domingo, 22 de noviembre de 2015

XXXV EDICIÓN DE RELATOS FUNDAMENTALES




La máquina del tiempo.






Tema: Cual Marty Mcfly, en Regreso al Futuro, tienes la posibilidad de cambiar algo del pasado para que no suceda en el presente, o ir al futuro, donde nada es como te lo imaginabas. Piensa en el “efecto mariposa”, recuerda que cualquier interferencia en ese momento, tendrá consecuencias en tu historia.
Relateros, dad rienda suelta a vuestra imaginación sin límites, decidid si desandáis el camino recorrido o preferís catapultaros a un futuro incierto. O quién sabe, todo a la vez, serán bienvenidos los desafíos a las leyes del espacio-tiempo.

Extensión: libre

Método de envío: cada relato será un comentario anónimo en la entrada del blog.

Fecha límite para subir los relatos: Hasta un minuto de la cena y lectura. No seremos nosotras quienes terminen con el goce infinito que produce la postergación desmedida.

Fecha de la merienda-cena: Sábado 28 de noviembre a las 21:00 h.  

Lectura de los relatos: La identidad de los autores será una incógnita en todo momento hasta que deje de serlo. Los relatos serán repartidos entre los participantes aleatoriamente para su lectura, salvo que algún autor prefiera leer el suyo por alguna causa justificada. Se recomienda al lector leer previamente el relato, para tratar de ser  fiel a la intención del creador del escrito.

11 comentarios:

  1. Cojeando, Carol se adentró en la máquina del tiempo. Se apoyó sobre la muleta para pulsar las palancas y botones pertinentes.
    Y allí estaba, aquella fatídica mañana. ¡Ah, si hubiera tenido la máquina del tiempo ese día! Habría avisado a la Carol del pasado del peligro que corría. ¿Y si lo hacía ahora?
    Decidió que no iba a hacer nada, Virgencita que me quede como estoy. Bueno, o simplemente sólo mirar, sin cambiar nada. Echó a andar, digo a cojear por la calle, mierda, y nunca mejor dicho, con su torpeza habitual, pisó una caca de perro. Oh, eso era buena señal, siempre que pillaba cacho había caca de perro.
    Suspiró acordándose de que había pillado cacho en medio de tanta desgracia.
    Volvió al momento presente, digo al pasado, para intentar entender qué es lo que había sucedido. Se vio a sí misma fantaseando en la tienda, “con estas botas voy a estar estupenda, voy a ser la envidia de todas las de la oficina”.
    La Carol del futuro intentó impedir que se las comprara, para ver si había sido eso, pero la Carol del pasado es la más rápida del Oeste desenvainando la Mastercard así que no pudo remediarlo.
    Se encogió de hombros y casi perdió el equilibrio, dichosa rotura de peroné. Era un cisco ahora volver a programar la máquina así que decidió que iba a observar y ya otro día (bendita procastrinación) volvería a cambiar cosas. Total, estaba de baja, la máquina en garantía, no tenía nada que hacer y si no le gustaba el rollo podía cambiarla.
    Oh, no, a lo tonto ya estaba en el día D. Contuvo la respiración mientras veía cómo la Carol del pasado salía del Mercadona distraída. “No sé si va a ser muy traumático presenciar mi atropello”. Iba distraída mirándose las botas en el escaparate del Mercadona. Carol casi cerró los ojos y se preparó para oír sus huesos pegando contra el coche pero finalmente… nada sucedió. ¿Dónde estaba ese dichoso Mercedes que había salido del parking del Mercadona y la había embestido?
    “Bueno, esto tiene una buena pinta, he conseguido que no me atropellen, yupi”, pensó animada. Ahora ya podría volver a las clases de gap del gimnasio. Y… por si eso fuera poco, volvió a suspirar, ahora venía lo mejor de la historia y tendría que aparecer su amorcito….
    Pero nadie llegaba. Esperó y esperó, ¿dónde estaba su amorcito?
    De repente cayó… ¡La caca de perro! Lo que más le sorprendió en el día D fue ligar sin haber pisado la caca de perro.
    Ahora se enfrentaba a una difícil disyuntiva. Podía volver a las clases de gap ahora mismo, o presionar las palancas y volver al pasado. A esquivar la caca de perro.

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  2. La amaba. El tiempo corría a su lado, y remoloneaba cuando ella no estaba cerca. Las horas parecían días, y los días semanas, mientras anhelaba su ausencia, aspiraba su aroma en la almohada o miraba embobado la foto que tenía colgada en su pared.

    Es por eso que decidió fabricar la máquina. Tiempo es lo que necesitaba. Podía desafiar las leyes del espacio-tiempo. Volvería al pasado y podrían aprovechar más el tiempo.

    Al principio lo comentó a un par de amigos, que le tacharon de loco. Nadie lo entendía, igual que nadie podía entender el profundo amor que la profesaba. Se encerró en su viejo sótano y desempolvó sus libros de Física. Nunca cejó en su empeño. Día y noche, hiciera sol, lloviera o nevara. A veces estaba tan ensimismado que tuvo que decirle que no podía verla ese día, que estaba ocupado, que cuando hubiera acabado su proyecto, ella lo entendería. Hasta que un día, con el mismo mimo que le preparaba el café por las mañanas, se encontraba por fin barnizando la máquina a modo de retoque final.

    Y se dispuso a entrar en ella. Contuvo la respiración mientras presionaba las palancas.

    Y allí estaba, en el patio del colegio de su amada, la buscó con su mirada. Y finalmente la encontró.

    Su mundo se vino abajo cuando cayó en que… ella le sacaba cinco años, y ella contaba en ese tiempo con siete. Por lo que se fue a acercar a hablarla pero él tenía dos años. Mierda, pensó para sí. “Si no sé ni hablar, yo tengo dos años, ¿cómo la voy a enamorar con mi discurso? Se puso a echar cuentas. Si ella tenía diez, él tendría cinco… No, va a pasar de un niño de esa edad… Y ya más entrada en la pubertad y adolescencia pues olvídate… En ese momento todo su mundo se cayó encima. Para más inri, un niño se tropezó con él y cayó al suelo. Se puso a sangrar de las narices.

    Él no tenía que estar ahí. Y ese niño se había tropezado por su culpa.

    Con la cabeza gacha, se encaminó de vuelta a la máquina del tiempo. Aún tenía tiempo de presentarse en su casa a saborear los deliciosos platos que le había prometido para cenar.

    Y con el recuerdo del aroma de tan delicados manjares, se transportó al presente. Sin palancas.

    Y así fue como volvió al presente.

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  3. "Y al morir en vuestro lecho, dentro de muchos años, ¿no estaréis dispuestos a cambiar todos los días desde hoy, por una oportunidad, solo una oportunidad de volver aquí a matar a nuestros enemigos?" Maldito William Wallace.

    Si ya detesto que me digan lo que tengo que hacer, como para que me sugieran acabar con la vida de alguien en el pasado. Pero, reflexionando con calma, lo mío no sería volver al pasado para acabar con estos o aquellos personajes que decidieron amargarme la vida a mí, a mis ancestros o al primo oriental que nunca tuve en los años de la dinastía Zhou. He vuelto al pasado para remediar un suicidio. El mío.

    Tener la capacidad de retroceder sobre tus pasos, abrir un orificio en la cuna en la que el espacio es mecido por el tiempo y aparecer en un escenario familiar pero remoto es como decirle a la naturaleza lo que no tiene que hacer.

    El primer paso es decidir qué remediarías de entre todas las cosas del mundo. No es que vayas a tener una sola bala, pero te imaginas tu vida mucho mejor después de alterar ese suceso e inclinar la balanza a tu favor. Por tanto, me pongo en el caso de solucionar un entuerto cuyo origen se remonta a un tiempo pasado, a un lugar pasado y a un yo que, desde ese momento, permaneció impertérrito, estancado en la gravedad de una existencia que ya no era capaz de mover sus pies al son de ningún compás. Triste, ¿verdad? Yo diría, más bien, ridículo.

    Y es que del sempiterno deseo de modificar los efectos de la naturaleza se pueden extraer muchos fenómenos. Sin embargo, ¿cuál de ellos aplacaría el mal fario que me persigue desde una fecha que llevo grabada a fuego en mi mente y me traería la felicidad? Ese, precisamente. El que se produjo aquel día que estoy dispuesto a rememorar para saciar la, desde aquí palpable, curiosidad del lector.

    Escalones. Fríos y sucios. Alineados y racionalmente dispuestos para que cada paso suponga un martirio para los poco ortopédicos metacarpos que asentaban las bases de aquel cuerpazo. En la más literal de las acepciones.

    Puerta. También fría. Y cerrada. A su encuentro una dama.

    Ella. Espléndida. Como siempre. La chica del tercero: pelo lacio, dorado por el sol y con una mirada que paraliza los huesos. Su sonrisa, hechicera en lengua mediterránea. Nefertiti de color, suspiro del corazón.

    Ascensor. Saludo tímido, deseo incontenible ahogado por un mar introvertido de bochorno. Conversación cotidiana, anodina y sin magia. Ella la tiene toda. Se abre la puerta y mi espíritu y mi cuerpo entran de la mano junto a ella, rodeándola. La necesidad de contarle mis más desconocidos sueños en los que ella, amazona de mis mejores noches, crujía los tabiques de mi habitación con solo una mirada aumenta. La conversación sobre el tiempo florece. Es un parche. Me es indiferente que vaya a haber una ciclogénesis explosiva. Yo quiero explotar con ella. Yo quería explotar con ella.

    Yo quería sentir hasta el último placaje de la onda expansiva. Quería que me tumbase para no querer levantarme. Empiezo a pensar en la cerveza. No porque esta me esté incitando a envalentonarme, sino porque el dióxido de carbono percute en la pared de mis tripas. Y en ese instante, en ese singular y caprichoso instante fuera del alcance del control anatómico, mi cuerpo quiso honrar aquella estampa, aquel habitáculo de escasos seis metros cuadrados con el perfume corporal anal más congruente con la magnitud de lo que aquel episodio significaría para el resto de mi vida. La había perdido para siempre. No por intoxicación, aunque poco le faltó, sino por mi falta de control sobre mi propio cuerpo.

    Por eso, si hoy pudiera volver sobre mis pasos y retomar aquel encuentro en aquella mañana en la que la inestabilidad atmosférica comenzaba a dejarse ver, me habría hecho un favor y habría hecho caso al monitor del gimnasio al que nunca tuve las agallas de ir: habría subido por las escaleras.

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  4. If I could turn back time… esa frase de la canción de Cher, le martilleaba la cabeza. Joder, que incluso la tuvo que buscar en internet, no se la podía quitar de la cabeza., le sonaba como a “ifa cu terna” algo más…no estaba hecho para los idiomas definitivamente. Desde esa mañana en la que había escuchado la canción, y luego la buscó en la web, se dijo a sí mismo que él no cambiaría nada de su vida. Pero luego se puso a pensar en las cosas que sí hubiera podido cambiar antes de cometer esos terribles errores que lo habían llevado hasta este momento. ¿O quizás en su destino estaba escrito que todo se volvería negro? Que no había marcha atrás en las decisiones. Lo hecho, hecho está. Pero si en lugar de haber dicho, o hecho tal o cual cosa, hubiera hecho o dicho todo lo contrario. No había manera de averiguarlo. O si?.
    Había leído sobre ese programa experimental en la universidad de Omaha, en la que pedían voluntarios para una prueba con una máquina del tiempo. ¿Sería posible?, en todo caso él era el candidato ideal para ese tipo de experimentos. No le quedaba mucho tiempo más de vida…o por lo menos ya después de 20 años en el corredor de la muerte, el final parecía más cerca cada día. No estaba seguro si le darían permiso en la cárcel, lo mismo les daba igual, pero esa oportunidad se daba solamente una vez (aunque si podía volver atrás sería una segunda oportunidad para redimirse). No perdía nada. Envió la solicitud , primero a la universidad (sabía además que su correspondencia era leída por el alcaide, pero daba igual) . A los dos días se aparece el alcaide en persona, y le dice que le habían admitido para la prueba en Omaha (con una sonrisita de medio lado, con sorna).
    Mientras se lo decía, empezó a sentir un cosquilleo, primero en la nuca, luego en los brazos, hasta que de pronto su cuerpo entero empezó a picarle de manera insoportable, qué estaba sucediendo??...veía cómo el alcaide empezaba a gritar como loco pidiendo que abrieran la celda de inmediato, pero él ya no escuchaba nada. Flup, se deshizo en el aire, quedó un montón de ropa naranja en el suelo.
    Y de súbito la nada, un rumor en el aire, y se vió de vuelta en 1997.
    Y lo cambió todo de allí en adelante.

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  5. Hacía un calor horrible. Estaba deseando llegar a casa para desembarazarme de toda la ropa de abrigo. La noche anterior había nevado y ahora, con más de 40 grados y ninguna nube en el horizonte, maldecía el jersey de cuello alto que me dificultaba la respiración.

    Abrí la puerta de casa y me liberé de mis capas. Me acerqué a la nevera con media sonrisa en la cara; anticipaba la maravillosa sensación de una Coca Cola bien fresca recorriéndome la garganta. Di un buen trago y estuve a punto de escupir todo ese líquido de sabor mediocre. Era un simple refresco de cola que nada tenía que ver con mi bebida preferida.
    Por cosas como esta no podía pasar un día tranquilo. La gente era una irresponsable y tenía que empezar a asumirlo. Estaba harto del debate sobre la democratización de las máquinas del tiempo. Ya llevaban dos semanas en el mercado, así que lo mejor era irse acostumbrando.

    Además la desaparición de tres cuartas partes de la selva amazónica y de la proliferación de violentos grupos vikingos que estaban sembrando el terror en algunas regiones de Reino Unido, tampoco había habido consecuencias graves.

    Yo también había comprado una SpaceTime Mutation 3000 que me había costado un dineral y me moría de ganas por volver a usarla. Entré con algo de dificultad en el cubículo metálico. Desde el primer momento me había parecido que el modelo era demasiado austero. Sinceramente, cuando uno viaja en el espacio tiempo, espera un acompañamiento de destellos y luces de colores parpadeantes que hagan de la aventura algo más épico.

    Lo configuré para un perímetro de 2000 kilómetros, tampoco quería ir muy lejos. Apreté el botón y sentí que el estómago se me ponía del revés, no sé si era por los nervios o era hambre. Un ligero pitido me avisó de que podía salir de la máquina.

    Aparecí en una habitación desordenada, sin duda el estudio de un artista. Estaba lleno de pinturas, esculturas y materiales desparramados por todos lados. Olía un poco a cerrado. Me quedé mirando una estatua, supe que era Bacco porque lo ponía en unos bocetos tirados a su lado. No entiendo de arte, pero estaba claro que el tipo que había hecho eso era bueno.

    Los fabricantes no recomendaban más de cinco minutos de viaje y se me echaba el tiempo encima. Mis tripas rugían, así que cogí cuatro o cinco uvas de un racimo y me volví a meter en la máquina.
    --

    En Florencia, una estudiante italiana miraba embelesada el David de Miguel Ángel. Siempre se le erizaba el vello al contemplar la belleza armónica de esa estatua. Miró su reloj, el museo iba a cerrar pronto. Volvió a levantar la vista hacia la escultura y notó algo extraño, ya no era igual. Tenía un gesto de desconfianza y en la mano llevaba una pera mordida.
    - Porca putana! ma vaffanculo!! Voglio rompere tutte le SpaceTieme Mutation Tremila di merda!

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  6. Daniela vive en Barcelona y lleva 3 años saliendo con Miguel. Miguel está casado con su novia de toda la vida, arquitecta como él, y tiene 2 hijos. La relación es particular por motivos obvios pero nada les impide a Daniela y Miguel sentirse como una verdadera pareja y hacer planes a medio plazo, como hacer un curso de escalada o amueblar el piso que Daniela se ha comprado. Los fines de semana Miguel se excusa parte de sábado y parte del domingo con el tema de la bici, y nadie lo cuestiona porque su mujer sabe que Miguel se pone insoportable si no hace ejercicio. Le angustia ver cómo trata a los niños en esos momentos, así que prefiere que se desfogue y tenerle menos rato en casa pero de buen humor y sin discusiones.

    A diario Daniela se acerca al trabajo de Miguel para comer con él, y si tienen tiempo aprovechan el sofá de su despacho para dar rienda suelta al deseo de tocarse que van acumulando en las continuas conversaciones que mantienen por teléfono. Hablan de cómo será su vida cuando Miguel se separe de su mujer ahora que los niños son mayores. Muchas veces le ha dicho cuánto le aburre estar con su mujer, y por el contrario, cómo le estimulan las interminables charlas con ella, con quién si puede compartir sus inquietudes. Miguel está muy ilusionado con la idea de irse a vivir juntos a su nuevo piso y a Daniela le brillan los ojos cuando lo escucha porque precisamente ese era el efecto que buscaba cuando pidió ayuda a Miguel, “en calidad de arquitecto” para elegir un piso hace año y medio.

    Esta semana Daniela estuvo varios días sin saber de Miguel, sin que éste contestara al teléfono y sin verle por su trabajo. Hoy, ya desesperada y apunto de presentarse en su casa, recibe un mensaje extraño de la mujer de Miguel, diciendo que Miguel está hospitalizado y no puede atender a su teléfono. Según le explica, es el propio Miguel quien pide a su mujer que conteste a todo el mundo, incluida ella. Una viga le ha caído a Miguel mientras revisaba una obra, fracturándole la columna a nivel cervical, con el fatídico resultado de no sentir nada del cuello para abajo.

    A estas alturas no le cabe duda de que la mujer de Miguel está enterada de lo suyo, si es ella quien ha estado recibiendo sus llamadas insistentes y sus mensajes histéricos. Algo similar al vértigo le emborrona la visión y la conciencia durante un par de horas. Daniela no sabe cual es el siguiente paso ni quien lo tiene que dar. ¿Cómo hablar con Miguel, cómo consolarle ahora?, ¿Cómo saber si la necesita? ¿Y si no la quiere con él en estos momentos? ¿Cómo va a afrontar la mujer el flagrante engaño de 3 años de doble vida y planes de futuro? ¿Qué tipo de relación le espera ahora con Miguel si su mujer no le deja? ¿Y si le deja? ¿Quiere esa vida?

    Piensa angustiada que su vida depende de lo que decida una mujer a la que apenas conoce, pero justo cuando oye el teléfono sonar con el nombre de Miguel en la pantalla, se da cuenta con pánico de que su vida depende en gran medida de sí misma.


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  7. No corro, sino vuelo
    cuando te veo disfrutar.
    Tropiezo y me entretengo
    cuando vas trabajar.

    Huelo tu anhelo,
    las manecillas a parar.
    Gritas al viento
    que las horas pasen ya.

    Fabricas una máquina,
    el pasado pretendes cambiar
    Vas, vuelves una y otra vez,
    para adelante y para atrás.
    Viajas al futuro,
    Quieres saber qué te deparará

    Me río a carcajadas,
    del destino no vas a escapar.

    Al fin… pasaré.
    Tu cara se arrugará.
    Dónde surcan tu piel
    dónde están,
    y qué cuentas de tus arrugas
    Podrás elegir quizás.

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  8. PARTE I

    Todo empezó con una extraña sensación… Algo no encajaba, o quizá, extrañamente, todo encajaba demasiado fácil y evidentemente. Al principio sólo fue una sensación incómoda; pero pronto se convirtió en una distracción y mi mujer se dio cuenta. ¿Qué te pasa? No lo sé. Algo te pasa. La miré a los ojos y buscando el breve refugio de mi confidente. Le pregunté: ¿No crees que todo esto es muy antiguo? ¿Antiguo? ¿El qué? Todo… no sé, la gente, la ropa, las casas… No te entiendo cariño. Yo tampoco… no sé, déjalo. Estaré cansado.
    No insistí y sabía que no podía explicarlo, pero yo sabía que no era por estar cansado.
    El desasosiego fue creciendo con los días y cada vez era más y más consciente de que algo no andaba bien. Y estaba convencido de que no era yo. Era el ambiente. Eran los coches. Eran los malditos ordenadores…
    Cuando tuvieron que llamarme la atención en una importante reunión, por estar totalmente ido, tomé conciencia de la gravedad del asunto y me dispuse a ocultarlo deliberadamente. Fue una decisión, y ahora con perspectiva, creo que muy acertada.
    Cada día que pasaba me atormentaba más esa vaga sensación de que todo cuanto me rodeaba era antiguo. Y entonces dejó de ser vaga y pasó a ser una fuerte convicción, pero seguía sin entender en realidad nada de lo que me pasaba. Hasta que de pronto, una noche, me desperté de golpe con el asalto de una idea aterradora, jadeando y empapado en sudor.
    Como aquella vez que soñé que tenía un accidente de avión con mi padre. Los dos sentados frente a frente, como en los asientos de un autobús, no de un avión. Y por la ventanilla podíamos ver como giraba descontrolado a gran velocidad, acercándose cada vez más al suelo. Praderas verdes y algunos árboles. Un par de casas pequeñas. Todo girando vertiginosamente entre los gritos de pánico de los pasajeros y yo pensando a toda velocidad alternativas, escapatorias, estrategias para sobrevivir, mientras le grito a mi padre que se va a estabilizar, que no pasa nada. Y el suelo viene hacia nosotros con una velocidad demencial, imparable. Y cuando sé que toca el suelo y todo explota y se detroza y los fragmentos del fuselaje se precipitan sobre mí y sé que mi padre ha muerto y que yo estoy a un instante de morir también, me despierto. Y tardo aún unos segundos en darme cuenta de que es sólo una pesadilla.

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  9. PARTE II

    Pero aquella vez al despertar, el impacto contra mis pensamientos había sido real. Los jadeos no cesaron, sino que se incrementaron. Ya era una certeza. Que la aceptara o no, sólo era cuestión de tiempo… tiempo… ¿Pero cómo habría sido posible? ¿Y por qué no recordaba nada?
    Enseguida se me plantearon otros cientos de interrogantes
    ¿Cuáles podrían ser los motivos de querer viajar en el tiempo? ¡Al pasado!
    Puede que para solucionar un gran problema que amenaza a la humanidad en el futuro… Puede que por desvelar algún misterio de la historia… ¿Pero cuál? ¿Y cómo podría transmitirlo a mi época de nuevo?
    Puede que por placer, para satisfacer el capricho de un multimillonario…
    Podría ser para usar el poder del futuro, para invadir, avasallar con la inasequible tecnología a otros, vencer a los terroristas… pero esto no tenía sentido porque carecía de esos avances…
    Absolutamente inmerso en mi gran descubrimiento, continué haciendo mi trabajo como pude que por suerte me mantenía de viaje alejado de mi mujer y mis hijas, a las que no habría podido ocultar nada. Cuando me disponía a inaugurar de forma autómata, la cumbre a la que asistía, de pronto, recordé la primera respuesta que yo mismo me había dado días atrás, sobre solucionar una amenaza para la humanidad del futuro. Y entonces, de pronto, todo cobró sentido. Comprendí.
    Y entonces recordé. Y tuve muchísimo miedo; pero sabía lo que tenía que hacer.
    Estaba seguro.
    Sostuve el micrófono con las manos. Mirándolo. Di un par de toques suaves, para comprobar la megafonía y miré al auditorio con determinación.
    Tengo algo de la máxima importancia que comunicarles. Señoras y señores: Vengo del futuro.

    Los periodistas, desconcertados, sólo dijeron: ¿Puede repetir señor Obama?

    La Cumbre del Clima de París había empezado

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  10. PARTE I - Manuel

    Sin darse cuenta se despertó de sopetón y recordó que había sonado su despertador. La pregunta era ¿hacia cuánto tiempo? Se levantó corriendo y se vistió casi sin pensar por donde metía la manga de la camiseta, la sudadera estaba solo metida por el cuello y luchaba por ponerse la segunda pata del pantalón en la otra pierna. Estaba nervioso y bajó corriendo las escaleras. Llego a la cocina y cogiendo un trozo de pan y chocolate se dio por desayunado. Volando se mojó la cara, el pelo y casi sin mirarse en el espejo recogió sus zapatillas y bolsa de deporte. Sabía que esta vez el entrenador no se lo iba a perdonar.
    Al girar la esquina y después de correr como un gamo su calle unos 200 metros se dio cuenta de que se había dejado su ficha con su cartera en casa. Era algo indiscutible y por lo que debía volver a prisa sin pensarlo. Sacando la lengua fuera volvió corriendo maldiciendo a los cuatro vientos.
    Las vecinas habían visto todo el cuadro y estaban mirando atónitas como se volvió a girar con la sudadera sin poner y de un lado para otro.

    Lucia: Este Manuel no sabe lo que hace… Paquita, estos jóvenes de ahora están atolondrados. Entre las drogas y el echarse a perder.

    Paquita: Míralo que cara lleva y que ojos. Que mal hablado que está encima. Ya no queda educación y la culpa no es de su pobre madre.

    Manuel llegaba a su puerta a la carrera y justo cuando fue a frenar, mientras su mano salía de su bolsillo sacaba las llaves y estas se deslizaron entre sus dedos. Sus piernas en tensión forzaban toda su musculatura para parar su velocidad y atónito observo girándose como ese manojo de llaves surcaba el cielo y realizaban una parábola sutil, frágil, parecía como si delicadamente quisiesen y pudieran decidir su punto de caída de aterrizaje y definido en la alcantarilla al lado de la acera. El mundo se paró, el viento dejó de soplar, el cielo se cristalizó parándose las nubes y toda la fuerza de sus ojos con ira se clavaron en ese tintineo y golpes que las llaves hicieron entre las rendijas mientras golpeaban contra la alcantarilla. Realizaron un grácil giro sobre si mismas y rodaron malamente hasta caer a plomo y sin la menor duda hasta lo más hondo de aquella cloaca.
    Manuel: ¡¡¡¡¡Mierda, Mierda, MIERDA!!!!!! JODER!!!!!! Que cojones es esto!!!! - gritaba sin encontrar consuelo.
    Las vecinas le miraban sin dar crédito. Solo le veían dar aspavientos y gritar como un poseso. No entendían nada. Asustadas entraron en casa de Lucia y empezaron a observar el panorama a través de la cortinilla de la puerta.

    Paquita: Este niño esta tarado, muy tarado.

    Lucía: Me da miedo Paquita yo ya no sé si salir a la calle para hacer la compra. No puedo si él está ahí. Lo hablaré con mi marido.

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  11. Manuel desconsolado intento mirar por la rejilla de la alcantarilla y no veía manera de moverla. Tumbado en el suelo miraba apoyado en la oscuridad sin ver el fondo del agujero. Miró su reloj y su cara reflejo el pánico y desesperación.
    Se puso de pie y saltando por encima del seto de la entrada llego hasta el alfeizar de la ventana del salón. Se subió a él y pegando un brinco se agarró del canalón del tejadillo.

    Paquita: Lucía se ha vuelto loco!!!! Llama a la policía, Llama a la policía!!!!

    El arbusto había roto su sudadera y tenía arañazos en los brazos y en su mejilla. Haciendo pulso se subió sobre el porche de su entrada. Estaba decidido a subir al tejado he intentar abrir la ventana del baño de sus padres, sabía que siempre estaba floja y que no era difícil empujarla desde fuera y entrar.
    Ya erguido sobre el tejado fue caminando poco a poco y muy despacio, agachado, con cuidado. Primero una pierna se deslizó por la teja y esta se movió deliberadamente. Manuel perdió el equilibrio y como si sujetaran sus tobillos se calló de espaldas sobre las tejas y resbalando por ellas su cuerpo cayó a la entrada desde aquella altura considerable. El golpe fue atroz. Dolorido se temió lo peor cuando aún sentía su cabeza dar vueltas y notaba el chichón que le estaba saliendo. Se incorporó de inmediato e intentó levantarse pero su pierna izquierda fallaba y cojeando intento llegar al primer escalón.
    Hecho un ovillo de dolor gritaba, jadeaba, se sentía desconsolado. Tiró su bolsa de deportes con rabia contra la puerta. Sacó su móvil y lo arrojo con todas sus fuerzas alcanzando la ventana del salón. Esta se hizo añicos y se resquebrajó.
    La policía llego y lo vio tumbado, vio sangre en el suelo.

    - ¿Está bien amigo, se encuentra bien?, ¿necesita algo? -Le dijo el policía.

    - Si acaso una máquina del tiempo - gritó Manuel. Lloraba desconsolado.

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