jueves, 4 de abril de 2024

XLVIII EDICION DE RELATOS FUNDAMENTALES "Las intra-vacaciones"

 


Tema: las intra-vacaciones, la evasión dentro de la evasión, huir de uno mismo, de los otros, de la realidad,... Dejen volar su imaginación 

Método de envío: cada relato será un comentario anónimo en la entrada del blog.

Extensión: LIBRE

Fecha límite: sábado 13 de abril 

Lugar:  en los montes

Lectura de los relatos: la identidad de los autores será una incógnita hasta que deje de serlo. Los relatos serán repartidos aleatoriamente para su lectura entre los participantes (presentes o virtuales), salvo que algún autor prefiera leer el suyo por cualquier motivo. Se recomienda tomar aire y hacer una lectura previa del relato para conseguir la correcta cadencia y entonación

Organización de la siguiente edición: el primero que cante bingo

12 comentarios:

  1. El tema de hoy: ¿Qué son las intra-vacaciones? Las intra-vacaciones o vacaciones interiores son estados de ánimo particulares que todos hemos tenido; son momentos de libertad en los que el escaqueo se te aparece como caído del cielo, por la gracia del azar y el universo, porque parte de su magia es que sean un poco inesperadas, y parcialmente encubiertas.

    Hay diversidad dentro de estas experiencias, pueden surgir por ejemplo en relación a diferentes contextos; Hablemos primero de las vacaciones trabajo-dependientes. Pueden ser esos momentos en los que vas al médico y tardas en volver al curro porque tras una analítica hay que desayunar, que hagas una formación zoom en casa, o que te apuntes en el último momento a una huelga. Se viven como aperturas de tiempo felices y transgresoras, sensación de despilfarrar minutos, noticias, cafés, Instagram, …vestigios lejanos de las clases que te fumabas en el instituto, pero no con culpa, sino con el regocijo de quien se toma una revancha, algo tibia y descafeinada, pero revancha al fin.

    Luego están las vacaciones vinculo-dependientes, vacaciones de los demás, de la familia, los amigos. Son típicamente estacionales, más bien veraniegas, y se asientan sobre las fisuras que tiene la conciliación familiar, o bien sobre la imposibilidad de irse de Madrid en agosto. Es típico que se acojan equivocadamente como malas noticias en los primeros momentos, relato que se mantiene después de cara a la galería. Brindan largas jornadas de diálogos interiores y negociaciones con uno mismo en exclusivo "¿Me echo la siesta o me veo 3 capítulos? ¿Me hago la cena o tiro con gazpacho otra vez?"

    Por último, y las mejores en mi opinión, son las vacaciones principio-dependientes. Comprenden todas aquellas situaciones en las que dejas de ser tú y te posee otro ser temporalmente, despojado de lo que suelen ser tus principios y valores habituales, véase: "ancha es castilla". Suelen ir precedido de la pregunta “¿Y por qué no?” para la que no se encuentra respuesta inmediata, debido a cierta sobrecarga mental. Prototípicamente son gastos excesivos o compras censuradas, vulgarismos en las colas o en los cruces, flirteos sin disimulo y otros impulsos, como hacerse el longui cuando te dan las vueltas de 10 euros en vez de los 5 que pagaste. Pueden surgir a lo largo de todo el año, en un patrón desigual en el que puedes pasarte temporadas sin catarlas, o entrar en racha, y provocarte una crisis existencial (o bien problemas con la ley). Lo óptimo para su disfrute es una frecuencia bien distribuida, una vez al mes puede ser una buena media.

    El único riesgo que tienen las vacaciones interiores es cuando coinciden estos estados en desgobierno a la vez, por la férrea resistencia y rechazo que se crea ante el retorno a la rutina. En los casos mas graves se han documentado fugas hacia destinos del sur con variables niveles de planificación y organización, como claros exponentes del "mandarlo todo a la mierda" o "irse todos a tomar por culo". No obstante, en la mayoría de los casos no solo son inocuas, sino: 1) beneficiosas, 2) disponibles en cualquier momento, y 3) al alcance de todos los bolsillos.

    Y hasta aquí llegamos por hoy: tu curiosidad es nuestro impulso

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  2. INTRAVACACIONES PARTE I: PATRICIA
    Apuraba mi cuarta compota francesa cuando vibró el móvil.
    Iván Blablacar: “Yo ya he terminado la faena, si estás podemos salir”.
    Remoloneé en la hamaca, qué pereza incorporarme… Memoricé el envoltorio de la compota: Bonjour sants sucres ajoutés, antes de lanzarlo a la basura sin acertar… Va a ser que voy a tener que abandonar mi trono, desecharlo en condiciones e ir saliendo. Otro viaje dentro de este viaje.

    Acababa así mi solitaria escapada clandestina, pensé mientras salía al encuentro de Iván. Una travesía, con sus luces y sus sombras, una ambivalencia entre el evadirme de mí misma y los demás y encontrarme a mí misma.

    El hecho de que en el hostel no me hubieran pedido el DNI aumentaba la clandestinidad. Nadie había sido invitado, nadie sabía dónde estaba yo. Mira lo que les ocurre a los ermitaños, que acaban rodeados de gente. Ironías de la vida, como la ironía de que el último rato de playa había estado al lado de las cámaras de las televisiones francesas que cubrían el triatlón anual. Sonreí para mis adentros, vaya chufla de clandestinidad, si lo mismo salía ahí de refilón en la pantalla francesa. Había sido emocionante ver la llegada y al fin me había venido arriba animando a los atletas.

    Aparece un coche negro que derrapa un pelín en la rotonda. Madre mía, sí que tiene ganas de pirarse. Deduzco que se trata de Iván. Viene acompañado de otro tipo. Me llaman por mi nombre.

    -Sí, soy yo- les dedico una de mis encantadoras sonrisas mientras me dirijo al maletero para dejar mi trolley.

    -¡No, no, no lo abras! Grita el copiloto, saliendo despavorido del asiento- Está ya lleno.

    Conste que no soy una pija, que no me importa viajar junto a mi trolley pero… ¿y esa inquietud porque no abra el maletero? ¡Ni que llevaran un cadáver en el mismo! Bueno, entro en el coche y me coloco en el asiento de atrás, acomodándome el vestido divino heredado de mi amiga, lo iba a tirar, pero es un Tintoretto, ¡cómo va a tirar un Tintoretto! .

    Volviendo al coche, es un tres puertas así que no puedo evitar pensar que sin el beneplácito de esos dos no puedo salir muy civilizadamente del coche. Tengo que dejar de leer tanta novela negra. No hay ni cadáveres ni necesidad de huida.

    Iván arranca el coche y salimos. A lo mejor sí hay un poco de necesidad de huida, que les canta el alerón pero bien. A lo mejor no se han duchado adrede para ocultar el olor del cadáver, creo que estoy sonriendo más para fuera que para dentro y antes de que piensen que son risas inmotivadas, decido mirar el móvil para disimular.

    Aunque la risa se me congela cuando veo el estilo de conducción de Iván… Madre mía, si ha adelantado en continua…

    -¿Vienes mucho por aquí?- la pregunta me hace dar un respingo. Proviene del exterior, mientras yo estoy sumida en escenas de cadáveres en maleteros.


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  3. INTRAVACACIONES PATRICIA (viene de anterior)
    -Bueno, siempre que puedo, soy una enamorada de la zona- respondo, y contraataco, siempre, la mejor defensa es un buen ataque-: ¿Y vosotros?

    -Bueno, cuando toca, cuando hay faena…

    Uy qué raro. Me doy cuenta de que vosotros incluye a Iván –si es que ese es su verdadero nombre-, y el copiloto, con el que no contaba yo, y del cual no conozco ni el nombre.

    Mientras intercambiamos unas frases acerca del tiempo (él lo hace para despistarme, a mí, no me va mal hacerme la tonta, a ver si le saco más información), no puedo evitar pensar, ¿Qué será la faena? A ver si hay droga en lugar de cadáver en el maletero. Pero entonces, ¿por qué el viaje está publicado en Blablacar? Así es poco clandesti… anda, poco clandestino para ellos y para mí, ahora que lo pienso.

    Dada la ambigüedad de la respuesta, hago una inspección visual de los asientos traseros. Hay un amasijo de ropa junto a mi trolley, “a ver si cuando toca es cuando hay olas y son surfistas…”, aunque si fueran surfistas, se habrían duchado y no les olería el sobaco. Bueno, eso era para camuflar el olor del cadáver y/o de la droga, pueden ser surfistas y/o asesinos y/o contrabandistas… Pero no, no es ropa de surf. Es más bien ropa deportiva… ¡Ah! Ya lo tengo. Hacen chapuzas en negro rollo chispas o del palo en el país vecino.

    ¿Son imaginaciones mías o contienen la respiración al pasar la frontera?

    El viaje prosigue…

    -Vaya, cuánto control, señalan un coche policía, que para aleatoriamente. A nosotros nos dejan pasar, aquí soy yo quién respira aliviada, lo mismo soy cómplice de un contrabando y/o trapicheo y/o asesinato…

    ¿Son imaginaciones mías o también ellos respiran aliviados al ver que no somos elegidos para el control?

    Para relajarme se me ocurre contar el chascarrillo de cuando me paró la poli y me pidió que soplara en el alcoholímetro y me puse tan nerviosa que no sabía cómo hacerlo.

    -Ten cuidado, basta que te pongas nerviosa para que sospechen.

    Fui a replicar con una carcajada, “que me hubieran abierto el maletero si sospechaban”, pero no me salieron las palabras.

    ¿Es que hay que sospechar de mí? ¿Es que hay que sospechar de ellos?

    Ya estamos llegando. Otro control. Mira, que nos paren de una vez y así me entero de lo que hay en el maletero… pero no nos paran, no hay suerte. O sí ha habido suerte. Mira que si soy cómplice sin saberlo, es una cosa turbia, salgo en los tabloides y se acabó la clandestinidad de mi viaje clandestino. En fin. Me dejan en casa, me dejan salir del coche sin necesitar usar la fuerza y acaba el viaje dentro del viaje… hasta el siguiente.

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  4. INTRAVACACIONES PARTE II.a: IVÁN

    Estaba cerrando el maletero cuando le vibró el móvil. La tal Patricia. Vaya, parecía la típica ansiosa que no tiene vida interior, qué rápido había contestado. En fin, no era la única que parecía tener ganas por abandonar el país. Y eso les venía bien.

    Hice un gesto a Eduardo. Mercancía cargada. Pasajera del Blablacar lista. Estaban sudorosos del trajín, bueno, con bajar un poco las ventanillas valdría.

    Entraron en el coche. Arrancó el motor. Arrancaba así el viaje de retorno de esta Semana Santa. Una penitencia, un Vía Crucis en sí mismo, sin embargo, era un oasis de vacaciones en comparación con el Vía Crucis con mayúscula que le esperaba al otro lado de la frontera.

    Les estaba esperando ya en la puerta del hostel. A ésta qué le pasa que tiene tanta prisa… Les saluda, sonriente. Va muy mona, lo de buscarla en un hostel ha sido una tapadera fijo, ese vestido es de Tintoretto.

    Espera, que casi abre el maletero… Menos mal que Eduardo ha andado vivo y ha evitado que lo hiciera. No parece protestar, coloca el trolley en el asiento trasero y se acomoda a su lado. Saca el móvil. Lo dicho, es una petarda que no sabe estar ni dos minutos sin cotorrear con sus amiguitas.

    Vaya atasco en la carretera, y eso que los gabachos normalmente a estas horas están ya cenando. Estoy impaciente por cruzar la frontera y adelanto en continua, ninguno de los dos se inmuta, absortos en el móvil.

    Estamos en una retención. Así que decido dar un poco de palique, no siendo que la tía ésta sospeche algo raro. Aunque la que me empieza a parecer rara es ella.

    -¿Vienes mucho por aquí?- le pregunto. Tarda en contestar. Aquí hay gato encerrado, a ver si yo preocupado con el contenido del maletero y ésta me ha venido con un trolley… Me empieza a dar aún más miedo si cabe pasar por la frontera.

    -Eeeem, bueno, siempre que puedo –contesta. ¿Le ha puesto nerviosa la pregunta o me lo parece?-. ¿Y vosotros?

    -Bueno, cuando toca, cuando hay faena…- tenía la respuesta perfecta preparada, soy un crack.

    Intercambiamos unas frases acerca del tiempo. ¿Es una especie de duelo, a ver si uno de los dos suelta más información? El capullo de Eduardo no dice ni mu, abducido por el móvil. Se ha tomado en serio lo de que venía para hablar en francés cuando fuese necesario, y como hablamos en castellano, pasa de todo.

    No sé, a ver si publicarlo en Blablacar cual inocente viaje, no ha sido buena idea y vamos a acabar saliendo en prensa. Esta tipa poco habla, algo esconde. Cada vez tengo más caro que el vestido de Tintoretto es una tapadera.

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  5. INTRAVACACIONES PARTE II.b: IVÁN
    Nos acercamos a la frontera. Espero que no nos paren, ya no sólo por el maletero, sino por el sospechoso trolley. Pero la cruzamos sin problemas y me siento lo suficientemente relajado como para dejar de hablar de banalidades. Y ella lo agradece y vuelve a mirar el móvil. Poco habla, algo esconde. Espero que no sea de esas influencers que no saben ni ir al WC sin publicarlo en redes sociales y que no esté subiendo un reel o como se diga del viaje. Que esto es un viaje discreto.

    Lo que precisamente no son discretas son las luces de un control policial… Hostia, que nos van a parar. ¿Son imaginaciones mías o estamos los tres nerviosos? La tía de repente empieza a contar un chascarrillo acerca de que una vez la pararon y no sabía cómo funcionaba el alcoholímetro… Aprovecho la situación para tirarle de la lengua, a ver si le sonsaco algo:

    -Ten cuidado, basta que te pongas nerviosa para que sospechen.

    La cabrona de ella no dice ni mu. Poco habla, mucho esconde. Nos dejan pasar, disimulo mi alivio. Ella no se esfuerza ni en disimular. Uy, qué turbio.

    Libramos otro control y la dejamos en casa.

    -Tío, Eduardo, has visto qué rara, no ha dicho ni mu- comento cuando llegamos a mi casa y vamos a descargar la mercancía.

    -Le dijo la sartén al cazo – replica Eduardo- La tía ha flipado cuando no le he dejado abrir el maletero. Tío, ya no hay fronteras en la UE, y parecía una tía respetuosa…

    Me entristezco. Eduardo se disculpa.

    No cometemos ningún crimen, ni ninguna irregularidad. Pero no me salen las palabras cuando de mi padre enfermo se trata.

    El abrazo acaba, le doy un apretón de manos, las gracias por enésima vez, y me despido.

    Subo por las escaleras cargadísimo. No veo el momento de entrar. Llamo a la puerta. Está mi hermana Anne Marie junto a mi padre. Me susurra que ha estado inquieto.
    Me acerco a la cama. Fin del viaje de surf, fin de las vacaciones, y fin del viaje de la mercancía. Algo en mi padre me hace ver que ha valido la pena.


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  6. INTRAVACACIONES PARTE III: PIERRE

    Han sido días raros.

    Los días están siempre desdibujados, confusos, nunca se sabe dónde está el día, dónde la noche… Pero estos días, o noches, o todo, aún más raros… ha echado en falta un olor familiar…
    Lo que no ha ayudado a paliar sus gritos ante el baile de las formas fantasmagóricas que le visitan a menudo.

    El tacto, los olores y sonidos de vez en cuando, proporcionan un oasis, un Cielo dentro del Infierno, devolviéndole a la infancia. Vuelve a ser un niño, el olor a salitre, los surfistas, el Casino…

    No conoce a nadie ni conoce nada. Cree oír un ruido. Alguien, no sabe quién (no sólo no sabe quién es, ni quién es quién, sino que tampoco sabe que él es él), susurra.

    Y se hace la luz en la oscuridad. Ha vuelto ese olor familiar, esas manos… No están vacías. Traen algo.

    Si Pierre no hubiera perdido la capacidad de leer, descifraría lo que traen esas manos: Bonjour sants sucres ajoutés.

    Se siente feliz. Es lo que más le lleva al Faro, la Grand Plage, su infancia… Si no hubiera perdido la capacidad de recordar las palabras de los sitios, sabría que es su Biarritz natal. Pero da igual. Está en casa, se llame como se llame. Ha mandado de vacaciones al infierno, la confusión y lo desconocido, y se sumerge de lleno en lo conocido de su feliz infancia degustando la compota francesa de mango que le brindan esas amorosas y conocidas manos.

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  7. Y fue en ese preciso instante, tras haber malgastado 44 minutos buscando aparcamiento y 23 en la cola para conseguir unas cervezas medio frescas en un chiringuito con precios absurdos, bajo un sol insoportable quemando literalmente mis hombros, tan alejado de la orilla que no podía divisarla tras la muralla de sombrillas y fofos cuerpos aceitosos, acosado por el picor de la jodida arena, echando de menos el aire acondicionado de la oficina, con el reggaeton de unos chavales atronando la poca paz mental que me restaba e impidiéndome escuchar con claridad las palabras de mi mujer y el silencio insondable de mi hija parapetada tras una revista… Fue en ese preciso momento cuando lo vi claro.


    Y fue en ese preciso momento, tendida por fin sobre la toalla, notando el peso de cada parte de mi cuerpo, el roce de la brisa, el sutil olor a salitre, acariciando la juguetona arena con los dedos de los pies, disfrutando de esa sensación de la piel que tras un fresco chapuzón se tuesta al sol, notando paz en cada inspiración, gozando por unos segundos de la espera deseosa de un primer trago de cerveza, contagiada por los sonidos alegres de fondo, descargada de las preocupaciones laborales, libre, sabiéndome acompañada de las dos personas que más quiero en el mundo… En ese instante lo vi claro.


    - Te quiero, cariño.
    - Yo también (Y esto último para sus adentros: “te aseguro que si no no estaría aquí”).

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  8. W.C.

    Mesón El Castillo. Perritos calientes en entorno medieval. Huyo de la jungla de límites, comida voladora, risas y llantos. Carreras ilegales entre las patas de las mesas... Son 5 minutos. ¿Me valen? Bueno, algo cuela. Cierro el pestillo. Me escondo. Me siento en el water. No levanto ni la tapa. Para qué. Era solo una excusa. Cierro los ojos y recuerdo una vida en la que la palabra vacaciones significaba descansar. Los mundos imaginarios de mi cabeza se chocan con el ruido de la puerta. El aporreo intenso de la puerta. No ha pasado un minuto y ya intentan abrirla. Respiro. 1 minuto. ¿Me vale? No. Pero tendrá que valer. Venga.  Intravacaciones completadas.

    Maternidad viajera.

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  9. UN AMOR INVENCIBLE
    Buceo en mi lengua materna y me dejo mecer por las palabras de mi infancia: casa, magdalenas, correr, dulce, zapatos, colchón, coscorrón, amapolas, arena, salchichón, abuela, bicicleta…Las sirenas suenan, un soldado escupe unas palabras que yo no puedo descifrar. Samuel me mira, está asustado, intenta contenerse, pero el labio superior le tiembla levemente. Me hundo en el azul de sus ojos. Recuerdo el mar de Cádiz, la luz del cielo, el olor del mar. La celda apesta a orines, entra una luz mortecina por la pequeña ventana a 2 palmos de nuestras cabezas. Hace un frío espantoso e intento sentir el calor en mis huesos de aquel viaje a Menorca, los guijarros en los pies, el olor a sardinas.
    El soldado vuelve a gritar algo. Samuel, que sí el entiende, responde con ansiedad, señala su tarjeta de prensa. El soldado sonríe con cinismo. Nos van a separar. Samuel agarra mi mano, siento su sudor frío y me sumerjo en el recuerdo de nuestros encuentros en horizontal, el tacto de su piel, el olor de su cuello, mi respiración entrecortada, su sabor salado, El soldado da un paso adelante y entra en la celda, apunta a Samuel con su metralleta. Samuel me suelta, llora, y recuerdo un poema. Intento refugiarme en todos mis veranos, en cada abrazo, en cada beso y reúno las fuerzas dentro de mi para recitar a Samuel el único que puede entenderme:
    “en el medio del odio me pareció que había dentro de mi un amor invencible. En medio de las lágrimas me pareció que había dentro de mi una sonrisa invencible. En medio del caos me pareció que había dentro de mí una clama invencible.
    Me di cuenta, a pesar de todo, que en medio del invierno, había dentro de un verano invencible. Y eso me hace feliz. Porque no importa lo duro que el mundo empuje en mi contra, dentro de mi hay algo mejor empujando de vuelta.”
    Samuel es sonríe, es la última vez que le veo.

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  10. Cuando llegaban los días de sol interminables, cuando ardía el suelo y al rascarte la piel dorada del brazo te quedabas con sal de mar en los dedos. Cuando el aroma húmedo de bosques y campos y playas, lejos de la ciudad, nos transportaban a ese estado mental de despreocupación y relajación, en el que la diversión y la curiosidad se despertaban a partes iguales, no sólo viajaba a nuestro lugar de vacaciones, sino a un lugar interior mucho más valioso. Un lugar al que de vez en cuando vuelvo mentalmente, pero no demasiado, porque no quiero desgastarlo. Por temor a manosearlo y convertirlo en un lugar común de mi mente, lo visito sólo muy de vez en cuando, conservando su lugar especial en la memoria; pero cuando estoy allí, en ese rincón delicioso, puedo sentir cómo la brisa fresca y húmeda de la noche entra por la ventana, llevando consigo un crisol colorido de tierra arcillosa caliente, flores del estío, agua de mar, hierba… Era en aquellos días en los que nos quedábamos fuera mirando las estrellas y la imaginación crecía como un árbol ramificándose, especulando por diversión con el futuro, el pasado, los posibles mundos por descubrir que habría allí arriba… Y era también en aquellos días en que me recostaba en la cama a la hora de la siesta y sacaba con delicadeza ritual aquel libro que había estado reservando todo el año para esos momentos. De tapas duras, forradas de algún tipo de tela verde y páginas amarillentas que olían a casa de mi abuela, ese libro aún me hace temblar de emoción cuando recuerdo alguna de las muchas historias que contiene y que tanto me hicieron sentir y pensar. El libro se llamaba “Relatos Fundamentales” y era tan maravilloso que nunca quise terminarlo. Así que cuando traigo a la memoria aquellos días de verano intento recordar dónde demonios pude haberlo dejado, perdido para siempre… Contenía muchos relatos distintos, todos extraordinarios, y su lectura era tan estimulante que no quería desperdiciar las sensaciones que me producía leerlos para un momento cualquiera. Quería realizar la inmersión completa en los misteriosos e increíbles viajes que proponía y describía y asentar bien los sedimentos de las reflexiones a las que me llevaban. Me gustaba poder leerlo cuando sabía que no tenía ninguna preocupación ni urgencia que eclipsara mi atención y cuando sabía que nada me iba a molestar. Eso me llevó a dejar algunas historias para más adelante, para el año que viene… Y tengo la curiosa sensación de que el libro no terminaba jamás, de que siempre quedaban más relatos por leer…
    El libro perdido de Relatos Fundamentales forma parte de la historia interior de mis vacaciones, de mis recuerdos mágicos y mis primeras epifanías. No recuerdo quién lo escribió, pero debió de ser Borges, Cortazar, Saramago o alguien similar. Como no he podido encontrar mi libro ni ninguna copia de él, (parece como si no hubiese existido, pues nadie tampoco lo conoce ni lo recuerda), me he propuesto reescribir algunas de las historias que recuerdo que más me marcaron. Sostienes en tu mano ahora una de ellas…

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  11. En 2020 obtuvimos una lección es por esto que en 2030 estamos listos para la revolución.
    VI pro para clientes premium. Vacaciones Internas. Un producto personalizado para seres agotados. ¿Vuelves de vacaciones con sensación de no haber descansado?, ¿el lunes con su rutina te parece más relajado? Confía en nuestros profesionales altamente cualificados. Es atrevido pero, sin duda, el dinero mejor invertido.
    Así rezaba el anuncio, facilón, pegadizo, simplonamente atractivo.
    - ¿Pero qué es esto? ¡Venga ya! ¡Lo que faltaba!
    Comentábamos jocosamente Julia y yo cada vez que nos saltaba el banner.
    Todavía recuerdo mi incredulidad al ver en las siguientes semanas cómo proliferaban las personas de mi entorno con el logo de VI -una galaxia- en su perfil de whatsapp y en calcamonías en la frente. ¡Lo habían contratado! No me lo podía creer, barato no era en absoluto. Y con más asombro la primera vez que interactué con alguien subscrito.
    El paquete inicial incluía un mes de suscripción, el gatget de auricular y cámara y diez calcamonías para la frente. Lo recibías al día siguiente de la entrevista online con uno de sus agentes, en él te explicaban las cuatro reglas y te grababan verificando que lo habías comprendido y entendías la cuantiosa penalización por compartir y/o vender alguno de los artículos. Las cuatro reglas eran:
    - Mientras dure la subscripción tienes que llevar el gatget de cámara, audio y auricular 24h.
    - Mientras lleves el gatget tienes que identificarte con la calcamonía en la frente.
    - Siempre que se te transmitan instrucciones desde el auricular, las tienes que seguir.
    - En caso de no querer seguir una instrucción se da de baja la subscripción y debes devolver el paquete inicial.
    Los primeros meses estuvo en boca de todos. En los medios de comunicación analistas y tertulianos debatían sobre si era un signo de la renuncia al pensamiento crítico de nuestra sociedad o una muestra de la mayor flexibilidad y desafío de los funcionamientos encorsetados y tradicionales de los que venimos.
    Mi compañera de trabajo tras finalizar la experiencia me lo explicaba con gran claridad. “Prefiero esto a unas vacaciones tradicionales de playa, familia y chiringuito o de las más modernas de viajes exóticos e Instagram”. “Estoy agotada de decidir, de comprometerme a todo, de sentirme culpable, de hacer lo imposible para estar a la vez en todas partes y no decepcionar a nadie”. “Este mes ha sido increíble, no tenía que pensar, el agente al otro lado del auricular me decía: di que no vas, te quedas en casa y como había pagado un pastón y la gente sabe que estoy en el programa VI pues le hacía caso ¡qué liberación!
    Con el tiempo se fue complejizando no a todos los usuarios les daban ordenes en la línea de la asertividad y el autocuidado. Al año, VI pro sacó una línea para nuevas masculinidades, en estos casos, el auricular les obligaba a mostrar emociones y expresar conflictos.
    ¿Progreso o retroceso? Lo que nadie vaticinaría es que vino para quedarse, como el autotune, como Vox, como los filtros de Instagram. ¿Qué será lo próximo?

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  12. Estoy a un palmo del cristal de la ventana, en aquella casa millonaria, aquella casa desatendida, muy al estilo anglosajón: todo está enmoquetado, todo huele a humedad y todo parece en cierto modo un decorado que cruje bajo tus pies. Un zorro urbano, si no he entendido mal la traducción del nombre dado por mi casera, grita desesperado en algún punto del kilométrico suburbio. La primera noche que lo escuché pensaba que era una mujer chillando, pidiendo auxilio quizás. No pude pegar ojo. It’s a urban fox. Me aseguró Carmella, mi casera irlandesa, con su gesto a medias entre el drama y la comedia. Le encantaba el criquret, beber vino, jugar al solitario en un PC digno de los 90s y levantarse de la cama alrededor de las 12. Junto a ella vivía una de sus hijas (a la que no le recuerdo una ocupación concreta) y su nieta, Saunna, de tan solo 6 o 7 años. Entre aquellos muros, todas las personas estaban ociosas, en alguna especie de extraño trasiego para aclarar un rumbo, un objetivo, que nunca llegaba a materializarse. Me alquilaban una amplísima habitación del piso superior. Aquella casa enorme, cedida por su ex marido, necesitaba un dineral en reparaciones y mantenimiento. Me recordaba a un viejo barco abandonado, con su contenido agitado y revuelto. Un ruido dentro de la habitación me hizo volverme de la ventana y olvidarme del escandaloso zorro. Solía leer o ver alguna peli antes de dormir, a aquellas horas, la hija de Carmella solía batallar con Saunna para que se fuese a la cama. Había pasado ya un buen rato de aquello y todo parecía en calma. Mi casera estaría bebiendo vino mientras jugaba al solitario en el ordenador y su hija solía ver la tele hasta tarde mientras bebía cerveza y comía unos frutos secos que picaban como el infierno. La cara regordeta de Saunna, me miraba desde la puerta con ojos pícaros. Había desobedecido a las autoridades, se había saltado todos los controles y había llegado a plantarse allí, de forma maestra. Se llevó un dedo a los labios, pidiendo mi complicidad. Con su pijama infantil, empezó a recorrer el cuarto con sigilo, empezó a bailar y a cantar en susurros, No lo voy a negar, me sentía tenso, quería ser agradable con ella, pero ¿qué podrían pensar de mí aquellas mujeres si nos descubrían?. Me senté en la cama y la sonreí, you may go to bed. Lo debí decir con tan mal tino que al poco se empezó a probar mis corbatas, mis camisas. Aquella espontaneidad singular me arrastró sin remisión. Por último, encontró mi cámara de fotos, sí, aún se utilizaban. Mientras se disfrazaba partida de la risa, sin generar escándalo, me pedía que la retratara en su gran espectro de posturas absurdas. Aquel hechizo se disipó, tan fugazmente como había llegado, llevándose consigo aquel espacio de lejana cercanía, como las ranuras microscópicas que conectan las neuronas, virtual, onírico, quedaría para siempre en nuestro recuerdo,

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