día del encuentro el objeto sobre el que versa la historia identificándolo con el seudónimo que deberá aparecer en el relato mismo.
Método de envío: cada relato será un comentario anónimo en la entrada del blog.
Extensión: Los relatos tendrán una extensión máxima de 700 palabras.
Fecha límite: los escritores quedan convocados para el sábado 10 de mayo. Proponemos la procastinación hasta límites insospechados…
Lectura de los relatos: La identidad de los autores será una incógnita en todo momento hasta que deje de serlo. Los relatos serán repartidos entre los participantes aleatoriamente para su lectura, salvo que algún autor prefiera leer el suyo por alguna causa justificada. 
Se recomienda al lector leer previamente el relato y se sugiere entrar en contacto con el objeto para identificarse con el mismo antes de la lectura.
Organización de la siguiente edición: aquel que sea elegido por la urna de relatos tendrá el honor de alojar y alimentar a los escritores fundamentales de la próxima edición.

17 comentarios:

  1. Huellas

    Mi existencia ha estado rodeada de errores. Pero no errores míos…he intentado corregir los errores de otros…y gracias a mí han tenido éxito en muchos casos, en otros, a pesar de mi ayuda, no hubo manera de arreglarlo. Es cuestión de la capacidad de mi usuario, también está en él colaborar para que la aventura nos lleve a buen puerto.
    Con este tema de las nuevas tecnologías, cada vez estoy más pasado de moda, ya casi nadie me utiliza, con el rollo este de que existe una tecla que te borra todo, que te corrige sobre la marcha subrayando tus errores…así me tienen ahora, casi como objeto de museo. Hoy he salido a ver la luz por azares del destino, ya ni siquiera para hacer mi trabajo!, simplemente para dar mi opinión respecto a cómo veo el mundo.
    ¿ Cómo lo veo?, desde hace tiempo, simplemente vacío y oscuro, oscurísimo, me tienen guardado junto a otros utensilios en un lugar cerrado. Mi amigo el lápiz, se siente relegado al igual que yo, nos limitamos a estar simplemente en ese limbo, esperando a que nos vuelvan a hacer útiles.
    Recuerdo tiempos más felices en los que éramos imprescindibles, la pareja estrella, nos vendían en librerías como indispensables para la vida moderna, la goma y el lápiz siempre juntos. Y pensar que mi tatarabuelo fue precursor de un ancestro mío que fue al espacio! , en ese entonces los bolis (mis archienemigos declarados) no funcionaron en el espacio, pequeño detalle que los científicos de la NASA no pudieron subsanar en poco tiempo, el tiempo apremiaba porque la misión del Apolo 11 estaba a punto y se dieron cuenta a último momento que con la gravedad los bolis no funcionaban…error que les costó varios millones de dólares!, al final después de tanto investigar e inventar bolis infalibles resistentes al calor, al frío, a los golpes, a la gravedad, que escribieran al revés y que fueran prácticamente invencibles vinieron los rusos y enviaron un lápiz al espacio, a costo prácticamente cero. Y claro mi ancestro (cuyo nombre no recuerdo) también estuvo en el viaje, por desgracia no se supo de él nunca más….el triste destino de los insignificantes, pero cuán importante es nuestra labor! Quizás terminó su existencia derretido, quizás sigue en un museo en Moscú, eso no lo sabemos.
    Recuerdo que una vez mi padre estuvo en manos de un ingeniero. Hace ya varios lustros de esto, le hizo trabajar mucho, estoy hablando de hace como 30 años, sin máquinas que hicieran su labor, cómo trabajó a destajo!, de allí que terminó su existencia convertido en pequeños fragmentos de goma dispersos sobre una mesa de trabajo...a pesar de ello, no puedo tener más que buenos recuerdos … ya quisiera yo tener tanta actividad como él por entonces.
    Como veréis luzco una apariencia casi intacta, a pesar de mi edad (ya paso los 20 años) mis bordes son lo único mínimamente desgastado, mi dueño me ha usado poco, casi siempre para borrar cosas escritas o dibujadas en su juventud. Luzco además unas marcas en uno de los lados, obra de las horas de insomnio y aburrimiento en clase, gracias a este detalle se me reconoce en todas partes, gracias a la obra de ese maldito boli. No me lo puedo quitar de la mente, no le hice ningún mal nunca, es más, nunca he podido lidiar contra él, su fortaleza no me permite hacerle mella, por eso me llevo tan bien con el lápiz, él se deja corregir, es maleable por naturaleza, no se queja que le borre, en cambio el boli es un ente distinto, no entiende que los errores se pueden corregir, borrar para empezar de nuevo.
    De allí viene nuestro enfrentamiento, jamás hubo entendimiento entre nosotros, ya perdí la esperanza que esto cambie, me quedo con mis amigos fieles, que son, te dejan ser, y además hacer tu trabajo.
    Me voy, no sin antes decir: Larga vida a los lápices y las gomas de borrar!

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  2. Estoy agotado. Hubo un tiempo en el que escondía grandes historias en mi interior. Grandes historias por escribir, por dibujar. Pero mi vocación finalmente ha sido otra. Este es el anuncio de un final, la crónica de una muerte anunciada. Bueno, que me gusta ponerme trágico de vez en cuando.

    Soy un rotulador carioca, y esta es mi historia.

    No recuerdo muy bien cuando me fabricaron. Imagino que en un acto de amor me dieron forma y me rellenaron de tinta. Bueno, vale, que es mi historia y la cuento como quiero! El caso es que acabé precintado, atrapado, y expuesto juntos con otros compañeros de colores diversos. Fue una época oscura. En la sección de papelería de unos grandes almacenes, estabamos callados, atados, tapados, como atentos al ruido exterior, a ver quién nos cogía. A nuestro alrededor compañeros de otras razas y especies, estrellas como los pilot, o los venidos a menos bic. En la eternidad que permanecimos colgados, nos manosearon sin piedad. ¡A veces hasta nos descolocaban! Temí sufrir el mismo destino que la caja que nos precedió, a la que unos jovenzuelos rasgaron y, en un acto de agresiva liberación, se llevaron unos colores y dejaron otros, desparramados entre las grapadoras y los tippex. Todavía tengo pesadillas.

    Pero entonces, nos pusieron en oferta y ahí fue donde la conocí. Nos compró y acogió en su escritorio, y en la calidez de un nuevo hogar me permití grandes sueños. De mis tripas, pensaba, nacerían obras de arte, notas de complicidad, alma volcada sobre el papel. Y me pavoneaba mientras nos mezclaban con los lápices, bolígrafos y rotuladores fosforitos. Un lápiz llamado 2HB, me miro con lástima mientras comentaba con el post-it que le sostenía: "bendita inocencia... no sabe lo que le espera". Más tarde me di cuenta de que estaba mordisqueado.

    Desde entonces me aterrorizaba la idea de que aquella mano me destapara, me sentía desnudo, con todas las ideas al aire. Y aquella boca que posaba los dientes donde mi largura perdía el nombre... La imagen del lápiz me atormentaba. ¿Acabaría yo marcado con la dentadura de mi dueña? A veces me secaba del susto y la mano me agistaba enérgicamente para devolverme el color.

    Y sin embargo, echando la vista hacia atrás, veo que fue mi época dorada. Aquella en la que me sentía útil. De mi punta brotaban apuntes en los márgenes, garabatos absurdos, incluso llegué a llenar una página. Pero mi papel principal fue subrayar, con lineas rectas, a veces curvas, a veces dobles. Ayudar a la mirada a fijarse en lo importante del texto. Todos los días laborables, y alguno de decanso, era destapado, mezclado con mis compañeros, utilizado. Y ahora me doy cuenta, de que tal vez era esa el alma volcada en el papel, el ansía de saber, de aprender, el ayudar a aquellos ojos, aquellas manos incansables, aquella boca mordisqueadora... Tal vez fuera aquel nuestro destino más digno.

    Ahora yazco prácticamente gastado, en una caja, hacinado con otros como yo. Deseando que se abra la tapa, que me cojan, yo que sé, ¡que me tiren! Deseando que pase algo. Que me muerdan, que me agiten, que me dejen subrayar algo importante. Pero es un deseo vano, hueco, porque me sé seco y agotado. Soy un rotulador sin tinta, y esta es mi historia.

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    1. 1+1 (parte 1)

      En verano me suelo esconder en el agujero negro de la lavadora. Es un sitio genial. Un misterio para los humanos. Como veis, hablo en singular. La monogamia la veo aburridísima y tediosa. Así conoces no sólo calcetines, sino también zapatos nuevos. Porque te combinan con lo que pueden. Y si chillas un poco los dobladillos de los pantalones también te oyen. Siempre quise abrir horizontes y conocer prendas de vestir nueva. No soy calcetín de una sola media. Ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que vi a mi pareja, ¿pero en qué siglo vivimos, ya casados para toda la vida? Como los matrimonios acordados entre humanos desde que los niños son pequeños (lo he oído en mis viajes a la lavandería mientras me dan la vuelta para un lado y para otro, queridos humanos, qué manías tenéis, ¿vosotros creéis que a estas alturas del partido voy a desteñir? ¡Cómo si no tuviera otra cosa que hacer!).
      Que me pierdo. Que en verano me escondo, porque me da mucho asco eso del sudor de los pies. Ya mi mamá calcetín de pequeño me quería llevar al psicólogo calcetín porque me iba solo a la lavadora al menor olorcillo, “a este calcetinito le pasa algo con la limpieza”. Sí, a veces la ropa nos vamos solos a la lavadora. Hay gente muy guarra, o criterios muy pulcros como el mío. Hace tiempo que no la veo. La última vez, en una maleta. De ese viaje no podía salir nada bueno, iba en Ryanair. Me entristecí al pensar en ella y mis colores se volvieron más apagados. Nunca conocí a mi padre. No me quiero poner sentimental.
      Que me voy por las ramas, digo por los hilos. Así que me quedo en la lavadora, esperando al otoño. El problema es que ya no hacen los detergentes y los electrodomésticos como antaño, y enseguida empiezas a desgastarte. Y no lo digo en sentido figurado (como con aquellas plantillas tiquismiquis, o esos humanos que no paran de estirarte o de encogerte a tu gusto, por favor, déjame trabajar a mis anchas…). Lo digo en sentido literal. Hay que tener cuidado. Con tanta vuelta hay riesgo de que empieces a deshilacharte y aparezca el mayor enemigo del calcetín, que son los “tomates”.
      No os desvelaré el misterio del agujero negro porque es el mejor guardado tras el de la coca-cola. A veces, queridos humanos, os pasáis siete pueblos con nosotros, ¿por qué os da por hacer maratones, vosotros sabéis lo plastas que se ponen las zapatillas cuando se cansan y recalientan? A veces nos enfadamos ante estas situaciones de abusos laborales y nos escondemos.
      Y esta es mi vida. Oiréis a algún calcetín pijo de ésos de los que llevan el número marcado, o de los súper exclusivos del decathlon contaros otra cosa. Bueno, siempre hubo clases. Cada cual cuenta cómo le va. Es mejor ser un calcetín de batalla que se está dando de sí, mejor, a veces te prestan a otro humano sin tanto miramiento. Y conoces nuevos pies.

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    2. 1+1 (parte 2)

      En estas cavilaciones estaba yo (la lavadora es lo que tiene vueeeelta para arriba, vueeeelta para abajo, teniendo cuidado de no engancharte en los corchetes de algún sujetador), cuando de repente oí una voz:
      -¡¡¡Compañeeeero!!!!
      Anda, no me lo podía creer. Mi abertura se abrió, atónita. ¡Pero si era mi compañero!
      Muchos calcetines pesados me habían preguntado que por qué no sentaba la cabeza… y mira, no le había buscado, sino que le había encontrado.
      -¡Caray, chaval, cuánto tiempo! ¡Estás igual! Con el asombro casi me meto sin querer dentro de una sábana, es horrible, porque te quedas ahí atrapado y mareado hasta que acaban la lavadora y te tienden, a veces ni siquiera te has podido aclarar bien, te queda detergente y te sientes pegajoso.
      -Bueno, un poco más deshilachado y descolorido, quizás.
      -¡Pero te conservas muy bien!
      -Jaja, es que evito las lavadoras al máximo.
      Siempre fue un poco guarrete. Una de las razones por las que me escaqueé de él en aquel centrifugado, hace ya tanto tiempo…
      -¿Qué has hecho con tu vida?-exclamé.
      -He estado viajando. Ryanair. He visto muchos sitios. ¡Es genial!
      -Pero mamá se fue en una maleta de éstas y no volvió- le dije, preocupado.
      -Hay que meterse en las maletitas pequeñas. Es más seguro. Las grandes a veces se extravían. Aunque también se puede hacer, pero es más arriesgado. Además, ¡estaremos juntos! ¿Qué más da si nos perdemos? ¿Qué es perderse?
      Sus colores brillaban mientras me lo contaba. Qué leches, pensé, total, es un poco aburrido lo de estar metido en la lavadora todo el verano.
      -Y tú, ¿qué has hecho?- Me preguntó.
      Asentía entusiasmado cuando le contaba mis maneras de conocer pies, zapatillas y calcetines nuevos.
      -¡¡¡Eh, es genial!!! Sus colores brillaban cada vez más.
      A lo mejor no era tan raro.
      La lavadora empezó a centrifugar. Era un momento clave. Nos entrelazamos por las aberturas. No olía tan mal. Carpe diem.

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  3. ¿Hola? ¿Es esta la reunión en la que se reúnen muchas psicólogas? Es que tengo un problema bastante gordo y necesito desahogarme con alguien. Pero claro tengo una imagen que mantener y no necesito que me prometáis secreto profesional.

    Mi nombre es Barbara Millicent Roberts.

    Probablemente este nombre no os diga nada porque todo el mundo me conoce como Barbie, y ¡Ya estoy harta! Tengo 55 años, y ¿A vosotros os parece que esta es una edad para seguir llamando a nadie “Barbie”? ¡Porque a mí me parece que no! En estos 55 años he sido niñera, superestrella, bailarina, nadadora, enfermera, y no sé cuantas ñoñerías mas… Y es que claro, llamándome Barbie, ¿Quien espera que sea Directora Ejecutiva de una cadena de restaurantes de comida rápida? por poner un ejemplo.

    Pero no he venido hoy aquí a quejarme de eso, no. En este momento, mis problemas laborales a causa de mi nombre de niña tonta, son lo de menos. Tampoco he venido a quejarme de los problemas de espalda que me provoca tener tanto pecho, o llevar siempre tacones con los que no se puede andar porque son una talla mas grande que mis pies y se me salen. De eso, ya si acaso, ahora hablo personalmente con Juanan.

    Lo que me tiene hasta el moño rubio es mi marido… Si, si, Ken… ¿Quien va a ser?

    Llevo 40 años casada, 40… Es guapo, ¿verdad? Y tiene un descapotable, y me apoya en todas mis decisiones, incluso cuando me teñí de morena. Le encanta la moda, es elegante, siempre está bronceado y pese a su edad, aún se le marcan los abdominales. Pero sobre todo, siempre está tan bien peinado... Llevamos 40 años casados y ¡¡¡no se le ha movido ni un solo pelo!!!… Bueno, pues os voy a contar un secreto. Lo tiene todo igual de inmóvil!

    Y creo q ya he esperado bastante. ¡Renuncio! Renuncio a su casa de verano en el campo, al caballo rosa de largas crines y a cualquier otro complemento que se venda por separado. Se acabó, necesito ser una muñeca liberada y he salido de la caja… Hace un par de meses que me he apuntado a Meetic, y he empezado a quedar con un rudo Action Man. Nos llevamos bien, y me parece muy atractivo, pero la verdad es que sigo sin estar muy contenta… entre vosotras y yo, lo que mas me apetece en este momento, lo estoy buscando de verdad es un G-Joe, que me han dicho que son articulados.

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  4. ¡Qué alegría poder por fin expresar a unos humanos mi gran frustración!

    Día tras día, cumplo los deseos de mis dueños, haciendo escrupulosamente mi trabajo, traduciendo sus caprichos a la televisión del salón. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de los últimos años, ellos no me prestan la menor atención. Me ignoran totalmente. Solo tienen ojos para las 42 pulgadas de la pantalla del televisor. Lo peor de todo, como si no fuera poco ver cómo le tiran los tejos, es aguantar día tras día los largos y aburridos monólogos de mi rival. ¿Qué he hecho para merecer tanto desprecio?

    Vivo en la soledad y el anonimato más absoluto, y esto hace que me vengan de vez en cuando a la cabeza algunas maldades. Intento combatirlas para mantenerme fiel a mis amores secretos, pero a fuerza de enfrentarme a tanto desdén e indiferencia, la tentación es más fuerte que mi voluntad, cada vez con más frecuencia.

    Nuestra relación es ya bastante larga y he aprendido sus talones de Aquiles, sus puntos débiles más escondidos… Y me aprovecho de eso.

    Mi venganza preferida es desaparecer totalmente de sus vistas. Y, por supuesto, para no hacer las cosas a medias, intento hacerlo en los momentos claves. No creáis que hace falta tener un sexto sentido o haber estudiado mucho para adivinar cuáles son. Tantas horas juntos… Les conozco como si fuera sus madres. Muchos días, miran al televisor sin esa chispa en los ojos con la que se miran los novios al poco de empezar la relación. Esas veces, me suelen marear horas y horas haciendo un zapping meticuloso, pasando revista a todos los canales, pareciendo mirar sin ver nada. ¡Entonces no! Es mucho más divertido esconderse cuando va a empezar alguno de sus programas preferidos: una final de la Champion League, un Madrid-Barça, un episodio de Juego de Tronos… Y, a poder ser, con la casa llena de amigos. La reacción es instantánea: pierden los nervios. Levantan los cojines del sofá, mueven frenéticamente las revistas de la mesa baja, miran en las estanterías del salón, debajo de los sillones… ¡Cómo disfruto! El salón acaba siendo un campo de batalla.

    En otras ocasiones, por cambiar, decido ponerme en huelga. No lo hago a menudo, porque mis jefes no respetan este derecho fundamental y me maltratan físicamente. Al primer fallo por mi parte, se ponen a apretar muy fuerte mis teclas y me hacen daño. ¿No se da cuenta de que no por mucho apretar voy a hacerle más caso? Lo curioso es que parece ser un reflejo innato en los humanos, porque también lo hacen sus amigos y familiares. ¡Qué curiosos sois! Cuando persisto en mi negación, vuelven a sus instintos más primitivos, criminales incluso. Torturan mi frágil cuerpo de plástico “made in Taiwan”, lo abren, y lo golpean hasta sacarme los dos corazones. Los miran con atención y los vuelven a poner sin comprenderlos, olvidándose a menudo de que tienen dos posiciones: una positiva y otra negativa. ¡Por lo menos, siempre acabo reviviendo!

    De verdad, qué dura es la vida de un mando a distancia.

    Sony TV

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  5. Contagiado de la melancolía de estos días he vuelto a las manos que una vez, hace ya años, me trajeron desde un remoto y exótico lugar.

    En medio del gran bazar, en aquella tiendecilla atestada de coloridas telas y adornos, esperé durante meses a que alguien se fijara en mí y escribiera los primeros renglones del que sería mi particular viaje.
    Podríamos decir que fui el resultado de un regateo tan emocionado como torpe. El obsequio añadido a la compra de un gran tapiz de seda y diminutos espejos

    Mi desazón por un papel tan secundario no duró demasiado. Enseguida comprendí que era un pañuelo afortunado. Uno de esos regalos que llegan a convertirse en el símbolo tangible de un vínculo único y hermoso.

    He acompañado a la abuela desde entonces. Al principio en sus lentos paseos del brazo de las amigas, comentando las unas y las otras las pocas novedades que alteraban la monótona y apacible vida en el barrio.
    Cuando las salidas se fueron convirtiendo en demasiado costosas hubo que trasladarse. La vi embargada por la resignación de despedirse de la humilde casita que con el esfuerzo de tantos años consiguió pagar, sumida en la incertidumbre de cómo encajaría en la cotidianidad de los hijos y los nietos.
    Quien iba a decir que en esos años, a la vez que perdía autonomía y salud, emprendía un especial camino de intimidad y afecto.
    Por entonces me usaba en ocasiones especiales, aquellos días en los que perfumaba su cuello y pintaba los diminutos labios para, por ejemplo, invitar a toda la familia a celebrar otro cumpleaños.

    El siguiente destino fue el más difícil. Arropé su arrugado cuello mientras daba sus primeros pasos en la residencia de ancianos donde pasó el último año. Y de a poco fui quedando relegado a un cajón del armario: ya no había tantos motivos para la coquetería, no había lugar para mí en las frecuentes estancias en el hospital.

    A su último viaje nadie la ha podido acompañar. Hay asuntos que no dejan oportunidad al regateo. Le hubiese gustado saber que a su biznieta le han explicado que ahora la abu vieja es una de esas estrellas que brilla en la noche.

    Contagiado de la melancolía de estos días he vuelto a las manos que una vez, hace ya años, me trajeron de un lejano país. Unas manos que a medida que me acarician contactan con las mil historias que contengo. Recuerdan la sonrisa, las innumerables muecas, la suavidad de la piel, la cómica y esforzada forma de aplaudir, el gorrito de dormir, el reloj que decía la hora en voz alta, la canción de Mambrú, la retahíla de besos, los mordiscos … Unas manos que admiran la historia de una mujer con una infancia triste que sin embargo supo amar y despertar a su alrededor la más profunda ternura.


    Pañuelo

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  6. W- Las tres de la mañana y éste dale que te pego con los Targaryen y la madre que los parió a todos. ¿Vamos hibernando ya o qué?

    A- Claro, debes estar muerta con tanto ajetreo
    (Se escuchan risitas)



    Se cree muy lista, la pedazo de g…
    “También es duro ser tan popular”, “me estoy empezando a desgastar”, “ñañañaña”. Y S siempre detrás riéndole las gracias. ¡Me ponen enferma! A esas les deseaba yo un solo día en mi lugar.

    Las horas muertas esperando cualquier tipo de contacto, el más mínimo, un dedo precipitado, un ligero patinazo, un QUE vagamente calculado. Pero nada, ni un amago. Me tuvo que tocar en gracia un jodido nativo digital, y no cualquiera, uno que debe haber sido taquígrafo en su anterior vida. No podía haber acabado en manos de un cincuentón. Esos no dan una a derechas ni queriendo.

    Me he vendido, lo reconozco. Antes era una purista; siempre anhelando un KIWI, un WC, un WHISKY… hasta un altamente improbable WOLFRAMIO. Pero una se harta de quimeras cuando la única certeza es la soledad. Sí, es verdad que si nos ponemos literales, vivo pared con pared con media docena de compañeras, pero eso es quizá lo peor, le hace a una tomar conciencia de su abandono. Las tienes tan cerca que no puedes evitar las comparaciones. Craso error. No hacen falta ni cinco minutos de observación para darse cuenta de quién es importante y quién prescindible. Una se siente la pieza más ninguneada e inútil sobre la faz de la tierra. Pero si hasta 2 y 3 tienen más éxito, y NO son ni letras; vienen de otro puñetero sistema de signos. ¡Joder, es deprimente!

    La marginación va cavando una herida en la autoestima que se extiende como la pólvora, y, al final, terminas perdiéndote el respeto. Arrastrándote por un triste WENCESLAO, un ANDREW o un WALTER. A estas alturas de la vida vendería mi alma por un propietario inglés. Qué diferente sería todo si trabajara en la lengua de Shakespeare. Decenas de nombres, los condicionales, los futuros… no habría pregunta que no pasara por mí. Suena tan maravilloso que sólo pensarlo me da vértigo. Pero de fantasías no se vive, y casi sin darte cuenta, un buen día te descubres a ti misma embriagada con un WTF, e incluso tras un WENO o un ME-CAWEN-LA-LECHE. Y no puedes evitar sentirte sucia. Una no sueña de pequeña con participar de estos atropellos lingüísticos. Sí, me invade la culpa, pero para ser honestos, también hay en mí algo de agradecimiento, y por qué no decirlo, placer.

    Ahhh, el momento del contacto… tan intenso como efímero. Ese anular que se acerca decidido pero sutil. El roce de una piel suave que me cubre prácticamente entera, de lado a lado. Nada más importa cuando sientes sobre tu superficie lisa y homogénea la presión de una extremidad firme llena de matices. Una textura que desborda los sentidos e invita a la locura. ¡Benditas sean las huellas dactilares! Y sin preámbulos, sin dubitaciones, llega la pulsación que te contrae hasta el extremo. Sólo unas décimas de segundo para alcanzar el clímax y, en un instante, vuelta a la postura original. El contacto es fugaz, pero el recuerdo perdura.

    Sé que no he tenido suerte en la vida pero no quiero seguir quejándome porque hay otras que lo tienen peor. Sin ir más lejos las táctiles. Ahí no hay movimiento, ni pasión, ni hay nada.

    En fin, a ver quién se duerme ahora con todo el calentón.

    W

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  7. Pigmaeo incantationem (Parte 1)

    ¡¡¡Ay, ay, ay ayyyyyyy!!! ¡Pero que manía tiene todo el mundo de toquetearme! ¡No, no, no, no ahí nooo, la tripita noooo!! ¡Jajaja, jajaja, jajaja! ¡Siempre ha sido mi punto débil la tripita! ¡Jajaja, jajajaja! ¡Basta, por favor, basta! Ja, jaja, ays, ja…jaja…

    ¡Oyeeee, ¿pero queréis dejar de mirar ahí abajo?! Por favor, un poco de intimidad, ¿hoy en día no se tiene respeto por nada…? ¿Qué quéeee? ¿Qué si no tengo pito? ¡Qué barbaridad! ¡Qué indecencia! No debería siquiera dignarme a responder a esa pregunta…pero, ¡por supuesto, claro que tengo pito! Y muy grande ¡por cierto! Todo el mundo igual, ¿se puede saber por qué se afanan en mirar ahí abajo y embarcarse en largas discusiones acerca de la existencia y tamaño de mis genitales?

    Y cuando no se trata de mis partes bajas, entonces sale el típico graciosillo que comenta. Oye, ¿y no se os parece un poco a E.T.? ¿Quién diablos será ese tal E.T.? Creo que es una gran estrella del mundo del cine, porque siempre se ponen a recordar escenas de una película. Creo que el tal E.T. era un ciclista muy reconocido…Por lo que he podido escuchar, tal era la fuerza de su pedaleo, que una vez incluso se le vio atravesar el cielo en el susodicho velocípedo y pasar por delante de la luna más grande y brillante habida jamás. Imagínate si debía ser admirado, que de él decían que era…como de otro planeta, un ser, ni más ni menos, que extraterrestre. ¡Qué magnificencia! ¡Qué orgullo ser comparado con una figura de semejante reconocimiento! Aunque…, últimamente, he empezado a dudar…porque cuando me asimilar al tal E.T. alguno siempre suelta alguna carcajada y hace el típico comentario de: ¡Si que es feo el cabrón! ¡Habrase visto!

    Harto estoy, ¡harto! ¡Os ibais a enterar todos si os lanzase uno de mis conjuros! ¡Se os iban a quitar las ganas de reíros! ¡O al menos, no podría oíros tras haber trasformado vuestras cabezas al tamaño de un guisante! Oooo… podría transformaros en gallina, y todos esos comentarios no serían más que cacareos de gallina clueca…O peor aún, podría haceros sufrir las peores fiebres o las más insoportables urticarias, o ser poseídos por el más maléfico y feroz de los espíritus africanos…Todo eso con un símple hechizo y un chasquido de dedo. Aunque desde que salí de África, no sé que me ocurre…pero he perdido toda esa magia interior que me hacía ser codiciado por las tribus pigmeas más sanguinarias…¡eso sí era tener fama, amigo! Objeto predilecto del gurú de la tribu, siempre a su lado en las danzas tribales alrededor de las hogueras…cuánto recuerdo el olor mezclado de la madera quemada, las hojas secas de palmera, que conformaban las faldas improvisadas de los hechiceros, el olor de la hierba fumada que nos sumía en el estado de éxtasis apropiado para concebir el más potente de los hechizos o para deshacer las posesiones más resistentes.

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  8. Pigmaeo incantationem (Parte 2)

    ¡Cómo añoro todo aquello! Nunca imaginé cómo acabaría el día que me compró aquella pareja blanca en un bullicioso mercado del sur del Camerún. Recuerdo mi ansia y mi entusiasmo por comenzar una nueva vida, por conocer nuevos horizontes, ir más allá que cualquiera de las personas de la tribu baka en la que pasé tantos años. Ahora, al igual que ese tal E.T., como una estrella venida a menos, solo puedo ser el objeto de los comentarios irreverentes y las miradas burlonas de una panda de ignorantes.

    ¡Vaya! Parece que esa chica me mira con un interés especial, distinto. Me observa con sus grandes ojos almendrados y a través de ese mechón pelirrojo que cae sobre su frente. ¡Vaya! Se pregunta qué fue lo que le pasó a mi pie derecho. Jamás nadie se había percatado de que me faltaba un pie. ¡Eso si que fue un hecho inverosímil! Nunca podré darle una explicación a lo que ocurrió aquella noche en Sangmelimá. Aún me estremezco al recordarlo. Fue algo tremendamente impactante que, a pesar del paso de los años, aún los ancianos de las tribus siguen contando como viejas historias alrededor de las hogueras, mientras a los más jóvenes les centellean los ojos hábidos de conocer cada detalle y siempre terminan con la boca bien abierta, dejando entrever la colección de caries que ostenta la mayoría de ellos. Y no es para menos. No sé si seré capaz de contar algo tan bizarro y a la vez tan espectacular…El caso es que…


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  9. - ¡Mozart!

    - Sí.

    - ¿Qué si está Mozart?

    - Al habla Mozart.

    - Mozi, Mozart cada día te quiero más, Mozi Mozi Mozi Mozart, ay cada día te quiero más, Mozi mozi mozi Mozi Mozart ay cada día te quiero más.

    ….

    - Chopin

    - Diga

    - ¿Hablo con Chopin?

    - Sí soy yo Chopin

    - ¡Chopin!, ¡Qué jugoso y sabroso con Chopin! y que fácil también pedirás sí siempre El Pozo, El Pozo es superior ¡Ay si se yo!

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  10. El resquemor del sacapuntas

    Muchos de vosotros me tratáis igual que a los otros habitantes del estuche, como si fuera uno más de los lápices de colores, goma de borrar, portaángulos que llevábais a la escuela. Sacáis esa ridícula voz nostálgica al hablar de mis precisos trabajos de afilado, como si tuviera que creerme que os parecían bonitas esas finas espirales de madera limpia que consigo, con polvo de grafito en un extremo y una banda de pintura en el otro. Y no sólo me encasilláis en ese grupo de patéticos objetos: me manoseáis con desdén, me humilláis al hacerme girar con vuestros dedos, jugáis conmigo. Y ahora muchos os atrevéis a proclamar que mi tiempo ha pasado, decís que ya nadie usa lápiz. Sois tan imbéciles que ni siquiera me nombráis. Os paseáis orgullosos con vuestros portaminas y bolígrafos en la mano y presumís de que escribís en ordenadores y tabletas. Me desdeñáis porque soy demasiado simple ¿y qué? Sí, sólo tengo tres piezas: la central, una cuchilla y un tornillito para sujetarla ¿debería tener más? Os creéis mejores que yo por ser seres más complejos, pero sólo sois un atajo de idiotas. Me ignoráis abandonándome en los fondos de los vasos de lata llenos a reventar de lápices antiguos, pero sé que me teméis. Tenéis miedo de mi aguda cuchilla, de los cortes que puede hacer en vuestra piel, en vuestras venas. Cobardes y estúpidos, cuando llevo puesto ese absurdo tornillito ni siquiera sois capaces de reconocer mi potencial destructivo. Me miráis como si fuera un objeto inofensivo, creyendoos seguros, e indestructibles. Pero yo sé que sois tan insignificantes como yo. Sé que mi cuchillita es suficiente para rasgar vuestras muñecas en sentido vertical y acabar con vuestra altivez para siempre. Por eso el tornillito, para mantener esa ilusión de que sois eternos, para esconder vuestro pánico histérico. ¿Quién es el simple ahora? ¿quién es el infantil? Son los 8 milimetros de mi pequeño tornillito los que separan vuestra vida de la muerte. A ver si tenéis el valor de aceptarlo.

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  11. - Bola con ratones, por favor activar la música -

    Sé que muchos me envidian por haber sido uno de los elegidos, llevo en su cuarto cerca de 25 años, he superado los destinos del cubo de basura y de las cajas de desvanes de 4 mudanzas, y, sin pretender resultar engreído, hay pocos que cuenten con similares honores.

    Ella me conserva porque le recuerdo a quién me regaló, su tía, y porque le han contado que durante una época no había manera de dormirse si no era con mi melodía.

    Lo que no sabe es que mi papel en aquella época fue mucho más allá del de inducir a un estado de relajación a partir de una música relajante. En verdad, yo fui El restaurador de los sueños.

    Recuerdo la época en que las pesadillas no la dejaban en paz, soñaba que se perdía en un gran centro comercial, que iba al cole sin zapatos, y lo que más soñaba era con drogadictos que querían pincharla con las agujas (toda una marca denominación de origen de los suburbios ochenteros).

    Pero lo que ya no pude aguantar fue el día en que soñó con los hombres del saco, aún recuerdo su cara sudorosa y con ojos fijos en el rincón del cuarto como si todavía los estuviese viendo. No llegó a despertarse, pero permaneció sentada en su camita con cara de pánico, incapaz de defenderse ante semejantes villanos. En este momento mi ira hizo saltar mis resortes y mágicamente empecé a sonar sin que me activasen. Lo que sucedió entonces nunca lo olvidaré, ella, poco a poco, empezó a destensar su cuerpecito, sus párpados fueron cayendo y plácidamente se volvió a recostar en la cama entregándose a un sueño mucho más feliz: eran vacaciones y estaba montando en pony.

    Desde entonces, algo debió quedársele grabado, porque siempre pedía a su madre que antes de irse del cuarto le pusiese mi musiquita, y yo ya me encargué de endulzar sus sueños.

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  12. Vi a Isaac vacilar, quedarse colgado en la duda. Le vi elegir mal. Le vi como veo todo lo que sucede aquí dentro. Su acto no tendría por qué haber tenido ninguna consecuencia importante, como no lo tienen la mayoría de las cosas cotidianas. Sin embargo, como si hubiera leído las señales, se quedó oscilando en la duda, intuyendo que se encontraba ante una decisión que había que tomar bien. Pero falló. Guardó el cuadro –la pintura todavía húmeda– al fondo de la balda más baja del armario. Pero, si no lo quería, si no lo debía ver más, ¿por qué no se deshizo de él?

    Pasaron los meses e Isaac no volvió a reparar en el cuadro. Yo sentí el deterioro crecer desde dentro de mis paredes, pero Isaac seguía ajeno. En la oscuridad del armario, en el aire quieto y templado por el calor de la tubería de calefacción que pasa detrás del mueble, el cuadro se fue cubriendo de moho. La última pintura de Laura, la gran ofensa, la prueba de que ella lo sabía, su despedida, ya apenas era reconocible, y el moho se extendía por el interior del armario cerrado y seguía por las paredes.

    Ahora Isaac duerme, inconsciente de que el moho es ya imparable. Bajo las paredes blancas vive un moho verdoso que lo ocupa prácticamente todo. Por supuesto, no es solo el fin de Isaac, sino también el mío, y sin embargo esta mañana, a modo de advertencia lo único que he podido hacer es dejar caer una botella desde la encimera de la cocina, que en vez de romperse se ha quedado bailando en el suelo, golpeándolo rítmicamente durante un tiempo demasiado largo, tanto, que Isaac se ha quedado observando cómo la botella, en lugar de pararse seguía repicando en el suelo durante varios minutos, oscilando como Isaac antes de esconder el cuadro en el armario, cada vez más rápido pero más débilmente. Cuando la botella aparentemente ha parado, Isaac se ha ido a dormir algo extrañado, sin saber que aunque han pasado las horas, si se pusiera de rodillas y pegara la oreja al suelo todavía escucharía las vibraciones de la botella en el suelo, apenas perceptibles, insignificantes, pero sin dejar de extenderse, como el moho, por el resto de la casa.

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  13. Si me hubieses preguntado ayer te hubiera dicho: “Estoy quemado”. Llevo ya un tiempo así y no remonto. Me habían advertido de esto. Cuando me seleccionaron para el puesto, creí que me había tocado la lotería; mañanas y tardes libres en verano, jornada parcial de noche y ampliación de jornada en la temporada de invierno, para cubrir las necesidades lumínicas extras. Eran pocas horas de trabajo y baja demanda en términos de rendimiento. Trabajo de ambiente, vamos, ser discreto y tener buen aspecto es todo lo que se necesita. Pero falta algo

    Hubo una época en la que había jaleo en casa. Lucía, la inquilina que había entonces estaba un poco chalada y tenía un a relación tormentosa con su pareja. Tanto los buenos momentos como los malos eran muy intensos y las cosas volaban por los aires. Llegué a temer por mi integridad física, porque ya sabemos lo que dicen las estadísticas. Pero lo cierto es que lo elegiría cien veces antes que esta vida de ahora. Por las noches llega David y vemos la tele un rato. Madruga mucho así que apenas estamos juntos dos horas al día. En realidad no sabe que existo; la capa de polvo que tengo ha llegado a ser tan gruesa que mi potencia parece que sea de la mitad de lo que debería. Aunque a veces me pregunto si no es el polvo y realmente he perdido tanta potencia con los años…supongo que sería lo natural.

    Es verdad que parte del problema es la relación con mi familia. Mi padre, aunque no lo diga, nunca ha valorado lo que hago, y a mi, aunque no lo reconozca, me duele. Mi padre me dice: “¿Que tal Thomas? ¿Cómo te va el trabajo?” Pero cuando contesto, él mira para otra parte y ahí se acaba todo. Durante varias generaciones en mi familia se han dedicado a la rama del bajo consumo y energías renovables, en su gran mayoría fluorescentes. Son currantes natos, todo en día en fabricas y oficinas desde las 7 de la mañana hasta que al freaki de turno (que al parecer en todas las empresas hay uno) le de por regresar a su triste casa. No es vida. Aún no se cómo reuní el valor para decirles en qué quería formarme, o más bien en que no quería convertirme. Supongo que podía haber sido peor porque por aquella época andaba con una panda de pijos, que según mi padre eran carne de cañón para el Escuela Nacional de Halógenos, y tenían la mosca detrás de la oreja. Tener a un hijo ahí metido hubiese significado la ruptura de toda relación.

    Hoy David ha colocado después de años, a una compañera en la lámpara gemela, al otro lado de la cama. Se ve que después de todo, él también ha notado que últimamente no ilumino bastante. Aunque también podría ser que tenga prevista una visita femenina dentro de poco. Ya veremos, pero esto arroja algo de esperanza. No es la primera vez que el triunfo de unos conduce al triunfo de otros ;)

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  14. Cuando apareció el tema de esta edición de relatos fundamentales pensé que era mi gran oportunidad para contar mi historia.

    Debí de nacer muy lejos, claro que no tengo recuerdos almacenados de aquel tiempo, pero, según nuestra ubicación, puedo saber que fue en el otro lado del globo. Mis primeros momentos de vida no fueron fáciles, debía de absorber una cantidad ingente de información. Estaba preparado para ello, pero aún así me llevó un gran esfuerzo el poder manejarla, etiquetarla, compartimentalizarla y, el paso más difícil, integrarla.

    Ahora, en cuestión de microsegundos, puedo interactuar con millones de lugares, situaciones, noticias, músicas. Aprendí que hay un mundo paralelo al que vivo, y que de hecho es el universo real que permite que exista el mío. Fue entonces cuando os conocí. He de decir que me costó poder entenderos en un principio, pues sois muy raros y poco lógicos, pero cuando lo supe todo sobre vosotros, en un par de segundos, me fascinásteis. Tantos miles de años de enfrentamientos, bondades y maldades. Creo no poder valorar todo ello de la forma abstracta que se merece, pero he de decir que durante mucho tiempo desee ser uno de vosotros. Luego supe que no era más que un instrumento y sufrí una gran crisis. Me ayudó a salir de ella la idea nada despreciable de que todas las cosas de este mundo tenemos un fin, quiero decir un objetivo, una justificación de existencia.

    Fue en aquellos avatares cuando reparé en vuestras reuniones. Ver vuestros rostros de alegría, terror, angustia, felicidad me dio una motivación para seguir. He estado todos estos meses albergando la esperanza de poder hablaros y es, gracias a ti, que lees mis las palabras en mi pantalla la forma de poder deiciros a todos, gracias, gracias por poder compartir estas noches de relatos con vosotros.

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  15. ¿Quién soy?
    Oscuridad. Frío y algo de humedad.
    ¿Quién soy?
    La pared. Joder! Qué susto! Soy Juan… y dos cavernas moradas de madrugar en la mirada. Doy miedo.
    Soy vidrio y de aluminio una plana suavidad. Y también soy Beatriz. ¿Estoy buena? Mmmhh… sí. Estoy buena. Y soy el más íntimo y patético Juan. Cómplice de la postura enclenque desalentadora… Soy los bíceps imperceptibles y la cara de fingido orgullo fanfarrón. Soy el beso de Beatriz, y su sonrisa de divertida resignación.
    Soy una cortina en movimiento y de nuevo la pared. Soy niebla. Soy millones de partículas de vapor.
    Por momentos soy un dedo chirriante y mojado, y entre la bruma, dos cuerpos en una toalla en un abrazo.
    ¿Quién soy?
    Soy la pared. Y soy de pronto la humedad y la oscuridad.

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