lunes, 29 de junio de 2015

XXXII EDICIÓN DE RELATOS FUNDAMENTALES

EL MISTERIOSO INCIDENTE DEL 4 DE JULIO



Tema: Aquella reunión prometía ser una más. Un reencuentro entre personas, contarse las novedades, quizá reír un rato recordando viejas anécdotas…Nadie podía preveer lo que iba a ocurrir aquel día. La escena que resultó de lo sucedido el día posterior quedó grabada en la retina de los más ancianos que, desde entonces, cuentan leyendas e historias de lo más variopinto. A pesar de ello, son muchos los que, a día de hoy, ni siquiera conocen a ciencia cierta lo que ocurrió. De lo que no hay duda, es de que aquel incidente no dejó indiferente nadie. Desde entonces, a pesar del paso de los años, es comentado por mayores y pequeños, especialmente en la víspera o el aniversario del inolvidable 4 de julio. Nadie sabe con exactitud hasta que punto se ha ido engrandeciendo con el paso del tiempo lo sucedido aquel misterioso día o, si por el contrario, la gente al narrarlo olvida acontecimientos y detalles por lo grandiosamente inexplicable y sorprendente de lo acontecido. A pesar del afán de muchos por conocer lo que sobrevino entonces, parece que continuará siendo un enigma oculto, sólo presente en la mente de los que vivieron y participaron de aquellos inverosímiles hechos.

Extensión: libre

Método de envío: cada relato será un comentario anónimo en la entrada del blog.

Fecha límite para subir los relatos: Hasta un minuto de la comida y lectura. No seré yo quién termine con el goce infinito que produce la postergación desmedida.

Fecha de la merienda-cena: Sábado 4 de julio a las 13:30h.  


Lectura de los relatos: La identidad de los autores será una incógnita en todo momento hasta que deje de serlo. Los relatos serán repartidos entre los participantes aleatoriamente para su lectura, salvo que algún autor prefiera leer el suyo por alguna causa justificada. Se recomienda al lector leer previamente el relato, para tratar de ser  fiel a la intención del creador del escrito.



11 comentarios:

  1. No tengo ninguna intención de relataros absolutamente nada... ¡¡Yo he venido aquí a liarla!!

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  2. - De acuerdo, repasemos los hechos: Primero Juanan salió a por unas cervezas al chino, después Carla se desmayó por el golpe de calor, vino la Guardia Civil a pedirnos que desalojáramos la casa y Martha y Tamara se negaron, Gonzalo en se momento desapareció y el gay loco entró por la ventana. Luego el fuego empezó a quemarlo todo y Claudia salvó a Celia de quemarse junto con su osito. Irene y Paula se liaron y el humo acabó por echarnos a todos menos a Héctor y al gay, que discutían acaloradamente y a Sara que estaba encerrada en el baño…
    - No, no, no, espera, ¡eso no fue exactamente así! Irene y Paula estaban haciendo un experimento sociológico cuando el gay loco entró por la ventana. El fuego había empezado desde el principio aunque no nos habíamos dado cuenta, Gonzalo estaba en la piscina y no se enteró de nada hasta que no vio el humo y al gay con la máscara de luchador mexicano empujado por Héctor por la ventana. Por otro lado fue Celia la que salvó a Claudia y a su osito, y Ana, Elena y Pachi fueron a comprar cervezas cuando la Guardia Civil se las encontró y no las dejó volver. Juanan desapareció en ese momento…
    - Bien, creo que tenéis un buen lío en la cabeza… ¿soy el único que recuerda todo tal y como fue? Un incendio en la urbanización hizo que todo el mundo corriese despavorido menos nosotros, que estábamos totalmente inmersos en la lectura de un relato sobre el día de la independencia norteamericana. Entre los aterrorizados había un hombre con una máscara de luchador que venía de una fiesta de disfraces, pero ¡nadie dijo que fuese gay! Entró por la ventana para refugiarse de las llamas y Héctor intentó comentarle amablemente que ese no era un modo de entrar en una casa ajena. Sin embargo esto ocurrió después de que Irene fuese a comprar cervezas al chino. Martha y Tamara estaban en la piscina y cuando quisieron avisarnos del fuego vieron la mano de Gonzalo salir por la ventana del baño, donde se había quedado encerrado, así que se quedaron tratando de ayudarle. Por otro lado, Pachi, Ana y Elena estaban ligando con tres tipos disfrazados de guardias civiles de la fiesta de al lado que nos estaban pidiendo que nos uniéramos. Paula ya había empezado a hacer un experimento sociológico o no sé qué por allí. Cuando el fuego alcanzó la casa Claudia y Celia salieron andando de la mano por su cuenta, Diana se desmayó de un golpe de calor y Carla se negó a abandonar su casa. En ese momento Héctor desapareció…
    - ¡¡Chicos, chicos, chicos!! ¡¡Estáis obviando que el fuego fue producido por un meteorito!! De haber caído en la piscina habría evitado el incendio, pero habría liquidado a todos los de la fiesta de al lado, menos al luchador mexicano que negociaba con los guardias civiles que habían ido a pedirles que dejaran de armar escándalo. Pachi, Elena y Ana habían ido allí a cotillear, a ver qué pasaba. Aprovechando la confusión del momento, Sara y Gonzalo hicieron un experimento sociológico encerrados en el baño, lo que no les dejó ser testigos de cómo Carla salía por la ventana y Héctor se desmayaba de un golpe de calor. Martha y Tamara tampoco vieron nada porque habían ido a comprar cervezas, pero el chino había quedado arrasado por el meteorito… Diana y Paula lo vieron desde la piscina. En ese momento Celia y Claudia desaparecieron junto con sus ositos…

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  3. - Habéis confundido dos conceptos fundamentales chicos. Uno: ¡¡la fiesta de disfraces la estábamos haciendo nosotros!! Héctor llevaba una máscara de luchador mexicano cuando saltó por la ventana para escapar del fuego. Lo hizo de una manera muy gay…
    Dos: La gente se encerraba en el baño todo el rato para hacer un experimento sociológico que incluía el consumo de algo que no recuerdo, pero que era muy divertido… Cuando la Guardia Civil se presentó en la casa para registrarla ¡estábamos perdidos! Así que para ganar tiempo Elena, Pachi y Ana intentaron seducirles y luego Paula fingió un desmayo por golpe de calor, pero no funcionaba. Cuando pensábamos que nada nos podría salvar cayó el meteorito. Irene y Diana cogieron a Celia y Claudia y sus ositos y se marcharon. Martha y Tamara se negaron a dejar pasar a los agentes incluso en plena emergencia, mientras Gonzalo, Sara y Juanan, encerrados en el baño, se deshacían de todos los estupefacientes por el retrete. Los agentes se consiguieron abrir paso a través del humo y la gente y forzaron la puerta del servicio para pasar. En ese momento, la última pastilla desapareció…
    - ¡Me decepcionáis chicos! ¿Es que nadie recuerda a la cabra?

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  4. Cuenta la leyenda que aquella noche del 4 de julio, el demonio poseyó a todos los gatos del lugar. Sus ojos estaban inyectados en sangre, sus maullidos se volvieron tan graves como el rugido de un león, sus pelos se erizaron confiriéndoles un aspecto siniestro y sus garras se afilaron monstruosamente, causando todo tipo de destrozos.

    Por aquel entonces yo era sólo un niño y, lo reconozco, pasé mucho miedo. Durante años tuve pesadillas recurrentes en las que hordas de gatos callejeros amenazaban contra mi vida.

    No ha vuelto a ocurrir nada parecido a lo de aquella noche de verano de hace 53 años. Lo que verdaderamente sucedió sigue siendo un misterio, incluso para los que lo vivieron en primera persona.

    Era la semana de fiestas y todo el mundo se había reunido en la plaza. Los niños jugábamos muy cerca de donde los mayores se divertían hablando, bebiendo y bailando.

    Puedo recordar con bastante claridad el momento en que los gatos aparecieron precedidos de un extraño zumbido. Eran por lo menos 30 o 40. Doblaron la esquina de una de las calles aledañas a la plaza a toda velocidad. Cuando pasaron lo suficientemente cerca de nosotros, todos quedamos sin aliento ante el sonido que emitían sus bocas. No puedo llamarlo maullido. Era demasiado grave y profundo para llamarlo así.

    Segundos después, sólo hubo caos y confusión. La gente corría de un lado para otro perseguida por los felinos. Mi madre nos cogió a mi hermano y a mí del brazo y nos llevó corriendo a casa, asegurándose de cerrar todas las puertas y ventanas, una vez llegamos.

    A la mañana siguiente, los que se atrevieron a salir de casa, miraban a cada rato a un lado y a otro de la calle, esperando no ver ningún gato. No había rastro de ellos, pero la plaza presentaba un aspecto horrible, parecía que una estampida de elefantes hubiera pasado por ahí.

    Se asumió que los responsables de tal destrozo eran los gatos, aunque dudo mucho que los lugareños en nuestra huida precipitada, no hubiéramos tenido nada que ver.
    No se supo qué había ocurrido, y las versiones de la historia siguen proliferando, cada vez más inverosímiles y surrealistas.

    Durante mi paso por la universidad, no me resultó complicado encontrar en la hemeroteca el porqué del misterioso suceso. Un escape de gas: una fuga de hexafluoruro, que produce el efecto contrario al helio, en una regasificadora muy cercana a mi aldea.

    Nunca he hablado con nadie del asunto. No sé si soy el único que conoce la verdad, y no quiero ser yo quien acabe con la leyenda. Además, suelo pasarlo bien cuando regreso cada 4 de julio a celebrar el día de los gatos malditos.

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  5. Las frentes brillaban por el sudor aquella mañana, cuando llegamos a la garganta de los infiernos. Encontramos esa roca perfecta donde dejar las toallas y mochilas, y alguien soltó un evidente: "Uff ¡qué calor!". El alivio de haber llegado tras el largo camino, dio paso al urgente despojo de ropas. Sólo yo, ligeramente mareada, decidí esperar para meterme en el agua. Vi como todos reían, despreocupados, y trepaban por las rocas que esculpían las piscinas naturales de la garganta. Creo que me bebí medio litro de agua sin parpadear. Cerré los ojos, ocultos por las gafas de sol. Y sonreí al escuchar los chapoteos, las bromas, las risas... "Ahora me toca a mi", pensé. Y mientras me quitaba las gafas escuché que me llamaban, pero era un grito urgente, casi gutural. Miré al agua y las manos nerviosas me apuntaban a mi, ah no, a mi espalda. Me giré lenta, muy lentamente, mientras en mi pecho el corazón saltaba de miedo, pues había visto terror en la cara de mis amigos. No alcancé a ver qué era, aquello que me lanzó garganta arriba. Recuerdo la sensación de volar, recuerdo imagenes, destellos de mi propia vida. Como si se hubiera podido condensar todo en un segundo, en una suerte de arrepentimiento y deseos, de gratitud. Recuerdo que se me pasó un pensamiento bastante estúpido por la cabeza: "4 de Julio, el día de la independencia...", en algún rincón del mundo estarían a punto de explotar fuegos artificiales. "No puedo morirme ahora, ¡queda tanto por hacer!". Recuerdo temer por ellos, mis amigos en el agua. "No puede pasarles nada, ¡me niego!". Y recuerdo también la sensación de salirme de mi cuerpo y ver cómo este caía en una poza. No recuerdo el golpe contra la roca.

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  6. En verano hay más crímenes violentos.

    Por mucho que Ms Philips lo intentara, todo salía del revés aquel fatídico 4 de julio.
    La culpa era de ese calor sofocante que lo embargaba todo, llevaba noches sin pegar ojo. Sólo el concierto orquestado por los ronquidos atronadores del Mr Philips alteraba la quietud de dichas noches.

    El puñetero gallo anunció que era hora de levantarse. Se decidió a desayunar, el éxtasis alcanzado por el aroma del café fue quebrado por la tostada que se cayó, efectivamente hacia el lado de la mantequilla. Se agachó a recogerla y al ir a levantarse se pegó contra la puerta de un armario que algún inepto habría dejado abierta.

    Su hijo había venido a visitarlos con su familia al completo, la adolescente Tracy y los mellizos. Su nuera había decidido ir a la pelu para tan magno evento, por lo que a Ms Philips le tocó ir al súper con los mellizos, que se pelearon por meterse en el carro. Dudaba entre invocar a Herodes, que su castigo fuera inmediato, o… quizás demorarlo y echarles unas benzos en la comida para que le dejaran en paz a la hora de la cena… Se sonrió tramando su venganza mientras pedía la vez en la carnicería…

    En verano hay más crímenes violentos.

    12 del mediodía. 40 grados a la sombra, los goterones de sudor le resbalaban por la frente. Las bolsas pesaban, los rollizos muslos se rozaban mientras avanzaba unos metros por delante de los mellizos que iban jugando a ver quién echaba el eructo más ruidoso. Heroooodes…

    Por si fuera poco, se encontró con la zorra de la vecina cotilla con la que hay que tener un diálogo cordial, debajo de ese terrible sol que inundaba las calles bulliciosas de la ciudad. Todo el mundo se preparaba para esa noche.
    -Oh, si ha venido a festejar contigo el 4 de julio tu familia al completo, qué ricos están los mellizos.
    “Más ricos que van a estar, metidos en el horno…”

    Hogar, dulce hogar. El parloteo incesante de Tracy con el móvil al borde de la piscina, que si el Kevin no sé qué y el Brian no sé cuántos. Qué ligera de ropa va siempre esta cría. Su marido viendo el béisbol en la TV. Esos estúpidos comentaristas que siempre entonan igual. Su nuera de pinche, cotorreando sin descanso acerca de los cotilleos de alta sociedad. La tía pija que venía de la gran ciudad, nunca le gustó. Ruido de cazuelas.
    Su hijo llega dando un portazo. El sudor le chorrea por todos los poros de la piel, metida como está entre fogones…

    En verano hay más crímenes violentos.

    Los ojos fijos en la hoguera, el crepitar de las llamas, recortando la oscuridad de la noche. La respiración enlentecida, los ojos abiertos como platos, bebiéndose cada palabra de lo que dice la abuela…
    -Qué pasó, yaya, que le pasó a la requetetatarayaya
    -Cada año la historia acaba diferente.
    -Es que nadie sabe muy bien lo que pasó, sólo que como hubo un incendio, desde entonces en nuestra familia hacemos una hoguera y se tiran petardos en la celebración del 4 de julio. Se rumorea que Ms Philips comenzó a tirar los petardos para quedarse sorda y no tener que soportar a la familia. Hubo problemas con la retransmisión del partido de béisbol. Los mellizos estaban dormidos a la hora de postre, no se sabe si drogados, o exhaustos después del concurso de pedos acuáticos en la piscina. Pero como tampoco se sabe cuándo comenzó el fuego, no sabemos si estar dormidos les sirve como coartada. Una de las bengalas casi alcanza el tocado de la nuera. La incauta vecina, que usando la excusa de pedir sal osó acercarse a cotillear acabó en paradero desconocido. Tracy se fugó con Kevin.
    -Lo que sí que está claro, es que en verano hay más crímenes violentos, así que todas las celebraciones y reuniones familiares desde entonces se celebran en invierno. Por eso estamos contando historias en torno a una hoguera, a 4 de diciembre.

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  7. Parte 1

    Ahí se hallaban, arremolinados a su alrededor, completamente atónitos y perplejos.

    La señora Paquita, natural de Andalucía, que sería recordada años después por su salero y picardía. ¡Ah! Y por su incapacidad de mantener su dentadura postiza dentro de la boca cuando se reía a carcajadas con sus propios chistes.

    Doña Margarita, la carnicera de la calle de en medio, regordeta y pechugona, que se había ganado el título de “pendona y puerca como pocas” por su especial gusto por degustar la “longaniza” de prácticamente todos los consortes vecinos del municipio cuyo corazón resistiera a sus artes amatorias mientras, Gerardín, su inocente marido, le cortaba el gaznate a los pollos en la trastienda.

    Su hija, Violeta. Una jovencita afamada de impúdica e indecorosa desde que su familia la mandó de novicia a un convento de París y la terminaron por expulsar debido a sus escapadas y constantes escarceos sexuales. “De tal palo tal astilla” era la frase favorita de las más fervientes profesionales de la murmuración despiadada.

    Don Jacinto, el cura del pueblo, que se santiguaba sin parar clamando al cielo y suspirando sudoroso con los ojos en blanco al escuchar las impuras y pecaminosas confesiones de “ Las Gerardinas”.

    Y, como no, Luz Divina, viuda de Ernesto “El Mamao”. Entrañable por su exquisita y ácida ironía, especialista en el arte de amargar a los demás con su deseo de que “Dios se la lleve pronto” y sus gritos de “dolor agudo de alma”, como ella misma lo definía, que le brotaban justo en medio de la abarrotada misa del domingo.

    En medio de la plaza del pueblo, a los pies del mástil de la bandera nacional. Convertida ésta en un improvisado taparrabos que ocultaba las partes más nobles de su cuerpo desnudo, y con medio cuerpo sumergido en el abrevadero. Dormitaba borracho como una cuba, Perico, el nieto repudiado de “Doña Luzdi”. Los estrepitosos ronquidos redoblaban la escena a modo de himno, retumbando por el eco de las paredes del ayuntamiento.

    Nadie le creyó cuando, diez años atrás, pasó ebrio toda una semana alardeando, con una desvencijada maleta, de su próxima partida a las Américas para hacer fortuna. Al fin y al cabo, “El Atontao Ese”, como le llamaba su abuela o, “El Retrasao”, como le conocían en todo Ovejuela de Arriba, era popular por sus memeces y disparates varios. Nadie consiguió saber jamás de él después de entonces. Fue un absoluto misterio lo que aconteció la noche del 4 de julio de 1972, cuando le vieron alejarse dando tumbos, arrastrando la destartalada valija. Desde aquel momento, han sido miles, qué digo, millones, las efemérides, chismes y habladurías, sobre lo que ocurrió con “Periquito El Bobo”.

    Algunos dijeron que se lo llevó el director del espectáculo circense que pasaba aquella semana por el pueblo, como principal atracción de feria, por su infinita estupidez. Otros supusieron que la hipótesis más plausible era que hubiera echado andar, “el muy tonto”, y no hubiera sabido encontrar el camino de vuelta, transitando desde entonces, sin rumbo, como un “loco desorientado”. Los más soñadores ingeniaron una vida de riqueza y lujos en Las Américas, fantaseando con la posibilidad de que, esa supuesta estupidez de Perico, no hubiera sido otra cosa que una argucia de lo más ingenioso, y hubiera mantenido engañados a los moradores de Ovejuela durante años, para no compartir ni un céntimo de su atesorada fortuna. Incluso se contaba que, aquella noche, un colosal destello de luz había abierto en dos el cielo estrellado de verano, había abducido a Perico, y desde entonces era objeto de los más extraños experimentos marcianos. Las historias y leyendas en torno a aquel enigmático hecho, mantuvieron entretenidos a los pobladores de la región durante toda una década. El caso es que ahí estaba Perico, con una plácida expresión y sonrisa bobalicona, agarrado a su maleta, disfrutando de la modorra alcohólica. Prácticamente igual a cómo recordaban haberse despedido de él, un decenio antes. Inexplicable.


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  8. La Señora Paquita: ¡Illa, Luzdi, deja de darle con “er” palo al “probe” chiquillo, que le vas a romper los higadillos!

    Luz Divina: (Abalanzándose sobre él) ¡Calla, leche! ¡Si sabré yo lo que hago! ¡Que este mendrugo no me ha traído más que disgustos! ¡Despierta, que te voy a moler a palos en cuanto abras el ojo “desgraciao”, más que “desgraciao”!

    Violeta: (Acercándose con expresión y mirada lasciva. Levantándole la tela de la bandera de sus genitales) Pues mira que a mi éste borrego me está recordando al pétreo miembro de Armand…(acalorada, mete la mano en la entrepierna del susodicho).

    Doña Margarita: (A la vez avergonzada e interesada por el miembro viril. Estirando del indecoroso vestido de flores de Violeta. Haciéndose ella misma con un lugar privilegiado para la gozosa contemplación de los órganos sexuales) ¡Quita niña, qué estas echa una guarra y una cochina! ¡Desde que has vuelto de París no hay quien te meta en vereda! (Le da una colleja, apartándola, como si verdaderamente estuviese escandalizada por la perpetración del cuerpo de Perico).

    Violeta: ¡Aaaayyyyyyyyyyy! (Dolorida) Y te he dicho que me llames “Violet”.

    Don Jacinto: ¡Santa Mónica bendita! (Dando vueltas sobre sí mismo, como un palomo confuso. Sudando desaforadamente y santiguándose sin parar) Deje a la niña, que aquí todos tenemos de que lamentarnos ante los ojos de Cristo, ¡Por Dios, que deshonra este pueblo, por Dios, por Dios!

    Luz Divina: (Perdiendo su diminuta paciencia y haciendo alarde de su histeria más boluptuosa) Sumergirle la cabeza en el agua emponzoñada del abrebadero, ya veréis como espabila el borrico éste…¡Ay, ay! ¡Qué me va a matar de un disgusto! ¡Ay! ¡Dios mío, llévame pronto! (Sentándose como desmayada sobre el poyete de la fuente, abanicándose con una mano y agarrando con la otra a Doña Paquita), ¡AAAAYYYYY!

    Violeta: (Desde atrás) ¡Eeehhh, parece que abre el ojo! (Con voz y pose seductora) Hola guapo…

    Luz Divina: (Desatada, fuera de sí) ¿Se puede saber qué haces aquí, medio desnudo, y con la dichosa maleta, redomado zopenco?

    Perico: “Pos mira, agüela, el caso ejjjj queee….”

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  9. Parte 1

    - Pero a ver, señoraaaa, es decir que usted aparece de la nada, en pelotas, con cara de susto, y no recuerda nada????....- gritaba casi el frutero.

    La habían encontrado desorientada caminando entre los puestos cerrados del mercado, a falta de cerrar carnicería, frutería y la tienda del chino, y aparece ella embarrada de pies a cabeza.

    - Así es señor mío, ha vuelto a suceder- adujo ella.
    - Cómo que ha vuelto a suceder?- añadió el carnicero – es decir que más de una vez ha pasado por esto y no se acuerda????.
    - Si. La primera vez fue el año 69, en Nueva York.
    - Pero cómorrrrrr???- ya con impaciencia el pobre carnicero a punto estaba de coger el cuchillo de cortar los costillares vacunos.
    - Esa vez fue maravilloso…pero debo aclarar que de esa primera vez no me arrepiento. Esto último ha sido anoche mismo y no puedo decir lo mismo.
    - Ya me dilá usté que la del 69 fue un 69??- terció Ying Piao, la china de la tienda 3, aflorando en ella la milenaria cultura oriental, sabia en esos menesteres.
    - Pues ahora que me lo dice, no solamente fue un 69, más bien fueron varios números más- añadió ella, ya con sonrisa traviesa en la cara- y con un par de sementales perfectos, he de decirlo, si.

    Los otros tres interlocutores se miraron con caras de incredulidad. Don Paco el frutero trajo tres sillas y una botella de Pacharán. Esto se ponía interesante.

    - Señola, puede lesumil? Que volvel a casa y tenel malido calentón- Ying Piao se había desmelenado sin más.
    - Ay señora mía, si recordara tan claramente lo de anoche se lo contaría con el mayor de los placeres…bueno no tanto como el placer del 69.
    - Se refiere al año 69 o al otro 69??- ya se impacientaba el carnicero, ansioso de poder contar este numerito en la peña más tarde.
    - Intentaré resumir: fue el año 69 en Nueva York, con dos negros perfectos, ah! Y con un musculoso pelirrojo con un arma letal.
    - Un alma letal?, qué sel eso?
    - Jajaja, un buen paquete - aclaró Paco.
    - En fin….no me arrepiento de nada eh?, podéis llamar a mi hija? Necesito que venga a buscarme, no me encuentro nada bien y quisiera un buen baño.
    - Venga señoraaa, ya se estaba soltando la melena usted y ahora nos viene a decir que no contará detalles?, no me parece ni medio normal la verdad- añadió Paco.
    - En fin, respetemos su intimidad, anda Paco llama a la niña.
    - Vale, pero que conste, quien empezó la historia fue ella, y luego que la ayudamos y nos deja en ascuas.
    - Señola muy mala, no contal palte picante.

    Mientras Paco llamaba a la hija desde el fijo de la tienda, ella se acerca a la damnificada, e intenta sonsacar más detalles.
    - Señola contal más?
    - No. Ya entenderás.






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  10. Parte 2

    - No entendel nada señola. Yo quelel animal malido.
    - No, que después pasa lo que pasa.
    - ¿????

    En el baño intentó Ying adecentar la apariencia de la señora de marras, le prestó un delantal, que era lo único que tuvo a mano. Luego de una media hora, mientras ella bebía agua y luego de despacharse la botella de Pacharán entre los tres tenderos, llega un coche negro con lunas oscuras, y unas banderitas de Estados Unidos a los lados. Se levantan todos para ver de qué trataba el tema. Ya no podían con la curiosidad.

    Del coche sale un negraco guapísimo, de unos veinte años, vestido de traje.
    - Vaya que al fin llegáis! Aquí la señora estaba soltando más de lo permitido- acotó el frutero- Me imagino que eres el chófer verdad?.
    - No señor mío, soy su hijo- aclaró el mozo en un español perfecto- vamos mamá, Tracy y Scott te esperan en el coche.

    Los tenderos se miraron entre ellos sin decir nada, con ojos cual platos.
    Y entonces salen del coche, otro negro más guapo y alto que el anterior y una chica pelirroja blanquísima y con pecas.

    - Os presento a mis hijos, Anthony, Tracy y Scott.
    - ¿?? Pero qué coj…..- empezó a decir Paco.
    - Mi no entendel nada.
    - Yo solamente digo: cuidado con lo que haces en las fiestas del 4 de julio, no puedes saber lo que resulte de esas travesuras- dijo ella a modo de despedida y guiñando el ojo derecho- os agradezco lo que habéis hecho por mi. Vendrá una persona a pagarles el tiempo que me habéis dedicado.

    Y sin decir más se montó en el coche.

    - Y así es como pasó, te lo he contado tal cual. Ah! Ya cuando se marchaba, vimos en la parte de atrás del coche una pegatina que versaba: “Uat japens on juli de 4, remeins on juli de 4”, si lo apunté y todo para no olvidarme.
    - Jajaja…Pero qué dices abuelo??, qué idioma es ese??, será “what happens on July 4 remains on July 4”.
    - Será así como tú dices mi niña, lo que tú digas- añadió Paco- anda dile a tu abuela que me traiga una cerveza.
    - Abuela Ying! Que el abuelo quiere una cerveza!.

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  11. En aquel pueblo nunca pasaba nada, no porque no pasase, si no porque no se contaba. Los habitantes se cruzaban en la calle, e intercambiaban poco más que un saludo y un comentario ambiguo que indicaba que no había necesidad de pararse más de lo conveniente. “Ahí voy” “Como siempre”. Era gente extremadamente introvertida la que allí vivía, eran casas familiares que alojaban a varias generaciones y muchas veces no estaban claros los parentescos de unos y otros para los vecinos que no compartían lazos de sangre. Se veían mujeres embarazadas y luego a mujeres con bebés. Se asumían como nuevos miembros del pueblo, y acababan confundiéndose después con otros primitos de edades similares, saliendo todos de la misma casa.

    Cuando algún vecino, ya anciano y porque estaba de vuelta de todo, se atrevía a preguntar: “¿Quién es tu padre niño?” El niño podía responder: “Pues mi padre, ¿quien va ser si no?” o “¿para que lo quieres saber?” Ese era el estilo habitual de respuesta, y así lo aprendían los pequeños.

    Uno allí no solía saber la fecha de su propio cumpleaños hasta que no tenía ya edad de mirarlo en el calendario, porque los padres no solían avisar de estos eventos. Casi todo era para estos vecinos información sensible y se lo pensaban dos veces antes de compartirla. Pensarlo dos veces era sinónimo de no llegar a hacerlo nunca porque la primera era una pregunta “¿Lo cuento?” Y la segunda era otra “¿Para qué?”

    Cuando enfermaban, los habitantes del pueblo podían ocultar al médico alguno de sus síntomas más embarazoso, y a no ser que la exploración física revelase el cuadro, muchos quedaban sin diagnosticar y tratar, y así era como la tasa de mortandad había llegado a ser en este pueblo, sustancialmente mayor que en otras regiones. Sin embargo, los estudios sobre mortandad solo empezaron después de aquello, con lo que una mente penetrante tampoco se fiaría demasiado de estas conclusiones.

    Al no contar con información verbal útil, los gestos cobraban una importancia decisiva. Uno podía notar que al comienzo del invierno le faltaba leña en el establo, y ver después el humo de la chimenea vecina, en fechas poco habituales en esa casa, pero no se comentaba nada. En esta tirante armonía se llegó al verano de aquel desdichado año, un verano caluroso como ninguno, en el que apenas podía aguantar uno su propio peso. Se dormía mal por las noches, y los animales salvajes y domésticos aprovechaban el alivio de la oscuridad para cazar, comer y husmear el territorio. Empezaron a desaparecer cultivos de los huertos de algunos vecinos, quienes amanecían consternados ante la visión arrasada de sus tierras. Empezaron a enfermar perros y a morir poco después. Empezaron a enfermar niños y a morir poco después. Algunos vecinos encontraron tiempo después en sus jardines alguna pastilla que recogieron asustados pero que no llevaron a ningún sitio. Una parte de los habitantes se fue del pueblo huyendo de la depresión callada que asolaba la comarca. Otra parte, la más anciana, se quedó allí velando a sus seres queridos. Al cabo de los años, los pocos que quedaban murieron de viejos, y el pueblo, o más bien sus casas, quedaron vacías.

    La gente que pasa ahora por el pueblo queda intrigada por el silencio y la quietud que habita sus calles, y que sale de las ventanas abiertas de las casas. Preguntan la historia del pueblo en otros valles más prósperos cercanos, y nadie sabe nada, porque como decía al principio nadie contaba nada. Yo he decido escribir hoy estos recuerdos, a pesar del voto de secreto que se me impuso, porque yo ya soy viejo, estoy de vuelta de todo y porque solo en mi conciencia pesan estas confesiones.

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