sábado, 14 de marzo de 2020

XLIV Edición de Relatos Fundamentales PANDEMIA

PANDEMIA




Tema: PANDEMIA. En estos tiempos convulsos, confusos, en los que se decreta el estado de alarma (aunque todavía no sabemos muy bien qué significa), y no queda papel higiénico en los supermercados... Abrimos un espacio en el que la creatividad dé algo de luz a la cuarentena, y deis rienda suelta a la catarsis vírica. 

Método de envío: 
Cada relato será un comentario anónimo en la entrada del blog.

Extensión: 
Que el virus de la imaginación se propague libremente. 

Fecha límite: La fecha límite en esta edición queda pendiente según las indicaciones del gobierno y del ministerio de sanidad... Los protocolos cambian a cada poco. 

Lectura de los relatos: La identidad de los autores será una incógnita en todo momento hasta que deje de serlo. Que no sabemos cuándo será. Tal vez según avancen las noticias podremos plantear quedada virtual para quitarnos las máscarillas. Iremos publicando las actualizaciones correspondientes. 

Organización de la siguiente edición: Se admiten voluntarios para la noble causa de acoger y alimentar a los fundamentales en la próxima edición entre los supervivientes. 

5 comentarios:

  1. He oído que a la noche
    Las basuras hacen magia
    Y que el corona
    Te va a confirmar

    Y sé que prudentemente
    Al súper me he acercado
    Papel higiénico, leche
    He comprado

    Amanece tan pronto
    Y yo estoy tan solo
    Y este cuarto no para
    De menguar

    Las estrellas te iluminan
    Al contenedor de la esquina
    Te sientes tan solo, qué piensas
    Que nadie te puede tocar

    Las distancias se hacen cortas
    Metro y medio por persona
    Y este cuarto no para de menguar
    Tanta cosa que decir
    Videoconferencia por aquí
    Si fuera posible escapar de este lugar

    Amanece tan pronto...

    (Adaptación Héroes del silencio- nadie te puede tocar)

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  3. Desde muy pequeño, mi padre me transmitió la fascinación por el cine y la literatura de misterio, la ciencia ficción, la fantasía y el terror. Había una antigua serie de televisión, en blanco y negro, que mi padre había visto a su vez de niño y que tras años de búsqueda, había conseguido en DVD remasterizada. En ella se rodaban representaciones a medio camino entre el teatro y la televisión. Solían ser historias clásicas de Edgar Allan Poe o Ray Bradbury o incluso leyendas anónimas en alguna de sus múltiples versiones. Todas tenían en común lo inquietantes que eran. Recuerdo una en particular que no ha dejado de removerme incluso hasta día de hoy: ‘La Zarpa de Mono’. Cada vez que el eco de su recuerdo se me presenta, me invade la misma intranquilidad que sentí la primera vez que la vi. No porque me asustara, sino por las implicaciones que contiene su historia, por el laberinto de reflexiones en el que me veía atrapado al pensar en lo que yo haría, en si habría alguna forma de burlar el fatídico destino o cómo sería de verdad si me pasara a mí. La historia consistía en lo siguiente: un hombre compra en un mercado de algún exótico y lejano país un amuleto, una mano disecada de mono, del que le habían advertido que contenía un tremendo poder, pues cumplía deseos, pero a un precio inesperadamente horrible. Quien se la vende, le ruega que no la use, pero la tentación es demasiado fuerte.

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  4. (continua)...En la historia, se ve cómo el hombre y su mujer la usan para pedir el dinero de la hipoteca que deben al banco. A los pocos minutos llega una notificación de la fábrica donde trabaja su hijo. Ha habido un accidente y ha muerto. No obstante, la empresa quiere expresar sus condolencias y pagar una indemnización. La cantidad de dinero que reciben es exactamente la que debían al banco, tal y como habían pedido… Bueno, la historia continua con un par de sorpresas más cuando los imprudentes dueños de la mano siguen usándola; pero la cuestión clave aquí es: “Cuando los dioses quieren castigarnos, atienden a nuestros deseos…” Una frase que también me enseñó mi padre y que no recuerdo muy bien de dónde sacó, pero expresa con claridad la idea de que nuestros deseos suelen ser necios, cortoplacistas, egoístas, intolerantes o peligrosos y también que es mejor no desear nada. Y en esta frase no he dejado de pensar últimamente. Y es que desbordado por el trabajo, harto de corregir exámenes, pelearme a diario con adolescentes para que no estropeen la dinámica de clase, extenuado psicológicamente, con la sensación de no tener ni un momento tranquilo en casa y agotado también físicamente, se me añadió un especial estrés por la situación medioambiental en el mundo. El cambio climático. Quizá por el efecto mediático de Greta Thunberg y por la reciente cumbre internacional, en los medios no han dejado de hablar del tema en los últimos tiempos. Y yo no podía evitar acordarme de esa frase de Al Gore, en el documental ‘Una verdad incómoda’: “los políticos que toman las decisiones no van a hacer nada para intentar solucionarlo mientras el asunto no esté en boca de sus votantes”. Claro, en este país, con la cantidad de viejos franquistas y retrógrados que hay, esto no va a pasar nunca, hasta que esa generación pase a mejor vida… Así que, en un momento de estrés en el trabajo y espoleado por el pánico racional que inspira la crisis climática, deseé muy fuerte que de algún modo se le diera un respiro al planeta, que algo sucediese que detuviese las fábricas, el consumo desenfrenado y las emisiones enloquecidas de gases de efecto invernadero. Y al mismo tiempo deseé que las personas mayores dejaran paso a los jóvenes, más progresistas y concienciados en general. Con mayor fuerza aún supliqué además no tener que dar clase, tomarme un respiro, un descanso o unos días más tranquilos en casa…
    No soy consciente de poseer ninguna zarpa de mono, pero miro a mi alrededor con el corazón encogido y veo que las emisiones de contaminantes han descendido drásticamente, las personas mayores están muriendo por miles, yo no tengo que dar clase pero me siguen pagando y tengo muchísimo tiempo para estar tranquilo en mi casa… ¿Lo que deseaba sin saberlo era una pandemia mundial? Cuando los dioses quieren castigarnos…

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