lunes, 1 de julio de 2019

XLIII EDICIÓN DE RELATOS FUNDAMENTALES

SICARIOS
 




Tema: Sicarios. Así, sin más, que cada cual le eche imaginación : )

Método de envío:
cada relato será un comentario anónimo en la entrada del blog.

Extensión:
Libre. Que tu imaginación vuele desde la primera palabra hasta la... que tú quieras.

Fecha límite: Como siempre, no se penalizará a los procastinadores. Esperamos vuestros relatos hasta el domingo 7 de julio sobre la 13:00 en El Retiro.

Lectura de los relatos: La identidad de los autores será una incógnita en todo momento hasta que deje de serlo. Los relatos serán repartidos entre los participantes aleatoriamente para su lectura, salvo que algún autor prefiera leer el suyo por alguna causa justificada. Se recomienda al lector leer previamente el relato, para tratar de ser fiel a la intención del creador del escrito.

Organización de la siguiente edición: Se admiten voluntarios para la noble causa de acoger y alimentar a los fundamentales en la próxima edición.


10 comentarios:

  1. No necesité contratar un sicario para acabar contigo. Bastó levantar una ceja, incrustar mi pupila en tu entrecejo y disparar las frases adecuadas. Como si hubiera invocado un hechizo, tu corazón se paró, en seco. Sentí toda tu alma venirse abajo, como si hubiera explotado una bomba en sus cimientos.
    No necesité contratar un sicario para matarte. Las palabras fueron munición suficiente. Yo fui arma adecuada. Aquello tarde de verano. Con mis puños apretados. Con cien suspiros en el aire aleteando.
    No necesité contratar un sicario para asesinarte. Me bastó con la verdad. Fue suficiente con mirar al espejo y recordarlo todo. Y disparar el relato certero de lo que quería matar. Apunté. Disparé. AL espejo. Y dejé un reguero de lágrimas inundando el escenario del crimen. Rastro delator.
    No necesité contratar un sicario para enterrarte en mis recuerdos. Y sin embargo, todavía no he terminado de pagar mi deuda.

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  2. "¡Levanten las manos coño!",

    ....¿pues no se entera la gente para lo que se está aquí? piensa enfurecido. Por fin un poco de justicia... y todo el mundo compungido porque los cabrones de la tele han venido como buitres a la carroña.

    Alfonso, alcalde de Cotriña de Mediana se peinaba su medioflequillo en cortinilla mientras miraba a todos aquellos amariconados que habían ocupado sus sillas

    hacía una semana, y ya estaban metiéndose la lengua en el culo. Que si deberían haber formado una comisión, que si tendrían que haber hecho caso a las recomendaciones de las directrices nacionales sobre el patrimonio artístico y cultural, que si la abuela fuma en pipa. ¿Para qué os han votado payasos?, dijo Alfonso en el pleno anterior, en el que no había cámaras, y en el que todos se habían levantado enardecidos por aquellas sencillas palabras de ánimo del nuevo alcalde.

    Nunca habían entrado los periodistas en aquel villorrio, ni cuando el club deportivo Cotriña subió a segunda regional autonómica categoría C. El día que se bañó en la fuente del pueblo a grito de: yo soy eppañô, eppañó, eppañó!! ya reparó en la aberración que los ocupaba en el pleno de hoy. Aquella figura del rey moruno se reía en su cara, ocupando el pensamiento de Alfonso desde entonces, que esperaba su momento de fría y dulce venganza.

    "¡Votos a favor para la retirada del símbolo..... (amargor en su boca) de Inderrimán tercero!", volvió a repetir nuestro hombre hinchando su vena especial de debajo de la oreja izquierda.

    "Abderramán tercero, señor alcalde", dijo Renato, su timorato ayudante, mientras se ajustaba unas pequeñas gafitas de pasta transparentes.

    Alfonso se levanta y fulmina a Renato con la mirada. Se encara a la cámara más cercana y carraspea.

    "¡¿Vamos a permitir que un símbolo de moros yazca a sus anchas en nuestra santa plaza, con lo que sufrieron nuestros ancestros durante la reconquista de este país hace dos....digo tres siglos?!".

    Estas palabras disparan las manos de los ediles, que se unen fervientemente a la causa, hacen disparar los flashes de las cámaras, que disparan los comentarios en las redes sociales y las opiniones en twits, fulminando entre todos al pobre Abderraman, cuyos marmóreos restos terminan sepultados en un silo municipal, a la espera de ser trasladado por orden del gobierno central.

    Que se lo lleven a algún antro de Andalucía, que allí son todos medio negros, piensa Alfonso, el reconquistador, mientras enarbola su gesto característico con dos dedos en V, v de victoria.

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  3. Unas grandes gafas oscuras cubren la mirada de la sudorosa mujer de mediana edad que apura en un ruidoso sorbo los restos del mojito. Sus pequeños pies, quizá desproporcionados en relación a las voluminosas piernas, juguetean con la blanca arena. Aspira el aire marino que viene mezclado con los sugerentes aromas especiados que anuncian la cena. Suspira. El pensamiento que cruza por su mente parecería ridículo en ese entorno paradisíaco, “lo que daría por una ración de calamares”. Tendrá que aprender a prescindir de algunas costumbres. Se consuela pensando que ya nunca va a tener que preocuparse por el dinero. Sonríe y pide al delgado y solícito camarero otro cocktail.

    Algo aturdida tras horas bajo el penetrante sol del sudeste asiático y por el alcohol que recorre su torrente sanguíneo, repara en la figura de un hombre sentado en la barra. ¿No le ha visto ya en algún sitio? Parece razonablemente atractivo. Conocer un amante sería un gran modo de re-comenzar. Desde luego descarta a los asiáticos. “Unos esmirriados”, se reafirma. Se recoloca en la hamaca para evitar una postura que evidencie la papada. Quizá podría acudir a un cirujano.

    En ese preciso instante nota un retortijón y sale corriendo al baño, no le da tiempo a subir a la habitación. Se cruza con el hombre de la barra, ¿la ha sonreído? La explosión gastrointestinal es inminente. ”A ver de dónde saco un fortasec”. Se mezclan los esfuerzos intestinales con fantasias lujuriosas con el desconocido. Unos minutos después, cuando la tormenta parece haber amainado sale del cubículo y se retoca frente al espejo. Se siente extraña de pelirroja, ensaya una mirada seductora. “Nadie me conoce aqui. Se acabó eso de ir con la cabeza gacha”.

    El sol prácticamente se ha ocultado. Ve a lo lejos caminar por la orilla al hombre de antes. No hay un alma por allí, la ocasión parece propicia. ¿No es cierto que su sino ha cambiado? En su cabeza, una canción de Rafael le arma de valor. “Puede ser mi gran noche” , “espero que la diarrea no lo arruine” acota en su pensamiento mientras se dirige ya en busca del posible romance.



    El camarero ve alejarse su gruesa y tambaleante figura. Es todo lo que podrá explicar el día siguiente a la policía.

    El cuerpo de la mujer ha sido hallado por una pareja de norteamericanos de luna de miel que se dirigía temprano a hacer snorkel. Una herida de bala parece la causa de la muerte. Se ha encontrado un pasaporte español falso en su habitación. Con torpeza, por lo inusual de la circunstancia, empiezan a circular rumores y relatos sobre lo sucedido entre el resto de adinerados turistas, mientras van dando cuenta de sus cockteles con vistas al paraíso

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  4. Sicarify

    Manolo (“Lolo”) mira a través de la cristalera de la cafetería. Suspira mientras ve pasar los coches por la autopista. “Estos jóvenes no respetan nada”-murmulla. Son las 7 de la mañana y el sol empieza salir por el horizonte. La gasolinera parece abandonada. Apura el último trago del café mientras un coche aparca en un lateral. Una mujer de unos 40 años sale del coche y se dirige con paso tranquilo a la cafetería. Lleva un traje negro, elegante pero discreto. El pelo recogido en una coleta. Se sienta al lado de Lolo sin decir nada. Sonríe discretamente.

    -Llegas tarde.
    -Solo un poco, no seas cascarrabias.

    El camarero se acerca, Sonia pide un whisky con hielos. Lolo un vaso de agua.

    -Me alegro de verte, en cualquier caso- dice Lolo. ¿Se trata de un encargo o es que me echabas mucho de menos?

    Sonia sonríe. “Encargo, ya lo sabes.”

    -Te ha avisado el teléfono, ¿no?-sonríe Lolo amargamente- Dibujitos y musiquitas. Antes al menos el negocio era algo serio.
    -Se llama aplicación-dice Sonia-. Lo usamos todos. Todos menos tú, claro.
    -Por ahí no paso, ya lo sabéis. Todo tiene un límite, y estaremos de acuerdo en que la situación se está yendo de las manos. ¿Qué me dices del compañero que atropellaron el otro día? 30 años de servicio y haciendo el encargo en bicicleta.- Lolo suspira y se gira hacia la barra. Señala el whisky de Sonia con el dedo-. Es penoso ver a leyendas vivas de la profesión competir por dos duros con jovenzuelos. Dicen que se saltó el ceda por ir mirando el móvil. Dicen que era su tercer encargo del día, imaginate. A su edad.

    El camarero acerca el whisky a su mesa.

    -Fue una desgracia, es verdad-. Sonia calla unos segundos, elige las palabras con cuidado.-Pero eso no justifica...
    -Quemar su ropa y su maletín en la Puerta del Sol fue un acto poético. Lo mínimo que podía hacer.
    -Atrajo mucha atención, sabes que no ha gustado.
    -Sí, claro que lo sé, pero Toño no merecía irse así y lo sabes.
    -Claro que lo sé, por eso mismo estoy yo aquí. ¿Vienes?

    Lolo se dirige a la puerta mientras Sonia va a la barra y paga al camarero. Los dos salen de la cafetería y rodean el edificio hacia la parte trasera. Lolo mira al bosquecito. Siempre le gustó este rincón, piensa mientras enciende un cigarrillo. Sonia enrosca el silenciador.

    -Me alegro de que seas tú. Agradezco el detalle. Al menos tú sí sabes hacer las cosas como deben ser.
    -Aprendí del mejor-dice Sonia.

    El golpe contra el suelo del cuerpo sin vida de Lolo apenas se escucha por el ruido de los coches. Sonia saca su móvil, y pulsa el símbolo de una carita sonriente. Antes de irse observa un rato como van cambiando las formas juguetonas del humo del cigarrillo de Lolo, mientras todavía está encendido.

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  5. Camina cabizbajo sintiendo un vacío vital que le llena el pecho. Lanza un escupitajo furioso al borde de la acera. A sus años esperaba haberse podido jubilar. Tenía que haber sido más listo, joder. Pero no tenía un duro. Mira al horizonte con aire transcendental, lanza un suspiro, después otro escupitajo. Se reajusta la chaqueta y, sin olvidarse de la maleta, entra en el hotel. Sube al piso 9º mientras piensa en lo a gusto que estaría en la playa en un día de calor como hoy. El agüita en los pies... un margarita en la mano en lugar de un arma... Dispararía miraditas lascivas en lugar de balas del 43. Sicario García estaba quemado de su trabajo, y lo único que quería matar, a estas alturas de su vida, era el tiempo. Lentamente. Que sufra el cabrón del tiempo. ¡Cómo le ha jodido el puto paso del tiempo! Piensa llevándose la mano a la espalda.

    Entra en la habitación, y al dejar la maleta nota que el mismo peso le cuesta el doble que antes. Tose añorando la juventud, mientras se enciende un cigarro. Se acerca a la ventana y mira al piso de enfrente buscando al "tarjet", usease objetivo. Tampoco su vista es lo que era. Se sacó la foto del bolsillo. Y le pareció guapa, pero eso daba igual. Apagó con rabia el cigarro. Prefirió centrarse en montar el arma. Después abrió un poquito la ventana manteniendo las cortinas cerradas. Se acomodó y esperó a que Víctima Martínez estuviera a tiro.

    Exploró la vivienda. Tenía 3 pisos y mucho adorno rococó. Seguro que esos cuadros valían más de lo que le iban a pagar. Le dieron ganas de apretar ya el gatillo. Otra consecuencia de la edad. Uno podría pensar que a mayor edad más paciencia, pero no, cada vez le irritaba más la espera. Cuanto más tardaba en aparecer la víctima, más tiempo le daba para pensar y eso no era nada bueno.

    Se descubrió a sí mismo echando de menos a Méndez. Cuando trabajaban juntos era muy metódico y nada se le escapaba. ¡Además tenía ese acento tan gracioso! Una pena que le mandaran liquidarlo.

    Sicario García estaba sentado con el arma alargada asomando por la ventana, apuntando al dormitorio, y los ojos llorosos. No eran lágrimas de soledad, ni de cansancio. Bueno un poco sí. Pero es que le acaba de dar un pinchazo tremendo el lumbago. Lloraba de dolor. Apretó los dientes y disparó a la primera figura que vio moverse en aquella habitación.

    Por primera vez en su historia, Sicario García erró el tiro. Una figura ¿femenina? cayó desplomada, pero ni era el objetivo ni la había matado. La mente se Sicario García estaba nublada. Y si bien en otro momento cualquiera de su carrera hubiera mantenido la cabeza fría, aquella tarde calurosa tenía prisa, y dolor. De aquella mezcla no podía salir nada bueno. Disparó de forma indiscriminada a todo lo que vio moverse, que resultaban ser sobretodo objetos inertes mecidos por las corrientes de aire. Aquel no era su estilo. Lanzó un escupitajo y nervioso se zampó dos o tres pastillas de golpe. Se encendió otro cigarro.

    Mientras se oían las ambulancias llegar, alguien llamó a la puerta de su habitación. Sicario García no abrió. Aún así, una figura trajeada con guantes blancos entró en su habitación. Sólo dijo: "los planes han cambiado". Sólo tuvo tiempo de lanzar otro escupitajo cuando la bala echó a volar buscando su pecho.

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  6. SICARIOS I

    Creía conocer a mi vecino y buen amigo Frederick Schön. Una persona educada, respetuosa, bastante culta, divertida si el momento lo propiciaba y con grandes dotes y habilidades sociales. Con múltiples intereses culturales y gran capacidad de escucha. Le había visto muchas veces en su casa o en una taberna o en la calle, escribir algunas notas en un pequeño cuaderno de tapas negras, de los que se cierran con una goma elástica. Siempre me pareció que siendo tan curioso por naturaleza y teniendo tantos y tan variados intereses, probablemente apuntaría ideas, cuestiones pendientes de investigar, alguna recomendación literaria o el nombre de algún lugar al que le gustaría volver. Pero me equivocaba…
    Una tarde, mi mujer Margaret y yo estábamos en su casa, como solíamos hacer por aquellas fechas, tomando un té en su salón biblioteca, comentando probablemente la intensidad de los relatos de Washington Irving o la transparencia con que pueden percibirse los rasgos de la sociedad en que vivió Stevenson a través de sus personajes, incluso cuando estos están a miles de kilómetros en islas perdidas del Pacífico Sur. El terciopelo de la tapicería de las butacas acumulaba un polvo que podía percibirse sutilmente mezclado en el olor a libro viejo, cuero y papel entintado que tanto me encantaba respirar en aquella sala.
    Envueltos en una luz densa, amarilla oscura, casi marrón, pasábamos muy buenos momentos allí los tres, o los que fuéramos, pues Frederick no escatimaba en invitaciones a otros amigos, pero en concreto aquella tarde, que estábamos solos los tres, Frederick se disculpó un instante de la biblioteca y en ese momento comencé a ojear aleatoriamente los libros que estaban sobre una de las mesitas redondas que había entre butaca y butaca. Reconocí enseguida ‘El Jugador’, de Dostoievsky, un libreto del concierto de música de cámara del martes anterior y un cuaderno abierto por la primera página. Lo cogí con indiferencia, por matar el tiempo. Cuando después tome conciencia de que el cuaderno era el negro de goma elástica de siempre, (no lo habría cogido para leerlo de ser consciente) un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sólo pude leer el principio. En él decía:
    “Sicarios. Eso es lo que tendría que hacer: contratar a unos sicarios. Es mi mayor fantasía. Es lo único que consigue calmar mi estrés. Unos sicarios que eliminen problemas de forma rápida y con carácter divino-redentor. Cuando la gente no atiende a razones y complican la vida de los demás, sería tan maravilloso poder contratar a los individuos adecuados para que se encargasen de restituir la justicia… Por ejemplo, para el caso del perro del 1ºA, ese perro que ladra a todas horas de forma desquiciante. Eliminarlo. Aniquilarlo para siempre, para que no pueda interrumpir de nuevo mis lecturas ni mis pensamientos. Sin mancharse las manos. Un encargo limpio y sin fallos. Habría que asustar quizá a esa señorona que tiene de dueña que impasible, asiste siempre al concierto de una sola nota estridente sin hacer nada por acallarlo. Así no amagaría con adquirir otro irritante ejemplar ladrador. Además habría un excremento menos que pisar por la calle cada mañana.
    Un sicario sería una verdadera solución… Lo he meditado mucho. Nada sería tan efectivo. Los problemas morales que conlleva hacer uso de esta herramienta son compensados con creces por los beneficios que produce.
    Me propongo apuntar en este cuaderno una lista con todos los agravios que puedan ser resueltos con el uso apropiado de uno o dos sicarios. También los causantes estarán en esta lista…” Frederick reapareció en la biblioteca y solté de inmediato el cuaderno, cogiendo el libreto musical en su lugar.

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  7. SICARIOS II

    Margaret levanto sus gafas y su mirada de un relato de Tolstoi sobre un caballo que tenía a medias, sin haberse percatado de mi descubrimiento. En ese momento estuve a punto de preguntarle por el cuaderno negro, pero, como en una tormenta de verano, el viento de mi intención sopló fuerte y repentino, aunque mi lengua, bien anclada por la precaución, resistió su envite y no salió volando. Continuamos aquella tarde como si nada. Después, ya calmado, no quise decirle nada a mi mujer. Había muchas posibles explicaciones. Por ejemplo: ¿y si Frederick estaba simplemente escribiendo un relato? Un relato un tanto extraño sobre sicarios… A partir de entonces una curiosidad insaciable se apoderó de mí y durante cada velada en que tenía ocasión, trataba de leer un poco más. Fue así como conocí su Lista. La verdad es que no podía estar más de acuerdo con Frederick en que aquellas personas o situaciones habían sido realmente molestas; pero… ¿sicarios? No podía creer que pudiera plantearse en serio hacer algo así, aunque es cierto que en el inicio hablaba de fantasía. De todas formas la lista era demasiado detallada y real como para no tomarla en serio. En ella pude leer cosas como:
    “Albert R.F.: este impertinente vecino me ha dado algún golpe con sus torpes manos mientras gesticulaba más de una vez, me ha gritado directamente sobre mi oído por intentar seguir hablando con alguien que se aleja y no percibir, o no importarle percibir, que llegaba andando yo por la acera. En el mismo estilo, me ha pisado con sus sucias botas y casi he tenido que pedirle disculpas yo. Cuando ha interactuado directamente conmigo ha sido para escupirme mientras hablaba, pero lo que hablaba era peor aún que los esputos, de una necedad, simpleza y mala educación que no desentonan con el conjunto de su persona. SICARIO!”
    “Norman G.: cada vez que paso por el rellano de este vecino tengo que aguantar la respiración. Su domicilio apesta a ranciedad. Unos repugnantes efluvios manan por la rendija bajo la puerta de su piso invadiendo todo el descansillo del segundo piso. En verano es aún peor. A este sicario habrá que pagarle más para eliminar este problema…”
    La lista continúa con casos parecidos y casi se convirtió en un pasatiempos de lo más divertido ir descubriendo aquello que más molestaba a Frederick. Divertido hasta que un día leí: “Neil, el marido de Margaret. Leer a escondidas cuadernos ajenos. SICARIO.”

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  8. "Yo de relatos paso kilos"
    Inmediatamente se arrepintió de la frase. La había escuchado la persona menos indicada. Los siguientes dias, y sobre todo las siguientes noches, los pasó en un constante estado de angustia temiendo la llegada de un sicario.

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  9. El sicario que me traicionó.

    En el telediario de las 21:00h de Canal Sur del domingo 25 de marzo de 2018.

    (Con voz de presentador/a de televisión): Y en la sección de sucesos les anunciamos hoy la misteriosa y trágica muerte de una mujer de Sevilla, por disparo con un rifle del calibre 22. En un principio, se barajaba un posible caso de violencia de género, si bien las últimas hipótesis apuntan a un disparo autinfligido, debido a la dirección del proyectil, por lo que se ha dejado al marido en libertad sin cargos. Lo que no ha conseguido determinar la policía es por qué Mª Luisa Linares Almonte habría decidido terminar con su vida, ni por qué lo hizo detrás de una furgoneta abandonada en el barrio de las tres mil viviendas, a 60km de su domicilio. Los familiares aseguran que no tenía ningún tipo de conexión con ese lugar o con sus residentes, y confirman su perplejidad ante lo sucedido. Su hermana, Pepi, que ha preferido no mostrar su imagen ante las cámaras por el intenso dolor que la afligía, ha comentado con consternación: “Yo no entiendo nada señor periodista. Si estaba de lo más vivaracha preparando las vacaciones de este verano para El Caribe…Ahora, que no sé yo La Luisa de dónde pretendía sacar el dinero, porque con el suerrdo de su marío en la fábrica ya le digo yo que esos dos no se podían pagar un viajessito asín ni hartos de vino, hijo”. Los vecinos han asegurado, según testimonio de Paqui, vecina del quinto: “Era una persona normal. Saludaba a todas las vecinas, vamoo, una mujer de su casa, con sus cósa, ya sabe usté, dedicada a las labores del hogar. Yo no me podía imaginar esto, de verdá, cuando me lo contaron me desmayé allí mismo en el descansillo. Yo, y otras tres vecinas. Un dram, hijo, un drama”.


    24 horas antes, en una calle de las tres mil viviendas de Sevilla. Agazapados, detrás de una furgoneta abandonada y quemada, se intuyen dos figuras en la oscuridad.

    (Poniendo acento andaluz)

    Manuel: Maari, joee que te he disho que esto no va a salir bien, illa. Que a mi esto me pone muuu nervioso joeee. Que yo no tengo costumbre de matar a nadie Mariiii….Que yo no tengo cuerpo pa estas cosa chiquillaaa….

    Maria Luisa: Ojú, Manué, no me vengas con tontería que ya lo hemos hablao, has el favor. Qué el desgraciao se ha quedado con to el dinero que teníamos, el hijo puta, y no ha hecho el servissio. Y ya lo sabes que si no cobramos la herencia de tu madre ni vacaciones a Punta Cana ni a la playa de Rompeculos vamos este verán, coooñooo. Que te lo he disho mil vesse, que tu señora madre na má que ha hesho que fastidiar con el puño ese cerrao que tiene. Que ni pa sus hijos ha tenío pa hacerles una ayudita.

    Manuel: Mari, que yo no lo veo claro. Que estoy temblando. ¡Mira! ¡Que yo así no puedo Mariiii!

    Maria Luisa: Mira que te he disho que te tomaras el lexatín que le quité del pastillero a tu madre la semana pasá. Que iba a ser mejor para afinar el tiro. Además, tu piensa en ese desgraciao. Anunciándose en “Tusicario.com”, así, impunemente, diciendo que si un servicio profesional, limpio y sin huellas. Que si sus clientes abalan su destreza para el tiro a quemarropa. Que si el 99,9% de los disparos había traspasao seso o corazón…Será sin vergüenza el tío. Que ni el intento a hesho. Y que me han disho las malas lenguas que se ha comprao un Merssedes Benz descapotable con to nuestro dinero y va fardando por aquí por el barrio.

    ¡Míralo! ¡Ahí vieneeee! ¡Venga, Manueeee, que mira que va a paso ligerito el tipo de los cojoneeeee! ¡Venga, illo, que estaás ahí plantao como un pasmaroteeee! ¡Illo que se vaaaa, mi arrrmaaaa!

    (Manuel permanece paralizado y cada vez más pálido)

    ¡Iiiiiiiillooooooo! ¡Pues ná, trae pa aquí el rifle que ya lo hago yo cojonéeeee!

    (Tratando de quitarle el rifle de la manos a Manuel)

    Manuel: ¡Illa, Marí que no! ¡Que te vas a hacer daño, cabessa! ¡Que las carga el diario, Mariiiiiiii!

    Mari; ¡Que la suerrrtess ojuuuuuuu!

    Manuel: ¡Marí, que no! Coooñoooo yaaa!

    El forcejeo aumenta. Y en ese preciso momento….Puuum.

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  10. Esa mujer era la única culpable de su caída en picado. Gracias a ella había conseguido un buen trabajo, un sueldo muy suculento y un ascenso en la escala social. Su jefa lo había sido todo para ella.

    Todo iba sobre ruedas cuando la convirtió en su mano derecha. En realidad, no todo. Se implicó tanto en ese trabajo que se olvidó de su propia vida. En tres años ese puesto le había costado una relación de casi una década, varias amistades importantes, e incluso el distanciamiento total de sus padres, que siempre habían estado ahí para ella.

    Ahora, con la perspectiva que le daban los largos meses de paro, se daba cuenta de que esa relación tan absorbente con su jefa había destruido cada parcela de su vida. Era una mujer con un carisma sin parangón, un perfil autoritario y manipulador. Cómo había podido estar tan ciega. Pero cómo no dejarte capturar por esa fuerza arrolladora que parecía capaz de conseguirlo todo. Nadie nunca le había hecho sentir tan especial... Y nadie nunca le había hecho sentir tan miserable.

    Un día su jefa la desterró. No sabía si fueron celos o fue el temor a que alguien pudiera llegar a superarla. Poco a poco le fueron arrebatados todos sus dominios hasta que fue despedida. Y eso solo fue el principio del fin. No iba a poder recuperarse de ese golpe. Así que un día se cargó de valor y llamó a un sicario. Le dio instrucciones muy claras. Una dirección, un chalet inmenso y aislado a las afueras de madrid. Una hora, y la descripción de la mujer que encontraría. Pelo rubio, su misma estatura, un leve cojeo al caminar. Le pagó una parte por adelantado, el resto nunca llegaría a abonárselo. Cuando el trabajo estuvo hecho, ella ya había recibido media docena de disparos. Sin duda, ese sicario era un buen profesional. Sólo sintió el dolor del primer disparo en el brazo. El siguiente le impactó directamente en la tapa de los sesos. Todo el sufrimiento había acabado.

    En sus últimos minutos de vida, mientras se acercaba a la dirección que ella misma había proporcionado, todavía levemente mareada por el intenso olor de tinte en su cabello y esforzándose por fingir una cojera discreta y creíble, estaba atemorizada, pero le podía la satisfacción de saber que en unas horas la que había sido su jefa y su mundo, la encontraría inerte en la puerta de su casa. ¡Por fin esa zorra iba a recibir su merecido! Ojalá fuera acusada de su muerte. Y si no, al menos se llevaría un buen sustito.

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