lunes, 8 de diciembre de 2014

XXVII Edición de Relatos Fundamentales

RELATOS SONOROS II



En esta edición de relatos, cerrando el círculo con la primera edición de este año, os volvemos a proponer poner música a vuestros relatos. La que vosotros elijais, eso sí, poned el enlace de youtube, o nombre de la pieza musical (o trozo de la misma), de forma explícita en el comentario.

Además, el tema será libre, pero el relato tendrá que contener las siguientes palabras o expresiones: "seis burros", "turrón", y "boludeces". El orden de aparición dependerá del autor del relato. 

Se dará cabida, también, a relatos "fuera de concurso", por petición popular. (es decir, relatos que os hubiera gustado escribir en ediciones anteriores). En tal caso, por favor, especificad la edición elegida. 



Método de envío: cada relato será un comentario anónimo en la entrada del blog.
Extensión: libre, cada cual sabrá hasta donde quiere extenderse.

Fecha límite: 20 de diciembre.
Lectura de los relatos: La identidad de los autores será una incógnita en todo momento hasta que deje de serlo. Los relatos serán repartidos entre los participantes aleatoriamente para su lectura, salvo que algún autor prefiera leer el suyo por alguna causa justificada. Se recomienda al lector leer previamente el relato, para tratar de ser fiel a la intención del creador del escrito.
Organización de la siguiente edición: aquel que sea elegido por la urna de relatos tendrá el honor de alojar y alimentar a los escritores fundamentales de la próxima edición. Se permiten así mismo voluntarios para tan noble causa.

13 comentarios:

  1. Música: Villancico “Hacia Belén va una burra rin, rin”. https://www.youtube.com/watch?v=BjIpjNevyYo

    “Nooo, flaco, por ahí no me empecés con boludeces…”
    Oh, no, ya hablaba y pensaba como su psicoanalista argentino. A pesar de mis 7 años, mis padres se habían rallado tanto que habían decidido ponerme en terapia, ¿viste?
    -Dime, Luis, vos creés que esta culpa de la que hemos hablado tiene que ver con lo de los seis burros? Hablame de tu padre.
    “Por favor, este hombre no sabe que los psicólogos lo que hacen es JUGAR con los niños, no acribillarles a preguntas en las que da igual lo que digas, porque ellos siempre tienen razón?
    Todo había empezado con los belenes y los villancicos. Y los adultos con esa estúpida manía que tienen de exagerar y mentir en las canciones. ¿Realmente el que le quitó a la novia de los de Hombres G se estaba retorciendo en polvos pica-pica? ¿Corazón latino de sangre caliente pegado a tu piel, qué cerdada es esa? Había descubierto demasiado tarde esa trampa. Embaucado por el villancico de la burra rin, rin, y poseído por mi aficción al chocolate y el turrón, había ido por los belenes de diferentes sitios (en mi casa, la escuela, la panadería) sustrayendo burros y dejando pinipones en su lugar (qué pasa, es mi marca de fábrica; el zorro deja la “Z”, yo dejo un pinipon). Nadie sospechaba de mí, jejeje. Había algo, en conjunto, que no les cuadraba cuando veían el Belén, pero no caían en que era el Pinipón, jeje.
    Robé burros hasta llegar a un número de 6. Ahí ya decidí ver dónde tenían el chocolate, rin, rin; para comerme el chocolatillo y armado con un cuchillo que sustraje a mi madre del cajón de los cuchillos peligrosos, los abrí en canal.
    No había chocolatillo ni nada. Maldije a los puñeteros adultos que me habían vuelto a mentir. Como lo de los Reyes o Papá Noel. ¿Quién se traga eso? Con lo que se tarda en pasar una aduana, a ver si son capaces de llevar tantos juguetes en tan poco tiempo por todo el mundo.
    Total, que como no hay que olvidar que soy un niño, me olvidé pronto de mi desilusión, me fui a jugar con otros juguetes y dejé a los seis burros en círculo, abiertos en canal, con el cuchillo en el centro del círculo. Y… lo habéis adivinado, ¿qué pasó?
    “María, María, ven acá corriendo que el chocolatillo se lo están comiendo”.
    Pues que apareció mi madre y al ver eso, se pensó que estaba en una especie de ritual macabro con los burros, se llevó las manos a la cabeza, me los requisó, habló con mi padre y me pusieron en terapia.
    No intenté dar explicaciones. La lógica y los adultos son como el agua y el aceite. Tampoco se lo he explicado al psicólogo. Y si le digo que quería los burros para dárselos a la niña que me gusta, porque su grupo de música favorito es Seis Burros, vamos a ponernos con el Edipo y esas cosas que me dan un poco de mal rollo.
    Además, seguro que Seis Burros también mienten en sus canciones.

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  2. SUEÑO ÁRABE
    https://www.youtube.com/watch?v=BjIpjNevyYo


    Se arrodilló imitando al resto de mujeres y cerró los ojos dejándose llevar por el canto del muecín. El gélido viento de la mañana parecía haber conducido sus pasos de forma automática a la mezquita de Ortaköy. Aquel pequeño pero lujoso templo a orillas del Bósforo había sido su refugio espiritual desde que llegase a la ciudad hacía unos meses y hoy, más que nunca, necesitaba de Alá para sosegar su atormentado espíritu.

    La imagen de su padre irrumpió violentamente en su mente y los ojos de Salma se inundaron por la angustia. Él jamás se lo podría perdonar.
    Recordó las insistentes súplicas, el cómplice apoyo de la madre, sus zalamerías de hija pequeña… aquello había servido para que el viejo Asad finalmente le permitiese postergar la búsqueda de esposo y viajar a Estambul a trabajar en la pastelería que regentaban los tíos maternos. De ese modo Salma creyó que escapaba con un guiño de un destino gris en la pequeña aldea de Anatolia que la había visto crecer. Probablemente su padre no hubiese accedido si las cosas hubiesen marchado mejor, pero desde que enfermó las cosechas eran exiguas y se había ido diluyendo la otrora prosperidad de aquello tiempos en que la familia contaba con 10 vacas, 6 burros y más de 20 gallinas. Con su sueldo Salma podría colaborar económicamente, y de paso sería su oportunidad de explorar el mundo, de tener una aventura. Turquía se modernizaba, sí, pero a ritmos desiguales y aquella apertura no había llegado aun a las zonas más rurales ancladas en las tradiciones.

    La mirada de Salma se desvió a la enorme lámpara de araña cuya caleidoscópica apariencia atrajo su curiosidad, su ávida e ingenua curiosidad. Como aquellos cristalitos la capital estaba llenas de contrastes, y así, cada tarde, optaba por perderse por el laberíntico gran bazar, por las pintorescas callejuelas de los barrios pobres o por las occidentales avenidas comerciales de Taksim.

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  3. SUEÑO ÁRABE II

    La tarde anterior había decidido darse el capricho de merendar shalep caliente con unos pastelitos de pistacho en la cafetería de un hotel con vistas a la imponente Santa Sofía. La decisión de entrar en aquel establecimiento había dado un giro a su vida, causalidad o causalidad, fue el lugar en que le conoció. Se le escapó una sonrisa al recordar el torpe árabe con el que se había presentado y pedido permiso para sentarse junto a ella. Rebasar esa primera barrera había sido para Salma el inicio de una cadena de osadas trasgresiones, pero pensó que allí nadie la conocía, y aquel tipo de ojos verdes y pelo largo le resultó exótico e impactante. Él se llamaba Armando y procedía de un lejano e insospechado país, Argentina. Le dio a probar de una barra de chocolate que llamaba “turrón” y la conversación prosiguió con intentos de enseñarle algunas palabras de español: “hola” “¿cómo estás? “ “que linda eres” “boludeces”.
    Las horas pasaron sin apenas darse cuenta, era un joven divertido, natural, lleno de historias por contar acerca de sus viajes que la asombrada Salma quería absorber. La tranquilizó el trato delicado y cortés que él la propinaba, pero la tensión se iba adueñando de su cuerpo al notar la atracción que iba ejerciendo Armando sobre ella, quien jamás había estado a solas con un hombre ajeno a la familia, que jamás había rozado ni besado a ninguno. Su cuerpo se estremeció de electricidad ante aquel primer beso. Él le decía palabras bonitas y ella supo que había ido demasiado lejos en su juego de aparentar ser una chica moderna y libre de prejuicios, pero también supo que no había vuelta atrás ante el deseo que surgía implacable de lo más profundo de su ser.

    “Que Alá me perdone” Los recuerdos de aquella noche en el hotel se mezclaban con las oraciones musitadas por el resto de mujeres ataviadas con velos.

    Salma se sentía confundida, atrapada en un conflicto entre el deber y el deseo, entre la lealtad y el amor a sus padres y el anhelo de una vida diferente que había podido vislumbrar. Asad nunca habría aceptado como yerno a un cristiano, Armando no pertenecía a Turquía sino al mundo.
    Salma era joven pero sabía que la oferta de él no implicaba promesa alguna. Unirse a su viaje, acompañarle con una mochila por Europa, por Asia, trabajar, crear su propia vida, elegir su propio destino. No había pegado ojo dando vueltas a la posible materialización de un sueño que de forma imprecisa pero férrea anidaba en su corazón desde niña.

    Se levantó y dio la espalda a la mezquita dispuesta a saltar al abismo.

    Se apresuró a casa de sus tíos a reunir en una maleta sus pertenencias y pensó dejar para más tarde la difícil tarea de escribir una carta a su familia. Cuando se disponía a salir de casa le detuvo la inesperada aparición de su tía que traía el rostro desencajado. “¿Dónde te habías metido muchacha? ¡Te llevamos tratando de localizar desde anoche! Una desgracia ha ocurrido, tu madre ha muerto de repente, que Alá la tenga en su gloria”.

    La noticia atravesó a Salma de arriba a abajo, como un jarro de agua helada cortó su respiración. Supo que no podría hacer otra cosa que volver a su casa, que cuidar a su padre enfermo. Supo que había rozado su oportunidad con la punta de los dedos y sintió que una lágrima abrasaba su cara, una lágrima de dolor, de pérdida y de alivio.

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  4. Homenaje
    Vivo en el número 7 calle melancolía, la realidad no me abandona. Se me cae la casa desde que se marcho y escarbo en un cajón por si aparece entre mis cosas. Ahora ya solo espero el derribo y es que perdí la pista del eje del salón y estoy continuamente torcido. Respirar tan fuerte que se rompa el aire, aunque está vez será mejor marcharse.
    Ella siempre temió echar raíces que pudieran sus alas cortar y en la jaula metida, la vida se le iba y quiso sus fuerzas probar. El valor para marcharse, el miedo a llegar.
    Ahora tendré que salir a buscarme alguien que me arranque de cuajo la pena. De alguna manera tendré que olvidarte tengo que olvidarte de alguna manera.
    Tarde de perros, noche de canallas, policías inquietos al volver a casa, gabardinas sin dueño, con los cuellos alzados, gatitas en celo, pasadas por agua. Y me envenenan los besos que voy dando
    Cuando se despertó. No recordaba nada de la noche anterior, demasiadas cervezas, dijo, al ver mi cabeza, al lado de la suya, en la almohada...Y la besé otra vez, pero ya no era ayer, sino mañana. Y un insolente sol, como un ladrón, entró por la ventana.
    Yo tocaba fondo y me dormía en la cocina, Mi coco me dice que hoy mi vida entera pasará ante mis ojos, y pediré perdón.
    Fue tan largo el duelo que al final casi lo confundo con mi hogar.
    Por mucho que vuelvo no encuentro mis recuerdos. Los busco, los sueño; lo propio ya es ajeno. Cayeron los bordes y el vaso ya está lleno. Y ahora sólo intento vaciar. Sólo necesito despegar. Solo necesito seis burros comiendo turrón, ¡boludeces!

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  5. (SUEÑO ARABE: corrección de link musical:
    https://www.youtube.com/watch?v=nIY3JZbr5dY&list=PLB2C47682792B28D9&index=4 )

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  6. Claro, claro, y qué más, bonita, ¿Quisiera usted un pisito para el verano en la costa azul? ¿O quizás un hotel transparente en mitad de la selva amazónica? No hemos hablado de costes, pero sin miedo. Puestos a pedir, por que no ampliamos miras y horizontes y escogemos al arquitecto más freaki de Japón, para que nos construya una mansión con forma de perrito caliente en Dubai? Por qué no, a ver. No podías haber mantenido las cosas simples, no, con todo lo que queda por hacer. Ayer mismo le decía a mi portero que cuándo lleguen las cartas, me haga el favor de apilarlas en algún lugar, porque en el buzón no van a caber. Pues tenía que ausentarse estos meses, así que nada, portero nuevo justo ahora. Si te empeñas, lo consigues. Pero a qué precio. Pagar es lo que menos me importa ahora en realidad, sobre todo es conseguir que cuadre y cumplir con el encargo sin renunciar a mí estilo. Ja! Ojala tuviese un estilo; me refiero más bien a que diga algo real. Un producto para que triunfe tiene que cumplir una serie de requisitos, unos fundamentales y otros arbitrarios. Uno de los fundamentales es que haga creer al consumidor que tiene varios artículos en uno solo. Pero claro, olvídate del diseño. Los que habéis tratado de compraros zapatos que peguen con todo, para la lluvia, cómodos y elegantes, sabéis que se llega hasta elegantes. Elegantes no. Porque siempre hay que renunciar a algo. Bueno, pues no todo el mundo lo ve así. Los hay que te piden consejo para mantener una aventura, pero sin tener mala conciencia, que eso de los remordimientos son boludeces, o que buscan una casa rural con burritos para los niños, pero con un mercadona cerca, que habrá que comprar turrón, o que te piden un relato musical que integre las palabras turrón, seis burros y boludeces, pero que sea profundo y coherente, que hay unos estándares de calidad que mantener. Y se quedan tan anchos.

    https://www.youtube.com/watch?v=vzU22cgRJdE

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  7. Canción: "Gong" (Seis Burros, digo Sigur Ros ;P )
    https://www.youtube.com/watch?v=GPGBCUAsoYg

    Primero fue el viento.
    Después las gotas.
    Corriente. Corriendo.
    Recorriendo espacios inesperados.
    Sin saber hacia donde llegar,
    tan sólo avanzar.
    Trepando por los troncos.
    Atravesando colinas.
    Arañando las nubes.
    Acariciando pájaros de alas rotas.
    Trotando a lomos de los seis burros.
    Nadando entre tiburones.
    Temiendo miedos ajenos.
    Soñando sueños gastados.
    Diciendo boludeces.

    Primero fue el frío.
    Después, la navidad.
    Villancicos y turrón.
    Sandeces.
    Nostalgia.
    Recorriendo corrientes.
    Animales domésticos.
    Máscaras sonrientes.
    Rojo y verde.
    Dolor y esperanza.

    Hoy ascenderé al cielo subida a lomos de los seis burros.
    Con alas de cartón y fuego en las sienes.
    Hoy recorreré tu mente llena de deseos, y lameré tus heridas.
    Con lengua de trapo y mercromina.
    Hoy tal vez te abanique con mis pestañas y te arrope con mi torpeza.
    Con la intención de recobrar algo de cordura.

    Huir del frío,
    y protegerme de las corrientes.


    Pseudónimo: Desvaríos a las 3 de la madrugada.

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  8. https://www.youtube.com/watch?v=k6Nw0Hm_wTM

    Vamos chicos, daos prisa que están a punto de venir.

    Haced el favor de traer un cojín para la abuela, que luego se queja. ¿Hemos quedado en que había sillas para todos, no? Que si no hay que llamar a la tía y que se traiga de las suyas plegables.

    Estoy pensando que no sé si me he quedado corta con las bebidas, todavía estamos a tiempo de mandar a papá a por más. Bueno, da igual, lo dejamos así, que luego siempre sobra y nos lo tenemos que comer con patatas.

    ¿Habéis hecho la bandejita de turrones? Ah, sí, mírala, que graciosa ha quedado. Yo creo que podéis cortar un poco más, que entra.

    Hijo, anda, hazme el favor de ir al salón y quitar de la estantería el jarrón que trajiste de Argentina. Guárdalo bien en mi armario, que en cuanto se juntan los niños no hay quien haga carrera de ellos. ¡Qué panda! Menudos seis burros están hechos.

    ¿Habéis visto qué mantel más salao’ con los Papá Noeles? Diréis que no es chulo.
    ¡Uhh! Parece que estos cuchillos no están muy limpios, hay que darlos un agüita, que en el lavavajillas no quedan bien bien. Lo quiero todo como los chorros del oro.

    A ver cómo va mi corderito. ¡Coño, me he quemado! Todavía le queda.
    Esta sopa huele que alimenta. Esta feo que yo lo diga, pero qué mano tengo.

    Vamos a repasar:

    El embutido está. Falta por cortar el jamón, que el que se da más maña es Antonio.
    La lechuga picada. Tomate, aceitunas, cebolla, atún.
    Rocky en el trastero ¿Le habéis dado la luz a mi cosita?
    En fin, ¿qué más?
    Vasos, platos hondos. Para el postre no sé si sacar la vajilla buena o estos platitos de plástico, porque miedo me da.
    La tarta helada, melocotón en almíbar…Sidra, whisky

    No sé si tendremos suficiente hielo. Decidle a papá que se dé brío y vaya a por una bolsa.
    Y poned unos villancicos y las luces para ir animando. Ah, pero esconderme las panderetas, que como las cojan los niños nos ponen la cabeza como un bombo.

    Paté, salmón, langostinos, mayonesa… ¿qué más? Id partiendo pan. Por lo menos tres o cuatro barras.
    ¡Qué agobio!

    — ¡Vieja, dejate de boludeces!
    — Hijo, habla bien, que desde que has vuelto de por ahí estás de un tonto.
    Mira, ya llaman al timbre. Vete a abrir.

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  9. Preludio a la siesta de un fauno. Claude Debbussy.

    (Bostezo) Uaaaaaaaaaaaaauuuh, dijo el fauno, abriendo sus fauces todo lo posible para que el bosque entero supiera que se iba a echar un sueñecito.

    El pobre llevaba todo el día persiguiendo hadas, y solo dios sabe lo cansado que es eso. Aquellas criaturas no paran de brincar con sus pequeñas alas, y cuando estás a punto ce cogerlas, te llenan los ojos de polvo de estrellas y se burlan en tus narices. - Jajaja, viejo fauno hambriento, tendrás que moverte más rápido si nos quieres alcanzar -
    Sus ojos comienzan a caer como un pesado telón cuando un ruido lo despierta. Un ligero tintineo, ¿el aleteo de un pájaro?, ¿alguna alucinación de su imaginación somnolienta?. Se esfuerza por seguir alerta y se queda atónito, ¡Un hada extraviada!. Parece joven y no le ha visto, ésta puede ser su gran oportunidad, pero debe ser cauto. Piensa en una estrategia, el hambre aprieta y lo estruja para conseguir una solución. ¡Eureka!, piensa, si salta a por ella con lo cansado y torpe que se encuentra lo normal es que se escape. Agudiza su ingenio, las hadas jóvenes son un tanto pánfilas y fáciles de engañar. Unos segundos y ya tiene su plan. Recoge unas piedras en un hatillo y se lo hecha al hombro, se apelmaza unas hojas en la cabeza a modo de sombrero, rodea el árbol sobre el que está acostado y se asoma a la escena silbando una canción alegre.

    El hada ve aparecer a una criatura extraña que silba sonriendo caminando con buen ánimo a grandes zancadas. Se queda atónita, ¿quién será ese sujeto que parece sacado de otro lugar?

    El hada se acerca curiosa. - ¿Quién es usted, que silba tan alegre por estos bosques?

    -¿Eh?- Contesta el fauno haciéndose el sorprendido.
    (Acento argentino). -No soy más que un buhonero errante, venido de allá lejos.

    -Habla usted muy raro - ríe el hada, - ¿viene de otro planeta?-.
    -No digas boludeces mi linda hada, soy simplemente de otro bosque, muy lejano de éste. Traigo gominolas, bastones de azúcar, turrón de almendras y pepitas de chocolate para vender en el mercado de los faunos-. Nuestro fauno sabe muy bien que a las hadas les pirran los dulces.

    - ¡Oh, si...!, he visto una gran cantidad de caravanas, alguna con hasta seis burros tirando de las carretas. Pero, sabe usted que las hadas y los faunos, en fin...

    -No entiendo de que hablás linda hada...
    -Pues...es que a los faunos les encanta.....(susurrando) comernos.
    - ¡¡Oooooh, (indignado) ¡pero qué crueles!!, si me encontrase con uno de esos faunos le diría un par de cosas feas. Sí, hasta puede que le propine una patada en sus posaderas.
    -Jajaja -ríe el hada divertida sujetándose la tripa- es usted muy gracioso criaturadelotrobosque.
    -Oye, se me ocurre, que como no puedes ir al mercado de los faunos, quizás pueda darte una de mis golosinas. Sonríe pícaro.
    (Encandilada) - ¿¿¡,haría usted eso!!??
    - Pues claro, sólo acércate a ver cuál te gusta más-. El fauno tiene su trampa a punto, el hada se acerca al hatillo mientras él sujeta un palo con la otra mano. Cuando está tan cerca que puede olerla y relamerse suelta un mandoble con todas sus fuerzas, de tal forma que el garrote queda enterrado en el suelo.

    ¡¡¡Jajajaja (risa maléfica)- el fauno por fin podrá comer
    ¡¡¡Jajajajaja... (risa desternillada de un montón de hadas) el fauno ve como de sus escondrijos aparecen más de veinte hadas partidas de la risa. Bajo su bastón solo hay tierra.
    El crujido de su estómago parte el bosque en dos acompañado de las cantarinas carcajadas de aquellas esquivas criaturillas aladas.

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  10. [Léase con la música del autor]

    El gélido viento navideño azota mi cara, pero yo estoy sudando. Voy corriendo por la calle tan rápido como puedo. ¡Apartad! ¡¡Apartad!! ¡Tengo que conseguirlo! Sorteo un carrito de bebé y luego otro, y a dos mamás felices que los pasean. Dejo atrás a un hombre tocando el violín, junto a una mujer que toma café fumando un cigarro. Corro como alma que lleva el diablo y no sé si me dará tiempo… Un hombre con gafas leyendo muy de cerca un libro, me corta el camino y al esquivarlo, una mujer muy distraída se choca conmigo derramando sobre mi cabeza algo que parece aceite. Yo sigo corriendo, nada me importa más que llegar para conseguir mi objetivo. Salto en cada paso que doy y mi respiración acelerada es el esforzado engranaje de mis movimientos. Dos morenas hermanas me interrumpen la cadencia, pero paso a través de ellas. Dejo veloz a mi izquierda a una mujer afónica, que trata de avisarme de que, a la vuelta de la esquina, una canaria de adopción puede toparse de bruces conmigo. De milagro la veo y mientras mi corazón se quema exhausto, sigo mi camino a toda velocidad, con la esperanza de alcanzar la meta. ¡Ya casi estoy! ¡Estoy a punto! Sólo quedan una ingeniera, que al avanzar como el rayo, aparto y un matemático brasileiro que parece disfrutar montando en bici. Al pasar me anima, pues ya estoy muy cerca y me grita que es en realidad una feliz genialidad esta atropellada carrera. ¡Ya estoy! ¡Ya llego! Y por fin logro la recompensa, pues he escrito a tiempo y con música este relato.

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  11. FUERA DE CONCURSO: Relato inédito de la Edición XV. Tema: TERROR

    PARTE I

    Emilio, mi hijo, me preguntó por qué no había vuelto aún su amigo Miguel del parque. No lo sé. Le dije.
    No quería asustar a su madre, que se movía nerviosa a mi lado con cara de preocupación sin despegarse del teléfono. Era cierto que no lo sabía, sólo había ido a jugar al fútbol al antiguo campo, ese donde yo no dejaba ir a Emilio, y no había vuelto aún; sin embargo no podía evitar recordar con un escalofrío lo que nos pasó un frío día como aquel, de mediados de otoño de hace veinte años. Nunca lo hablamos entre nosotros y jamás siquiera se volvió a mencionar, pero estoy seguro de que a ninguno se nos olvidará jamás esa tarde, que con el tiempo, nos obligamos a creer que no ocurrió.
    Mi mujer se acercó preocupada y como sólo ella sabe hacer, me interrogó con la mirada. La aparté de los demás y con voz queda, temblando sin querer, empecé a librarme de una pesada carga. Nunca le he contado esto a nadie:

    Era un día de finales de Octubre y el vaho que salía de nuestras bocas contribuía a la niebla que se estaba formando alrededor. El aroma a césped mojado y a la jara que escoltaba el carril bici, se mezclaba con el agradable olor a leña que venía de vez en cuando de la casa del otro lado del puente. Desde nuestra posición, en el campo de fútbol del parque, se distinguía perfectamente el perfil montañoso de la sierra, justo con los últimos rayos de luz anaranjada recortando el horizonte. Hacia el este, al otro lado, las nubes moradas extendían las sombras sobre la tierra. El aire frío de Noviembre se había adelantado y congelaba nuestros pulmones, pero nos gustaba la sensación. Habíamos salido a jugar un partido con los primeros chicos que nos encontrásemos en la cancha. No tardamos en acordar con un grupo de chavales de entre 15 y 18 años la distribución en dos equipos y empezamos a disfrutar de un derroche de esfuerzo físico que nos rejuvenecía, anquilosados como estábamos de la vida universitaria. Nos lo pasábamos bien jugando al fútbol con extraños y amigos. Era un acuerdo deportivo momentáneo con el que ambos grupos de desconocidos se beneficiaban los unos de los otros. Siempre era divertido.
    Aquel día empezó siéndolo también. Como no éramos suficientes, algunos de los chicos se habían venido a nuestro equipo para igualar en número el encuentro y éste se desarrollaba con normalidad mientras el sol, desgraciadamente rápido, se terminaba de esconder tras la montaña.

    De pronto, las acciones se volvieron más violentas. Esa falta era innecesaria. La patada al mogollón sólo iba dirigida a una pierna, no al balón. ¡Tranquilos! ¡Relajaos que es sólo un juego!
    Empezaron a empujar.
    Rubén me miró y se encogió de hombros. Seguimos jugando. El oeste en las montañas se volvía rojo intenso. No eran muy buenos jugando, pero de pronto no podíamos quitarles el balón. Oscurecía cada vez más. Javi se tiró al suelo en acción defensiva como sólo sabe hacerlo él y recuperamos el balón. Juro por Dios que el chirrido infernal que se escuchó no sólo provenía del tren de mercancías que pasó justo en ese momento bajo el puente.
    Se hacía de noche muy rápido. Apenas se distinguían ya las caras. Pero recuerdo perfectamente que Javi se la pasó a Antonio, éste a Rubén y desde el centro del campo fue él quien la tocó sutilmente para Héctor que me vio subir en carrera por la banda derecha y me la envió al hueco. La jugada era perfecta. La pasé al centro del área donde uno de los chicos que jugaban con nosotros sólo tenía que empujarla dentro. Tenía que ser gol. Pero el chico no la tocó. Sé que llegaba pero no lo hizo… Tan sólo se paró. Me miró tranquilo y me sonrió con ojos demenciales. De repente sentí miedo, pero era irracional y no quise darme cuenta. Aunque todos mis sentidos gritaban alerta.
    Mi instinto, reprimido por mi, empezó a manifestarse en el estómago.

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  12. PARTE II

    No volvimos a tocar el balón. Sus agarrones y malas caras nos sorprendían tanto que no supimos reaccionar. Apenas sí permanecía un tenue resplandor rojizo tras las montañas. Todo lo demás era negrura. Javi se acercó a Rubén y pude ver cómo le susurraba algo. Quería irse de allí enseguida. Aunque respondíamos a los empujones no queríamos una pelea, pero no era la violencia lo que nos asustaba. Los chicos que se supone jugaban en nuestro equipo empezaron a pasársela entre ellos y con los demás. La poca luz que aún se reflejaba del cielo se iba muy deprisa y ninguna farola se encendía aún. En el viejo campo sólo negras siluetas se movían cortando el aire frío, mareándonos, y nuestro desasosiego sólo aumentaba cada vez que les dirigíamos la palabra, para relajar los ánimos o tratar de entender. Pues no contestaban. Antonio y yo intentábamos aún fingir que jugábamos para tratar de coger el balón, agarrarlo con las manos y salir de allí. Héctor se había quedado apoyado en la valla y no sabía muy bien qué hacer. Uno de ellos me empujó y caí delante de él al suelo, pero sólo me miró sin moverse, la espalda contra las rejas, y con ojos vidriosos me sonrió nervioso. Su sonrisa no ocultaba el miedo, lo reflejaba. Y supe que yo también lo tenía, que habíamos perdido el control de la situación.
    Vámonos sin más. Pensé. A la mierda con el balón. Hice un gesto a los demás y uno de aquellos… uno de esos… esas cosas… no sé cómo, pero me miró, y sus ojos no eran ojos. En la penumbra, bajo sus párpados incomprensibles dos penetrantes y finos haces de luz gris se dirigieron a mi cara. Los otros también… no sé explicarlo. Se empezaron a mover muy rápido, demasiado, y sus formas y movimientos no me parecían naturales. Sus ojos de extraña luz nos miraban y rodeaban cada vez más amenazantes. Se desintegró finalmente el último resplandor en el oeste y en la oscuridad del campo de fútbol, ahora total, sus cuerpos ya no me parecían humanos.
    Un instante después, las farolas se encendieron iluminando el cemento con las líneas del campo pintadas. Los seres volvieron a ser chavales y como si no hubiese pasado nada, sin dirigirnos la palabra, se fueron corriendo a cenar a sus casas abandonando la cancha como cuando acaba un recreo. El balón quedó botando muerto en un lado y nosotros, paralizados, no nos atrevimos a hablar del tema siquiera, Nos marchamos en silencio y nunca volvimos.

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  13. https://www.youtube.com/watch?v=H7xtMmwLlFo ("Por una cabeza", instrumental)

    (Ella: acento argentino)
    (El: acento paleto)
    (Presentador: sin acento)

    BOLUDECES Y DEMÁS MILONGAS

    (Ella) ¡La puucha, tres copas de vino y todavía no se me querén pasar estos nervios en la barriga! Viste que si lo sé no aparezco por acá, me voy a casa del Lucho y echamos uno rapidito como cada sábado…La verdad que el tipo no es ninguna maravilla en la cama..me tené refastidiada porque además solo me llamá cuando tiene un calentón…aunque bueno, luego es un pibe recopado cuando quiere…

    (Presentador)- Bueno, vayan tomando asiento de nuevo, les recuerdo las normas de funcionamiento señores: son ciiinco minutos…Cinco minutos para enamorarse, desenamorarse y volverse a enamorar del que tiene en frente. No se olviden, las damas permanecen sentadas en su mesa, mientras que los caballeros serán los que vayan pasando de una a otra en la dirección de las agujas del reloj. ¡Abandónense a sus pulsiones y pasiones y no dejen de consumir!

    (Ella) El quinto de esta noche, se me ponen los pelos locos solo de ver a este tarado. ¿De donde salió semejante boludo? Le falta eso que llaman acá “la boina”. No sé por qué me sigo preocupando de ponerme este vestido. Estoy recagada de frío. Y estos tacones en los que me gasté 500 mangos…encima no se arrancá a hablar el boludo…¡y ahora comenzó a ponerse colorado!….¿no me pensá dar bola este tipo??? Bueno pues ya arranco yo…

    (Ella) - ¿Tenés un pucho?

    (Él) - ¿Qué “hices” hermosa?

    (Ella) - ¿Qué si tenés un pucho? Un cigarrillo como dicen acá.

    El, aún más colorado y empezando a sudar, dubita.

    (Él) - Yo de eso no gasto…pero de lo “hi” tengo son ovejas, merinas y churras, doce gallinas empordanesas, y seis burros percherones. Con el Mariano no te iba a faltar de ná, ¡cordera!

    Farfullenado para sí.

    (Él) - Burro es lo que “mehtás” poniendo gacela.

    Tartamuedeando.

    (Él) -¿Pe….peee….peeeo tu “quiés turrón”?

    (Ella) - Chheee ¿Pero que me decís pelotudo? No entiendo un carajo, ¿viste?

    - (Colocando las palmas de las manos a ambos lados de la ingle, exhibiendo la protuberancia que queda debajo del pantalón de pana) Digo que si “quiés turrón del bueno pa estas navidades”??

    Se levanta de golpe, encendida como si de una antorcha se tratase y con la mala suerte de que la falda de tull de su vestido se engancha en el mantel. Con la sacudida vuelan la vajilla, los cubiertos, el solomillo (de ternera argentina, por cierto) y, por supuesto, el Rioja de ambas copas. A cámara lenta, observa como salpica, no solo a ambos, sino a los pretendientes de las mesas contiguas. Y por fín estalla:

    - ¡Dejáte de boludeces, ortiga, me cargás! ¡Cortála chee, estás re-pirado! ¡¿Te crees que me la voy a bancar así de cualquier manera???!

    Se da media vuelta mientras estira de la falta que se desgarra. Un trozo de tela queda colgado de la esquina de la mesa cuando comienza a andar. Tropezón mediante desde sus tacones nuevos, enfila hacia la casa del Lucho, un sábado más.


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