miércoles, 25 de junio de 2014

XXIV Edición de relatos fundamentales


TEMA AVENTURAS DE VERANO 


TemaPor alinearlo con el marco físico y temporal de esta edición, el tema será: AVENTURAS DE VERANO (que cada uno interprete lo que quiera en la palabra aventura).

Extensión: Los relatos tendrán un máximo de 600 palabras incluso aunque se presenten en varios capítulos (aunque luego cada uno hará lo que le de la gana).

Método de envío: Cada relato será un comentario anónimo en este post.

Fecha límite: Se pueden enviar relatos hasta el día de la merendola piscinera (negociable en función de interés general por correo electrónico). Yo no he conocido aquellos periodos de represión horaria y no voy a venir a implantarlos ahora.

Lectura de los relatos: La identidad de los autores será una incógnita en todo momento hasta que deje de serlo. Los relatos serán repartidos entre los participantes de forma aleatoria para su lectura, salvo que algún autor prefiera leer el suyo por alguna causa justificada. Se recomienda una lectura personal antes de la lectura en alto y se agradece respetar la redacción original del relato hasta el final del mismo

 

Organización de la siguiente edición: La elección de la persona que organizará la siguiente edición se realizará mediante un sorteo, y aquel al que le toque tendrá libertad total a la hora de plantearla.

14 comentarios:

  1. Verano y aquel verano

    El otro día, J se preguntaba en voz alta qué es la poesía moderna si ahora se escriben versos que no riman. Recuerdo que en ese momento se encendió en mi cabeza aquel poema de Angel Gonzalez, Me basta así, y pensé que, recitarlo, sería la mejor forma de explicar a J qué es la poesía (una vez de que ésta se haya despojado de la atadura de la rima). Me atreví a decir que en la esencia de la poesía queda el ritmo, pero sé que es mucho más que eso. Lo que el pobre J no sabe, es que la novela moderna se ha despojado de la obligación de contar historias. No voy a cometer la osadía de explicar qué queda en la esencia de la literatura, pero viene a mi cabeza Verano, de Coetzee. Es un libro en el que se dibuja un retrato del propio Coetzee a través de 6 entrevistas con personajes que han conocido a Coetzee durante su treintena. Son unas memorias ficticias, en las que se supone que Coetzee ya ha muerto. No hay historia, sólo un personaje que se abre en canal delante de todos nosotros. Habla sin tapujos de sus debilidades, y sin falsa modestia de sus virtudes. No hay historia. Hay, eso sí, personales, anécdotas, paisajes, recuerdos y diálogos. Y un lenguaje ligero, sin frases que te estallan en la cara, pero enormemente expresivo y certero. No hay historia, pero esa ausencia es una piedra angular de la novela.

    Y resulta que, en algunas ocasiones, lo que uno necesita transmitir con la literatura, es, precisamente, la ausencia de historia.

    Como aquel verano. M y yo nos habíamos ido de vacaciones al Cabo de Gata. Llevábamos 5 años juntos pero yo no me atrevía a admitir el nivel de incomunicación que existía entre nosotros. Recuerdo que me llevé un libro de Chomsky. Cuando leía en la playa sentía un ardor que ascendía desde la boca del estómago hasta la garganta. Ahora sé que lo que de verdad me quemaba era la imposibilidad de compartir con M nada de lo que ese libro me estaba enseñando. Todo esto no quiere decir que no fueran unas vacaciones estupendas: hubo paseos por playas increibles, atardeceres al borde de acantilados, nudismo sobre la arena y, por supuesto, felicidad cotidiana, mucha. Sin embargo, a pesar de todas aquellas cosas que ocurrieron durante las vacaciones, lo relevante es que no hay historia alguna. Volvimos a casa y todo siguó igual. El fuego que me quemaba mientras leía a Chomsky se apagó, simplemente porque acabé el libro. Y ése es el relato.

    ResponderEliminar
  2. Negras tormentas agitan los aires, nubes oscuras nos impiden ver…Hasta que nos llegue el dolor y la muerte contra el enemigo nos llama el deber… Cantamos a dúo desde las entrañas, con los pelos de punta y el radiocasette a todo volumen. Como francotiradores apostados en la ventana, disparamos las notas con el altavoz apuntando a la calle a unos militares del cuartel de Jaca que pasan por allí. Somos revolucionarios de dieciséis años, dispuestos a no dar por terminada la guerra de la que hace poco hemos oído hablar. ¡Qué historia tan amarga!
    Pero el aire limpio de las montañas baja por las mañanas hasta el huerto, como ha hecho siempre, y sube luego por la galería de la antigua casa de la abuela de mi amigo, donde hemos venido a pasar unos días de verano. Un bonito telescopio está preparado para ver las estrellas cerca del ventanal y el trino de un periquito enjaulado adorna la luz del día que se extiende por el pasillo.
    Pasamos las tardes y las noches en el enorme taller de abajo. Una de sus paredes está totalmente tapada por pilas interminables de troncos y ramas de leña para el invierno. Sabemos que ahí hay tarántulas viviendo, porque las hemos visto correr asombrosamente rápido.
    Allí sentados y mirando de reojo de vez en cuando a las telarañas, planeamos comprar alcohol a escondidas, sin que los padres de mi amigo nos descubran. Tenemos un plan A y un plan B. Nos hacemos un plano de la casa y las calles adyacentes y con los nervios de quien sobreestima la relevancia de lo que hace, ejecutamos los movimientos de distracción a los mayores y conseguimos meter las botellas por la ventana donde reposa el radiocasette. Las miradas de complicidad y las sonrisas de alivio lo dicen todo. ¡¡Han estado a punto de pillarnos!!
    Cada momento en aquella casa es una emocionante aventura. Bajando a hurtadillas por las angostas escaleras de caracol que conducen al sótano, me vienen a la cabeza algunas historias de terror. Mi miedo me divierte. La excitación me recorre el cuerpo como un hormigueo que asusta, pero es genial. Una vez allí, apartando un viejo baúl que descubre una trampilla de madera, mi amigo me pide que le siga, que no me preocupe. Con la adrenalina revolviéndome las tripas bajo detrás de él con pasos cautelosos por enmohecidos escalones de piedra. Huele mucho a humedad y una vez abajo hay que agachar la cabeza. Con la llama de un mechero localizamos un interruptor que enciende una titubeante y tenue bombilla cubierta de polvo. Es entonces cuando podemos ver los antiquísimos barriles de vino colocados allí por el abuelo de Rubén. Todos tienen un nombre, ya apenas distinguible, por cada miembro de la familia. Una pena que ya sólo contengan vinagre…
    La gigantesca casa está llena de rincones y sorpresas, pero también salimos por el pueblo. De camino a la tienda de discos, tenemos conversaciones ingenuas y fantasiosas sobre chicas, fútbol y el mejor guitarrista del mundo. Yo creo que Malmsteen es el más rápido y que voy a poder ligar con Silvia el curso que viene, con tan sólo mirarla, porque no se me ocurre qué más hacer.
    Llegamos y vamos directos hacia el stand de Heavy Metal/Rock.
    Ooohhh… qué gran momento, justo antes de elegir cual de todos estos discos con llamativas portadas, solos electrizantes y ritmos endemoniados nos llevaremos a casa. Aconsejados de madrugada por la radiofónica voz de Mariano Muniesa, tenemos un montón de buenos álbumes que descubrir. En el fondo los LP´s son como envoltorios o cajas sorpresa donde se esconde esa canción que nos encanta y que destaca entre las demás y que pronto se convertirá en banda sonora entre nosotros. Pactamos comprar cada uno un disco distinto que nos guste a ambos, para poder grabárnoslo después. ¡Este verano

    ResponderEliminar
  3. está siendo la caña!
    Por la noche, de nuevo bajamos al sótano. Cantando para ahuyentar los fantasmas: Negras tormentas agitan los aires… Esta vez, Rubén me quiere enseñar algo especial, algo que su abuela no sabe que él encontró una vez. Coge una vieja llave de entre muchas y con el semblante extrañamente serio me pide silencio. En el taller del sótano hay un cuartillo de paredes de madera, antigua oficina. Y bajo unos tablones viejos mi amigo saca con cuidado dos rifles de la guerra civil…
    Las armas son de verdad y fueron usadas para matar a gente de verdad. Ya no me parece tan buena idea lo de no dar por acabada la guerra. Con un arma en la mano cada uno, nos sentimos increíblemente poderosos y bromeamos jugando a disparar. Están descargadas, pero en el fondo notamos el peligro que debieron tener hace no tanto tiempo.
    ¡Qué amarga la historia!¡Y qué emocionante verano!

    ResponderEliminar
  4. Ella fue a la playa con unas amigas a pasar el fin de semana, porque si, porque era ya verano y en Madrid empezaba a hacer un calor insoportable. Me dijeron que fuera pero no pude porque andaba medio constipada por culpa del aire acondicionado de la oficina.
    Me contó que no le apetecía mucho ir pero que necesitaba tomar el sol a ver si se quitaba de encima ese blanco nuclear porque el lunes tenía una cita con Esteban, y quería estar guapa, quería que él sintiese, igual que ella pensaba de él, que estaban hechos el uno para el otro y salir de una vez de la “zona de amigos”. Así que al final fue, pero solo por eso, y cuando a las 6 de la mañana todavía estaban todas tomando copas ella empezó a impacientarse, quería irse a casa para aprovechar el día siguiente.
    Le conoció en la puerta de entrada de “El Chiringuito”. Ella estaba suplicándole a Pilar que le diera las llaves para poder irse a casa. El estaba en la despedida de soltero de Paco con sus amigos, todos iguales vestidos con una camiseta azul con mensaje obsceno y de muy dudoso gusto. Y cuando él se acercó ella pensó “Vaya Capullo” y sinceramente creo que yo hubiera pensado lo mismo. De hecho yo creo que no le hubiera dado la oportunidad de decir una palabra porque yo siempre he sido un poquito borde y sobre todo si me quiero ir a dormir, pero ella resignada, sin llaves para irse a casa y sabiendo que aún quedaban al menos un par de horas de fiesta, simplemente sonrió, pagó la entrada y se fue directa al baño. Cuando salió, en la puerta, él la estaba esperando.
    Yo no estaba, solo me lo contaron, y os he contado con detalle el principio de esta historia tal y como me la contaron a mi porque es lo más curioso de este cuento de hadas… todo lo demás… es lo q cabe esperar de un rollo de verano: Que resultó que se cayeron bien y que terminaron viendo amanecer en la playa cogidos de la mano, que al día siguiente apenas pudieron despegar los labios y al terminar, el fin de semana acabó llevando a cada uno en una parte de España.
    En otra época, al volver a Madrid, ella habría acudido a su cita con Esteban y él… bueno, no sé cuáles eran sus planes… pero el caso es q habrían seguido cada uno con su vida. Pero ahora, antes de que ella llegase a Madrid ya se habían cruzado 200 whatsapps, y así continuaron durante días, y solo 3 meses después ella ya no concebía que él pudiera no formar parte de su vida. Todas nos acostumbramos a oír hablar de él, sin embargo, salvo las que fueron a la playa, ninguna jamás le vimos la cara.
    Como siempre, desde fuera se ven las cosas más fáciles: “Tia, no ves que esto no va a ningún sitio?” “Si él quisiera algo, habría venido a verte o te habría dicho que fueses tu, que Oviedo no está tan lejos”
    Nunca supimos que pasó, nunca supimos como terminó, porque ella no quiso contárnoslo, solo sé que un día, en el baño de la oficina, la vi llorar.

    ResponderEliminar
  5. El mojito estaba en su punto, ligeramente ácido tal como le gustaba. Analizó el terreno oculta tras los enormes cristales polarizados de las gafas de sol y se sintió satisfecha con la elección del hotel. De fondo sonaba la canción de aquel anuncio de cerveza que cada año exaltaba la felicidad de unos jóvenes disfrutando de una experiencia estival única. Sin darse cuenta comenzó a mover rítmicamente los pies, enfundados en las pronunciadas cuñas.

    La terraza se fue animando poco a poco a medida que se acercaba la puesta de sol. Sonrió para sus adentros al contemplar los cuchicheos de dos chicas que acababan de rechazar el abordaje de un grupo de jóvenes alemanes cuyas venas portaban un exceso de alcohol y testosterona a partes iguales.

    El camarero, que no la quitaba ojo, observó desde la barra cómo ella se levantaba y entablaba conversación con un tipo engominado. Le pareció que se estaban presentando y que ella accedía a la invitación de sentarse en su mesa. Se maldijo por no haberse atrevido a pedirle el número de teléfono. Pensó en lo que su hermana le decía a propósito de que no iba a conseguir que su autoestima se inflase al mismo ritmo sus músculos. Desechó la idea con disgusto. Pensó en ir al gimnasio la mañana siguiente.

    Mientras tanto, bajo la luz dorada del atardecer que envolvía aquella atmósfera chill-out, el acompañante pasaba por un proceso inverso. Animado por el gin tonic y la seductora sonrisa de su interlocutora le contó que estaba allí para descansar tras un año especialmente estresante, “muchos logros pero demasiado trabajo”, trataba de impresionarla.
    La conversación parecía fluir por sí sola, hacía tiempo que no conectaba así con una mujer… tan atractiva, tan ocurrente, tan dispuesta a escucharle en lugar de hablar sólo de sí misma. Hablaron de sus ciudades de origen, sus gustos en cine y música, sus mascotas, incluso ella pareció acertar de lleno en la descripción que hizo de los capricornio haciendo gala de unos sorprendentes conocimientos en astrología. Sólo quedaba comprobar si encajaban tan bien con las géminis como el zodiaco predicaba.” ¡Para estas cosas me pongo muy empírica!” Entre risas se acercaron a la habitación.

    Entró al baño encantado de su suerte. Mientras se acicalaba sonreía pensando en que no se le ocurría mejor modo de terminar aquellas vacaciones, los compañeros de oficina iban a creer que era una fantasmada.

    Cuando salió ella no estaba allí.
    Aunque no se explicaba lo ocurrido no había forma de contactar, “¡No hay quién entienda a las jodidas mujeres!” masculló antes de acostarse en la enorme cama de la suite.

    ***
    -“Un mojito por favor, con poco azúcar”
    La azafata de la sala vip del aeropuerto sonrió a la mujer enfrascada en la actividad de su portátil:
    - “Claro, ¿Han ido bien las vacaciones? ¿Le ha gustado la isla?”
    Ella levantó la mirada de la pantalla. Pensó en lo estresante de completar la operación en tan poco tiempo: dar con la contraseña del ordenador -el nombre de su perro-, con el PIN del banco -su fecha de nacimiento-, eliminar las restricciones de gasto y hacer el desvío de fondos a una cuenta suiza que en ese preciso instante se ocupaba de redirigir borrando toda señal identificable.
    -“¿Vacaciones? ¡Ojalá! ¡Creo que las necesito con urgencia!”

    ResponderEliminar
  6. Es 13 de julio, y fuera hay 40 grados. Siento su mirada, sé perfectamente lo que está pensando y procuro esquivarle sin éxito. Pese al calor, siento un escalofrío, pero no me queda más remedio, tengo que hacerlo. Se acerca a mi y le maldigo mentalmente por lo que va a pasar, me maldigo a mi misma por no haber hecho nada por evitarlo.

    Y así como todos los años empieza el verano, maldiciendo al dependiente de calcedonia con cara de “el bikini de tu talla no está entre los de la 38 y lo sabes”, y arrepintiéndome por no haber empezado antes la dieta, pero ya no hay nada que hacer contra los dos kilos de mas que este año sumaron las navidades. “Es igual, me compro el bikini de esos de lacitos, para poder aflojarlo y que no haga marcas y el año que viene Dios dirá… “

    ResponderEliminar
  7. De repente llegó septiembre. Implacable. Con el regusto todavía de las noches de verano. Pero cubierto de nuevos comienzos y obligaciones. ¿Síndrome post-vacacional? Me resisto en el sofá a tomar conciencia de lo inevitable. Y en mi cabeza se dibuja una escena de lucha. El luminoso verano, superhéroe cachas con capa y bañador, se bate en duelo con el escuchimizado villano de tonos marronáceos. Zas! Coreografía de golpes en el aire, saltos imposibles... La batalla es más reñida de lo esperado. Maldito otoño.

    El arte de perder el tiempo no se desarrolla por sí solo. Hace falta, para empezar, tiempo. Para continuar, una burbuja interior, que acabe envolviéndote, desconectándote del mundanal ruido, del exterior. Y una acaba como en una rueda de hámster, persiguiendo al infinito hasta que se rompa. He ejercitado despiadadamente dicho arte.

    Ahora en el sofá paladeo, produzco los últimos momentos de ese arte. Y ya no estoy en el sofá. Construyo una máquina del tiempo para volver al inicio de la aventura. Programo el delorean para que aterrice el 18 de julio de 2014, y pongo rumbo al sur.

    Mi mente sobrevuela la carretera, deleitándose en la certeza de lo que ocurrirá. Lo primero que veo es a Marta que se pinta cuidadosamente las uñas en el alfeizar de la ventana. Susana, se enfrenta en el baño al espejo, mientras termina de domar su melena. Y yo, sentada en el borde de la cama, me abrocho las sandalias. Benditas trivialidades. Emocionadas por el comienzo de las vacaciones, caminamos ligeras hacia el concierto de un grupo que no conocemos, en la playa. El peso de las preocupaciones se termina de disipar tras el primer trago de cerveza y los primeros acordes. Primero, involuntariamente, se balancea la cabeza, después el ritmo conquista a su antojo nuestros movimientos.

    Y ahí, entre la flora y fauna estival, tropiezo con la mirada del animal sin afeitar, ejemplar ataviado con una camisa hawiana. Tropiezo y casi me caigo de la impresión. Literalmente. Recuerdo haber pensado: "mierda. ¿Y éste quién es?", mientras ascendían mariposas por mi estómago. Ahora, transportada desde septiembre, me digo: "ya lo sé, te llamas Pedro, ahora te acercarás y me dirás alguna memez. Pero me hará gracia. Maldita sea. Me hará gracia." Efectivamente me río. Y nos vamos sumergiendo y perdiendo en el encanto de lo que sabemos transitorio.

    El insistente claxon de un coche me devuelve al sofá. Habrá que arreglar el delorean. Mis neuronas todavía pronuncian el nombre de Pedro con nostalgia, lo saborean pegajoso como un toffee. Consciente de que he limado las asperezas de la historia en mi viaje al pasado, me pregunto qué hubiera ocurrido si nos hubieramos conocido en otro contexto. Numerosos "y si" se despliegan en posibles universos paralelos, en los que Pedro aparecía, en el asiento del tren continuo al mío, o como un nuevo vecino, o tal vez un nuevo compañero de la oficina.

    Y así es como he ido perfeccionando el arte de perder el tiempo. Afilando fantasías que llenan la realidad de garabatos, y arrugan el presente como una hoja de papel que ya no sirve. El sofá resulta ahora incómodo. Me incorporo y busco el rastro de un nuevo comienzo, nuevas aventuras. En una curiosa dialéctica, ahora el héroe viste una capa de hojas caducas, y asesta un golpe mortal al villano escuchimizado del bañador.

    ResponderEliminar
  8. 5 Julio. Car Los posted: "Primera mosca en casa. Ya está aquí el verano"
    A 3 personas les gusta esto.
    Eva SinApellido commented: "¿Qué tal Carlitos? Nos vemos pronto?"
    Juanma Cuttlas commented: "Odio las moscas"
    Mario GMartinez commented: "Pues sí es raro que no haya habido moscas hasta Julio"
    Eva SinApellido comemnted: " Es verdad! Otros años a estas alturas era un coñazo!"
    Papino XY commented: "¿Dónde está la mosca aquí o aquí?"
    A 2 personas les gusta esto.
    Mario GMartinez commented: "Mirad el link a este artículo. Muy fuerte!: La ciencia _ ansiosa por desvelar por qué desaparecen las moscas _ en el área mediterránea"
    Alicia Maravillada commented: "¿Qué movida, no? Si nos quedamos sin moscas se _ fijo q se viene abajo el ciclo natural"
    Eva SinApellido commented: " :o "

    8 Julio: Ana Torres --> Car Los: "Hermanito! Dónde te has metido?? Contesta al móvil!"
    Eva SinApellido commented: "A mi tampoco me lo coge..."

    _________________________________________________
    _________________________________________________

    El 11 de Julio de 2014, tras la pertinente denuncia de desaparición por parte de sus familiares, la policía procedió a registrar el domicilio de Don Carlos Torres Muñoz, de 31 años de edad.
    En el informe consta que en el piso no había rastro del sujeto ni faltaba ninguno de sus objetos personales. Sin embargo, cada una de las estancias del piso se encontraban llenas de una enorme cantidad de moscas. Por el momento estos hechos no han podido ser explicados.

    ResponderEliminar

  9. Es alucinante cuánto he hablado de aquello a pesar de no acordarme de nada. Es un salto de 17 horas en mi vida que empieza encontrándome con dos turistas perdidos en la calle, y termina despertándome en mi apartamento desvalijado. Y a todo el mundo le da por opinar, no lo pueden evitar. Es como si las historias incompletas invocaran en quienes las oyen, la obligación de completarlas, de llenar el vacío, supongo que para corregir ese fallo en la sagrada linealidad que se supone que son nuestras vidas.

    La jodida linealidad dice que íbamos a ir de vacaciones al apartamento de Cádiz, solo que yo me adelanté unos días a mi mujer y a mi hijos, para hacer windsurf, y así también, vendía yo, preparaba un poco el apartamento. Al segundo día, bajé a comprar para llenar la nevera y en el camino una pareja de turistas, mapa en mano, me preguntaron por una calle. Y ese es mi último recuerdo antes de despertarme vomitando en mi casa. Por los análisis que me hicieron en el hospital supimos que sufrí una intoxicación de escopolamina, la droga de zombies, que al parecer inhalé al acercarme a mirar el mapa. Esta droga es super potente y pude haber muerto fácilmente, pero lo más espeluznante de la escopolamina es que al tomarla pierdes la voluntad, y te sometes, si o si, a las órdenes de quien quiera mandarte. Como un zombie. Y luego ni idea de lo que ha pasado.

    Así que a partir de este punto, todo son conjeturas. Me contaron, los vecinos con los que al parecer nos cruzamos ese día, que yo les presenté a esta pareja como si fuesen amigos de toda la vida. Me dijeron que no sospecharon nada cuando vieron cómo yo mismo cargaba mis muebles en una furgoneta, porque me vieron muy normal dicen, saludando tan ricamente a quien me cruzaba. En mi apartamento quedaba una botella de ron abierta y vasos, así que probablemente también les invité a una copa, no te jode.

    Me he dado cuenta de que cuando hablo de esto siempre empiezo diciendo que no recuerdo nada, y no es del todo así. Tengo la imagen clara de un jarrón en el suelo y la tele de plasma al lado. Recuerdo haber pensado ahí: ¿qué estoy haciendo?, y al segundo seguir cargando, feliz de poder hacerlo tal y como se me indicaba. Esa es la parte más paradójica y jodida de la historia. ¿Tuve ese momento de lucidez, y tomé la decisión de dejarme llevar y disfrutar? Al principio retuve ese recuerdo para mí, dudando en mi confusión, de si lo habría soñado. Luego, cada vez se hizo más difícil contarlo, más humillante. La investigación policial duró varios días y en esos días podía notar las miradas que se dirigían entre sí, testigos y policías, cuando hablaban de la parte de la “colaboración entusiasta” en mi propio robo -“Yo eso no lo hubiera hecho, por muy drogado que estuviera” – oigo en esas miradas. Así que en algún momento supongo que decidí no contarlo, al amparo de la bendita amnesia. Luego está el puto Síndrome de Papino de las narices y es que resulta que siento agradecimiento hacia esos psicópatas por no haberme hecho algo mucho peor, como pasearme en bolas con una bufanda del barsa al viento. A uno se le ocurren muchas cosas con el tiempo, y todas joden, aunque no hayan pasado. Ya ves, a mi me revienta haber sido el perfecto anfitrión con estos tíos, y tampoco lo recuerdo.

    ResponderEliminar
  10. El dolor de cabeza y el cansancio tras casi 24 horas sin dormir se esfumaron en un instante. Bastó con ver aparecer por el callejón esos dos afilados pitones seguidos de una bestia negra de 500 kilos. La pesadez de sus piernas se le antojó un capricho inoportuno. De todas formas daba igual, la adrenalina se imponía a todos los contratiempos. Los silenciaba. Pudo comprobar que no era un mito; es increíble el efecto que tiene el instinto de supervivencia sobre el cuerpo. Pero la mente es otro mundo, mientras avanzaba a toda velocidad entre hordas de guiris borrachos y mozos entrenados, no podía dejar de preguntarse cómo había acabado allí.

    Li Yan empezó su jornada a las diez de la noche. A sus 29 años, ya no era ninguna novata. Estuvo en Madrid la noche en que España ganó el mundial. Sus cervezas nunca habían volado tan rápido como aquella vez. Había tenido que ver y escuchar de todo. ¡Malditos pirados! Comparado con ese día, lo de Pamplona le parecía un juego de niños.

    Salió a la calle poco después de la hora prevista, no le gustaba perder el tiempo, pero se había entretenido arreglando el cierre del carro. Le llevó un buen rato volver a encajar la cremallera. Fue el primer ejercicio de paciencia del día. Sabía que le esperaban los vaciles de unos cuantos niñatos que le intentarían regatear, o harían burla a su cultura o su acento. La ignorancia es atrevida, y ciertamente, poco original. Li sabía que era un incordio inevitable, y había aprendido a resignarse. Por otra parte, en los últimos meses estaba desarrollando una especie de sentido arácnido que le alertaba de la presencia de gañanes.

    A las cuatro de la mañana ya había vendido toda la cerveza posible. Se había tomado tres RedBull para vencer el sueño y ahora su cuerpo menudo experimentaba un extraño éxtasis. No se veía capaz de pegar ojo, y se le ocurrió que por una vez, sería divertido vivir la fiesta desde el otro lado. Se acercó al grupo de treintañeros galeses que había terminado con sus existencias. Ellos, encantados de recibir una visita femenina entre tanta testosterona, se deshicieron en atenciones y, sobre todo, se encargaron personalmente de no le faltara en ningún momento una copa en la mano.

    Con las primeras luces del amanecer, Li se propuso repasar todo lo que había ocurrido en las últimas horas. Le inquietaba la sensación de tener algunas lagunas. Estaba tumbada en un banco con Fred, o por lo menos así creía recordar que se llamaba el rubio de 1,90 que la abrazaba con fuerza. Se acordaba de haber rechazado al menos a otros dos chicos, pero este era bastante mono. Las ropas de ambos estaban empapadas, no sólo de alcohol, por algún motivo, habían decidido bañarse vestidos en una fuente. Le dolía la rodilla. Eso debía ser de cuando se empeñó en demostrar a la gente su habilidad y equilibrio subiéndose de un salto a un buzón de correos. Le invadió una risa incontrolable cuando recordó las carreras en el carro, el pobre no aguantó más cuando le tocó el turno a un tipo de más de 100 kilos. Sacarlo de ahí sí que había sido una aventura. Definitivamente, todavía seguía borracha. Fred se había despertado con los espasmos de la risa. Estuvieron hablando largo y tendido hasta que se les ocurrió otra idea. Minutos después, Li volvía la cabeza hacia atrás, hacia la esquina de aquel callejón. ¿Cómo había llegado hasta allí?

    ResponderEliminar
  11. Pibones del Verano
    Sábado 12 de Julio, 17:00. Piscina de Francos Rodriguez
    Altavoz: “Booooombaaaaaa! Sensual,…”
    Johny: Mira la piba esa! Joe porque será que los pibones de la piscina no te las encuentras nunca en los bares
    Christian: Aunque te los encontrases, esa no te da a ti ni la hora
    Jhony: bueno ya hablo el guapo, a esa me la ligo yo cuando quiera
    Christian: vale, pues tienes toda la tarde.
    Jhony: calla y vamos a bañarnos, te juego una cerveza a que cuando pasemos por delante se vuelve a mirarnos
    Christian: no me jodas! Dime que no vas a hacer otra demostración de “saltos de bomba” como el otro sábado porque yo paso. La señora gorda que estaba al lado sacaba menos agua que tu al tirarse. Además no te flipes! que la chocolatina esa que dices que has hecho en el gimnasio está algo derretida de tanto sol.
    Jhony: lo que te pasa es que tienes envidia que desde que estas con Jesi no haces más que ir al burguer y te estas poniendo feo de gordo!
    Christian: venga deja de dar la vara y vamos a que hagas tu exhibición de cachitas.
    (Minutos después del baño)
    Christian: ha sido increíble! Todo un éxito! La piba casi se disloca el cuello por mirarte y el intento de nadar a mariposa….jajajjajajaj…. parecías una morsa haciendo aerobic. Aunque mi momento preferido ha sido cuando te has caído y te has jodido la rodilla como un puto abuelo.
    Jhony: una morsa haciendo aerobic (con voz aguda e irónica), pues que sepas que la socorrista está mazo buena y mientras me curaba me ha giñado un ojo.
    Chrisitian: la daba el sol en tola jeta! No te estaba giñando es que no quería quemarse las retinas!
    Jhony: Tu sí que me quemas a mí! Oye tío quedamos esta noche para jugar con la play en mi casa con unas birras
    Christian: vale. La Jesi curra así que no se quejará…. Ostia puta! Bufff… voy a tener que quedar con ella mañana y es la final
    Jhony: jajajaja Eres un calzonazos
    Christian: hablo el gigoló, bueno que te ligas a la socorrista, al pibón o alguna tía en 100 metros a la redonda o nos vamos ya para casa que yo estoy chamuscao de tanto sol
    Jhony: va lo voy a dejar para otro día que estoy lesionado, pero que sepas que la tengo rota

    ResponderEliminar
  12. El pueblo

    Los últimos diez días de agosto siempre había que pasarlos en el pueblo. Como mis padres trabajaban nos dejaban allí con mi abuela. Es cierto que estaban mis primos, pero ellos eran de allí y se desentendían de las forasteras de la capital pasada la primera tarde. No encajábamos con la gente del pueblo, nos perdíamos en cuanto comenzaban a hablar sobre alguien, la Puri, que era hija de la Mari, que se estaba viendo a escondidas con el novio de la Juani... En el primer giro de la historia no conocíamos a ningún personaje de ésta. Mi hermana y yo caíamos en un mutismo del que sólo salíamos de vez en cuando, y mal, diciendo las dos lo mismo a la vez. Cuando llevábamos algunos días, decidíamos que la mejor manera de matar el rato era quedarse jugando al chinchón en la casa de mi abuela. Pero como mi abuela empezaba enseguida a interrogarnos por salir demasiado poco, terminábamos desplazando las cartas y pipas a las distintas sombras del pueblo. En las sombras se nos abrió un horizonte nuevo.

    Un verano había unos increíbles melocotones en una huerta. Estudiamos los horarios de la gente, practicamos cómo saltar la valla, buscamos en el desván de mi abuela bolsas grandes para recoger la fruta y encontramos un escondite ideal para nuestro tesoro. Salió bien, y ése fue el comienzo de las aventuras de verano. Al año siguiente: la piscina. ¡Cómo no se nos había ocurrido antes entrar en ella por la noche! Tenerla toda para nosotras. Otro verano: se celebraba una fiesta de cumpleaños en una casa inmensa. Ahí era más difícil conseguir entrar y hacernos con vestidos dignos para la ocasión. Ese año apenas hubo tiempo para chinchón y conseguimos disfrutar de la fiesta.

    Cuando tenía quince años, mis padres nos liberaron de ir al pueblo esos diez días.
    - Este año hacéis lo que queráis, podéis estar en Madrid. Contentas, ¿no?.

    Hay que aclarar que, pese a haberse convertido en una auténtica aventura veraniega, siempre renegaríamos del pueblo y nos quejaríamos de aburrimiento allí. Y cada año íbamos con el miedo de no encontrar nada que hacer. Así que nos miramos y enseguida respondimos que genial, que nos quedábamos en Madrid. Eran divertidos esos días en Madrid: levantarse tarde, disfrutar de estar solas en casa, hacernos espaguetis a la carbonara, salir con los amigos, ver pelis, leer un libro, quedarse charlando hasta tarde... Pero era otra semana cualquiera en Madrid. A veces hablábamos del pueblo hasta muy tarde, declarábamos que al año que viene iríamos y pensábamos en posibles aventuras. Pero hablábamos con nostalgia y sabíamos, sin decírnoslo, que ya no había vuelta atrás.

    ResponderEliminar
  13. -¡Tía, que me estás aplastando!- aulló una gasa.
    -Tranquila, a las manzanas les debe de quedar poco. La tipa ésta se pasa el día comiendo.
    -¿Adónde irá, con tanta cosa? ¿Somos todos necesarios? Qué manía de sobrecargarse con cosas materiales…
    -Pues ya hemos perdido un jersey y unos compeed.
    -No lo entendéis –dijo la mochila entrometiéndose en esta conversación entre gasas-. Es muy zen sentir que llevas contigo todo lo que necesitas, la conexión con los otros, la ayuda… Por eso perdimos los compeed. Los necesitaba otro. Además, los paisajes son preciosos.
    -Sí, sí- dijeron burlonas las gafas de sol-, los paisajes son preciosos pero la tía también mira al rubio, y el rubio la mira, pero no se entera.
    -¡Eso!- contestó un tanga-. A ver si se deja de cosas zen y va a lo que va.
    -Tú siempre pensando en lo mismo- le dijo la angelical mantita de Mickey Mouse-. ¿No te das cuenta de que los condones no han venido?
    -A lo mejor no hay que venir a nada en concreto- intentó conciliar la linterna.
    -Pues a nosotros se nos hace un poco cuesta arriba cuando empezamos a caminar por las mañanas, pero luego vamos genial. Es mucha sensación de libertad y autosuperación, cuando llegamos a destino, o como cuando saltamos esos riachuelillos entre montañas -dijeron los zapatos.
    -Siempre empezamos sin ti, pero todos los años acabas reapareciendo- intervinieron las tijeras dirigiéndose al tupper de Patro-. Todo el mundo sabe que ella no se comerá los espaguetis que llevas dentro.
    -Ya sabéis lo que es esto, rularé de petate en petate hasta que alguien me necesite. Siempre hay alguien hambriento. Ya sabéis, apariciones estelares.
    -Como la del hombre que me usó para dar un masaje- dijo la vaselina.
    -Pero quién es Patro? Es la persona con la que estamos hablando?
    -No, creo que hemos vuelto a entrar en casa de un desconocido – se exasperó el reloj-. No tenía que haber venido. La tía ésta no me hace caso desde que vinimos. A saber dónde dormimos hoy.
    -Nos están contando historias de Asturias- aguzó el oído la mochila-. Esto es como una mezcla entre Lost in traslation, Quién vive ahí y Gran Hermano. Qué buen rollo en los sitios ésos donde dormimos.
    -¿Por qué se parará tanto hoy?- volvió a impacientarse el reloj.
    -¿Dónde estaremos?- se angustió el mapa.
    - Sois unos cortapedos- les recriminó la botella de vino, regalo de Patro. Hay que dejarse llevar.
    Harta de tanta discusión, la mochila cambió de tercio:
    -Contadnos qué se cuece en otras mochilas, imperdibles de Carmen.
    -Bueno, no hay cosas muy diferentes. En el fondo, todas llevan lo mismo dentro. Lo importante es… llevarse bien entre todos, y aceptar lo que se va, lo que se queda…
    Se hizo el silencio. Se bambolearon. La chica se había agachado ahora a acariciar un perro. Y disfrutaron de una cosa tan pequeña, del momento. Porque no sabían dónde, ni con quién estarían, ni qué pasaría, dentro de cinco minutos.

    ResponderEliminar
  14. "ad libitum", era la frase que encabezaba la partitura que me tocaba estudiar para el curso que viene en el conservatorio. Siempre me han dicho que soy un empollón y la verdad es que ya he comenzado a leerla este verano. Entre estas confusiones, mi hermana con sus dieciocho años me ha planteado una de sus ideas locas. Estamos ella, papa, mama y yo de vacaciones por una ciudad bulliciosa. Vemos museos, iglesias, parques... en fin, un auténtico rollo. Mañana nos volvemos a casa y otra visita veraniega más. Pero aquí entra en escena mi hermana y me dice. - A ver moco- siempre he odiado ese apelativo- creo que estamos de acuerdo en que estas vacaciones están siendo un petardo. Te propongo que cuando papa y mama se tuesten, salgamos a dar una vuelta tu y yo, mis amigas han estado aquí y me han dicho un sitio guay por watsapp". Al principio me mostré contrariado, incluso estirado en plan padre, pero al final accedí. Ahora estoy apostado en la barra de ese sitio tan maravilloso. Salimos a hurtadillas por la escalera de incendios y nos vinimos al centro. No nos costó encontrar el sitio, un gran gato azul en la puerta con unas notas musicales danzando a su alrededor. En el interior mucha gente cool, algún hibster, un puñado de frikis e incluso algún emo. Total, que en menos de diez minutos un capullo flirtea con mi hermana y me dice que ahora vuelve. Siempre le han perdido los cachitas bohemios. Menuda suerte la mía. Ahora aquí estoy, haciendo el pringado con mi refresco, porque claro está, alcohol no me sirven. En poco se me cerca un chaval, un pesado sin amigos pienso, pero al rato me relajo y empezamos a hablar. El chico lleva una guitarra así que es fácil elegir el tema. Cuando le digo que yo toco el saxo alto alucina de la casualidad y me dice que en la planta de abajo se está cociendo una jam sesion magnífica, y que me podría unir. Lo cierto es que el jazz me encanta, pero acepto no sin abrir bien los ojos, no vaya a ser.

    Me presenta a sus colegas, me prestan un saxo, y todos empezamos a improvisar sobre un estándar muy conocido. De ahí saltamos a otro. Nos reímos, disfrutamos. Me dicen que tengo swing, que lo pillo enseguida. De pronto aparece el cachitas con el carmín de mi hermana tatuado en el cuello. Cuando casi estoy a punto de llamarle de todo, me da una partitura y se sienta al piano mientras me sonríe. Al verla no puedo creérmelo. La pieza se llama "ad libitum", me dice que la ha compuesto él. Al final parece que mi hermana no ha tenido mal ojo.
    Después de toda la noche pasándolo en grande volvemos a casa con la borrachera de las emociones. Papa y mama nos despiertan con un "arriba dormilones" y nos dicen que nosotros por lo menos hemos descansado, que ellos han tenido a un mosquito dándoles la tabarra desde que se acostaron. Mi hermana y yo nos sonreímos cómplices.
    En el coche de vuelta me adormilo pensando en nuestra experiencia maravillosa. Recuerdo que le pregunté a aquél chico por qué "ad libitum", que qué demonios significaba aquello. Me lo reveló al oído, y aquella fue la mejor de todas las canciones que he tocado en mi vida.

    Pseudónimo
    Gato azul.

    ResponderEliminar