sábado, 13 de octubre de 2018

XLI EDICIÓN de Relatos Fundamentales "Al atardecer"



Tema: "Al atardecer"
Extensión: libre
Fecha (y momento) límite: Sábado 20 de Octubre durante la cena
Lugar: la velada tendrá lugar en aquella casa donde se encuentre La URNA!!
Lectura de los relatos: La identidad de los autores será una incógnita en todo momento hasta que deje de serlo. Los relatos serán repartidos entre los participantes aleatoriamente para su lectura, salvo que algún autor prefiera leer el suyo por cualquier motivo. Se recomienda siempre haber leído previamente todos los relatos antes de la cena, salvo que estos se escriban durante ésta, con el objetivo de tratar de ser fiel a la intención del escritor.

Los relatos se publicaran como comentarios en esta entrada del Blog.

17 comentarios:

  1. "Atardecer" es quizá una palabra demasiado seria, demasiado exagerada y, por qué no, demasiado cursi, para referirse a la época de la vida en la que me encuentro. Aún así, voy a utilizar este manido sentido de la palabra para poder hablaros de cómo me siento y de cómo enfoco el hecho de envejecer. ¿Por qué? porque últimamente está cobrando cada vez más importancia para mí. Sin obsesionarme, pero llenando cada vez más minutos de mi dialogo interior. En la vejez no estoy, eso no. Estoy en la treintena, digamos que más o menos en la mitad. Las secciones de sucesos dirían de mí que soy "de mediana edad". Cada vez tengo más arrugas al sonreir y las canas aparecen por mis sienes en grupos de tres o cuatro.

    Ante todo, siento una profunda desconexión con los nuevos fenómenos culturales. De las 10 canciones más escuchadas en Spotify, las 10 me parecen una mierda. No tengo ni idea de qué va Snapchat. Se me hace muy incómodo ir pasando frío en los tobillos. Los vaqueros apretados me resultan horribles y los chandales pesqueros me parecen ridículos. Alucino con fenómenos como el de las autolesiones y me repugnan las infinitas sesiones de selfies. Siento cada vez más punzante el desfase con los veinteañeros y cuando me cruzo con alguno en el metro, no puedo apartar de la mirada de él. Estudio sus ropas, su calzado o su móvil tratando de obtener la máxima información de qué se lleva ahora, qué lo está petando en 2018 y qué pasó de moda el año pasado.

    Es curioso, porque siento que todavía estoy empezando, que no ha llegado aún el juego de verdad, el definitivo. Que esto es un calentamiento. Sin embargo vienen por detrás unos mocosos diciendo que ya no se lleva el rock, ni los calcetines, y que el 15M es de puretas. Seguramente hasta dirían que ya nadie usa la palabra "pureta".

    Y mientras, yo, me limpio las gafas con el jersey varias veces al día. Escucho de vez en cuando un crujido cuando estiro el codo. Tarareo a veces canciones de Extremoduro. Y voy viviendo mi vida, aferrándome a todo aquello que conozco, familiarizandome con los cambios que sufre el espejo. Voy viviendo mi vida sin prisas, comprendiendo cada vez mejor algunas cosas y dejando escapar otras muchas. Entendiendo cada vez mejor a mis padres y abriendome a la posibilidad de que, algún día, yo seré como ellos. Voy viviendo la vida, y eso es lo único que quería deciros. Ya veis que es poca cosa. Quizá hace unos años hubiera querido hacer un relato perfecto, sublime, pero ahora me me conformo con menos. Será que que me estoy haciendo viejo.

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  2. A través del intenso olor a tierra húmeda y resina trata de detectar el rastro de algún conejo intrépido que se aventure a salir de la madriguera antes de la caída del sol. La deteriorada vista ya no le sirve como apoyo en sus fallidas persecuciones por el pinar, por no habar del inconveniente que suponen sus dañadas caderas. El ritual, no obstante, se repite cada día con la misma alegre excitación.

    Hoy sin embargo, parece preferir no alejarse mucho de Tomás. ¡Condenado perro! Piensa el viejo que hasta hace unos instantes caminaba absorto en busca de los primeros signos de un otoño más perezoso que nunca. Su aspecto es fuerte y rudo, de piel curtida por el sol y los años de faena en estas tierras malagradecidas que detesta y ama sin poder hacer otra cosa.
    Llegados frente a la linde, dónde la luz rojiza recorta el perfil del campo de trigo, observa introspectivo la caída del sol. No es, desde luego, un hombre dado a sentimentalismos y se sorprende pensando en el perro como su compañero, el único que le da calor y permanece a su lado desde que Agustina no está. Quizá es por ello que hace rato Tomás viene retrasando este momento.

    Le viene a la memoria la primera vez que, siendo un niño, acompañó a su padre. Era una pastora alemana recia y fiel. Sonríe levemente. Hubo de disimular su espanto y aprendió que en una casa pobre no queda sitio para lágrimas y otras licencias melancólicas, aunque sí para la dignidad y la compasión. Su rictus torna de nuevo serio.

    Con los últimos rayos de luz llama a Rufo y le ofrece un buen pedazo de queso que corta con la navaja. El perro agita el rabo ante su bocado favorito. Tomás descuelga del hombro la escopeta.


    Ya caída la noche unos pasos solitarios llegan a la casucha. Algo parece haber abierto una fisura en el endurecido corazón del anciano, porque ahora es lo que parece…anciano, cansado, solo, pero al mismo tiempo sereno y en paz.

    Se le ocurre que quizá también le gustaría que alguien hiciese lo mismo por él.

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  3. Al atardecer
    se borraban sus huellas en la memoria del tiempo.

    Al atardecer
    se cerraban los ojos y abrían bocas en enormes bostezos.

    Y latía un sueño en la sien, en el rabillo del ojo.
    Y centelleaba una duda en la lengua inquieta.

    Una nana barría todos los pesares
    todas las derrotas del día
    Y una carcajada rompía
    el silencio
    al atardecer
    Llenando de luz la estancia sombría.

    Se llenaban los hashtags de atardeceres pomposos
    De rosados pálidos, de intensos rojos,
    De horizontes llanos, cortantes, otros curvos, montañosos...

    Y el sueño despertaba
    Y la música lo llenaba todo
    al atardecer
    de atardeceres sin retorno, de crepúsculos inciertos.

    De finales y comienzos estaba lleno el atardecer.

    Fdo: Hashtag (#pajamental)
    https://www.instagram.com/explore/tags/atardecer/?hl=es

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  4. Silencio (I)

    La luz del láser apenas tarda unos instantes en alcanzar la estratosfera, rebotar en las nubes de tonos rojizos que cubren el cielo con sus líneas largas y onduladas y volver. Las medidas son claras: vapor de agua y pequeñas proporciones de ácido sulfúrico y ácido nítrico; una temperatura de 78 grados centígrados bajo cero. Lo cual, por otro lado, no revela nada que Julia no supiera. Lo que de verdad la convence, la única razón de su viaje es observar las nubes nacaradas directamente. De este modo, por unos instantes puede perderse en el suave laberinto de formas, según va cambiando lentamente. Hay algo hipnótico en la experiencia, también inquietante, como una señal ominosa que le advirtiera dejar de mirar.

    -Eso es lo que tuvo que sentir- piensa Julia. Gira la cabeza para mirar el cuadro en la pantalla del portátil-. Él iba paseando con unos amigos, pero mientras ellos continúan su paseo, totalmente ajenos, él se queda absorto mirando el cielo, sin ser capaz de apartar su mirada. Claro que también pudo tratarse de una explosión volcánica. Las fechas en las que pintó el cuadro podrían encajar bien con la explosión del Krakatoa. Es posible. El atardecer bajo esas circunstancias produce unos tonos rojos similares, las mismas líneas onduladas. Pero la sensación no tiene nada que ver. Ese vértigo, esa necesidad irrefrenable de seguir mirando lo que no debe de ser visto.

    Julia deja los prismáticos en el suelo nevado. Bebe un poco de agua. Se coloca la bufanda y sube un poco más la cremallera del abrigo. Se está haciendo casi de noche y pronto tendrá que regresar, pero no quiere hacerlo hasta reunir unas evidencias que sean irrefutables. Necesita despejarse, pensar con claridad. Al fin y al cabo es una científica, y siente la obligación de intentar analizar los datos con la mayor objetividad.

    Tampoco quiere convertir la investigación en algo personal, pero le resulta imposible. Se siente herida, pues sabe que si la dejaron realizar el viaje a Oslo no fue porque ella les convenciera en absoluto, si no más bien para que no molestara. Una molestia, eso es lo que era. Al fin y al cabo, la explicación de las condiciones meteorológicas que inspiraron el cuadro, por muy famoso que fuera, no eran una prioridad para el departamento. Sin embargo, Julia se irrita al recordar sus miradas condescendientes. Que fueran todo hombres puede que no tuviera nada que ver, se repite. Si los datos ya encajan, ¿por qué cuestionar la explicación, ampliamente establecida, de la explosión volcánica?, ¿por qué tomarse tantas molestias en dar vueltas a un asunto ya zanjado? le habían preguntado. La sensación es claramente distinta- había tenido que confesar, y enseguida se había arrepentido-, eso es lo que no encaja. Y unas sonrisas mal contenidas se habían dibujado en sus caras.

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  5. Silencio (II)

    Vuelve a mirar al cielo. Como ya es casi de noche, las zonas negras del cielo contrastan todavía más con el rojo de las nubes. En la penumbra, los tonos suben de intensidad. Mirar, aunque sea a simple vista, de algún modo le resulta casi insoportable, y comprende que tiene que irse, que si no será demasiado tarde. Sin embargo, de forma casi automática recoge los prismáticos, los coloca sobre sus ojos. Inmediatamente, sabe que ha cometido un error, pero a la vez la reconforta saber que estaba en lo cierto, que el viaje estaba justificado. Al principio siento miedo, pero luego todo pasa demasiado deprisa. La sensación de algo que se está agrupando, como una ola cogiendo más y más altura. Desea que esa ola de sangre rompa cuanto antes, que cese pronto, pero la ola continua creciendo y creciendo, no ya como algo externo, sino en algún lugar de su propio cuerpo. Es entonces cuando escucha un susurro que pronto se transforma en grito. Se tapa los oídos en vano. ¿Como frenar un sonido que se genera en tu interior? Por eso abre todo lo que puede, tiene que dejarlo salir. Siente la mandíbula desencajarse, la comisura de los labios estirarse más allá posible. Y entonces grita. Con todas sus fuerzas, como nunca había gritado. Grita con la desesperación de saber que no se puede vomitar el infinito. Grita, por supuesto sabiendo, que todo lo que ese grito produce no es más que un completo silencio.

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  6. Navalpino, Ciudad Real, junio de 2018

    —¡Madre mía del amor hermoso! ¡Este calor no hay derecho! Se queda una sin ganas de ná.
    —¿Eh? ¿Has dicho algo?

    Asunción deja escapar un suspiro de hartazgo, detiene su brazo y el ruido del abanico al chocar contra sus grandes pechos cesa de repente. Su marido, mientras, sujeta su codo derecho con el otro brazo, ayudándose para que la mano llegue a la altura de la oreja. Se acopla bien el audífono y un agudo pitido indica que el aparato aún tiene pila.

    (Subiendo la voz)
    —Que no se aguanta ya el calor.
    —Pues no nos queda verano todavía, Asun. Bueno, ¿salimos ya o qué? Ya se han pasado las nueve.
    —Venga, vamos, que total para lo que estamos haciendo aquí. Pero te advierto que no he hecho la cena, Miguel. Lo siento en el alma pero no me meto yo ahora en la cocina a pasar más calor, hoy nos apañamos con unos yogures y una miaja de queso. ¿Oyes?
    —Vale, mujer. Si yo no tengo ni hambre, todo el día sentado en el tresillo, qué hambre voy a tener. En mis tiempos que no paraba quieto, me comía a Cristo por los pies, pero ya no valemos pa na. Cago en la mar, ¡qué pena!

    El hombre se incorpora en su asiento, agarra el mando de la televisión y la apaga, no sin antes mascullar una crítica a los titulares del telediario. Los programas que le entretienen acaban de terminar, el presentador “tan salao de las trampillas” siempre le hace reír y cuando los informativos irrumpen en su salón sin avisar y le recuerdan lo mal que está el mundo, no puede evitar ponerse de mal humor.

    El matrimonio se levanta del sofá, cogen con cierta dificultad las dos sillas de madera del recibidor y las sacan a la puerta de su calle empedrada.

    —Buenas tardes, ¿cómo andamos?

    —Buenas tardes, pareja. ¿Qué tal?

    —¿Habéis salido hace mucho?

    —Qué va, Asun. Hasta que no se mete el sol no hay quien pare quieto en la calle.

    —Ni en la calle ni en casa. Ya se lo estaba diciendo a Miguel, que ha entrao el verano con ganas.

    —Además de verdad. Hace na estábamos con el paraguas y el chaquetón pelaítos de frío y ahora nos sobra todo. No tiene una manera de refrescarse. Estamos ya deseando de pisar la playa, ¿os habéis apuntado a lo de Benidorm por fin?

    —Qué va, hija, este año ha dicho Miguel que no quiere, que son muchas horas en el coche en línea y luego son muchos días allí y se cansa. Qué vamos a hacer, este es de secano. Nos iremos unos días con la mía pequeña, el yerno y el nieto, que van a coger un apartamento en Matalascañas después de San Bartolomé.

    —Pues hacéis muy bien, hay que aprovechar mientras nos vaya respetando la salud. Y fíjate, según están las cosas, cualquier día nos quitan las pensiones y el día de mañana no tenemos ni pa playas ni pa pipas. En ‘ver de’ ir a mejor, vamos a peor. Da igual que manden unos que otros. Ellos a llenarse bien los bolsillos y a los jubilados que nos den por saco.

    —Esto es siempre la misma historia, Mari. Pero te voy a decir mi verdad, por lo menos el presidente que ha entrao tiene mejor planta y da más alegría de verlo. Porque el de las barbas era difícil de mirar.

    Las vecinas se ríen.

    —Mira lo que dice tu señora, Miguel.
    —¿Eh?
    —Pues eso, que más vale que nos toque la lotería porque si no, vamos apañaos.

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  7. Si me paro a pensarlo, me da rabia saber que de los años que vaya a vivir, supongamos que algo más de ochenta, habré tenido la oportunidad de presenciar treinta mil atardeceres y, sin hacer mucho por remediarlo, disfrutaré de bastantes menos.

    Con atardecer no me refiero al intervalo completo entre el día y la noche, al crepúsculo que separa las horas de luz de las de oscuridad. Hablo sólo del fugaz momento del ocaso. Esos escasos minutos en los que puedes mirar al sol sin cegarte y apreciar cómo se esconde en el horizonte. Un momento de transición en el que el cielo se tiñe de colores intensos, naranjas, rojizos y amarillos, que para muchos, entre los que me incluyo, tiene algo de mágico. Una realidad inspiradora que delicadamente te invita a tomar conciencia del concepto del tiempo, y cuya mera contemplación es capaz de hacerte aflorar emociones. Una estimulante relajación.

    Una puesta de sol irradia la belleza de lo efímero, el atractivo de lo intangible y la fascinación de lo trascendente. No es necesario encontrarse en el paraíso para disfrutar del ocaso, que puede ser tan especial sobre el mar, como entre las montañas o en el perfil de una gran ciudad.

    Pero, por otro lado, las puestas de sol acusan el desinterés de la regularidad. No poseen, por ejemplo, lo exclusivo de un eclipse, que puede tardar décadas en repetirse. Hay que ser muy romántico y tener mucho tiempo para tomarse la molestia de dejar lo que estás haciendo e ir a buscar, día tras día, un lugar con una buena panorámica para poder recrearte en tan hermoso acontecimiento. Otras veces son simplemente las nubes las que no te permiten caer en el regocijo de la belleza vespertina.

    No voy a recrearme en treinta mil atardeceres, puede que sean sólo cien, quinientos o mil. Sean los que sean, habrán merecido la pena.

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  8. Baja el sol por el horizonte,
    Sube húmedo el aire
    Impregnado del aroma
    De la tierra aún caliente.

    Las luces cambian
    Crecen las sombras
    Las nubes, de colores se disfrazan
    El cielo en llamas
    La Luna asoma
    Algunas parejas se abrazan

    Baja el sol, y muere el día
    Atemporal ciclo en la Tierra,
    En todas sus eras y edades
    El espectáculo ¡Mirad la Sierra!
    Deja en evidencia soledades.

    Línea oscura de granito
    En lava de cielo se funde
    Nieves altas, bosques bajos
    Mueve el aire que viene de Octubre

    Baja el sol
    Y el chico solo, observando,
    La belleza aprehende
    Cómo duele si trasciende!
    Cómo duele si hay un pájaro cantando!
    Cómo duele si cautiva!
    Cómo duele si se admira
    Que la noche va a vencer,
    Pero no es plural ni compartido
    Y duele más si lo entendemos
    Al atardecer

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  9. “Al atardecer” han dicho… Nadie cree ya que la situación aguante más tiempo. ¿Cuándo se nos fue de las manos todo esto? La gente corre, algunos se quedan paralizados. Se está corriendo la voz, pero ya no hay tiempo… Así que va a ser al atardecer, pienso. Al menos habrá belleza…me siento en el banco del parque. Ese con vistas a la sierra y la Casa de Campo. Respiro el aire fresco de Octubre, cargado con la humedad y los aromas de la dehesa. Me pongo a llorar. Con los ojos arrasados de lágrimas me acuerdo de mis padres cuando yo era pequeño, de mis hermanos jugando conmigo, de mis amigos en la universidad. Me acuerdo de tus besos cálidos como la vida… Hay otra gente gritando y llorando a mi lado, pero no les escucho ya. Me concentro en vivir, en respirar, en notar que soy una parte consciente del universo. Una parte muy consciente, que va a dejar de existir en breve. Me acuerdo de la Sonata en La Mayor de Cesar Franck, del Prelude to a Kiss de Duke Ellington y de cómo se me erizaron todos los vellos del cuerpo escuchándolas… Me vienen a la cabeza las risas a carcajadas de mis amigos y el color del mar en el pueblecito de verano. Siento de pronto casi reales y presentes las caricias que nos dábamos en la cama y el desayuno madrugador en Pirineos, rodeados de picos nevados, rebecos y riachuelos con riveras salpicadas de flores. Eso también va a desaparecer probablemente… Ahora, sentado en el banco de la Dehesa, veo el último atardecer de la humanidad en la Tierra. Y es bellísimo. Con el cielo arrasado de colores, pienso si pudo haberse evitado… pero no pierdo demasiado tiempo en ello. Tuvimos avisos más que suficientes del cambio climático. Sabíamos que subiría el nivel del mar y que se producirían desastres naturales a escalas inconcebibles y sabíamos también que eso produciría la mayor ola de refugiados de la historia y que eso conllevaría gravísimas crisis. En un mundo donde la protección del sistema público había sido desmantelada por la marea neoliberal y con el beneplácito de las masas, perdidas entre las luces de colores y los fuegos de artificio de los medios de comunicación y la inundación de desinformación de Internet, el caldo de cultivo perfecto para la intolerancia, la xenofobia, el nacionalismo y luego el belicismo, fueron el disparador de un conflicto internacional sin solución que precisamente gracias a la terriblemente poderosa tecnología, se convertiría en el único y último posible… Ahora al atardecer, miro hacia el cielo y hacia las montañas y las nubes coloreadas por la dispersión de la luz solar se funden en un gran flash… la guerra nuclear ha empezado.

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  10. Cae la tarde
    Vienen los miedos, negros,
    Se arrastran por los suelos
    Oscuro, tinieblas
    Manchas siniestras

    Promesas no cumplidas
    Con el fin del dia expiran
    Planes obsoletos
    Languidecen,
    Con futuro incierto

    Preocupaciones que irrumpen
    Por las esquinas,
    Disquisiciones que trepan
    Por paredes y techo
    Hasta la cima

    Maraña de dudas
    Hasta mañana

    Sol. Despertar. Luz
    Fuente de vida.
    Claridad que emana
    Ilusión que renace.
    Por la ventana.

    Lo que ayer era miedo
    Hoy es esperanza.
    Lo que ayer era ansiedad
    Hoy es serenidad y calma

    El sendero oscuro
    Lo iluminó la mañana
    Y el descanso y el sueño
    Templaron el alma

    (Fdo: la almohada con la que se consulta por las noches)



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  11. Unión Soviética, invierno de 1959.

    (Pista 1)

    La fuerte ventisca azota la ladera este de la montaña, el invierno en los Montes Urales es de una crueldad blanca, ignota. Dos sombras se arrastran pese a la adversidad de los elementos, luchando por ascender penosamente el terreno nevado. El veterano coronel Mikhail Djarjevic intenta escudriñar el horizonte. A tan solo unos pasos divisa a Djuri Záitsev, este condenado explorador les ha extraviado durante varias horas. Una mueca

    aflora en el rostro de Mikhail al pensar en la idea de una expedición de rescate que acaba perdida y condenada en medio de aquel paraje. Pero la respuesta de sus superiores a aquel desastre, que él mismo ha organizado durante días, hiere su orgullo y lo espolea, haciéndole avanzar a toda prisa y sorprendiendo a su compañero.

    Cuando su voluntad se encuentra a punto de quebrarse, el coronel se para en seco, hay algo allí, un punto oscuro en medio de la nieve, inmóvil. ¿Pueden haber encontrado por fin el emplazamiento de los excursionistas desaparecidos?. Mikhail se afana en

    un dispositivo de radio de alta potencia para enviar un mensaje de alerta, la respuesta queda apagada por el sonido del viento. Las interferencias, como hojas de papel siendo arrugado, devuelven un mensaje ininteligible. Es ahora Djuri quien se adelanta, está claro que quiere demostrar que no ha sido un error contratarle para esta misión. Mientras se aproxima lentamente, como buen cazador que es, se da cuenta de que se trata de una tienda de campaña. El peso de la nieve acumulado la ha hundido parcialmente, pero se ha resistido a ser totalmente sepultada. Sin embargo, algo extraño se agita en un lateral, la tela ha sido rasgada en un trazo vertical irregular, quedando el oscuro interior expuesto, como un animal herido de muerte.

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  12. Rusia, en el presente.

    (Pista 2)

    Los Montes Urales se muestran majestuosos desde el cielo, desplegados ante sus ojos, aquellas cumbres nevadas se yerguen imponentes, recortadas contra un cielo de extraordinaria pureza. El helicóptero desciende sobre una improvisada pista de aterrizaje. La colmena de afanosas hormigas se transforma paulatinamente durante el descenso en un auténtico campamento militar de hombres armados sobre una de las laderas de la cordillera. Al bajar del aparato, Dolphine Renaar, geóloga y antropóloga, experta mundial en su campo, se encuentra como un cordero entre lobos. Tero Larson la recibe con una mano a modo de visera, realmente ha conseguido arrastrarla hasta allí desde el congreso mundial que ella misma dirigía.

    Un silencio estalla entre sus miradas, apagando incluso el ruido del rotor del helicóptero, ahora están solos con su historia de testigo. Ella sabe todo lo que le debe, él también aunque siente haberla llevado allí ya que no están exentos de peligro. Le agradece que haya ido, Tero siempre ha sido un buen diplomático, y por ello ahora es comisionado de la ONU después de haber abandonado su labor en la NASA hace unos años.

    El carraspeo del general Petrovich lancea la escena, no hay tiempo que perder.

    (Pista 3)

    Acompañan al general hacia una de las carpas, dentro la actividad es frenética. Una docena de hombres se concentran frente a los monitores de sus ordenadores. Una gran pantalla domina el frontal del habitáculo. Una imagen ha sido captada por un satélite ruso y no son capaces de darle significado, esperan que Dolphine sí. Tero mira a su alrededor desde la esquina de sus ojos, y puede leer que aquellos hombres están nerviosos y, ante

    todo, incómodos con su presencia. Sabe que ellos, que Dolphine, es su única oportunidad y se encuentran como el perro que debe ceder su hueso.

    Una imagen por satélite se muestra en el gran monitor. Ampliada desde el espacio se puede observar una zona montañosa. Dolphine se encuentra aturdida por el viaje y la presencia de aquellos hombres que la exhortan con sus miradas. Inicialmente no encuentra sentido a nada de aquello, cree reconocer los Urales, cerca de la zona donde se encuentran. De repente el rostro de Dolphine se tensa, lo que ahora reconoce en aquella fotografía aérea, simplemente, no puede ser posible.

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  13. Unión soviética, invierno de 1959

    (Pista 1)

    Los hombres se paralizan inicialmente ante la tienda, observando alrededor en busca de algún indicio más. Djuri penetra entonces en ella con su linterna, sin miramientos. Es un hombre supersticioso y en el fondo teme lo que pueda encontrarse dentro, pero desea terminar con todo aquello. Mikhail observa la tienda desde el exterior, sabe que se encuentran en el territorio de influencia de los Mansi, esa escoria tribal vive en asentamientos no demasiado alejados de allí. Llaman a aquella la montaña de la muerte, y ahora él viaja con aquel mestizo Mansi de guía. La desconfianza se apodera de Mikhail, ¿y si todo aquello forma parte de una trampa y aquel mestizo oculta algo?. Palpa el cuchillo de supervivencia que lleva consigo. Djuri sale de la tienda atropelladamente, su resuello se evapora en exhalaciones profundas. Dentro de la tienda no hay nadie, pero, lo más sorprendente es que permanecen intactos los sacos, la ropa de abrigo e incluso las botas de la mayoría de los excursionistas, han salido en desbandada, rajando la tela de la tienda desde el interior. El frío penetra en su cuerpo y apelmaza sus músculos. Un escalofrío aún más profundo les recorre cuando piensan en verse obligados a caminar semidesnudos, a la carrera, bajo esas condiciones extremas.

    Djuri examina las huellas que aún pueden quedar en la nieve, hay indicios borrosos en todas las direcciones, se han debido dispersar desorganizadamente por los alrededores, algunas huellas se dirigen a una línea de bosque ladera abajo. En ese momento, divisa otro bulto a unos quinientos pasos de su posición. Se acercan con cautela, como si hostigaran a una presa, Mikhail no quita los ojos de Djuri, el gusano de la desconfianza ha penetrado en su mente y avanza inexorable. El explorador retira la nieve que cubre aquel bulto del suelo. Pronto se descubre un pie descalzo, ennegrecido por la exposición al frío, al que le sigue el resto de un cuerpo semidesnudo. Djuri está a tiempo de percatarse de que el coronel, al que sirve en esa misión, cae sobre él con una cara desencajada presa de la furia.

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  14. Rusia, en el presente.

    (Pista 3)

    Apartados en un pequeño habitáculo, Tero y Dolphine se inclinan sobre algunos monitores. La imagen aérea de aquellos monolitos de tres metros de altura, organizados en torno a un área de varios kilómetros entre las estribaciones de los Urales no cobra aún sentido en su mente. En su dilatada carrera nunca había oído nada parecido en aquella zona del globo, más aún cuando las pruebas de antigüedad hechas por los rusos datan aquellas construcciones en la era neolítica. Tiene todos los medios a su alcance para desvelar el misterio, pero aún no consigue orientar su objetivo. Tero está a su lado, apartado en un rincón, la observa sin molestar, pero en su mente estratégica cimienta un plan. El rostro de Dolphine adquiere entonces una rotunda profundidad, busca en la red, busca en su mente, un destello de genialidad se desata en su interior. Tero la observa cuando aquella mujer despliega su fascinante metodología, sistemática, eficiente, precisa. Ante todo sabe que no debe interrumpirla, pero él también se encuentra abstraído, concentrado en el entorno, aquel general puede tener segundas intenciones. Tero está seguro de que algo se esconde velado en la petición de ayuda. Dolphine garabatea sobre una copia esquemática de la imagen por satélite y se lo muestra a Tero, Él solo ve un símbolo incomprensible, que une las posiciones de los monolitos. Ella sabe que aquel geoglifo es similar al empleado por culturas muy antiguas, que solía usarse como símbolo de protección o para alejar el peligro. ¿Podrían haber sido antepasados de aquella tribu casi extinguida de Siberia, los Mansi?, pero, ante todo, ¿qué, o a quién pretendían alejar?

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  15. Unión soviética, invierno de 1959.

    (Pista 1)

    Quizás en otro tiempo un impetuoso Mikhail habría reducido a aquel mestizo y le hubiese puesto contra las cuerdas. Ahora, el viejo Mikhail se encuentra de rodillas, casi sobre el cadáver, y cae finalmente de bruces contra la nieve. Djuri ha sido rápido, se ha zafado con una hábil finta de aquel veterano, que ahora balbucea y solloza vencido mencionando a algún camarada quizás muerto en la guerra. Lo tiene a merced del cuchillo de caza, pero no alberga intención de acabar con él. El impacto de la nieve en el rostro de Mikhail provoca que los horrores vividos en el pasado se disipen de golpe, ya los ahogará en vodka si sale de esta. El cansancio y la exaltación han derribado el muro que contenía su cordura por un instante. Djuri piensa en huir de aquella locura, piensa en adentrarse en el bosque y refugiarse. Entonces divisa algo en la línea de arboles que, como centinelas, marcan el final de la pendiente nevada. Otro bulto oscuro, pero esta vez se trata de algo que se mueve entre las ramas. Decidido, se dirige sin vacilar, no sin guardar precaución ante el nuevo hallazgo, y ante el excoronel rendido a su espalda. Se acerca, hundiendo sus pesadas botas en la nieve, sigue los rastros de antiguas huellas aún marcadas débilmente. Una chaqueta cuelga de una rama a una altura de casi dos metros,

    ondulando empujada por la ventisca. Pero no es todo, al pie de uno de los árboles, sentado, permanece inmóvil un segundo cuerpo, su cara está petrificada en un gesto a caballo entre el espanto y el dolor, Djuri se agacha, el tórax de aquel joven parece haber sufrido un fuerte golpe y se encuentra hundido a la altura del esternón. No hay mucho más tiempo para el análisis, ya que siente la presencia de Mikhail en la línea de la arboleda. Desde su posición debe de estar viendo lo mismo que él, Djuri sabe que ahora está al mando porque es una situación de supervivencia. Otro cuerpo más yace de cara entre las anudadas raíces. Parece una mujer de cabello rubio, lo que observa al dar la vuelta al cuerpo desata los supersticiosos demonios de la conciencia del explorado Mansi.

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  16. Rusia, en el presente.

    (Pista 4)

    Dolphine palpa la piedra como si fuese un delicado pergamino, esperando que aquella caricia pueda explicar lo que estaba sucediendo. En tan solo dos semanas se ha conseguido desplegar un operativo en torno al geoglifo. A la dificultad técnica por razones climátológicas y topográficas, se ha unido la complejidad de convencer al alto mando Petrovich de la necesidad de aquella exploración sobre el terreno, más aún sin desvelar nada relevante de sus descubrimientos. El perímetro establecido, de varios kilómetros, cuenta con medios humanos y materiales suficientes. Tero se acerca, parece preocupado, su conspiranoia es más que conocida por la antropóloga, pero en esta ocasión parece haberse agravado. Unas horas antes de reunirse con ella, Tero ha tenido una amable charla con uno de los técnicos del campamento científico-militar. Aquel pobre diablo tenía secretos familiares comprometidos que, en manos de un hábil mediador como Tero, habían sido el acicate necesario para descubrir lo que sucedía entre bambalinas. Parece que los rusos sospechan de una conexión entre el descubrimiento del satélite y el caso de unos excursionistas hallados muertos a finales de los años 50 en esa misma zona. Igor Dyatlov era su líder, y ahora el paso de montaña donde perdiesen la vida recibe su mismo nombre. Los informes sobre el caso del paso de Dyatlov están clasificados a partir de cierto punto, ni siquiera sus contactos en el servicio ruso de inteligencia han podido revelarle mucho más. Las conclusiones de todas las investigaciones se reducen a que aquellos nueve jóvenes hallaron la muerte ante una fuerza "incontestable". ¿Pero de quién, de qué?. ¿Es que acaso estaban ahora ellos ante alguna clave?.

    Al siguiente atardecer, una lista clasificada de utensilios y objetos rudimentarios separa al general Petrovich de los investigadores. Noches sin dormir bajo una gran presión habían conseguido desplegar una hipótesis para Dolphine, aquel geoglifo no sólo formaba un territorio de protección, sino que en la base de algunos monolitos permanecían restos datados en distintas épocas que podrían haber formado parte de ritos espirituales o

    funerarios, de más de tres mil años de antigüedad en algunos casos. Exponer aquella locura al general provocó que este se dirigiese a la puerta acompañado de sus lugartenientes. Una orden abandona sus labios, y al instante Dolphine y Tero son reducidos y apresados sin clemencia. Un mensaje de auxilio es emitido desde el teléfono móvil de Tero, segundos antes de impactar en el suelo. Aquel comisionado de la ONU es un hombre de recursos, preparado para cualquier contingencia, solo reza para que aquel mensaje sea interceptado por manos amigas.

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  17. Unión Soviética, invierno de 1959

    (Pista 4)

    Luthmila, el rostro de la joven se grava a fuego en su mente. Sin embargo, en la fotografía no se encuentra horriblemente mutilado como aquel. Djuri se aleja a trompicones del nuevo cadáver. Las historias que su abuela le contara de niño para asustarlo parecían cobrar vida en ese mismo instante. Mira alrededor, el bosque se hace profundo, insondable, los leves crujidos de las ramas provocados por el viento le hacen estremecer, es presa del pánico más absoluto. Huye, piensa, huye por lo que más quieras, y corre con todas las fuerzas que le permiten sus heladas piernas. ¡Menk!, grita, con los ojos desorbitados. Mikhail ve a Djuri alejarse, recortado contra la paleta de colores púrpuras y anaranjados del atardecer, como alma que se lleva el diablo. Menk, piensa el excoronel, ¿ha dicho Menk?, y un escalofrío recorre su alma sin dar crédito mientras observa la mueca eternamente congelada de Luthmila, cuya boca abierta y desprovista de la arrancada lengua, simboliza la negra sima donde quedará por siempre enterrado en vida.

    Epílogo.

    Basado en los hechos reales de 1959 sobre un grupo de jóvenes dirigidos por Igor Dyatlov, estudiante de ingeniería de radio, que se pierden en la ladera este de la montaña muerta, en medio de territorio Mansi. Sus cuerpos, algunos con signos de extrema violencia, son hallados tras semanas de búsqueda. Las investigaciones realizadas dejan muchas incógnitas en el aire. ¿Qué pudo provocar que nueve personas abandonaran su tienda a veinte grados bajo cero?. El hecho, hoy en día, sigue sin respuesta.

    Reparto:

    Mikhail Djardjevic: Carla (premio a su acento ruso)

    Djuri Záitsev: Héctor (sus desastrosas tiradas de dados casi acaban con la historia antes de empezar)

    Dolphine Renaar: Patxi (que, felizmente, no tuvo que atravesar ningún bosque para volver a casa)

    Tero Larsen: Gon. (Anfitrión de lujo pese a sus platos complementarios)

    ¡Gracias a todos por jugar este rolato!

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