martes, 12 de enero de 2016

XXXVI EDICIÓN DE RELATOS FUNDAMENTALES

Tema: "Manuela no te lo perdonaré"
 
  
Resultado de imagen de reyes polémica
Extensión: libre
Método de envío: cada relato será un comentario anónimo en la entrada del blog.
Fecha límite para subir los relatos: Hasta un minuto de la comida y lectura.
Fecha de la comida:  Sábado 16 de Enero a las 21:00
Lectura de los relatos: La identidad de los autores será una incógnita en todo momento hasta que deje de serlo. Los relatos serán repartidos entre los participantes aleatoriamente para su lectura, salvo que algún autor prefiera leer el suyo por alguna causa justificada. Se recomienda al lector leer previamente el relato, para tratar de ser  fiel a la intención del creador del escrito.

8 comentarios:

  1. “Tu embaucadora sonrisa llena de falsas promesas. La pérfida mirada tratando de seducirme. Confieso que fui débil, conseguiste confundirme hasta hacer bajar la guardia y llegar a pensar que eras diferente a la caterva despreciable de seres que me rodean. Para luego, soberbia y voraz, desterrarme a la humillación. ¿Quién te crees para menospreciar a los demás? ¿Cómo has osado a regodearte en mi cara? Eres deleznable, peor que todos ellos. No te lo perdonaré, Manuela.”
    Miguel necesita releer la nota mecanografiada recogida del buzón para tratar de dar sentido a su contenido. ¿Acaso ella ha podido estar engañándole? La idea le parece absurda, la rechaza.
    Aunque le parece una especie de broma, la amenaza que encierra la frase final ha agitado momentáneamente su pulso. Mientras continúa deshaciendo las cajas de la mudanza no se le va de la cabeza la dichosa y rimbombante carta, como una especie de molesta intuición de mal augurio.
    ***
    Entretanto, el cuerpo ha quedado tendido en el suelo. Ya ha perdido la conciencia y se reducen momento a momento las constantes vitales.
    ***
    De repente una idea explota en el cerebro de Miguel. Unos días antes, a propósito de una discusión por el significado de ya no recuerda qué absurda palabra, ella le comentó que un compañero de la oficina tiene un vocabulario que parece sacado del siglo XIX. Mencionó que era un tipo extraño y muy reservado y que el resto suele hacer burla de él.
    ¿Qué más dijo? No recuerda, pero ahora siente con seguridad que es quien ha escrito la carta, y sus neuronas construyen frenéticas un terrible escenario: imagina una pared llena de recortes y fotos de su chica en la que el loco obsesionado con ella ha ido construyendo una fantasía delirante y que al descubrir su error se dispone a vengarse. El pecho se constriñe de miedo. Le vienen a la cabeza escenas de películas sobre jodidos psicópatas sangrientos. Se abalanza al teléfono, pero a esa hora ella nunca coge el móvil. Comunica la oficina. Miguel se queda paralizado unos segundos y luego logra romper su bloqueo y corre hacia su coche.
    Son minutos de intensa angustia, tanto que apenas percibe la realidad que le rodea. No ve al joven tirado en las inmediaciones del piso que un grupo de viandantes trata de socorrer. No escucha la sirena que anuncia una ambulancia con la que a punto está de colisionar. La sangre bullendo en su cabeza. Da otro volantazo. No se percata de nada hasta que llega al despacho de Manuela, quien sorprendida le tranquiliza y no puede contener la risa ante su alarma y su loca imaginación novelesca.

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  2. NO TE LO PERDONARÉ JAMÁS, MANUELA


    Natalia era ahora una brillante estudiante en una cara institución privada. Presumía su madre de ella aquel miércoles en la reunión con sus amigas del club. A sus 16 años destacaba su perspicacia, y capacidad de observación. Ya en el colegio había ganado fama por señalar el peluquin del profesor Ochoa, y destapar el caso del misterioso romance entre el orientador escolar y una de las estudiantes de último curso. Y eso que entonces tenía solo... ¿cuántos? ¿9 años? Y sí, por supuesto, siempre encontraba a Wally a la primera en los libros antiguos de sus primos mayores.

    En un principio esta capacidad había tendido a aislarla socialmente, especialmente en los inicios de la adolescencia. Sus compañeras comenzaron a temer que descubriera que su ropa no era de la marca apropiada, o el relleno postizo en los pechos aún por desarrollarse. Su madre ya le había advertido de la soledad que podía acarrear dicha habilidad. Cierto es que poco más tarde algunos optaron por unirse al enemigo y así Natalia se garantizó un séquito, que bajo el paraguas de su amistad, en principio quedaba a salvo de que ella hiciera públicos los desaguisados observados. Ella era amable con los suyos, y despiadada con aquellos que se atrevían a retarla. Como aquella vez que su amiga Isa se había liado con el chungo del Tuercas, que era un macarra del pueblo de al lado. Natalia fue la primera en darse cuenta, pero en lugar de publicarlo en su muro de faithbook, se acercó a Isa y le reprochó suavemente esa clase de compañías, reservándose la información por si pudiera serle de utilidad más adelante. Por el contrario, cuando una chica cuyo nombre no recuerda, estaba respondiendo a una pregunta del profesor en clase, ella vio desde los 7 metros que las separaban, ese incómodo trozo de comida verde entre sus dientes y le sacó una foto furtivamente para el instagram de turno.

    Aquel miércoles, más o menos a la misma hora en que su madre presumía de ella, Natalia se sentía vacía y engañada. Sentada en el borde de la cama, observaba fijamente un puñado de pastillas de su madre que había ido almacenando. Hacía ya varios meses que se había dejado embaucar por aquel maldito universitario. Ella siempre tan cínica, ella que no creía en la amistad y mucho menos en el amor... No habría paz en el mundo, ni se acabaría el hambre. Pero ese no era el problema. Era otro que no alcanzaba a descifrar. Muchas noches pasó en vela a causa de esta angustia. No dejó que nadie fuera testigo de ello. Se disfrazó como todos. Y fingió como los demás, mejor que los demás. Nunca llevó un vestido arrugado, nunca un resto de comida entre sus dientes vio la luz. Se dejó mimar por su madre, que trataba de colmarla con las mejores atenciones, sin importar el dinero que costara. Abrazaba a sus padres como si los quisiera de verdad.

    En su cabeza retumbaban todas las mentiras que le habían contado desde niña. Pero definitivamente perdió la ilusión en aquella cabalgata de Reyes Magos. Sus ojos permanecían posados en las pastillas de su mano mientras su memoria se iluminaba con aquel recuerdo. Su madre la cogía en brazos en aquel palco VIP, mientras disimulaba el enfado con su marido y el nuevo gobierno de otro partido. Resoplaba entredientes que si la ciudad estaba sucia, comentaba por lo bajo la ausencia de animales en la cabalgata... Una Natalia perpleja escuchaba como los padres de Andrea murmuraban entre ellos algo sobre su papá y le llamaban imputado o algo así. Natalia no sabía que significaba aquello, pero desde luego sonaba a insulto de primera, ¿putado? Justo fue cuando aparecieron los reyes magos. Tenía que ser una broma, no venían en camello ni se parecían a los del centro comercial. "Mamá, el traje de Gaspar no es de verdad."

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  3. Tengo que estar colocada, instalada en algún lado. El ser humano funciona así. No sé muy bien de dónde procedo, creo que me inventaron ellos, víctimas y verdugos. Sólo sé que se ponen muy nerviosos cuando empiezo a revolotear sobre sus cabezas, jajajaja, qué poderosa me siento viendo cómo se inquietan. No les vale que me instale en entes como “El paro”, “La privatización de la Sanidad”. “La fuga de cerebros”. “La muerte” (huy, éste cómo les cuesta, jajaja…). Prefieren sangre fresca, carnaza.

    Así que me catapultan sobre alguien. Al principio me costaba, luego le cogí el tranquillo. Una vez que poseo a alguien, le reconcomo lentamente. Hay movimientos que no entiendo, y de repente me veo dentro de alguien, por no sé qué líos de trajes de los Reyes Magos (¿o eran Reinas Magas?). … Es curioso, hay determinadas personas que me aceptan de una manera pasiva, hay otras que me relanzan con una rapidez pasmosa sobre otro. En los debates electorales parece que estoy en un partido de ping pong.

    El caso es que estoy frita con lo de los trajes de los Reyes (¿o eran Reinas?), todo el día me tienen peloteando de un lado a otro. Por lo menos dejad de echarme sobre la misma persona, catapultadme sobre el que diseñó los trajes, sobre los votantes, arrojadme sobre los mismos Reyes Magos (¿o eran Reinas Magas?),que podían haber nacido mujeres, haber contratado más pajes para crear más empleo... Yo qué sé, pero echadme sobre otro, y así por lo menos viajo un poco más.

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  4. Si te soy sincera, nunca pensé que fueras a ganar, ¡no es fácil!

    No nos engañemos, eres una principiante en este mundillo, no tienes la más mínima experiencia. Para muchos eres toda una revelación y no te quito méritos, has sabido rodearte… Una excelente publicidad, sí señor. Madrid empapelado con tu cara.

    Tienes a la juventud revolucionada. Pero de ahí a ganar hay un trecho. Ni siquiera tú lo esperabas, es evidente, se notaba aquella noche en el discurso de agradecimiento. La victoria te viene grande.

    Has logrado lo que yo nunca he sido capaz de obtener en más de cincuenta años de carrera profesional. Por lo visto, la Academia no me ha considerado digna de tal distinción.

    A mí, que he sido el símbolo de una generación. Que he llevado una vida consagrada al público. Las mujeres querían ser como yo y los hombres soñaban con tenerme entre sus brazos. Una vida por y para el espectáculo. Medio siglo de reconocido talento aplaudido por la crítica y por los espectadores. ¡A mí, que he trabajado con los mejores, que he bailado, que he cantado, que llorado! ¡A mí, la chica de la Cruz Roja, la maldita Teresa de Jesús!

    Y tú llegas, y que te quede claro, llegas gracias al apellido que te ha dado tu tía. Pegas cuatro gritos en una película casera, y te haces con el Goya.

    ¡Manuela, no te lo perdonaré nunca!


    2008, Manuela Velasco es galardonada con el Goya a Mejor actriz revelación por su papel en REC.

    Firmado: Una chica Ye-yé.

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  5. Manuela, no te lo perdonaré jamás.
    Todo es culpa tuya… Desde que ganaste las elecciones municipales e inundaste de alegría y esperanza la vida política, me diste una excusa para volver a creer. Liberaste de mi gran mochila de pesares el desasosiego de la corrupción cercana, del hedor a elitismo y negocios tramposos hechos con mi dinero y contra mí. Y claro, con esa sonrisa tranquila que se va apoderando de todos, que se vuelve trending topic sin querer, con la espontaneidad con la que surgen las manifestaciones justas, de pronto todos bajamos la guardia y nos contagiamos de optimismo y entonces… Oh, entonces empezamos a tener suerte y las cosas nos salen bien. Consigo el trabajo que quería y mis amigos logran sus metas con creces. Estoy feliz y estoy tranquilo conmigo mismo. Es el caldo de cultivo perfecto para que unos ojos que surgen en la oscuridad me droguen con su mirada sincera y me digan que se puede confiar. Para que una voz salida de Días de Cine me convenza de todo… de lo que sea, con tan sólo decir “pequeño” de esa manera en la que ella lo dice. Es terreno abonado para enloquecer y para reír. Para irse de viaje y para no dormir…
    No te lo perdonaré jamás Manuela, porque tú comenzaste esta espiral de felicidad imparable que me ha llevado hasta lo que creo es lo más alto, y ya se sabe, que una vez en la cima, ya sólo se puede bajar. Y tengo miedo, mucho miedo a bajar. Puede que poco a poco o puede que un viento racheado en la cornisa me empuje de pronto al vacío más inmisericorde. Al abismo.
    Tan sólo tengo una esperanza: que al soplar más este viento de cambio, despeje de pronto las nubes que ocultan la cumbre real, aún lejana, y que nos muestre que queda mucho por subir.

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  6. Manuela no te perdonare jamás haberme enseñado a vivir. Yo un tipo gris de oficina, con su tuper de pollo los lunes, de macarrones los martes,…partido de futbol en el bar de Manolo, cervecita con los antiguos amigos del barrio los viernes, el reconfortante domingo en casa de mis padres. Y de repente llegas tú y me desbaratas, que si un viaje improvisado, que si por qué no salir del barrio, que si por qué no inventarnos una excusa el lunes y quedarnos en la cama haciendo el amor…
    Yo que siempre fui un tipo ajustado a la norma. Recuerdo que mis compañeros de clase me pusieron el apodo del suizo, jamás llegaba tarde, jamás me saltaba una clase. Y cuando empecé a trabajar nada cambio, cumplía mis objetivos, mis horarios, tenía mis colegas de oficia aunque nada arriesgado, guardando cierta distancia. AL principio quien me conocía pensaba que quería trepar, luego se daban cuenta que mi objetivo eran “las cosas bien hechas”. Siempre recordare esta frase que mi madre me repetía mientras planchaba las camisas de mi padre con una minuciosidad exquisita.
    Y de repente llegas tú. De nuestro primer día solo recuerdo tu sonrisa en tus ojos, tu descaro, tu manera de mirar,.. Aquella noche salimos del barrio, y fuimos como en nuestra exploraciones adolescentes al centro de Madrid. Que bullicio! Cuantas colas! Y que caro todo! Eso es lo que hubiese pensado antes y lo que mato las exploraciones fuera del barrio. Pero ese día estabas tú, y cada cola, cada copa, y cada gentío era una oportunidad para hablarte, para escucharte, para rozar tu piel.
    Nunca he dejado de preguntarme que te hizo acercarme a mí, yo el tipo más normal, el suizo. Y sin embargo allí estabas mirándome con tu sonrisa. No faltaron los amigos que lo intentaron…callo en saco roto.
    Recuerdo nuestra primera casa, la cajita de Pérez, la llamaba tú. 35 metros escasos que daban a un patio interior, y como la arreglamos e hicimos obras de ingeniería para que entraste todo: un escritorio para estudiar, un gran sofá, una mesa para invitar a los amigos y una gran cama donde amarnos.
    Han pasado 40 años desde aquel día y hemos hecho un vida entera juntos, de tu mano descubrí barrios, cruce fronteras y sobrepase la barrera de lo cotidiano. Ahora en esta cama de hospital siento como te vas apagando, aun a ratos dibujas esa sonrisa en tus ojos. Ya te extraño en tu presencia, y es que Manuela no hay rutina en el mundo que vaya tranquilizar este hueco. Jamás te lo perdonaré mi amor

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  7. “Nunca te lo perdonaré Manuela”


    Sentada, frente a la ventana de su casa de toda la vida, calienta sus arrugadas manos con una gran taza de café humeante.

    Así sin más, sin leche, sin azúcar, café, la bomba de cafeína necesaria para aguantar el Pleno de hoy…

    Mira al infinito tras el cristal, como sin poder ver nada, y sintiendo así “SU” Madrid.

    Piensa en lo cansada que está, en lo harta de ésta nueva situación que nadie le enseñó a vivir.
    Nadie le explicó que si llegaba a ése punto, no tendría aquel lado bueno de la vida que tanto disfrutaba hasta el pasado mes de Mayo...

    Siente, como cada mañana, que lo único que querría sería volver a la cama, arroparse con el edredón gordo y leer el periódico sin preocupación, sin formar parte de las páginas locales de ésa edición.

    Lamenta no ser más frívola, más ligera, ser como las mujeres de su edad, vieja y arrugada, pero teñida, que no le queda nada mal.

    Piensa en lo bien que viviría ahora si estuviera retirada, fuera de la vida pública, siendo una retirada más.
    Pasaría las tardes conversando con amigas, las mañanas de domingo con los nietos sin que nadie preguntara cómo se siente en ésta nueva situación… siendo ella, siendo libre.

    Pero ella decidió ya de joven optar por luchar, decidió no seguir con lo establecido y tras atentados, aventuras más o menos políticas, retiradas, enfermedades y enfados, optó por presentarse a Alcaldesa.

    “¿Quién me manda a mi?” Se repite mientras sorbe el ardiente manjar colombiano.

    Pasear, leer y dejar de ser tan progresista y luchadora… “¿Para qué sirvió tanto luchar? Mirate, estás hecha una penita…”

    Sabe que los que la quieren son conscientes de su sufrimiento, sabe que ésta situación la envejece día a día, que provoca incluso lástima a seguidores y detractores.

    Pero como le avisaron, no siempre se gana, y aquellas elecciones de Mayo, “que aunque como siempre ha hecho”, ganó , le llevaron a la sombra , al segundo plano que nunca le gustó vivir: la oposición.

    Siente que es injusto, que un sitio tan transparente para alguien que ha hecho tanto por tanta gente , es lugar de otros. “Tal vez no debería haberme presentado” se lamenta… pero ¿Quién se lo iba a decir?

    Su contrincante, sin experiencia, sin clase y sin saber de la idiosincrasia política… no parecía tan dura como ella misma sabía que era... Pero recuerda resignada, que Manuela tiene armas que ella ya no puede aportar; frescura, credibilidad y lo que paradójicamente su nombre reza, la “Esperanza”.

    Es consciente de lo que sienten millones de Madrileños y llena de razón se dice “Normal, los años de Anita han sido muy poco de los madrileños, qué se le va a hacer….” otra vez éste pensamiento, que le vergüenza y que no puede decir ni en privado, pero sabe que es cierto...

    Sorbiendo la última gota de su café recuerda el momento tan bochornoso de su compañera de Partido en el Comité Olímpico Internacional a “Relaxin cap güiz café con leche”, “La madre que la parió, yo lo hubiera bordado”, se dice con contundencia.

    Dejando la taza en el fregadero, vuelve a pensar en Carmena y medio en serio medio en broma piensa, “Nunca te lo perdonaré Manuela”.

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  8. Apenas un poso azulado nos separa de un espacio exterior e inerte.

    Apenas unos minutos de caída arremolinada, almorzando con mandíbula pletórica la masa humana de carne y sudor que burbujea divertida un kilometro más abajo.

    Todo se mezcla en una glutinosa sopa de sueños.
    Correteo a velocidad supersónica, las plumas y la cabeza han quedado pulverizadas.

    Busco respuestas en una vela de metal helado que guiña una luz automática de un exterior nada confortable, donde se esconden las bestias, donde las armas más poderosas son masticadas con fruición.

    Allí aprendimos a codificar los sentimientos,
    a cifrar las lágrimas
    a sonreír con números y suspirar logaritmos,
    a excitarnos con la secante porción,
    aprendimos a cristalizar los deseos
    a numerar la esencia para luego,
    abrazar atónitos todos esos dígitos.

    Y mientras tanto la vida pasaba incontable,
    el espacio seguía exterior e incomprensible,
    cada pellizco, aleatorio.

    Y toda esa belleza analógica era invisible a nuestros ojos.

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